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VIH y COVID-19: Ignorancia, miedo y fobia.

Por Ulises Albores Sánchez

Una idea generalizada en los mexicanos es que mientras podamos cumplir con nuestros roles sociales, económicos y familiares, nos encontramos “sanos”, “saludables”.

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La mayoría de las enfermedades silenciosas son clasificadas como no infecciosas, es decir, su génesis se encuentra en problemas metabólicos y, en su mayoría, responden a los hábitos de quienes las padecen. Unas son de origen bacterial, como la hepatitis, la neumonía, la bronquitis o la faringitis; otras de origen viral, como el VIH/SIDA y ahora el COVID-19.

En nuestro país, también la respuesta contra el VIH fue tardía y poco efectiva. De acuerdo con la investigación Haciendo frente a la empidemia VIH/ SIDA en México: ¿Una respuesta organizada? coordinada por Juan Pablo Gutiérrez, el primer caso fue registrado en 1983. Tres años después se creó el Comité Nacional para la Prevención del SIDA que evolucionó a Consejo Nacional, y finalmente, en 2001 devino en el Centro Nacional para la Prevención y Control del VIH/SIDA.

En gran medida, los tabúes y la estigmatización sociales impidieron que la atención al VIH se abordara de manera efectiva y eficiente. Gutiérrez afirma que entre los grandes problemas para la implementación de los programas, se encontraba la clandestinidad del trabajo sexual en algunas zonas del país, así como la corrupción de las autoridades. Por otro lado, el uso del condón era poco difundido, debido al conservadurismo de religiosos, maestros y padres de familia. Aunque su uso ha aumentado, no es generalizado debido a la moral e incluso a la incredulidad de su efectividad.

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