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El Taquito visto por los periodistas
from El Taquito
“El Taquito”: una historia que contar
Casi desde su fundación, los principales medios informativos se han ocupado en reseñar los hechos más importantes que entre las paredes de El Taquito han tenido lugar. Muchos periodistas conocen la historia del restaurante, por ser clientes habituales o por su amistad con la familia Guillén.
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Por igual se han escrito notas informativas, reportajes o crónicas muy literarias, vivenciales y otros relatos en los que se entremezcla el lenguaje taurino, pero siempre con un hondo sentido de la amistad. No las puedo reproducir todas. Sin embargo, seleccioné algunas que para mí, poseen un gran valor porque sus autores vivieron en el barrio de El Carmen o al paso del tiempo se han convertido en amigos muy entrañables.
He aquí algunos ejemplos: Un ágape con Mariano González Zarur, Chucho Arroyo,
Manolo Mejía, Pancho Lazo Boza, don Rafael Guillén, Beny Carmona, Horacio Soto y Rafael Guillén la voZ De PancHo laZo en el “esTo ”
Amigos, permítanme un paréntesis en los habituales comentarios taurinos, para echar la mirada atrás y refocilarme un poco con el recuerdo de aquellos días no muy lejanos, pero que con el futuro al alcance de la mano, parecen
cosas de un ayer perdido en el tiempo.
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Mi menda solía caer al feudo de los hermanos Guillén, David (hoy desaparecido) y Rafael, que parece inmune a los años, cuando terminaban los cuarenta y se acercaban los cincuenta, a paso acelerado, señalando
el principio ya de este ajetreo desenfrenado, hasta la neurosis en que vivimos. El Taquito era entonces el centro obligado de artistas y toreros, deportistas, políticos encumbrados y burócratas con cuenta en el banco. David y Rafael siempre me parecieron peluqueros con aquellas “filipinas” blancas, cortadas como sacos. Igualmente me daban la impresión de que no sabían lo que era sufrir, de tanto que reían. -Pásale hermano, ¿Qué vas a tomar?… -Quiero comer. -Pero antes un aperitivo ¿no?
Ese era el saludo. No había ni buenos días, ni buenas tardes, ni buenas noches. Bueno, esto último, se escuchaba a eso de las 3 de la madrugada, cuando enfilaba uno hacia otros lares, satisfecho el estómago, estimulado el espíritu, como un motor revolucionado con aquella combinación de brebajes sofisticados.
Le servían a usted banderillas de fuego, una copita de licor de sabores que le hacía revolverse encastado, o le quitaba lo manso al buey apis. Con aquel “Pásale hermano”, comenzaba una nueva aventura gastronómica acompañada de alegría embotellada. Teodoro Aceves, casi a la entrada, en el primer piso, pegado a la caja registradora, por entonces casi un chamaco, tiene ya cuarenta años en el negocio y una barriga espantosa. Oprimía las teclas y
Las famosas “banderillas de fuego”, creación de El Taquito
“El Taquito”: una historia que contar
soltaba la lengua, parloteando de toros o de fútbol, sus pasiones. Si acaso algo de teatro. Su hermano fue José de Jesús Aceves, quien puso en marcha en México los mini teatros que luego proliferaron como hongos, dirigiendo la obra de Usigli El niño y la niebla, en la salita El Caracol que estaba en Palma y Cuba.
Una voz gruesa y palmada en la espalda, anunciaba a Pepe García, quien junto con su hermano Juan, sabían servir, hacer de la profesión de mesero un arte. De la manga se sacaba el menú que traía en mente la clientela. Doblada la servilleta en el antebrazo, entre otros muchos ya retirados, Chucho El Caballo Castillo, Nahum Mozo Calleja y Antonio González Cárdenas, único que se mantiene en activo de aquel equipo que se movía ágil entre las mesas, con la charola en alto. Comida mexicana, servía y sirve El Taquito, localizado en las calles del Carmen, en pleno centro de la ciudad, a un paso del jardín donde está la iglesia que rinde culto a la virgen del Carmen.
