5 minute read

SINGAPUR

Next Article
TEQUILA

TEQUILA

Contradicción y belleza en el microcosmos de Asia

En el centro de Singapur, junto a la avenida principal de Orchard Road, al final de un interminable corredor de centros comerciales y tiendas que abarcan el espectro completo de gustos consumidores, hay una estatua que encarna de manera precisa el espíritu de la nación. Una gran escultura compuesta de cuatro grandes pilares que se yerguen de manera paralela representando las cuatro religiones que componen el mapa espiritual singapurense (Budismo 42.5% de la población, el Islam 14.9%, Cristianismo 14.6% y Taoísmo 8.5%). El monumento está cercado por un jardín que tiene al menos cuatro letreros que anuncian prohibiciones: no pisar el pasto, no estacionarse alrededor del monumento, no se permiten mascotas y no andar en bicicleta.

Es Singapur, entonces, un extrañísimo híbrido que combina preceptos de libertad y convivencia, con una disciplina militar y cero tolerancia. Este carácter bifronte de la pequeña isla, que es a la vez la segunda nación más densamente poblada del mundo con casi cinco millones y medio de habitantes (detrás de Mónaco) y el cuarto centro financiero, se puede ver también en su forma de gobierno: una especie de parlamentarismo inglés pero con un sesgo importante hacia un tipo de totalitarismo dinástico moderado.

Desde que el país consiguió su independencia en 1965, tras haber claudicado a un fallido experimento de anexarse a Malasia, haber sido ocupada y devastada por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, y haber sido uno de los centros de comercio marítimo más importantes de la Corona británica, sólo ha tenido tres primer ministros: el actual, Lee Hsien Loong desde 2004, uno intermedio que se mantuvo en su cargo durante 14 años, y el padre del actual, Lee Kuan Yew, que gobernó desde 1965 hasta 1990. El People’s Action Party tiene más del 90% de los puestos de gobierno y no hay ninguna señal que permita pensar que la alternancia en el poder saldrá de la familia Kuan Yew. En este país geopolíticamente improbable, que combina tradiciones espirituales y sociales con un salvaje modelo económico liberal, pasamos cuatro días inmersos en su cotidianeidad. A continuación presentamos una crónica de lo que observamos durante nuestra estancia.

“¿QUIERES COMPARTIR UN APARTAMENTO CONMIGO?”

El gobierno de Singapur se ha ocupado de intentar que cada metro cuadrado de su pequeña nación sea un pedazo representativo del resto. Desde que uno aterriza en el Aeropuerto Internacional Changi, el carácter boyante de la economía se despliega en inmensas enredaderas y esculturas que ofrecen un exótico paisaje de esta puerta de entrada. El guía exuda amabilidad y uno entiende de inmediato por qué Singapur es considerado como el país con mayor eficiencia turística en el mundo (el promedio de ocupación de sus hoteles es del 85%).

Atravesamos un verdadero océano de unidades habitacionales rumbo al hotel: la periferia del centro financiero, turístico y de comercio, está superpoblada de estos complejos en los que vive el 82% de la población. En este rubro, en las casas habitación, vemos de nuevo la personalidad bipolar del país: el Estado ofrece condiciones inmejorables para que cada habitante sea dueño de su propio apartamento, pero lo hace sólo para las personas casadas. Un conservador dogma social impera en la mayor parte de la población y los jóvenes hoy en día ven en el matrimonio una alternativa para obtener una vivienda, más que un esquema de configuración amorosa. El chiste que corre entre las generaciones de los 25 a los 30 años es que el anillo de compromiso ahora va acompañado de las palabras “¿Quieres compartir un apartamento conmigo?”. Además de estas medidas que promueven la familia conservadora, el gobierno tiene otro tipo de medidas pragmáticas para gastar menos: si eliges un apartamento dentro de un radio de 10 kilómetros de donde habitan tus padres te ofrecen un descuento de 10 mil dólares de tu hipoteca (la idea es que te ocupes tú de ellos en su vejez y no el gobierno).

FOUR FLOORS OF WHORE

Caminando por Orchard Road, vemos en una de las esquinas una muestra más del pragmatismo y la contradicción inmanentes a la organización singapurense: un edificio que funciona como oficinas durante el día, de noche convierte cuatro de sus pisos en un centro de recreación en el que predominan los travestis y los gays. Y es que los pink dollars, o el dinero que se obtiene por la vía del turismo sexual, es una importante fuente de ingreso económico del país que promueve cualquier oportunidad de negocio, pero mantiene una estricta regulación que le impide a la población participar de lo que ellos consideran conductas moralmente inaceptables.

Días más tarde nuestra guía nos llevó a la zona roja de Singapur. Pequeñas y pulcras casas con anuncios de neón perfectamente organizadas, exhiben en la puerta sus certificados de sanidad, y con tableros electrónicos anuncian el tiempo de espera promedio de los clientes.

La decadencia y los ambientes limítrofes están calculados, estudiados y regulados en este país que tiene uno de los índices de criminalidad más bajos del mundo.

SENTOSA ISLAND: SI MAHOMA NO VA A LA MONTAÑA

Singapur es un enclave en el oriente medio asiático que funge como una burbuja que combina las culturas orientales con occidente de manera franca y en ocasiones, hasta burda. Cada metro cuadrado de la isla está planeado quirúrgicamente: la falta de espacio hace que no se puedan dar el lujo de desperdiciar tierra que no sirva para producir económicamente, o para alojar a sus habitantes.

El pequeño archipiélago alrededor de la isla principal, es parte de un plan de desarrollo turístico y económico descomunal. Sentosa Island es la joya de la corona: un colosal centro de atracciones turístico y uno de los bastiones económicos más productivos de la región. Monumentales casinos, instalaciones de Universal Studios, restaurantes típicos prácticamente de cualquier geografía del mundo, pequeñas playas privadas, fuentes y grandes espacios públicos dibujan una especie de oasis que invita a los turistas a una sola cosa: gastar su dinero.

Conscientes de que tienen que ofrecer algo para los visitantes de diversas latitudes, mezclan elementos típicos de la cultura occidental (para los asiáticos) con elementos propios de tradiciones orientales (para los occidentales). En un patio que engarza el delicioso restaurante Chinois, esculturas de flores de animales que representan los signos del calendario chino (monos, cerdos, gallos, dragones) conectan los mega casinos con los Universal Studios en un pedazo de tierra con la impronta de los Estados Unidos marcada de forma indeleble.

Un Experimento En Germinaci N

Singapur solía ser una de las tierras más fértiles para la siembra y cosecha de caucho. Sin embargo, el gobierno desplazó prácticamente la totalidad de las áreas de sembrado a su vecino del norte, Malasia, porque no se podían dar el lujo de conceder grandes extensiones de tierra a plantíos. Con este espíritu, las zonas verdes en el país son escasas. Conscientes de ello, construyeron impresionantes y vastos jardines botánicos que concentran una diversidad de plantas y flores abrumadora y hermosa. A la entrada hay un inmenso jardín que tiene pequeños círculos rodeados de alambres con los letreros: “Precaución: un experimento botánico en proceso de germinación”, una visión alegórica de lo que es el país: una pequeña porción de tierra, franqueada por el mar, en la que se mezclan elementos de diversas culturas, distintas plataformas sociales y económicas, en la búsqueda de un genotipo que conjugue las necesidades sociales de un país, con las políticas económicas imperantes en el resto del mundo. La orquídea es la flor nacional y los jardines dedicados a esta flor son particularmente impresionantes.

This article is from: