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El Mandón del Centro Histórico
from El Taquito
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Ya lo afirmó Lupita Gómez Collado, en un reportaje que realizó para su revista Ritos y Retos del Centro Histórico, al decir que El Taquito, con la representación de don Rafael Guillén Rioja, era eso: El Mandón, por encima de cualquier otro lugar. Recuerdo bien que cuando realizó este trabajo, me comentó que, por ejemplo, en cualquier lugar del Distrito Federal se podían comer unas carnitas, pero que el sabor de la comida y el ambiente, en ningún lugar sería igual, pues El Taquito es El Taquito.
Agradezco a esta periodista, quien nos visitaba con su equipo de radio y transmitía desde uno de los salones las llamadas Tertulias, que eran o siguen siendo, programas en vivo desde algún restaurante o museo del centro, entrevistando a personajes que han hecho historia con sus establecimientos.
Gracias a ella -que sigue luchando para que el Centro Histórico vuelva a ser un espacio agradable y lleno de tradiciones-, tuvimos la suerte de participar varias veces en esos programas.
Esto dio pie para que la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera, a cargo en ese momento del señor José Manuel Delgado Téllez, le otorgara un reconocimiento a mi padre, por sus sesenta años de trabajo. Pero lo que iba a ser simplemente la entrega de un testimonial, se convirtió en un merecido homenaje por su trayectoria como empresario del ramo. Este tributo surge del hecho de que El Taquito, año con año, ha colaborado en las fiestas que realiza la Canirac.
En la edición de 1994, en el marco de la llamada Fiesta inolvidable, el pre-
Don Rafael Guillén, en 1955, frente a la legendaria caja registradora, al iniciar su jornada
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312 sidente de la Cámara quedó muy complacido con la cena que ofrecimos. -En verdad que el señor Guillén se merece un homenaje; esta comida está buenísima”, dijo, refiriéndose al menú de esa noche, en el cual se incluyeron pechugas de pollo en mole poblano y mole verde.
La propuesta de Delgado Téllez, en lo referente al homenaje a mi padre, fue tomada muy en serio por nosotros. Marcos fue el encargado de darle seguimiento, y entonces comenzaron a surgir la propuestas. Un buen amigo, Jesús Rosas, dueño del salón de fiestas Paul´s ubicado en Insurgentes, ofreció su recinto para este evento.
Por fin, llegó el gran día, el 3 de junio de 1995. Previamente se había convocado a los representantes de los medios de comunicación. Todos estuvieron presentes, entre ellos figuró un gran amigo de la casa, Jorge Manuel Hernández conductor del programa Ustedes y nosotros, en ABC Radio, quien comentó que “nuestro gran amigo, don Rafael Guillén parece un niño con zapatos nuevos o semeja un infante que espera feliz la llegada de los Reyes Magos”.
Y era cierto. Mi padre se hallaba rodeado de sus seres queridos y amigos de toda la vida. Era pues, un niño feliz que disfrutaba de la fiesta en compañía de sus invitados.
Y en ese gran homenaje, por supuesto, no podía faltar la presencia de su entrañable amigo
Caminando por las calles del barrio, en 1947
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Jacobo Zabludovsky, quien llegó acompañado de su siempre distinguida esposa Sarita. Ambos apadrinaron el evento.
el brinDis De un boHemio
Jacobo pronunció un discurso muy cariñoso en el que dijo que recordó haber hecho los méritos suficientes para ser el padrino. Y mencionó que desde que los aztecas fundaron Tenochtitlán, y vieron al águila sobre un nopal devorando una serpiente “desde entonces ya existía Rafael Guillén. Él partía los nopales en pedacitos, para hacer con ellos sus primeros taquitos”, mencionó.
Luego se refirió a la hermandad que une a las dos familias y le hizo entrega de una placa de reconocimiento que decía: -De la familia Zabludovsky a su hermano Rafael Guillén, por una vida de amistad y cariño.
Entre muchos de los invitados se encontraba Silverio Pérez con su esposa Pachis; Chucho Córdova, El torero de Kansas, integrante de los Tres Mosqueteros; AlDon Rafael y Jacobo Zabludovsky. Amistad a toda prueba fredo Leal, conocido en otros tiempos como El príncipe del toreo, y Manuel Capetillo, quien cantó el pasodoble Torero. También estuvieron presentes los matadores Manolo Mejía y Antonio Lomelín.
La comida consistió en un entremés ranchero, clásico de El Taquito; seguido de una sopa de nopalitos con huevo y después un filete a la tampiqueña.
En la mesa principal, acompañando a mi papá, estuvimos Jacobo, su esposa Sarita, Caridad, mi madre, mis hermanos Conchita, Tere, Jose, Martha, Marcela, Marcos y yo.
