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Y a todo esto ¿por qué un libro de “El Taquito”?
from El Taquito
En 1980, un año después del gran evento en donde se le sirvió una comida al Papa Juan Pablo II, comenzó a generarse en mi interior la idea de redactar un pequeño folleto que describiera algunas líneas generales de la existencia de nuestro restaurante.
En ese momento, yo ya tenia una cantidad significativa de recortes de periódicos y revistas que hablaban de El Taquito. Los guardé cariñosamente en algunos álbumes para fotografías; los recorté y pegué con mi orgullo por delante, con el sentimiento de estar haciendo un trabajo placentero y tras-
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Rafael Guillén y Alberto Carbot, director de Gentesur/La Revista de México durante las sesiones de redacción y diseño de “El Taquito, una historia que contar”
“El Taquito”: una historia que contar
Rafael Guillén presenta la primera edición de su libro
cendente. La intención que lo envolvía, era dar a conocer la importancia que ha tenido el restaurante fundado por mis abuelos y fomentada por tres generaciones más de la familia Guillén.
Con estos elementos, me dediqué a redactar un pequeño folleto que incluiría un par de fotos y algo de historia. Sin embargo, tuve que interrumpir este proyecto, para atender otros asuntos.
Como todos sabemos, los años son sabios. A través del tiempo, continúe con la sabrosa manía de atesorar más recortes y hasta algunos videos. La documentación crecía y con ella la comezón de continuar con el proyecto interrumpido. Sin embargo, dado el volumen de información, entendí que el proyecto del folleto estaba rebasado y que con los testimonios en la mano, podría entonces desarrollar un trabajo de largo aliento.
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Los nuevos recortes, integrados a los anteriores, fortalecieron mi intención, así que procedí a ordenar toda la información y poco a poco, robándole tiempo al trajín y al descanso, comencé el libro que hoy tienen en sus manos. En el proceso de escritura, me di cuenta de que para hablar de El Taquito no bastaban unas cuantas cuartillas, era necesario ordenar la mente y alargar la pluma. Luego llegué a la conclusión de que la vida de nuestro restaurante iba acompañada de sucesos nacionales de importancia, en lo político, artístico y cultural, en donde los actores, al hacer uso de este recinto culinario, lo convertían en un espacio en donde se instalaban las voces más celebres del momento y dejaban en sus muros el eco de sus pláticas y celebraciones.
A estas alturas de mi nueva encomienda, me di cuenta a plenitud de la importancia de hacer un rescate más general y también, aunque no tengo formación de historiador, de incluir algunos eventos claves que podrían explicar con nitidez la causa por la que nuestro restaurante se convirtió, por su cocina, ambiente y calidez, en una referencia ineludible para los personajes más memorables de la historia nacional de las últimas diez décadas. De ahí nació el título de la obra: El Taquito, una historia que contar.
Así sería dicho esquemáticamente, el camino que siguió mi reflexión en torno a esos
“El Taquito”: una historia que contar
apuntes, que me obligó a abrir más los ojos y limpiar mis oídos de la basura mediática para buscar mas información.
En estos paseos intelectuales me obligué a pensar en el carácter de mis abuelos y tíos, de la bondad de mi padre, de la templanza de mi hermano; así mismo entendí que la humildad era necesaria para preguntar y saber escuchar. Comencé a ver con otros ojos a las calles cercanas al restaurante y, no obstante, el ambiente lapidario que circunda a nuestro barrio, encontré una arista de placer en el acto de caminar por las calles cercanas al restaurante.
Volví a mirar, ahora con otro sentido, a la iglesia Del Carmen, a la plaza del Estudiante. Me interné con entusiasmo por mis calles favoritas del Centro Histórico; por las más famosas y transitadas, pero también otras destacadas por su tradición como la del Apartado, y naturalmente, hasta llegar a la esquina de la leyenda. Bolivia y el Carmen. Mi itinerario continuo dentro de El Taquito, en donde confirmé que la fuerza de mi inspiración proviene del encanto de sus muros, una especie de poema para iniciados, donde platiqué con Rodolfo Gaona y Silverio Pérez, compartí los alimentos con Manolete y Carlos Arruza, me sentí cercano a Marilyn Monroe y a María Félix; me divertí con la charla del gran Renato Leduc, y hasta brindé con Diego Rivera y con el poeta cocodrilo Efraín Huerta.
La energía reunida por infinidad de gente talentosa que pasó por nuestros salones, hizo cambiar la dimensión de mi trabajo de un folleto a un tomo. Crecía como crecen las criaturas: con mimos y cuidados.
Cuando los abuelos se hicieron propietarios de su pequeña accesoria comenzaron a adornar sus paredes con detalles taurinos. Este proceso nunca acabó. No se imaginaron que estaban perfilando un concepto, mismo que perduraría y haría tan famoso a su restaurante. En efecto, con el tiempo, El Taquito se convirtió no solo en el único restaurante taurino de México, sino en un centro de cultura en cuyos espacios
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Rafael Guillén y Alejandro Cortés dan los últimos ajustes a la tercera edición del libro “El Taquito una historia que contar”
se reunirían las personalidades más destacadas del México posrevolucionario, hasta llegar a nuestros días.