Frente a esos prados y centenarios árboles, estuvo un día el Departamento de Policía y Tránsito y se conserva la Casa del Estudiante que albergara a muchos que, más tarde, llegaron a ser hombres prominentes al servicio de la nación.
Calles viejas, añosas, llenas de historias y remembranzas, de un México otrora tranquilo, pastueño, de cilindro llorón. ¡No vean qué criadillas en salsa verde o manitas de cerdo a la vinagreta, y la sopa de médula con su epazote y chile chipotle, los gusanos de maguey, el chicharrón y las carnitas, el mole poblano y la barbacoa, los machitos y las carnes asadas o en salsa de pasilla, las quesadillas y los sopes, los pambacitos, las garnachas y los cueritos!
Al hartazgo proletario, sucedía la música, el mariachi o el trío. Y ya “encaminados”, pues era obligada la serenata, a ¡dos pesos! la can-
La fiesta de María, con el “Poeta cocodrilo” Efraín Huerta
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Una pared con miles de recuerdos
ción. Caminaban los años y se entronizaba El Taquito a favor de la grey capitalina, enriqueciéndose no sólo de clientela, sino de historia.
Sus paredes son hoy las de un museo fotográfico con las efigies de presidentes, visitantes ilustres, artistas connotados, toreros, muchos toreros en especial: en El Taquito está plasmado el desenvolvimiento artístico del más distinguido pintor taurino que pueda existir, mi muy querido tocayo Pancho Flores. Muchos, muchos aficionados a la pintura o al toreo, han querido adquirir esos cuadros al precio que sea. Pero El Taquito, celoso, los conserva, los atesora, mejor diría.
De aquellos cuarenta a la fecha, el tiempo se me vino encima, pero nunca me hizo perder la vereda que conduce a El Taquito, la que mañana sábado he de recorrer nuevamente para asistir a las celebraciones de sus sesenta años de existencia.
Seis décadas hace ya de que lo fundó don Marcos Guillén, hijo de Jalisco y su esposa doña Concepción Rioja, de aquí cerca, quienes están ya a la vera del Señor. Habrá pues, fiesta, con muchos invitados, gente de “aquellos años”, otra que ha ido renovando a la clientela, y bastantes que ahora lo han conocido apenas.
Y para los que van a conocerle, no esperen una mansión de lujo, no hombre, no. Se trata de una casona vieja, de gruesos muros, techo de vigas, con ventanas a la calle, que da cobijo a un lugar que pudiéramos llamar a propósito de su cocina, de mucho sabor, donde la multimesa mexicana se ha resistido a morir pues, ¡qué caray!, allí no hay hambre. ¿Y, se preguntarán ustedes, esos son todos sus recuerdos de El Taquito? Amigos, algunos secretos nos llevaremos a la tumba”.
el comeDero Defeño, más conociDo y reconociDo en el munDo: HécTor PéreZ verDuZco
Voy con mi hacha: Vaya arraigo, cariño y admiración el que tenemos todos los perio-
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“El Taquito”: una historia que contar
distas por este titán de la honestidad que fue, es y será por y para siempre Renato Leduc… López. Y ello quedó demostrado una vez más ayer en El Taquito, restaurante taurino por excelencia, en donde fue presentado el libro Así hablaba Renato Leduc, del que es autor el colega Ramón Pimentel.
Pocas veces hemos visto a tantos periodistas juntos… destacando los de la vieja guardia que a través de nuestra presencia le rendimos culto al as de la baraja periodística, en el Salón Jacobo Zabludovsky del famoso comedero situado en el corazón del DF. Fuimos atendidos personalmente y en persona, como diría Cantinflas por don Rafael Guillén Rioja y su hijo de la misma marca, a cuerpo de rey.
Estoy seguro de que el espíritu de don Renato flotó como nunca en las calles del Carmen, a quien en una ocasión le propuso matrimonio María Félix. Don Re, contestóle: No… ¿cómo quieres que sea el señor Félix?
