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Crónicas de la Ferrera. Paco Pines

NODICIA DE QUESOS

PACO PINES

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CRÓNICAS DE LA FERRERA

La ocupación ismaelita de la península Ibérica, como ya ocurriera con la romana o la visigoda, encontró notables focos de resistencia allí donde el terreno favorecía el hostigamiento guerrillero. Superados los primeros años de escaramuza diaria entre la rebelde nobleza astur y el Valiato cordobés, la supremacía militar cambió de bando y al poco tiempo, el reino de los astures – los habitantes de este lado del Esla – trasladó su capital a León. Era, sin duda alguna, la prueba de fuego que consolidaba al nuevo reino como alternativa seria al emirato Omeya con capital en Córdoba que, ofi ciosamente, extendía su dominio por todos los rincones de nuestra querida piel de toro.

Asentada la capitalidad en León, los asesores regios, consideraron prioritaria la búsqueda de una identidad privativa, que les distinguiera claramente de romanos o godos, antiguos mandatarios de estos parameses campos y, resueltas la forma del estado o la religión, decidieron llegado el momento de tener una lengua propia.

Asentada la capitalidad en León, los asesores regios, consideraron prioritaria la búsqueda de una identidad privativa, que les distinguiera claramente de romanos o godos

A este fin contribuyó poderosamente, sin pretenderlo, la iglesia católica, que a mediados del siglo X disponía de un poder casi omnímodo sobre las gentes, su manera de pensar y sus haberes contables. Como expropiar la tierra quedaba feo, corrieron la voz de que el final del siglo coincidiría con el del mundo y la consigna, lanzada desde la privilegiada posición de los púlpitos, pronto fue el trending topic del momento. La noticia desencadenó la esperada avalancha de las buenas gentes, entregando su quiñón, a cambio del ingreso en las casas de oración y recogimiento para así obtener privilegios en la anunciada concentración parcelaria de las alturas, prevista para el final de siglo. La demanda se desbordó y muy pronto, todo el Páramo quedó plantado de conventos. No hacía falta ir muy lejos para encontrar uno. Río arriba o carretera abajo los había. En San Adrián o Negrillos, entonces separado de Laguna, también tenían el suyo. Sin duda, esta inesperada concentración de gentes en los centros del saber de la época, fue una de las piezas claves en la formación de una nueva lengua autóctona, diferente de la que los romanos habían impuesto a golpe de espada. Una de las muchas aportaciones, que la proliferación de cenáculos en este nuestro querido Páramo, sacó a la luz, es el asunto que nos ocupa: la nodicia de quesos. Dicho escrito surgió en un monasterio y, tranquilamente, pudo ocurrir aquí, en el que tuvimos en el poblao, donde los entusiastas cronistas locales sitúan, en esa época, uno con más de 200 almas, meditando, orando y laborando después de haber donado su farreñal, para poder acceder a la parcela celestial del elíseo, que se licitaría a partir del año mil. Pero como no conservamos ni una buena, ni mala piedra de aquella, inexplicablemente, desaparecida abadía, igual sucedió y no nos enteramos. De la cantidad, tarde o temprano, acaba surgiendo la calidad y era cuestión de tiempo que entre tanto saber, emergiera a la superficie alguna buena nueva y esta tuvo lugar a cuatro pasos de aquí en la muy noble villa de Ardón, - no confundir con Ardoncino - municipio del Páramo alto, limítrofe con Valdevimbre. El tocado por la diosa fortuna fue el monasterio de Rozuela, donde milagrosamente y en contra de todas las evidencias cercanas que, en su día fueron y hoy apenas sobreviven en la memoria, parte del citado claustro aún permanece en pie. Olvidado del mundo, perdido en medio de la nada, como corresponde a todo lo que concierne a nuestra historia, pero resilente al paso del tiempo y de los gobernantes. Su estirada figura aún se puede contemplar en una finca próxima al anteriormente mencionado río Esla,

Su estirada figura aún se puede contemplar en una finca próxima al anteriormente mencionado río Esla, rodeada de maíces o maíces, según el año.

rodeada de maíces o maíces, según el año. Desaparecidos casi todos los vestigios de aquel imperial reino que añoraba Ramiro, el monasterio de Rozuela es un raro ejemplo de supervivencia que, en pura incoherencia con el trato recibido, incomprensiblemente, resiste el paso del tiempo. La cartuja, de planta rectangular y, actualmente, coja de una esquina, está delimitada por sólidas paredes de tierra apisonada, rematadas con un minúsculo tejado a dos aguas que le augura, por lo menos, otro siglo de supervivencia. Erigida en el año 912 en honor de los santos Justo y Pastor, gozó en sus buenos tiempos, dada su proximidad a la capital, del favor regio y su privilegiada posición le permitió recibir donaciones varias de particulares, que la mantuvieron operativa hasta el siglo XVII. La Nodicia de quesos es el primer documento, conocido hasta la fecha, escrito en una lengua romance, cuya morfología y estructura es sensiblemente diferente de la que procedente del Lacio: el latín, monopolizaba la comunicación en aquel extinto reino de León. El códice, tomando como base la visita regia al monasterio, estaría escrito, en torno al lustro 975/80 y, mal que les pese a riojanos o burgaleses, es con diferencia el más antiguo de sus características encontrado hasta la fecha. Guardado bajo siete llaves en el archivo catedralicio de la pulcra leonina, el Palimpsesto con su original acreditación, tiene el texto que nos ocupa superpuesto en los bordes del papiro, un título oficial que fechado en el año 954, se supone caduco al tratarse de una cesión de terrenos a dicho lugar sagrado por parte de una familia de la localidad, deporte de moda en aquellos tiempos. El fraile Jimeno: el autor de esta fechoría histórica, era el encargado de proveer de alimentos al refectorio y, como los tiempos ya entonces, no andaban muy boyantes, la comida no acababa de llegar a la mesa con la fluidez con la que salía de la despensa, perdiéndose por rendijas y vericuetos varios. Harto de comerse marrones por parte de la autoridad competente, el susodicho despensero, decidió inventariar religiosamente, que