Presentes en la reunión, el embajador Justo Sierra Casasús, con su hija Lolita; Pedro
Ojeda Paullada, Martha Andrade del Rosal, 313
314 también su hijo Alfonso, y mi querida prima Tere Mora Guillén, reportera de Televisa.
No pudieron faltar los mariachis, un cuarteto y el grupo Los Super Clásicos, quienes amenizaron gran parte de la fiesta.
Todos tuvieron siempre una frase amable para quien ha sabido ser gran amigo en toda la extensión de la palabra.
Mi prima Carmelita comentó: -Ver a mi tío aquí, rodeado de sus amigos, es ver detrás de él a sus padres, a sus hermanos, a sus cuñadas y a todas las personas significativas de la familia. Mi tío Rafael, es un digno representante de esa dinastía dedicada al trabajo.
Mi padre, con la voz entrecortada, agradeció la presencia y afecto de todos su amigos. Recordó, como buen hijo, a sus padres don Marcos y doña Conchita, fundadores de El Taquito. Cerró su emotiva alocución agradeciendo a Dios por su familia, su esposa y sus hijos.
la loTería nacional y el reTraTo De Don rafa
Otro motivo de orgullo para mi padre, lo constituyó el homenaje que el 25 de septiembre de 1998 le hizo la Lotería Nacional por las aportaciones que en 75 años de existencia había realizado El Taquito a la gastronomía mexicana.
El impulsor de este reconocimiento fue Carlos Salomón Cámara, director de esa dependencia y gran amigo desde que fungía como delegado en Coyoacán.
Su invaluable impulso, permitió que don Rafael y su Taquito se hicieran todavía más conocidos a nivel nacional.
el TaquiTo y la iglesia De el carmen
A sus casi 200 años, la iglesia de El Carmen es una de las más notables y majestuosas
El reconocimiento de la Lotería Nacional
construcciones del Centro Histórico, ubicada en la Plaza del Estudiante número ocho.
Construida por un arquitecto de apellido Tresguerras, perteneció a la Orden de los Carmelitas y su edificación se terminó en 1809, aunque fue ampliada y modificada en 1900.
El edificio consta de tres naves: una principal y dos procesionales de menor altura. La fachada es de estilo neoclásico pero las modificaciones se hicieron para darle un toque renacentista.
La historia de El Taquito, año tras año, ha estado entrelazada con el templo y la virgen que alberga, desde que desde los años veinte, a mis abuelos Conchita y Marcos se les veía cada domingo escuchando atentos el Evangelio. Al correr de los años, precisamente en esta iglesia me casaría.
Cada 24 de diciembre, la abuela Conchita era la madrina del niño Jesús, en las llamadas misas de gallo. Al paso del tiempo la relevaron mis primas. Después, tomó la estafeta mi padre, durante más de treinta años. Luego, la continuamos sus hijos, durante otros más.
En vísperas de la Navidad, los sacerdotes de esta iglesia enviaban al restaurante al niño Jesús, para que allí fuese preparado para el gran día. Esa costumbre se mantuvo invariable, pero como los tiempos cambian, “El Taquito”: una historia que contar
La iglesia del Carmen
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el ritual dejó de llevarse a efecto por decisión de las autoridades eclesiásticas del templo.
El niño nunca volvió a salir de la iglesia rumbo a El Taquito. Sólo permiten, cada 16 de julio, que se le honre con una peregrinación que recorre unas diez calles alrededor del templo. Y a pesar de ello, nos unimos a dicho festejo, porque precisamente esa fecha marca un aniversario más del restaurante.
Con ese motivo, por tradición familiar establecida por mis abuelos en los años 40, a todos los habitantes del barrio de El Carmen, se les ofrecía un convivio en el que abundaban las luces de bengala, los globos, los mexicanísimos toritos o fuegos artificiales, refrescos y antojitos.
La celebración de la virgen de El Carmen se llevaba a cabo durante todo el día. Daba principio con una misa en su santuario.
La familia, previo permiso de los sacerdotes, instalaba diversos ornamentos florales en las puertas de la iglesia. Este festejo era
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esperado por los vecinos del barrio con verdadera alegría, que brindaba momentos de diversión y esparcimiento.
Sin embargo esta tradición iniciada por mis abuelos, comenzó a extinguirse debido a que la gente del barrio empezó a emigrar. Las edificaciones tradicionales fueron rentadas o vendidas e incluso destruidas y destinadas a otras actividades.
Empero, en El Taquito seguimos la tradición. Cada año mandamos a decorar la fachada de nuestra iglesia y celebramos la costumbre iniciada el 16 de julio de 1923.
En en templo de El Carmen hemos festejado muchas ceremonias, como bautizos, primeras comuniones y bodas.
