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~ El Calambrillo ~
Por Ana Sola Loja Paqui González y Paqui Pérez
El Amor en la madurez
Sólo al oír el ruido de la llave en la cerradura, y sus pasos lentos pero seguros acercándose hasta la estancia donde tú le esperas, te hace levantarte del sillón y darle ese abrazo de cariño y ese amor que sale a flor de piel cuando tras las caricias, te da el más dulce de los besos.
Es entonces cuando el corazón salta dentro del pecho y tu pensamiento vuelve muchos años atrás, cuando al volver cansado del trabajo, dabas un masaje a su dolorida espalda y luego de caricias el amor hacia el resto Hoy no es igual, aunque sigues siendo la misma y tu hombre el mismo ya que la naturaleza, siempre sabia no nos permite la misma pasión, pero si algo más pausada pero no menos romántica, y ayudados por la memoria siempre joven, se puede tener una relación más relajada y romántica.
Quien dijo que cuando se es mayor todo se acaba? No es así, yo creo que si hubo amor desde el principio de nuestra juventud, lo hay aún y asi seguirá siendo mientras se conserve ese cariño que nos unió por la pasión de entonces y el amor acumulado por los años de vida juntos. A veces una mirada o una caricia, hacen que nos sintamos jóvenes siempre .y no se necesita tener sexo para amar a la persona con la que has compartido toda una vida… Paqui González
Me pregunto
No sé quién ni porqué, se empeñó en “castrar” a las mujeres al llegar a cierta edad. Y yo me digo basándome solamente en la naturaleza: ¿Cuándo cumplimos más de 70 años, dejamos de comer, de beber, dejamos de respirar, de dormir, de cubrir nuestras necesidades fisiológicas más elementales e indispensables? NO.
Entonces ¿por qué vamos a ser mujeres a medias, a pedazos? El aparato digestivo, respiratorio, los riñones y demás vísceras siguen vivas, y quieren que el aparato reproductor desaparezca de un plumazo sin más explicaciones. Cesarán ciertas manifestaciones que por ley natural así deba ser, pero las que están íntimamente relacionadas con los sentimientos o las que son necesidades puramente pertenecientes a dicho aparato, esas, por mucho que se empeñen,
siguen vivas, vigentes y activas mientras el cuerpo permanezca pisando el planeta.
Estoy segura de que fue tal la represión a que estuvimos sometidas durante nuestra juventud haciéndonos creer que todo lo referente al sexo era impuro y pecaminoso, que somos nosotras mismas las que nos autocensuramos no queriendo hablar del tema como si el hacerlo fuera de mal gusto o nos llevara derechas al infierno… Si Dios se “riera”, seguro que por fin daría carcajadas al comprobar que las mujeres hemos recobrado nuestro derecho a ser un ser humano más que en voz alta puede presumir de serlo, de sentir como tal y de necesitar con todo respeto y amor esas hermosas relaciones, pues precisamente fue Él el que nos creo así. Ana Sola Loja