para eso estaba en un convento, todas las mercancías que salieran de la despensa, tuvieran como destino el comedor o no. El problema vino a la hora de encontrar soportes físicos, aún no se había inventado el papel, donde poder anotar sus debes y haberes. Tras mucho cavilar, el furriel culinario, llegó a la conclusión, que para sus apuntes tuvieran la consistencia necesaria de cara a cualquier reclamación posterior, solo le servía el Pergamino. Hacerte con estos pliegos, si no vivías en Pérgamo, era como encontrar un trébol de 4 hojas. Y aunque la ocasión la pintaban calva, porque en aquellos tiempos, los sindicatos no estaban ni bien, ni mal, vistos y a los frailes nadie les haba calentado la cabeza con el coste de oportunidad, los cenobitas podían haberse dedicado, aunque solo fuera esporádicamente a secar las pieles de cordero y más tarde aprovecharlas para escribir. Pero lo triste es que, no pudiendo hablar de esclavitud, porque el palabro que hasta hace cuatro días definía un negocio generador de pingües beneficios y hoy suena fatal, la vida en estos centros ofrecía demasiadas similitudes. Los regímenes monásticos tenían tantas rigideces en su funcionamiento que, entre las horas dedicadas a rezar y las que debían destinar a realizar tareas para la comunidad, a los frailes, no les quedaba tiempo ni para escuchar una tentadora oferta del diablo, disfrazada de discoteca o botellón y menos para ponerse a fabricar papiros. Durante varios siglos se dio por bueno que las glosas Emilianenses, procedentes del monasterio de San Millán de la Cogolla, entonces reino de Navarra y actualmente perteneciente a la comunidad autónoma de la Rioja, eran los documentos más antiguos escritos en una lengua romance diferente del latín, pero dichos documentos son posteriores, al menos en 18 años a lo apuntado por Jimeno. Con los controvertidos cartularios del monasterio de Valpuesta, - provincia de Burgos - por más apoyo institucional que le brinde la RAE, perderé poco tiempo porque hay serias dudas sobre su autenticidad y, según los entendidos en la materia son poco fiables. La pregunta es porqué, el idioma que nació aquí en el Páramo leonés acabó llamándose castellano, y la conclusión es que el tercer idioma más hablado actualmente en el mundo, surgió aquí al lado nuestro, entre encinas y ajaberas y durante siglos se nos ha intentado ocultar ese hecho, cuando no, apostar claramente por otras opciones, como siempre ha hecho la JCyL, dejando fuera de la ruta del castellano a la población de Ardón y negando la, tozuda, evidencia de los hechos. Igual, piénsenlo, va siendo hora de soltar amarras. A menudo contrasta el empeño que algunos medios dedican a ningunear el patrimonio histórico y cultural del antiguo reino de León, con el poco pudor que les produce loar obras menores de cualquier otro competidor. La Rae, en el tema de Valpuesta o el ex presidente del gobierno, situando el origen del parlamentarismo en el país habitado por los hijos de la gran Bretaña, aunque luego rectificara y, tímidamente, pidiera perdón por la metedura de gamba, serían asimismo ejemplos del flagrante estado de beligerancia, en que ha entrado nuestra querida tierra con los poderosos de turno, generalmente vecinos. ¿Qué futuro nos espera? A nivel provincial, los más informados son poco optimistas y vaticinan que si no cambiamos la dinámica actual, en 50 años seremos un desierto. A nivel local, ahora que estamos entrenados con el famoso, quien nos lo iba a decir, artesonado eclesiástico, deberíamos pedir a la activa junta local que se interese por la situación patrimonial de lo que aún resiste en pie visiblemente destartalado, abandonado y cayéndose a cachos entre vías muertas, ruinas, cardos y codesos, en el otrora floreciente barrio de la estación y aprovechando la coyuntura, recuperar las cenderas para poder disponer de otro local multiusos, que nunca por mucho trigo fue un mal año. Sean buenos.

¿Qué futuro nos espera? A nivel provincial, los más informados son poco optimistas y vaticinan que si no cambiamos la dinámica actual, en 50 años seremos un desierto.

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