El librejo (que hoy mismo nos lo chutaremos), consta de 124 páginas y nos fue dedicado por su autor. Tiene un valor de quince mil varos y cómprenlo porque se va a agotar.
inTenTo De reseña
Don Rafael Guillén nos hizo recorrer a
golpe de calcetín todo El Taquito. En su capilla está un Cristo muy significativo y original; junto a él la fotografía de sus padres. Oramos unos minutos en ese privilegiado lugar y que tuve el privilegio de conocer (valga la redundancia), en compañía del buen hijo, buen padre, buen hermano, abuelo y amigo, don Rafael Guillén Rioja.
al TaquiTo
He ido por lo menos en unas doscientas ocasiones. Su hermano David (q.e.p.d) nos atendió siempre no como clientes, sino como cuates, al igual que siempre lo ha hecho Rafael. Para escribir de El Taquito es necesario un libro… Ramón Pimentel, Rafael Jr., don Rafael Guillén, Dolores Olmedo y Mario Munguía “Matarili” en El Taquito
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Manolete, uno de los grandes amigos de El Taquito, en una entrevista con Bernardo Fernández, Macharnudo no una columna o un artículo; es tan grande su historia, que oiga usted, como bien decía Paco Malgesto… las paredes de todos los salones del comedero defeño, más conocido y reconocido en el mundo todo, está plagado de fotografías que lo hacen a uno suspirar y a la vez aprender (así como suena), y saber lo que se desconocía unos minutos antes…
Veamos… Fotografía del presidente Madero con Rodolfo Gaona… Gráfica de Salinas de Gortari, con su esposa Cecilia… Y que nos picamos, fotos hay de…. Cantinflas, María Félix, Agustín Lara, Carlos Arruza, Díaz Ordaz, López Mateos, Juan Pablo II, Corripio Ahumada, Hugo Sánchez y si le sigo no alcanzaría el espacio.
“Entre los hombres tinta que nos reunimos ayer en El Taquito, anoten a… Enrique Loubet, Ricardo Maldonado, el famosísimo Mario Munguía Lirilon-Matarili, Manuel Magaña, Joaquín Méndez, Carlos Estrada Lang, Alberto Catani, tal y tal, y doña Dolores Olmedo…
(“Órbita” Periódico Ovaciones. Abril 1990)
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“El Taquito”: una historia que contar
la memoria De El rEdondEl: riveroll
“Enclavado en el mero centro, el día dieciséis, coincidiendo con las fiestas del barrio, un popular restaurante del rumbo cumplió sesenta años de vida. El Taquito.
“En el curso de esas seis épocas, ha visto desfilar por sus numerosos salones, que iniciaron en unas cestas en la accesoria de la casa numero 69 de las calles del Carmen, don Marcos Guillén y Conchita Rioja, vendiendo taquitos.
“Fue prosperando el matrimonio y de la accesoria ocuparon una planta baja adjunta, desalquilada y en esta forma acabaron dueños de toda la esquina, para establecer un negocio por el que desfilarían artistas, toreros, deportistas y políticos. Claro que la predilección fue taurina, porque David que fue el entusiasta del progreso fue aficionado práctico, sin más triunfos que alguno que otro pitonazo.
“Recordamos una de las cientos de veces que estuvimos en El Taquito, fue hace muchos años, la primera visita a México de Alicia Alonso, la maravillosa bailarina cubana.
“El colega Blanco Moheno improvisó un magnífico discurso rebosante de poesía, de musicalidad, de emociones.
“La respuesta de Alicia, elocuente, fueron las lágrimas. Por allí estuvimos muchas veces con la apantallante Maria Félix, con Pedro Armendáriz, Diego Rivera, Orozco, El Indio Fernández, Gabriel Figueroa, para que La Doña recibiera el trofeo Sarape de Oro de Pecime. Con Silverio Pérez compartimos en ocasiones el pan y la sal.
“Con Carlos Arruza, con tantos astros del toreo, cuyo recuerdo se conserva en ese lugar, con pinturas, carteles y hasta azulejos.
