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Esquilones de plata. Por Saturnino Rodríguez Miguel
esquilones de plata
Saturnino Rodríguez Miguel
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Va al campo y no come, Va al río y no bebe Y de dar voces se mantiene.
Empezó en el oficio a los 14 años. Aprendió de su tío Marcelino Vicente, que era hijo de Pedro Vicente, que a su vez era hijo de Andrés Vicente, y hermano de Baltasar, Francisco e Isabel Vicente, su abuela, (que trabajó con sus hermanos en el taller) y así podríamos seguir 2.500 años hacia atrás, saltando de generación en generación sin que la técnica haya cambiado nada. Se llama Santiago Risueño Florindo1 y hacía cencerros. Dice que aquí ha habido grandes artesanos del gremio: Lorenzo Cid, que era un hombre solitario, con el taller en la calle la Canal, “muy caprichoso para el trabajo y un artista”; Manuel de Aller, que aprendió de su abuelo Quico (Francisco Vicente), los hermanos García al frente de un taller al lado del matadero, en el Puente, Salus el Cencerrero, Félix González que aprendió de Pablo Parrondo como su hermano Ángel… Bueno, hubo muchos y muy buenos. Él mismo tuvo varios aprendices, uno de ellos le salió torero: Cencerrito. El ABC del
1 Su vida profesional es paradigmática en los artesanos de su gremio. Empiezan con catorce años de aprendices y están así hasta que vuelven de la “mili”, que se instalan por su cuenta.
Colección de cencerros de Santiago Risueño, hechos por él.
3 de marzo de 1971, en su página 11, advertía que nada más quedaban cencerreros en Mora de Toledo, Ciudad Rodrigo y Almansa (olvidando Montehermoso). Nació en las huertas de Valhondo pero se fueron pronto de allí porque su madre, Tita, estaba de portera en las “escuelas del Castillo”. No conoció a su padre muerto en Toledo, en la Guerra Civil. Cuando cerró Marcelino, su maestro, el taller que tenía llegando al Cruce desde el Árbol Gordo, a mano derecha, por la parte de atrás de la mercería de Aurora, y abrió el bar Nino, se fue a la “electra” y la dejó al año para entrar en el taller que tenía en san Cristóbal, Ángel Alcalá “Rili”, que aprendió con Baltasar y enseñó a José Luis Hernández, padre de José Antonio Hernández que es el único que sigue hoy día en el negocio (Josito, con taller en la calle Argañán de Ciudad Rodrigo, es el único cencerrero en activo de Castilla Santiago con un “zumbo” en las manos. y León). Al llegar de la mili se puso por su cuenta en el taller de la avenida Conde de Foxá y allí estuvo hasta que se jubiló. A los 27 años se casó con Poli (que merece estudio aparte) y tuvieron tres hijos: Santiago, Felipe y Luis.
Dice Chago que el trabajo es duro. En verano sobre todo por el calor de andar en el horno y las jornadas de trabajo interminables, que empezaban muchos días a las cinco de la mañana y
le daban las nueve de la noche trabajando, y los domingos, que podía descansar, iba a ayudar a sus suegros en el bar, igual que en Carnavales. “Antes no se llegaba a oficial en ningún oficio de un día para otro. Estabas unos años de aprendiz haciendo lo que te mandaban, cosas sencillas, y fijándote mucho en cómo lo hacían los maestros del taller”. Cuenta, casi sin respirar, el proceso de fabricación del cencerro.
Un cencerro se empieza cortando la chapa de un lienzo grande con la cizalla, según la medida que se quiera, perfilando después los laterales a lo largo con la tijera, en ligera media luna, para que quede más ancho a las puntas que en el centro antes de doblarlo. Se calienta en la fragua y se dobla a la mitad, haciéndole la forma en la bigornia y poniéndole la hembrilla, un alambre a modo de argolla para colgar el badajo. Después se corta una pequeña chapa para el asa, que se coloca entre las hombreras del cencerro, luego se corta el largo y se le pone un reborde en la boca, el repulgo, a los de mayor medida, y la pedrera a los pequeños, que consistía en dos chapitas de refuerzo en la boca, una a cada lado, donde morían las costuras. Se envuelve todo en una torta hecha de barro y tamo de paja, dejando un agujero arriba para ver cuándo esta cocido y se mete al horno a cocer, que en realidad no es un horno, sino una fragua avivada con un motor eléctrico. Entre el barro y el cuerpo del cencerro se le ponen trozos de latón, para que se fundan y cubran todo el cencerro, que hace que quede de una pieza. Si los cencerros eran grandes, los metía de uno en uno, si eran chicos, diez o doce juntos. Una vez al rojo vivo, se sacan, se tiran al suelo y se mueven para que el fundido de latón se reparta bien por toda la superficie, a continuación se enfría en un pilón de agua, se rompe el barro y se saca el cencerro, dejándolo secar al calor, para que no se oxide. El pulido de la pieza se hace frotándolo con arena y se procede al afinado. Para ello, se le dan golpes en distintos sitios y con distinta intensidad dependiendo de qué sonido se busque: si se quiere un sonido claro, se golpea la chapa para que quede más fuerte; si se busca un sonido bronco se le da a la boca para que quede más delgado, batiendo bien el repulgo. Antaño, el badajo era de hierro si se hacía en el taller o se encargaba fuera si el cliente lo quería de madera. Para ponerlo había que darse maña. Lo normal era que tanto el badajo, como la afinación, los hicieran los pastores a su gusto.
