OLVERA ︱ REVISTA DE LA REAL FERIA DE SAN AGUSTÍN
EL CASTILLO, SUS DUENDES Y PRINCESAS
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En estos tiempos de pandemia, crisis y nervios también se ha puesto en marcha un tipo de relectura y reinterpretación de la historia. La cosa ha empezado con el empeño de algunos por derribar estatuas, no sabemos en que terminará esta moda. En cualquier caso diré que esto es un viejo afán basado en el maniqueísmo que unos cuantos ejercen sobre la ignorancia de muchos. La historia es como la familia, no podemos elegirla, cada cual tiene la que le ha tocado, tampoco se puede ni se debe destruir, eso equivale a eliminar nuestras raíces. Lo que debemos hacer es enseñarla, explicarla y aprender de ella. Sin pasado no puede haber presente ni habrá futuro.
Para desmontar y explicar lo absurdo que resulta el revisionismo he escrito un cuento, un relato, una historia y una aventura. Todo junto y todo a la vez. Una historia de reyes, razas, guerras, religiones y costumbres. Un cuento donde hay duendes, hadas y princesas. Un relato en el que no faltan aventureros. Y una aventura que se confunde con la historia. Así pues, los lectores quedan avisados. No sabría como explicarlo, es una sensación un tanto infantil pero cada vez que pienso en Olvera lo primero que recuerdo es la impresionante figura de su castillo árabe, de su maravillosa fortaleza elevada sobre piedras tan escarpadas que a veces cuesta mantener la cabeza erguida para encuadrarla en la mirada. Una vez que logro fijar tan esplendida imagen en mi recuerdo, la mente se va hacia su atalaya, veo los pájaros revoleteando de un lado para otro, me fijo en sus minaretes, sus almenas, sus estancias y hasta me doy un paseo fantástico por sus rincones más profundos. En mis sueños no puedo evitar imaginar reyes, princesas, puertas giratorias, pasadizos secretos, soldados yendo de un lado para otro y gentes librando asedios, intrigas y batallas interminables. De un modo u otro siempre veo a cruzados y aventureros llegados de tierras lejanas que quieren conquistar nuestro castillo. En ocasiones me imagino enemigos venidos de todos los rincones del mundo que ponen sitio a las murallas de la villa para salvar a dos jóvenes doncellas que viven prisioneras en sus mazmorras. Una es rubia, de piel blanca con ojos azules y cristalinos como el mar, la otra es morena, su pelo es negro azabache y sus ojos obscuros brillan como luceros en la noche. Una parte del pueblo no acepta a ninguna de las dos como su futura reina. Se ha corrido la voz de que la mora está poseída por un duende y la otra es hija de una esclava castellana. La situación es insostenible para el sultán. El señor del castillo se ha hecho mayor y para resolver el conflicto ha pedido ayuda a su enemigo en mil batallas pero que a la vez es un viejo amigo. Nada más y nada menos que ha solicitado la intervención en el conflicto al representante del rey de los cristianos. Este se ha prestado en ayudarle a sacar a sus hijas del castillo y liberarlas. Unos guerreros han venido armados de valor y decididos a todo. Empeñados en rescatarlas están librando una fuerte batalla a los pies de las murallas. Durante el asedio dan muestras de una gran bravura, nada puede detenerlos, los cruzados están dispuestos a subir por aquellas escarpadas peñas y escalar hasta lo más alto a fin de salvar a las princesas.
Vista aerea del Castillo
En todo este imaginario onírico tan particular, mis sueños me conducen de un lado a otro. En medio del fragor de la batalla entre musulmanes y cristianos, yo, también me he convertido en un “Guerrero del Antifaz”. Voy armado con mi escudo, pertrechado de una