“Cuando llegó a México por primera vez el más famoso de los barmans internacionales, don Pedro Chicote, una noche lo llevamos a El Taquito con David y Rafael, le brindaron las máximas atenciones y no faltaron los mariachis que interpretaron muchas canciones típicas en su honor.
Era el lugar de los artistas, de los bohemios, de los amigos, en los que reinaba la cordialidad y al final de la comida, ¡luces apagadas!, las banderillas alumbrando románticamente el salón, formando con tres licores la bandera mexicana.
“Hace tiempo -veinte años y mira…- que no hemos vuelto a El Taquito, los años, las distancias y tantos problemas. Pero el recuerdo de ese lugar en las calles del Carmen, fue algo así como la prolongación de nuestro periódico, de nuestra casa, nos trae alegrías, nostalgias y
gratas remembranzas”. (Periódico El Redondel)
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Un menú para el “Calesero”…
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un TaquiTo De TraDición: alberTo barranco cHavarría
“Había una vez un puesto de tacos...”, podría empezar, como en los viejos cuentos, la crónica de hoy. Y tal vez hasta hubiera una moraleja: los hambrientos estudiantes de ayer, que entonces comieron gratis, hoy son prominentes políticos... y fervorosos clientes.
Y hasta podríamos meter un episodio de amor, envuelto entre desplantes de María Félix y bravatas de Jorge Negrete.
O bien la extraña historia de la reina de allende el Bravo, que un día llegó, vestida de cortesana, al palacio de la comida mexicana. Y naturalmente, entre uno y otro episodio habría intriga, suspenso, emoción y hasta una que otra tragedia...
El riesgo es que se nos termine más rápido el papel que las historias.
Porque, ¿sabe usted?, El Taquito, el restaurante de más tradición en el México viejo, está lleno de ellas. De hecho hay una en cada pintura, en cada fotografía, en cada cartel taurino, en cada uno de sus ocho salones...
Más aún, su historia es una historia.
En un pequeño local del centro del centro de la ciudad de entonces, es decir en el corazón del viejo barrio universitario, don Marcos
“El Taquito”: una historia que contar
Guillén y su esposa Conchita instalaron un humilde puesto de tacos de carnitas, garnachas, pellizcadas, chalupas, dobladitas, sopes, enchiladas y pambazos.
Era el final del sueño que los trajo un día de Guadalajara, y el principio de una larga página. Ahí llegaban, sin más aval que su hambre, los estudiantes provincianos pobres, acuartelados en la solidaridad de la Casa del Estudiante, a un costado de la Plaza del Estudiante, a pedir “tres chalupitas a mi cuenta”. Y doña Conchita les daba cinco, a sabiendas que el pago era más difícil que los dólares que el ex banquero Jorge Lankenauau se llevó a vacacionar a un paraíso fiscal...
Muchos de aquellos que llegaron a conquistar la ciudad de “Se rentan cuartos para caballeros solos y decentes”; de comidas corridas de 1.75 pesos con huevo montado al arroz blanco y refresco gratis, y que brincaban, sabios, de la prepa de San Idelfonso a la Escuela Nacional de Medicina o la de Jurisprudencia, y mataban sus ocios recorriendo las gastadas páginas de los viejos tesoros de la Hemeroteca Nacional de la calle Del Carmen, hoy son personajes de primer nivel. Y algunos intelectuales, como el escritor oaxaqueño Andrés Henestrosa, hasta escriben sus recuerdos: “Cuando el bolsillo no daba para más, los esposos Guillén, dueños
Y otro para el presidente Adolfo López Mateos
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de una taquería de no más de cuatro metros de largo por dos de ancho, que fue luego el famosísimo El Taquito, nos sacaba de apuros con el regalo de un par de taquitos: suculentos como jamás encontré otros”.
EI Taquito llegó el 16 de julio de 1923.
Fue la casa donde vivían los Guillén, comprada en abonos de pesares y sacrificios, en la esquina del Carmen y Bolivia. Y ahí siguió siendo. Primero la planta baja, luego la casa entera”.
