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Los tablados. “Las tablas” del Carnaval. Por Carlos Antonio Trinidad Sánchez
Los tablados. “Las tablas” del Carnaval
Carlos Antonio Trinidad Sánchez
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Cada madera tendrá su sitio. El repiquetear de martillos y piquetas se convertirá en la música del pre-Carnaval.
Había que prepararse concienzudamente para la Cuaresma en esta villa donde la pitanza, además del sustento más básico, es un manjar. De ahí puede venir nuestra afición Carnavalera que, intrínsecamente, se une a nuestra afición al toro; pues el antiguo “uro” ha sido temido, admirado y venerado en los riscos de Siega Verde desde mucho antes que los “verracos” flanquearan la entrada de los castros vetones.
Desde tiempos inmemoriales la ciudad ha de sufrir una cíclica metamorfosis para recibir al mítico animal en su corazón, en el ágora, que comienza en sus arrabales, en la subida de Torroba, para asegurar que las reses bravas entren encallejonadas. Las ordenanzas municipales de 1864 ordenan en su artículo 40 “a los labradores de Ciudad Rodrigo y Socampana que fueran requeridos por El Ayuntamiento para traer sus carros a fin de formar el alar según costumbre antigua, o para colocarlos en algún paraje que se estimase oportuno a la pública seguridad en las funciones de
novillos. No podrán negarse a este servicio ni eximirse de él sino es por justa causa que estimase oportuna el señor alcalde”. Nótese dos cosas en la ordenanza: por un lado se recuerda “según costumbre antigua” y por otro la finalidad de formar “alares”. Los alares son “el embudo” formado por “agujas” que sirve para encerrar al ganado en el campo. En Ciudad Rodrigo llamamos Tendidos de la fracasada plaza metálica. El caballista y agujas a las empalizadas que se emplean para pelotari Joaquín Chanca entra por delante. La fama de tal fin. Curiosamente el diccionario de la los hermanos Patato hizo levantar tablados en los fronto nes de la puerta del Sol. - Real Academia de la Lengua se refiere a este término en una sus acepciones como “cada uno de los maderos agujereados que se hincan en la tierra y que se apoyan en otros horizontales para formar una tranquera”, pero, nuestra Real Academia sitúa este significado en Cuba, México o Puerto Rico y no en El Campo Charro donde, es de suponer, naciera esta acepción así como el propio ser Charro. El mismo diccionario define en su primera acepción como charro al “aldeano de Salamanca, especialmente de la región que comprende Alba, Vitigudino, Ciudad Rodrigo y Ledesma” y en su quinta acepción sitúa en México a el “Jinete o caballista que viste traje especial compuesto de chaqueta corta, camisa blanca y sombrero de ala ancha y alta copa cónica, con pantalón ajustado para los hombres y falda larga para las mujeres”. Algo en común tenemos todos los charros del mundo.
Para formar los alares, los carros fueron sustituidos paulatinamente por agujas montadas por el Ayuntamiento a lo largo del primer tercio del siglo pasado utilizando madera rolliza y de
La parte inferior de la talanquera es la más importante. La primera tabla se debe apuntalar y “arriostrar” sobradamente.
El saber del maestro, heredado de generación en generación. La mejor garantía. poca consistencia en su hechura, pues el ganado subía amparado por los caballistas. Con el fin de los encierros a caballo a principios de los años 70 hubieron de ser reforzadas con maderas y hechuras de más consistencia ya que los toros corrían sueltos y frescos, emplazándose con facilidad en los anchos del recorrido. A principios de la década de los 80 del siglo pasado un incendio en el almacén municipal obligó a renovar el material; por consejo del concejal y constructor Paco Mateos fueron sustituidas por las metálicas que hoy conocemos que rematan en el coso cuadrilongo de la Plaza Mayor.
Las Tres Columnas y la fuente romántica estaban ubicadas en la parte superior de la plaza hasta que en 1903 se hizo la reforma del edifico del Ayuntamiento para anexar la iglesia de san Juan, arrinconando Las Tres Columnas y la fuente a un almacén. En1922 se reconstruyeron Las Tres Columnas en las inmediaciones de el Árbol Gordo y en 1928 se ubicó la fuente en la plaza de Béjar, hoy del Buen Alcalde. Por ello, el coso se construía en la parte inferior de la plaza presidido por el edificio de la Audiencia. Los toros entraban por la calle del Toro, de ahí su inmemorial nombre. Las calles del Toro se repiten en muchas ciudades, entre ellas Salamanca y Madrid.
