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~ La Brújula ~
Por Mercedes Sophía Ramos
¿Ahora qué?
“Cuando se ayuda sin idea de obtener nada a cambio, oirás como los latidos de tu corazón se tornan en notas musicales” Se ha escrito mucho sobre los sin techos, todos coinciden en lo mismo, lo primero es ayudar y ayudar, es cierto, todo es poco y nada es demasiado, la buena voluntad es indispensable, esa buena condición hace que esas personas excluidas salgan del apuro inmediato que precisan. Existe un ejército de personas anónimas e invisibles que merecen tener todos los reconocimientos habidos por su generosidad y entrega, personas que dedican su tiempo libre a ayudar y atender a esas personas que merodean por la sociedad sin recurso alguno. Toda esa ejemplaridad es singular cuando embargan parte de su vida ayudando a marginados e indigentes. Sin dudar, todos ellos son personas buenas. La caridad es un don que toca a elegidos y eso es extraordinariamente meritorio, sin embargo, todos sabemos que esas ayudas no son suficientes, prueba de ello, el gran grupo que habita en la ciudad sin casa ni cobijo. Ahora que ha terminado la campaña de Navidad, nos encontramos con la pregunta. ¿Ahora qué? Ahora qué hacer para mantener a esas personas con un mínimo de dignidad o calidad de vida. La situación requiere urgentemente un planteamiento rápido para erradicar esta gran desigualdad, a veces, vergonzante para la sociedad de nuestros días, existen variadas capas de pobreza, están los que cruzaron la línea de
clase media y pasaron directamente al lado oscuro y también está la fila apagada y sin esperanza de poder remontar algún día. Toda esa injusticia no sería tan imposible de regenerar, la imaginación dicta infinitas posibilidades, para ello, es preciso elaborar unas buenas medidas que estén acompañadas por el clamor popular, que, hoy en ese tema sigue mudo. Todavía no se han celebrado ninguna movilización o concentración generalizada pidiendo la inclusión de estas personas. La verdad, pedir a gritos esa inclusión es pura Ley de Dios. Esas medidas no deberían ser tan difíciles, serían tan simples como intentar favorecer a esas personas con trabajos inmediatos y sencillos, trabajos comprometidos a su situación con un pequeño jornal y que probablemente muy pocos parados estarían dispuestos a realizar, en el mejor caso que la hipótesis se hiciera realidad, esas tareas estarían ligadas muy posiblemente en el sector de servicios y para la comunidad y con el tiempo, quién sabe si podrían acceder a tener otras oportunidades. La caridad es muy benigna, pero insuficiente para estos grupos de marginados, resulta anacrónico y triste contemplar a estos indefensos seres deambulando por la ciudad. Mientras, nuestra indefensión queda al descubierto. Mercedes Sophía Ramos