Y los gusanos de maguey recién asados en el comal, tronantes aún; las chalupitas de salsa verde con sus tiritas de maciza; las criadillas en salsa verde; los chiles rellenos de queso y picadillo; el mole poblano con su respectiva pierna de guajolote rociada de ajonjolí; las quesadillas de chicharrón, tinga, sesos o huitlacoche, las costillas de puerco: para chuparse el huesito; la sopa de médula, los plátanos fritos con crema; los ates con queso, los chongos zamoranos...
Y luego las pinturas taurinas de Pancho Flores y Ruano Llopis. Y las cabezas disecadas de miuras. Y el retrato de Manolete. Y Carlos Arruza en un quite por chicuelinas. Y el farol de rodillas de Juan Silveti, la manoletina de Manolo Martínez, la verónica de pies juntos de Fermín Espinoza, Armillíta, las payasadas de Manuel Benítez, El Cordobés; la gaonera del gran Califa de León, Rodolfo Gaona. Y los programas de seda de la temporada 1908-1909, anunciando un mano a mano entre el Califa de León y Manuel Lara El Jerezano. Y los carteles inolvidables. Y las anécdotas: Aquí confesó Joaquín Rodríguez por qué le decían Cagancho (“e’ que yo vendía gancho, y ca’ gancho valía do peso”). Y se enfrió la cena que esperaba a Andrés Blando, Carnicerito, después de la corrida. El toro canceló la cita... definitivamente. Pronto las paredes de los pasillos y los salones (Televisión, Santiago y Jacobo Zabludovsky...) de El Taquito se llenaron de fotos de figuras de todos los tamaños, sabores, colores ... y olores. Ahí está la belleza inmortal de la Doña María Félix, brindando, altiva, orgullosa, con su flamante esposo, Jorge Negrete. Acababan de llegar de su luna de miel, y quisieron ofrecer una fiesta inolvidable. Todo México fue a tomar tequila con sangrita de la casa y escuchar cantar a Negrete y despotricar a la diva,
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que cerró el episodio gritándole a su marido y saliendo entre portazos ...
Ahí está, también, en media docena de fotos inolvidables, la sonrisa ajena, ingenua y enigmática, de la diosa sexy de Estados Unidos. Marilyn Monroe se encaprichó en ir a El Taquito Y los meseros se encapricharon en servirle todos.
Y la reina rubia comió chalupitas, taquitos dorados de pollo, quesadillas, mole poblano, y cantó y bailó y bebió tres banderillas tricolores, integradas de licor de crema de cacao clara, granadina y menta verde. Y al final ella dejó de recuerdo un beso a don Rafael y a su hermano David Guillén, el novillero que dejó el arte a tanta súplica de su madre, luego de recibir una peligrosa cornada.
Además están todos los presidentes, desde Lázaro Cárdenas. El más retratado, quizá porque era el más asiduo, es Adolfo López Mateos. Con él está desde la belleza pálida de una Frida Kalho, en el ocaso de su vida triste como diría la canción, hasta la sonrisa mágica de Katy Jurado y la presencia bravía de Lupe Vélez, pasando por todos los políticos de entonces.
El ex presidente Miguel de la Madrid preside la entrada al Salón Jacobo Zabludovsky, padrino de los 60, 65 y de los 70 años de El Taquito.
Y como la función debe continuar, ahí está el odiado ex presidente Carlos Salinas de Gortari, retratado con el actual dueño del lugar, don Rafael Guillén, si bien cuando apenas era un mediano funcionario del gobierno federal. Y, naturalmente, el presidente Ernesto Zedillo acaba de comer ahí, retrato al calce, con Jacobo Zabludovsky. Y también está el gobernador del Distrito Federal, Cuauhtémoc Cárdenas.
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Y la foto del profesor Carlos Hank González es la más grande del Salón Televisión, donde de vez en cuando se quedan a dormir alguno que otro ex torero, sin más fortuna que sus recuerdos.