Tras el traslado a la ubicación actual se le dio a la parte superior del coso una forma redondeada y se dotaba a la parte opuesta del Ayuntamiento de un portón. Eran tiempos en que los mozos pagaban a los mozalbetes para que guardaran la barrera, nada más eran clavadas las primeras agujas que cerraban el
Rematando el forro y reforzando las vigas. Todo a la medida de nuestra Plaza Mayor.
Para terminar se ponen los cabrios que limitan el tablado. Manolo, Alejandro, Ángel y Enrique. Herederos del saber de Alejandro Morán orgullosos de haber cumplido un año más.
262 coso hasta la víspera de Carnaval a las 12 de la noche, hora en que el mozo que estaba en la tabla “cogía la barrera” en propiedad para las capeas matinales y vespertinas. Pudo ser el año 1966 cuando el alcalde Miguel Sánchez Arjona contrató a una empresa para levantar una plaza portátil metálica. No se supo si fue porque los dioses custodios de la tradición castigaron la afrenta con chuzos de punta o porque los más fervientes aficionados mirobrigenses a los toros lo son más a los tablados, el caso es que el rechazo popular fue de tal envergadura que hubo de dejar subir gratuitamente a los tendidos los últimos festejos del Carnaval. Las pérdidas ocasionadas a la empresa concesionaria obligaron al Ayuntamiento a volver a la ancestral costumbre de construcción de tablados por los artesanos mirobrigenses. Siendo concejal de Festejos el ganadero Ángel Elías se le dio la forma actual para un mejor aprovechamiento del espacio disponible y el balcón municipal, añadiéndose 2 tablas más en altura para seguridad de los espectadores. La costumbre de levantar un coso de madera en Miróbriga se pierde en los confines de la historia. Los tablados no solo se construían para las fiestas taurinas o los remotos torneos medievales y juegos de cañas, también se construyeron para otros eventos como las juras de bandera y partidos de pelota en los frontones de la puerta del Sol donde se levantaron por última vez con ocasión de los desafíos que con carácter benéfico enfrentaron a los hermanos Patato con los mejores pelotaris profesionales (vascos y navarros) de mediados del siglo pasado. Los empresarios de la construcción eran quienes se encargaban de la realización de los tablados tras pujar por ellos en subasta pública. Tras en el fracasado intento de la plaza portátil los empresarios dieron la espalda a la puja y los concejales de festejos tuvieron que recurrir
casi de favor a los obreros y a pequeños artesanos concediéndole los tramos por poco dinero o sin cargo los tablados más pequeños. Así se hicieron constructores de tablados los modestos Abelardo Cánovas, Fermín El Sordo, Quinito El Chorbo, Hilario El Chato, Ángel Bellido, José María El Fresquero, Ismael Huebra, El Tío Cala, el hijo de Dimas, Los Barrenos, Los Foros, Los Martas, Los Mateos (constructores que siguieron apostando por la tradición) y mi suegro y maestro en este arte Alejandro Morán.
Alejandro y su hermano Manuel habían aprendido el oficio trabajando para los Mateos, los Marta y otros constructores hasta que por las vicisitudes antes comentadas le ofrecieron la construcción de los tablados situados sobre la farmacia de Dorado. Como eran tiempos de incertidumbre la madera se alquilaba en los almacenes de El Chorbo. Los tablones no se podían cortar so pena de abonarlos, motivo por el cual se dejaban los sobrantes al aire lo que algunos aprovechaban para ver los festejos por la “jeró” y de cualquier manera, por lo que se prohibió esta práctica. Con el tiempo se hicieron con la madera del derribo de antiguo
Los puntales de la puente a plomo y bien arriostrados. Las vigas sanas y derechas. Los tablones donde se clavarán las vigas de los asientos, reforzados con zapatas, intercalados entre el forro.
Desde cualquier ángulo, los tablados son el marco, único e incomparable de nuestro Carnaval.
Cuartel de Caballería, madera que fue empleada durante más de 30 años. Contra lo que se pueda pensar era material de mucha garantía pues provenía de los tiempos en que las cosas se hacían como se debían hacer; es decir, la madera se cortaba cuando se debía cortar y se ponía donde se debía poner. Tal es así que nunca conocí la carcoma en aquellos vetustos (que no viejos) tablones.