Ahí celebré la mía, hace 23 años, y también se reafirmaron las bodas de plata y oro de mis progenitores.
la caPilla De el TaquiTo
Tras la muerte de mis abuelos, mis tíos y mi padre decidieron que la recámara principal del inmueble donde vivía la familia originalmente, y que a la postre se convertiría en la sede del restaurante, se consagrara como una capilla, con su altar y tres reclinatorios.
David, Enrique y Rafael ordenaron la realización de estos últimos para rezar tanto por sus padres, como para dar gracias por todos los bienes y gracias recibidas, así como pedir cada mañana -apenas llegaran al negocio-, que hubiera trabajo y llegara la clientela.
El lugar es un espacio donde los tres hermanos solían hallar la paz y el consuelo en los momentos difíciles y también dar gracias cuando había algún acontecimiento que lo ameritara.
La tradición permanece incluso después del fallecimiento de mis tíos David y Enrique, y Rafael, mi padre.
Cada vez que él llegaba de visita a El Taquito, solía acudir primero a la capilla para elevar una plegaria. Marcos y yo nos hemos dado a la tarea de mantener esa costumbre familiar.
Apenas llegamos al local, vamos allí, a rezar por todo lo que hemos recibido y a pedir por que continúen las bendiciones, que no han sido pocas, para nosotros.
Se trata de un lugar desconocido para muchos de nuestros clientes, pero que para nuestra familia representa un espacio de comunión, donde sentimos cómo, de algún modo, el espíritu y la presencia de nuestros seres queridos nos acompañan para darnos el ánimo suficiente y seguir adelante.
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DiPloma De Honor Del bicenTenario
El 18 de noviembre de 2009, el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, entregó un diploma de honor del Bicentenario a 14 ciudadanos de la capital que por sus acciones diarias se convirtieron “en innovadores y defensores del Centro Histórico de la Ciudad de México”.
Entre esos ciudadanos figuró Rafael Guillén Rioja, mi padre, al lado de personajes como Jacobo Zabludovsky, José Iturriaga, Salvador Orozco Camacho, Guillermo Tovar y de Teresa, Carmen Beatriz López Portillo, Pedro Bocker, Amador Bernal, Julián Pablo Fernández, Luis Ávila Blancas, Tito Briz Garizurieta, José Herrera Padilla, Elda Lucía Guízar de Arias y Guadalupe Gómez Collado.
La ceremonia se realizó en el patio del Antiguo Palacio del Ayuntamiento, donde el mandatario capitalino dijo que este reconocimiento especial rinde homenaje “a quienes han construido lo que hoy tenemos, han defendido lo que hemos heredado y a quienes también están resueltos a que nuestra identidad, nuestros edificios, nuestra visión del futuro siga adelante”.
Los galardonados son “los principales La capilla familiar en El Taquito
En la imagen superior, don Rafael Guillén recibe de manos de Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno del Distrito Federal, el diploma de honor del Bicentenario. Abajo, con su gran amigo Jacobo Zabludovsky -también
galardonado-, y sus hijos Rafael y Marcos 319
defensores de la actual generación y la grandeza mexicana, donde tiene lugar su arte, su historia, su memoria colectiva e incluso, las aspiraciones de la propia ciudad”, afirmó Ebrard y dijo que este reconocimiento “es una muestra de gratitud de su ciudad para con lo que ustedes todos los días hacen, para todo aquello que ustedes han propuesto, defendido, modificado, recordado, inventado y propuesto”.
Jacobo hizo gala de su prosa finamente tejida en un discurso donde desfilaron todos los personajes anónimos en la historia del Centro Histórico. “Somos los que conocimos a Santa y sus veladoras, los que a media noche atravesamos sin temor la Candelaria de los Patos, los que comíamos tamales de charal tatemado, los que vimos nevar un día, los que llevamos serenata con el Trío Bucaneros, los que esperamos al Cuatro Vientos que nunca llegó”, dijo el distinguido periodista, quien por supuesto no dejó de mencionar a El Taquito.
Por su parte Alejandra Moreno Toscano, coordinadora general de la Autoridad del Centro Histórico, se refirió también a mi padre al señalar que “reconocemos en don Rafael Guillén Rioja a las generaciones que durante 86 años en el Barrio de El Carmen han hecho del buen trato y la alegría una tradición y crearon El Taquito, famoso restaurante de ambiente taurino, donde artistas, músicos, empresarios y políticos se encuentran para compartir sopes y quesadillas”.
