esquilones de plata Saturnino Rodríguez Miguel
Va al campo y no come, Va al río y no bebe Y de dar voces se mantiene.
E
mpezó en el oficio a los 14 años. Aprendió de su tío Marcelino Vicente, que era hijo de Pedro Vicente, que a su vez era hijo de Andrés Vicente, y hermano de Baltasar, Francisco e Isabel Vicente, su abuela, (que trabajó con sus hermanos en el taller) y así podríamos seguir 2.500 años hacia atrás, saltando de generación en generación sin que la técnica haya cambiado nada. Se llama Santiago Risueño Florindo1 y hacía cencerros. Dice que aquí ha habido grandes artesanos del gremio: Lorenzo Cid, que era un hombre solitario, con el taller en la calle la Canal, “muy caprichoso para el trabajo y un artista”; Manuel de Aller, que aprendió de su abuelo Quico (Francisco Vicente), los hermanos García al frente de un taller al lado del matadero, en el Puente, Salus el Cencerrero, Félix González que aprendió de Pablo Parrondo como su hermano Ángel… Bueno, hubo muchos y muy buenos. Él mismo tuvo varios aprendices, uno de ellos le salió torero: Cencerrito. El ABC del
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1 Su vida profesional es paradigmática en los artesanos de su gremio. Empiezan con catorce años de aprendices y están así hasta que vuelven de la “mili”, que se instalan por su cuenta.
Colección de cencerros de Santiago Risueño, hechos por él.
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