La construcción del tablado comienza desde el mismo momento que se desmonta. Hay que desmontar con presteza pero con cuidado para no dañar las tablas que han de servir al año siguiente dejándolas bien limpias de puntas. Si alguna queda inservible o está dañada hay que tenerlo en cuenta para buscar el recambio con tiempo, no sea que llegue la hora de montar y haya que andar con prisas que para nada son buenas y menos en una tarea que entraña tanta responsabilidad. Las tablas se deben almacenar planas unas sobre otras, dejando huecos para que corra el aire, no siendo que se humedezcan y se comben. Una vez hecho esto a otra cosa y a esperar a la puja del año siguiente.
Hogaño la puja se otorga a los mismos constructores que ya conocen “el cacho”, sus irregularidades, el mobiliario urbano, los relieves de las paredes, los escudos, los cables, las cajas de registro y hasta las maderas del vecino. Las maderas están a la medida aunque siempre hay que hacer algún ajuste. Todo esto es una garantía de eficiencia y sobre todo de seguridad.
Entre el sábado y el miércoles antes de Carnaval hay que construir el tablado.
Se reúne a la gente de buena mañana, gente cercana que trabaja de favor. La tarea comienza con el acarreo de la madera y las herramientas. Los primeros años el transporte se hacia en carros de mano. Si había algún carretero que se encargara del trajín, de fiado y buen precio, la cosa se aceleraba; si no había que hacer varios portes obligando a levantar el tablado por fases y a deshoras pues no se podía prescindir del jornal ordinario. El trajín de los artesanos en traje de pana, tablones al hombro y el pitillo medio apagado en la boca era un presagio del Carnaval. Hoy se acarrea en camiones y se descargan en el momento para que estorben lo menos posible.
Una vez descargada la madera comienza la construcción. Lo primero es colocar “las burras” que ya vienen hechas de casa. Sobre las burras se colocan las tablas de “la talanquera” y se calzan a nivel para salvar la inclinación de la plaza siguiendo el buen ojo del maestro artesano pudiéndose ayudar de plomadas o niveles. La primera tabla de la talanquera es la más importante pues sobre ella descansarán “las vigas”, es decir todo el peso del tablado. Alejandro reservaba un tablón de roble bien saneado que sirvió de viga en el antiguo cuartel y pesaba un celemín. Esta tabla se debe “apuntalar” por bajo de sobra. Esta tarea se la reservábamos a Abelardo Cánovas. En los años 90 ya había dejado de hacer tablado pero por gusto se nos arrimaba a echar una mano en esta tarea, supervisando cuidadosamente cada rollizo, cuña o cruces empleados para reforzar la parte más importante y sensible del tablado. Reforzar la talanquera requiere conocimiento, calma y tiempo. Un artesano se dedica a ello mientras el resto del personal sigue montando “la puente”.
Para hacer “la puente” se apoyan “los puntales” principales sobre la talanquera. Estos “puntales” pueden tener más de tres metros de alto y mejor que sean de “rollizo”. Los “rollizos” o madera rolliza es madera descascarillada y, no en tablón, conservando así toda la fuerza del árbol aunque tenga peor vista. Sobre los “puntales” se coloca el travesaño superior donde descansarán la parte alta de las vigas. Para el travesaño se emplea un tablón colocado de canto, sano y nivelado. Este travesaño se refuerza con dos o más “puntales” centrales, apuntalándose provisionalmente con unos “cabrios” (varales largos y rollizos de pino o chopo de diez a 15 centímetros de grueso) para poder “levantar la puente”. Levantar “la puente” es una tarea a la que hay que echarle maña, fuerza y cuidado; es normal que los artesanos de los tablados vecinos se arrimen a echar una mano. Se puede levantar de varias maneras: tirando con la cuerda desde el balcón, apuntándola con los “cabrios” o últimamente ayudados por ingenios mecánicos. A cada puntal de los extremos han de echar mano uno o dos artesanos para fijarlo verticalmente, a plomo, en la base. Un vez levantada “la puente” se sujeta provisionalmente con “cabrios” o las vigas laterales y se nivela confiando en el buen hacer del maestro artesano. El maestro desde cierta distancia manda a los artesanos subir o bajar uno u otro puntal calzándolo con “zapatas” (cuñas de madera limpia de pino para que acepte bien las puntas) hasta que el travesaño sobre él que apoyarán las vigas quede a nivel. Todos los puntales serán fijados sobre otro tablón que sirve de base. Una vez en “el sitio” todos los puntales se deben arriostrar.“Las riostras” son cruces que impiden el balanceo de los puntales. Hecha “la puente” ya se pueden colocar las vigas.