Un día antes, Zabludovsky se refirió en su columna Bucareli, de El Universal, a esta ceremonia y recordó que El Taquito es “el más antiguo de la ciudad, si lo antiguo se califica por tres características: nunca ha cambiado de nombre, nunca ha cambiado de domicilio desde su fundación en 1923 y desde entonces pertenece a la misma familia Guillén que ahora, en su tercera generación, lo cuida como lo que siempre fue: la fonda preferida del barrio”
Entre los homenajeados figuraron Lupita Gómez Collado -la que bautizó a El Taquito como El Mandón del Centro Histórico-, así como otros personajes entrañables de la zona más céntrica de México, como don Tito Briz Garizurieta, propietario del restaurante El Cardenal, José Herrera Padilla, propietario de la tlapalería La Zamorana, Elda Lucila Guízar
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de Arias, propietaria de la Dulcería de Celaya, de la calle de 5 de mayo y don Amador Bernal, dueño la juguería María Cristina, la más antigua y conocida de la zona, en la calle de Palma.
un cumPleaños memorable
El 24 de octubre de 2009, mi padre cumplió 91 años. Como de costumbre, el festejo fue en el restaurante. La fiesta reunió a toda la familia, sus hijos, sobrinos, nietos, bisnietos y por supuesto, sus amigos. Para la ocasión, realizamos un video con los momentos más significativos en la vida de este gran hombre, sobre todo su juventud, cuando trabajaba incansable para ayudar a sus padres y cuando conoció a mi madre, doña Cari, con quien protagonizó un romance de época y fundó la numerosa familia que hoy somos.
Entre los amigos se contó al doctor Víctor Manuel Arroyo, sus sobrinas Carmelita y Conchita Guillén, Teresa Machorro, mi tía JoDoña Cari, sonriente en el festejo del 91 cumpleaños de don Rafa
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El patriarca de los Guillén recibe el saludo efusivo de toda su familia reunida en el restaurante con motivo de su cumpleaños. A la derecha, Alberto Carbot, Norma Inés Rivera y Andrea Aline Ocampo Carbot
sefina Noguera Escobar, conocida en el medio artístico como Josefina Leiner; los arquitectos Salvador González, y José Razo; Raúl Palma Moreno, Jorge Interiano, Gerardo Palomino, Alberto Carbot, director de la revista Gentesur y Norma Inés Rivera acompañados de sus familiares.
Un trío amenizó la velada e interpretó los boleros que tanto le agradan a mi padre. La comida fue abundante y variada como suele ser: carnitas, costillitas, quesadillas, guacamole, sopa de nopales y pollo con mole, un menú que incluyó sus platillos favoritos.
Fue un homenaje emotivo donde se recordaron los grandes pasajes en la historia de El Taquito. Mi padre ha sido ejemplo vivo de lo que es ser un buen hombre, un buen hijo, luego padre, luego abuelo, luego bisabuelo, con más de noventa años encima y todavía siempre atento a lo que pasa en el restaurante.
Con todo respeto, es el hombre que muchos hubieran querido tener como padre; siempre con una respuesta acertada para todo, mente atenta, despierta, viva y un trato excepcional.
Yo lo acompañé mas de cien veces a ver al licenciado Zabludovsky, al delegado, al regente, al jefe de gobierno o a quien fuera, y a veces los dedos de los pies se me arrugaban del nervio, de ver cómo hablaba, de su gran seguridad al hacerlo; de que lo que decía era la verdad.
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Por ejemplo, en 1985 -cuando el terremoto marcó dramáticamente las calles del viejo barrio de El Carmen, y nos quedamos sin agua ni luz, en fin, sin servicios básicos-, con muchos pantalones, mi padre se encaminó a ver al regente, atravesando las vallas de soldados que tenían cercado el Zócalo.
Como pudimos llegamos hasta el edificio del Departamento del Distrito Federal y a pesar de los obstáculos, con decisión y un “por favor” al regente Ramón Aguirre, él consiguió que al poco tiempo ya contáramos con todos los servicios. El Taquito sólo cerró dos días y siguió trabajando.
Nada detuvo a don Rafa en su afán de mejorar y conservar su querido restaurante.
Cuántas veces no fuimos a ver al delegado en turno para pedirle que se respetara la entrada a El Taquito, tomada por los ambulantes, hasta que esa nefasta mancha pudo más y se apoderó del tránsito de vehículos y luego de personas, y ya nadie podía pasar.
Mi padre siempre fue una persona fuerte, bien parado en la tierra; como esos verdaderos hombres que se convierten en héroes desde que empiezan, hasta que terminan cualquier proyecto.
Sólo pude ofrecerle -como como él siempre dijo-, amor, respeto y cariño.
A Marcos, mi hermano mayor, le guardo reconocimiento por su trabajo, su necedad, y su orgullo.
Su habilidad como negociador nos ha permitido sortear cualquier dificultad. La familia Guillén Hernández. De pie, Marcos, Rafael, Marcela, Teresa, Martha, Josefina y Concepción. Sentados, Teresa Machorro, una amiga de toda la vida, doña Cari y don Rafael, acompañados por Josefina Leiner y Conchita Guillén
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