Hoy lo decimos sin ambigüedades: en nuestros salones comieron y bebieron las personalidades más famosas de todos los ámbitos. Aquí fueron atendidos con la cortesía que se merecen quienes acuñaron un sello de identidad para nuestra patria. En este espacio, flota la energía de los espíritus generosos que construyeron la historia contemporánea.
Los abuelos y los hijos, y los hijos de los hijos, fueron adquiriendo una experiencia única para ofrecer el servicio y la calidad en sus alimentos, ya que su estilo es único. No conozco otras empresas que tengan la gracia, como la familia Guillén, la gran oportunidad de disfrutar su trabajo y atender con cortesía a tanta gente. Aquí para nosotros, todos los comensales son importantes.
Ya lo mencionó Pancho Lazo: “Los hermanos Guillén, con aquellas filipinas blancas, cortadas como sacos, daban la impresión de no saber lo que era sufrir de tanto que reían. Su saludo siempre atento diciendo: ¿Pásale, hermano… que vas a tomar? ¿Qué quieres comer? ¿que se te antoja? Lo que tú quieras, pero antes un aperitivo…”
“El Taquito”: una historia que contar
Estas atenciones quedaron reflejadas en las fotografías que adornan las paredes de El Taquito. Así se formó un archivo iconográfico que se puede apreciar desde cualquier lugar, como una presencia que enriquece la degustación de los alimentos. Aquí se encuentran fotos, testimonios, carteles, pinturas y objetos varios. Nuestra oferta culinaria, que dejó como herencia la abuela Conchita, hoy es un ejemplo a seguir para muchos de quienes se dedican a la gastronomía nacional, conscientes de que en nuestro negocio se hace un rescate cotidiano de la auténtica comida mexicana. Deseo que este libro contribuya en la recuperación de la historia moderna de México. Pretendo que sus páginas influyan en las nuevas generaciones para que aprendan a valorar la importancia y belleza del Centro Histórico de la Ciudad de México. Quiero que otros establecimientos vean en nuestra tradición la importancia que adquiere el servicio cuando se hace con cortesía y dignidad.
Estoy muy satisfecho con la conclusión de esta tercera edición, que no hubiera logrado sin el apoyo incondicional de mi hermano Marcos y de mis grandes amigos por siempre y para siempre, Alberto Carbot, Norma Inés Rivera y Alejandro Cortés, ahora espero que sea enriquecido con la lectura de todos ustedes, acompañada de sus opiniones, porque en efecto, todos tenemos al menos, “una historia que contar”.
Por lo tanto, llegué a la conclusión de que para poder llevar a una imprenta este documento, necesitaría exponer una serie de argumentos para recibir apoyo y poder imprimir la obra que hoy les presento, que son los siguientes:
El Taquito en todas sus dimensiones, es un centro de cultura, en donde se reunieron las personalidades más destacadas del siglo XX.
El restaurante fue construyendo una memoria histórica, con reflexiones, anécdotas y eventos de importancia política y cultural.
Cuenta con un archivo iconográfico envidiable, en donde se encuentran fotografías, testimonios, carteles y objetos varios.
La clientela observa a El Taquito como una proeza, debido a sus más de cien años. No obstante la complejidad para poder arribar a este negocio, el público lo pondera con admiración y respeto, independientemente de su oferta culinaria.
La memoria histórica y la iconográfica de El Taquito, siempre incitaron a los espe-
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cialistas a hacer un libro, sin embargo, ahora planteo mi verdad, mediante una obra que conjuga texto e imagen.
En este libro se habla de urbanismo, arquitectura, historia, patria, arte, reuniones, bohemia y de un México que ya se fue.
Es sencillamente un libro de historia, con el enfoque personal de un testigo cotidiano del público de El Taquito.
Su estilo es ameno y pausado, sin ampulosidades ni retruécanos innecesarios; se habla de la gente más importante que pisó este local, con la gracia de quien disfruta atender a gente importante.
Sus fotos son exclusivas. Algunas fueron rescatadas con procedimientos digitales, para ofrecerle al lector una imagen fiel de las fiestas que reunieron a políticos, artistas, toreros y público en general.
Este libro está destinado a convertirse en un clásico de nuestra historia urbana, que incluye pinceladas de la sociedad del México moderno.
Su contenido nos enriquece, porque en él se incluyen pinceladas de una sociedad en ascenso. Muestra un país con un proyecto político que lo impulsaría, durante décadas, en el horizonte internacional.
El Taquito, una Historia que contar es una obra, que desde la óptica que se le quiera ver y justifica cualquier solidaridad.
¡Gracias!
rafael guillén HernánDeZ
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