El maestro debe seguir dirigiendo la tarea para que las vigas queden equidistantes y lo más paralelas posible, al menos a la vista. Para las vigas se colocan tablones de buena calidad siempre de canto para que aguanten bien y sujetos por zapatas a modo de cartabón. No conviene que las vigas sean de madera de mucho peso, tablones bien curados de pino o chopo son los ideales. El tablado va cogiendo forma cuando sobre las vigas se coloca el “forro” o “quilla”.
Su único fin es cerrar el tablado por abajo y se emplean tablas de unos 20 milímetros de grosor. Antaño los forros eran de poca calidad empleándose maderas de desecho o de cajones de transporte y hasta de ¡cajas de pescado!, el tablado de José María El Fresquero se distinguía por un peculiar aroma marinero. Esta tarea ya es más sencilla pues se trabaja sobre la misma base sólida donde el personal va a cantar, bailar y disfrutar de los festejos. Cada cierto tramo se refuerza con “rastreles” para que las tablas no se “ajorren” por la presión de los tablones intercalados entre las tablas del forro donde se fijarán las vigas de los asientos. Según se va subiendo el forro se acaban de rematar con zapatas las sujeciones de las vigas.
Las “vigas de los asientos” son también tablones colocados de canto, es bueno que sean de madera ligera para no recargar innecesariamente el tablado. La colocación se hace bajo la supervisión del maestro cuidando que queden bien repartidos. No conviene poner más vigas de los asientos de las necesarias porque limitan la capacidad y la comodidad del ya de por sí incomodo tablado. Es muy importante colocar un pequeño puntal cortado a medida apoyado sobre la primera tabla de la talanquera. El maestro artesano pondrá mucho cuidado que este puntal esté en su sitio pues va a soportar todo el peso del público sobre la primera tabla de la talanquera.
En las vigas de los asientos se suelen dejar puestas, de un año para otro, las zapatas sobre las que se colocarán los asientos aunque cada año habrá que hacer pequeños ajustes o recambios. Puestas las vigas se clavan los asientos sobre las zapatas de las vigas. El tablado se remata colocando los “asientos de la talanquera” y la “escalera”.
Cada puntal, tablón, cuña, riostra, asiento va sujeto con puntas, del 20 las más largas, del 15 y del 10 las más pequeñas, cada medida donde sea menester. No se han de clavar ni más ni menos que las necesarias. Si hay de menos se corre el riesgo de no sujetar bien el maderamen, si hay de más la madera se puede rachar y perder fuerza. A veces conviene buscar el agujero de años pasados y otras clavar en otros nuevos. Si la tabla ya está “muy castigada” de años anteriores conviene cambiarla o emplearla en otro lugar para clavar en virgen. Clavar estas puntas requiere su maña pues a veces han de entrar en bisel cogiendo las dos tablas. Para evitar que rache la madera conviene machar algo la punta sobre todo cuando se clavan cuñas o zapatas. En los tiempos en que todo se aprovechaba se recogían las puntas usadas y se “embaía” alguna tarde enderezándolas sobre un yunque. Esta labor tenía su arte y sus riesgos cuando la cabeza se había alisado de tanto martillazo provocando que la piqueta o el martillo resbalara. Hoy esto ya no se hace, pero como cada año se compran puntas de sobra conviene guardarlas envueltas en un paño pringado en manteca para que no se oxiden.
Una vez “endilgado” el tablado, antes de recoger la herramienta y echar el “cacho”, el maestro debe revisar uno a uno todos los elementos, poniendo especial cuidado en las cuñas de refuerzo y que los puntales caigan a plomo pues puede que alguno se haya
Un brindis a la mejor afición del mundo.
variado accidentalmente durante la faena y mejor arreglarlo ahora a que llamen la atención el día de la revisión.
Ningún elemento del tablado debe descansar en las tablas del coso ni en las paredes; solo dos apoyos altos que se ponen preventivamente. También se deben respetar los elementos del mobiliario urbano como bancos, cables, farolas o cajas de registro.