De las estrellas de cine no hay una sola ausencia, así vivos como muertos: Pedro Infante, que recibió ahí un premio por su actuación en Tizoc, Carmen Salinas, Cantinflas, Gloria Marín, la aún bellísima Sonia Furió; la inolvidable Miroslava, Emilio El Indio Fernández, con su tequila triple y su paliacate de clásico rojo al cuello. De los boxeadores está el gran Mantequilla Nápoles, Ultiminio Ramos, Vicente Saldívar; Rubén Olivares. De los toreros están todos, hasta la rejoneadora Conchita Cintrón…
A la muerte de don Marcos Guillén, en 1958, el negocio quedó en manos de sus tres hijos: David, Enrique y Rafael. Los dos primeros murieron años después, y don Rafa se quedó con todos los recuerdos, que comparte, en las noches de nostalgia, con el más antiguo de sus trabajadores: Antonio González.
El recuerdo de las fiestas de cada aniversario del restaurante. El recuerdo de los días difíciles, como en el 68, cuando el barrio estuvo sitiado por el ejército; de los días de alegría como cuando el equipo del ya merito desaparecido noticiario 24 horas festejaba su aniversario, como cuando el presidente de la academia de la Lengua de Alvarado, Armando Jiménez, tuvo la puntada de hacer ahí la recepción académica de dos nuevos miembros; cuando llegaba ahí Carlos Arruza a festejar su triunfo o la plana mayor del DDF a planear la grilla.
En El Taquito nació Pecime. Cuando Jorge Vidal fue presidente de esta organización
Rafael y Marcos Guillén, con el periodista Alberto Barranco Chavarría
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de periodistas cinematográficos, le entregó a don Rafael Guillén un diploma alusivo.
Lo cierto es que con Pecime y Televisa o sin ellos, las mesas del restaurante taurino están siempre plenas de periodistas, de artistas, y aspirantes a artistas. Y siempre hay vales en la caja. Y siempre hay rebajas en la cuenta. Y “Don Rafita, hay mañana le dejo un abonito”…
Y en el restaurante del barrio del Carmen, adelantito de la Plaza del Estudiante, el padre Senén Mejic, Luis Rublúo, Armando Jiménez, Guillermo Ortiz de Montellano, Luis Everaert Dubernad, cronista de Coyoacán; José Socorro Quintana y otros más, plantearon la salida de un periódico que recogiera la crónica de la ciudad, escrita por Renato Leduc, Vicente Leñero, Antonio Acevedo Escobedo, Juan Rulfo, Luis Vega y Monroy...
Y aquí se celebró, con Andrés Henestrosa, la entrega del Premio Nacional de Periodismo al cuarto número de la publicación... que desapareció tras tres salidas más.
A semejanza de la famosísima “quien no conoce Los Ángeles (el salón de baile, naturalmente, donde se rogaba a los caballeros no tirar cigarros para que no se quemen los piés las damas) no conoce México”, don Rafael Guillén, orgulloso, dice “quien no conoce El Taquito no conoce las entrañas del país”, y tiene razón.
En su restaurante está toda la vida de México, desde que nació el abuelo del PRI.
Alguien dijo alguna vez que se pensaba vender todo: las fotos, los cuadros, los recuerdos y la respuesta a ello, de don Rafael Guillén es tajante: -¿Usted cree que se pueda vender México?. Y México canta, con mariachi, la nostalgia. Y como con manteca, al amparo del recuerdo. “Sí, es Hugo Sánchez”. “Y, mire, qué jovencito estaba Diego Rívera”.
“Que bella era Dolores del Río... “
Y entre foto y foto, las leyendas de los mosaicos que adornan las paredes:
Dios mío, si tomando te ofendo, con la cruda me sales debiendo; Te conozco de cara, pero no de. mañas; Nunca buena olla con agua sola, Si se alivió fue la Virgen; si se murió fue el doctor; Todo lo que nos gusta es ilegal, inmoral o engorda.
Es El Taquito. Toda una vida.
(Periódico Reforma. 18 de enero de 1998)
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“El Taquito”: una historia que contar
Acuarela de El taquito del artista Rafael Guízar pintada en 2017
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