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TRAGOS DE AUTOR

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JORDANIA

JORDANIA

Por Carla Guerrero

“Entre el llenado y el vaciado de un alambique en repetidas ocasiones para lograr la destilación, existen tiempos muertos que se pueden aprovechar para la lectura”, decía un cantinero de Kings County Distillery, la más antigua destilería de whiskey ubicada en Nueva York, famosa porque aún utiliza el alambique Pot Still. Era pues una de esas tardes parsimoniosas, destinadas al remojo y al tueste de la malta. Entre un proceso y otro, quedaba embriagado no por el mosto, sino por las letras que bebía, a ratos, de sus apuntes. Cayó la noche y se regaló un bourbon de la casa. En medio del estupor, llegó a una conclusión de que tenía que ver con sus dos grandes adicciones: cómo la copa de un autor podría impregnar con su aroma las páginas de su propia obra. A manera de una epifanía, empezó a repasar a sus autores favoritos para encontrar que F. Scott Fitzgerald sabe a Gin Rickey (soda, ginebra y cítrico) e incluso aparece en su novela “El Gran Gatsby”, como ese trago que auxilia a Tom Buchanan a pasar un mal momento en el Hotel Plaza. Recordó también a un Ernest Hemingway que disuelve sus palabras entre mojitos y vino tinto, a un Jack Kerouac que huele a tequila margarita y a un Edgar Allan Poe que escribe relatos cortos con una copa de coñac en la mano.

Eran descubrimientos interrumpidos por la solicitud de algún cliente trasnochado que entraba al lugar para ordenar la especialidad: un whiskey moonshine afrutado y de color ambarino. De regreso a lo que le importaba, recordó la predilección de Oscar Wilde por su querida “hada verde” o ajenjo, y también a William Burroughs por su fascinación extraña hacia la mezcla química de vodka y Coca-Cola. Rememoró la anécdota de una Anne Sexton bebiendo un caballito de vodka derecho y a una Sylvia Plath escribiendo toda una oda sobre este destilado ruso mientras bebía una botella de vino. Supo también, por su bibloteca mental, que la famosa escritora “Lula” Carson McCullers sumó puntos al modelo feminista cuando pidió al camarero jerez mezclado con té caliente por la mañana y un bourbon derecho por la noche. De Truman Capote se sabe que los martinis eran sus favoritos y que escribió “A Sangre Fría” mientras sostenía uno doble.

Cerró la noche el cantinero con un último pensamiento dirigido a Tennesse Williams, que preparaba él mismo el Eggy Fizz: ginebra, crema de leche, jugo de limón, huevo, azúcar, soda y agua de azahar. Licores que sirvieron de combustible para mentes brillantes que tenían, al lado de la pluma, la bebida de su predilección.

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