Montado el tablado hay que esperar la meticulosa “revisión” de los técnicos municipales que pueden mandar corregir cualquier detalle que comprometa la seguridad de los tablados. Pero aquí no termina la tarea. Ahora toca tratar con los clientes fijos de otros años, saber con cuántos se va a contar y cómo acomodarlos y si alguno falla, buscar relevo. Hay que estar mucho antes del comienzo del festejo para tener estas tablas reservadas y animar a los indecisos los días flojos o de lluvia. Ir acomodando al personal según van llegando y estar ahí por lo que pueda pasar. Tanto trabajo, las horas de tantas personas, no se compensan económicamente; es más, si el tiempo no acompaña hay que “poner”, pues solo se cobra en los festejos vespertinos. Los artesanos constructores de
tablados regalan al pueblo su trabajo pues la plaza está libre en los encierros, las pruebas matutinas, las “jorizas” nocturnas y demás acontecimientos multitudinarios que tienen cita en la Plaza Mayor.
Los tablados se han venido haciendo en Ciudad Rodrigo de manera casi idéntica desde antes de los escritos. El que se hagan como siempre se hizo no quiere decir que se proceda de forma improvisada o chapucera. Cada tabla, cada punta, tiene su finalidad y el saber hacer se ha trasmitido durante siglos de generación en generación. Alejandro aprendió de sus maestros y su saber nos lo trasmitió a toda la familia, especialmente a su hijo quien hoy dirige la faena con la misma maestría. Ya mismo su saber lo comenzará a trasmitir año, tras año, a sus hijos y sobrinos quienes de aquí a unos cuantos años tomarán el saber y el relevo, al igual que el resto de compañeros, el resto de constructores de tablados, cuya historia, ilusión y saber es la misma que la nuestra. Este artículo es un reconocimiento y muestra de agradecimiento a todos ellos. Es mi intención que en esta semblanza se vean representados todos los artesanos constructores de tablados. Si no cito sus nombres uno a uno, es para no correr el riesgo de dejar a alguno en el tintero.
Siglos, ¡cientos de años! construyendo tablados (sin que en toda la historia se hayan registrado accidentes de importancia y los contados incidentes han servido para corregir y mejorar esta secular maestría) es la mejor garantía de seguridad en la que se implican de forma principal los mismos constructores quienes desde hace mucho tiempo han reclamado mejoras en la seguridad y organización. Es imposible cerrar la plaza al trasiego de peatones, pero la forma artesanal en la que se trabaja permite adecuar el ritmo y la forma de trabajar a la presencia de viandantes. Los nuevos tiempos imponen normas de seguridad actualizadas.
Ninguna otra plaza se llenaría sin sol ni moscas y en las condiciones de comodidad de nuestra entrañable plaza. Por ello podemos afirmar que ¡La mejor afición del mundo! se cita las tardes de Carnaval en los “Tablados”, en una plaza que hace viajar al margen del cartel, igualándose a las grandes plazas del orbe taurino, suponiendo un importantísimo motor económico para nuestra ciudad.
La plaza de “tablados” no solo tiene el valor de la tradición, el sabor de la cosas auténticas. La forma en la que se levanta une el trabajo de cientos de personas (la mayoría de forma desinteresada) en el rápido montaje y más rápido desmontaje de un coso taurino hecho a medida de nuestra plaza y nuestros Carnavales. Puede que no sea la más cómoda ni la más bonita pero si del ágora, del corazón del pueblo, desparece el toro, nuestros Carnavales serán otros. Los “Tablados” son escenario, decorado, platea, marco, tablas, teatro; son foro, circo, ágora, rincón de enamorados; son palenque, palestra, ruedo de un Carnaval único. Por la arena mirobrigense puede transitar, entre miles de Carnavaleros, la exuberancia elegante y barroca del Carnaval de Venecia, el rítmico desenfado sensual del Carnaval de Río de Janeiro o la fina ironía del Carnaval de Cádiz. Todos los Carnavales del mundo entran en El Carnaval del Toro, pero nuestro Carnaval es imposible en otro marco, en otras tablas.
Sin los tablados, sin el saber, trabajo y arte de quien los construye, nuestro Carnaval sería otro; otro Carnaval cualquiera.