Las medidas, como el precio, variaban según para lo que fueran. Entre 6 y 17 cm son las cencerras (con pedrera) para vacas y ovejas. De 19 a 30 cm son los vaqueños, que llevan repulgo, como los de cabestraje, o zumbos, los más grandes, con una medida que va de los 20 centímetros hasta los 44. Estos se usaban poco. Se ponían sobre todo a los bueyes cuando venían con los carros cargados de grano el día que se encerraban los muelos y cosas así. Los ovejeños, de 13 a 28 cm son más anchos de arriba que de abajo y los grandes los llevaban los machos. Los del modelo francés, que se hacían para los Pirineos sobre todo, son más cortos y más anchos para que no se le mojara el badajo con la nieve. Estos llevaban dibujo: un corazón o lo que quisiera el cliente, que se hacía con un punzón. También hacía collares para las mulas.
Antaño, no se encontraba chapa por ningún lado y se usaba la de los bidones de Obras Públicas, que eran acerados
José Antonio Hernández en su taller de la calle Argañán.
y había que estirarlos, recocerlos y alisarlos bien para cortar las tiras y sacar los trozos conforme al molde. Luego ya se compraban lienzos de chapa en los almacenes de 1 metro por 2 y 6 décimas a 1.5 milímetros de grosor. El latón se compraba en la chatarra, 50 o 100 kilos, y se iba machacando para meterlo en el cencerro. Todo lo que fuera latón valía. El barro se lo traían de Sepulcro Hilario y el tamo lo tenía que ir a recoger él mismo en agosto a Morasverdes, Maíllo, las “Serradillas” o cualquiera de los pueblos o fincas de la comarca donde trillaban con trillo. El carbón de brezo le llegaba de Las Hurdes.
Vendió cencerros para toda España, sobre todo para Asturias, Cantabria y los Pirineos, lo mismo que para Portugal y Francia porque los artesanos de Ciudad Rodrigo siempre han tenido fama, tanta, que La Voz de Miróbriga2 propuso instituir los premios Cencerro de oro, plata y latón, publicando las bases y el perfil que habían de tener los posibles galardonados. “Lanzarote, cuando estaba de alcalde de Salamanca, estuvo una tarde entera sentado viéndome trabajar en una feria y un grupo de chinos estuvieron en casa grabando para aprender y hacerlos ellos”. Muchos cencerros iban a ganaderías de bravo o los lucían los bueyes de las mejores plazas de toros. Le tocó tirar alguno que salió mal, hacer las tijeras para cortar la chapa y dejar algún pedido sin cobrar. Dice que si ve algún cencerro suyo lo conoce y se ha encontrado alguno de su bisabuelo, que le hacía una marca. Con ochenta años, todavía le hacen pedidos pero, después de cincuenta años aporreando en la bigornia, desde hace quince que se jubiló no ha vuelto a dar ni golpe.
OTRA DE CENCERROS.
Es posible que los primeros cencerros que usaron los pastores del Neolítico fueran para espantar los peligros que amenazaban los rebaños, en forma de malos espíritus o en forma de depredadores, que venía a ser lo mismo3. Ese carácter mágico ha llegado hasta nuestros días, cuando el Tío Balta antes de llevar las ovejas de espigadero desde Vistahermosa a la Armuña, iba al Talayón de Fuenterroble a recoger alacranes, que los metía vivos en un cencerro sin badajo, lo tapaba con un trozo de corcho y se lo colgaba al pescuezo de un carnero o una oveja de las grandes para conjurar y prevenir al rebaño de la glosopeda4. Desde siempre, también, ha sido un “geolocalizador” para saber dónde están los rebaños,y las reses, y para que ellas se guíen y no pierdan la manada además de distinguir unas piaras de otras y a los animales dentro de la grey. De niños, en los pueblos, cuando venía la “boyá” a casa por las tardes, escapábamos de las vacas que llevaban cencerro porque pensábamos que se le ponía a las más recias, como elemento de prevención.
Parece mentira que un instrumento tan modesto haya dado para tanto: adivinanzas, como la que abre el artículo, refranes5: “estar como un cencerro”, “como vaca sin cencerro”, “amor, tos y dinero, llevan cencerro”, “si los males trajeran cencerro…”, o noticias en los periódicos que dan cuenta de la importancia que en otro tiempo se le dio. El 5 de noviembre de 1921, en Peñaparda, Ambrosio Pascual y Juan Sánchez se liaron a navajazos por la
2 La Voz de Miróbriga, 4 de julio de 1971. 3 FRAZER, J.G., El folklore en el antiguo testamento. 4 GÓMEZ RISUEÑO, José Ignacio. De espigadero. Inédito. 5 TORRES VÁZQUEZ, Pilar. “Son de antes. Dichos y refranes de la Tierra de Ciudad Rodrigo”. PROHEMIO 2007. Relación de refranes inédita.
desaparición de un cencerro y una res6. En 1886 un agricultor se queja de que los cazadores furtivos van a llevar a la extinción a los gorriones porque utilizan “ballestas, trigo envenenado, trampas y otros artificios como el conocido de la linterna y el cencerro”7. En Rehoyo, cerca de Piedrahita, se documentan una serie de sucesos paranormales en casa de una anciana enferma: un cencerro que hay en el desván toca solo, una romana se arrastra por el suelo…8. En Navalmoral piden dos meses y un día de arresto mayor para dos procesados por robo de un cencerro y un tamboril a Valentín Martín9 y en otro caso de robo, valoran un cencerro sustraído en 100 pesetas. Una fanega de trigo valía 42 reales10 . En Fuentes de Béjar, Francisco Hernández Sánchez es detenido por robar un cencerro y el collar de cuero que tenía puesto una vaca propiedad de Felipe García y García11 y por último, la curiosa noticia de la muerte del capitán del velero Carmen, Jaime Bueno, que se suicidó arrojándose al mar tras atarse al cuello un trozo de hierro y un cencerro12. Lo del hierro se entiende, pero Loren en el Registro. lo del cencerro…
Conocido es su uso como aderezo en el disfraz, sobre todo en carnavales y fiestas del norte. Aquí, Lorenzo González Lucas, Loren, ganó un premio al Mejor Disfraz Callejero en uno de los carnavales que salió, hace 20 años, corriendo por las calles mirobrigenses cargadito de cencerros. En la música, sobre todo en el folklore, como tema para las letras (El Changarro (Cencerro), La Martina, Esquilones de plata)13 o como instrumento musical, más en su vertiente “molesta”: para dar la murga. La cencerrada, en lo tocante al rito del matrimonio, era una costumbre muy arraigada en España, tanto en el ámbito rural como en el urbano, y consistía en ridiculizar, dando escándalo con cencerros sobre todo, a los novios que se casaban si alguno de ellos era viudo o mucho más joven que el otro. Era una tradición canalla que podía durar días y muchas veces terminaba con heridos o muertos.
Otro tipo de cencerradas eran las que ahora se llaman escraches, que se le daban al gobernador, a los cargos políticos, religiosos, en los teatros, plazas de toros… Tras el Trienio Liberal (1820-1823) los liberales fueron perseguidos y apaleados en sitios públicos, tanto en pequeñas aldeas como en grandes ciudades. “A muchos le arrancaron a viva fuerza las
6 El Adelanto, 11718, 10 de agosto de 1922, . 2. 7 El Fomento, 600, 27 de marzo de 1886, p. 3. 8 El Adelanto, 15302, 11 de marzo de 1934, p. 3. 9 El Fomento, 1065, 31 de octubre de 1887, p. 2. 10 El Fomento, 2120, 23 de abril de 1891, p. 1. 11 El Adelanto, 9873, 11 de agosto de 1916, p. 1. 12 El Adelanto, 11299, 04 de abril de 1921, p. 5. 13 LEDESMA, Dámaso. Cancionero Salmantino, 1907.
patillas y el bigote y algunos fueron paseados por las calles principales montados en un asno y con un cencerro al cuello”14 .
En las fincas, cuando moría algún familiar o allegado y durante toda la Cuaresma, se enmudecían (los cencerros) en señal de luto introduciéndole en el interior paja o heno con el fin de silenciar el badajo. Cuando el luto concluía o llegaba el Domingo de Resurrección se liberaban los badajos para que los campos volvieran a tintinear con la alegría de los sones ganaderos15 .
Tomás Villén Roldán el Cencerro fue el hombre más buscado por la Guardia Civil, desde que, tras la Guerra Civil se echó al monte en la provincia de Jaén. En 1940 se escapó de la cárcel y el 17 de julio de 1947 fue abatido por la Benemérita16, en tanto que Salvador Muñoz Cencerrito fue un crítico taurino de finales del siglo XIX y principios del XX (murió en 1928). El Cencerro era un periódico satírico cuyo director, Juan Rabadán, fue condenado por el Tribunal Supremo a cuatro años de prisión, multas y costas por injurias y calumnias graves contra un párroco de esta provincia17. Los del Boletín de Primera Enseñanza de Salamanca decían que no hay tipo más cargante que aquel que con cuatro números de El País o El Cencerro se tiene por hombre leído y escribido.
14 El Adelanto, 3471, 23 de marzo de 1897, p. 1. 15 CID CEBRIÁN, José Ramón. XXV Pregón de la Semana Santa Mirobrigense, año 2015. 16 SÁNCHEZ TOSTADO, Luis Miguel. Cencerro, un guerrillero legendario. 17 El Adelanto, 5351, 13 de junio de 1902, p. 2.