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JORDANIA

J ordania es un cofre que encierra riquezas insospechadas. Ya sea por su belleza, tradición o cultura, muchos de los sitios inmortales de su territorio son lugares que obligadamente deben estar en la lista de los imperdibles de viaje. La aventura comenzó con mi visita a Ammán, su capital que, como pocas, desborda historia. Se trata de una de las ciudades más antiguas del mundo que ha estado siempre poblada. Las investigaciones arqueológicas afirman que sus primeros habitantes datan del Neolítico: 6 mil 500 años A.C. Ahí vivieron los amonitas, mil 300 años antes de nuestra era y, a lo largo del tiempo, también lo hicieron los asirios, los persas y los griegos, para después ser parte del Imperio romano a partir del año 63 A.C. La influencia de estas culturas pasajeras es palpable aún en la actualidad con edificios bien conservados como el Templo de Hércules, el Ninfeo y el Odeón, éste último escenario de eventos culturales hoy en día.

Desde la Ciudadela, ubicada en lo alto de una colina, el contraste de Ammán es evidente ante mis ojos: por un lado se aprecian el graderío del Anfiteatro y las hileras de columnas romanas y, por el otro, se observan casas modernas y zonas habitacionales populares con edificios de 10 pisos, que son hogar de olas de inmigrantes prófugos de conflictos bélicos en la región. Esta metrópoli es un camaleón histórico, una estrella fugaz de determinadas épocas que no deja de transformarse con el paso del tiempo.

Caminando por las calles de esta urbe, que cuenta con dos millones de habitantes de los cuales el 90 por ciento es musulmán, me es inevitable detectar ciertas similitudes con nuestra cotidianeidad.

Página anterior. A Petra se llega por un profundo y angosto cañón que desemboca en su principal construcción: el Tesoro. Por las noches este camino se ilumina con velas.

Derecha. En lo alto de una colina se encuentra la Ciudadela, donde desde el Templo de Hércules se tiene una vista panorámica de Ammán.

Página siguiente Recorrer la Ciudadela permite mirar las diferentes facetas del rostro urbano de la capital jordana.

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En las ciudades de Jordania, la armonía convive con el caos.

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Los bazares callejeros muestran el folclor milenario de un país de comerciantes.

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Un café con cardamomo para llevar acompaña cualquer caminata nocturna.

Los jordanos son expresivos y ligados a su núcleo familiar. Su religiosidad se manifiesta con rezos que se transmiten a través de los altavoces de los minaretes de las mezquitas cinco veces al día. Sus calles están llenas de comercios, cafeterías y fondas con comida local, y el ambulantaje se ha apoderado de las banquetas, al ser punto de venta de baratijas, ropa, aparatos eléctricos y una que otra curiosidad. Por supuesto que aquí el regateo es una costumbre, así que me divierto comprando recuerditos por unos cuantos dinares. Esto es común también en otras ciudades jordanas como Áqaba.

En medio del caos callejero, el mundo se detiene cuando me topo con otra faceta: vestigios que datan de dos siglos antes de Cristo, cuando la ciudad se llamaba, por extraño que parezca, Filadelfia.

Fue denominada así en honor de Ptolomeo II Filadelfo, faraón egipcio cuyo nombre significa “el que quiere a su hermana”, quien dejó a su esposa para casarse con su hermana Arsínoe II.

Ammán es también una metrópoli con elegantes barrios y lujosas mansiones así como zonas comerciales donde se encuentran las tiendas de grandes marcas que son visitadas por mujeres que usan burka y chador. Sobre la calle Rainbow, una de las más importantes de la capital, se localizan los restaurantes y bares con terrazas que concentran la vida nocturna, donde detecto uno que otro beat conocido para mi oído. Pido un café (el alcohol en Jordania está restringido por la tradición musulmana) y me siento a contemplar el vaivén de los lugareños y turistas en un mismo espacio. De lejos veo transitar autos de lujo, conducidos por juniors jordanos que visten al estilo occidental.

01. El burka, prenda que cubre el rosto de las mujeres, está presente hasta en las muñecas para las niñas.

02. El festín de colores y olores de los mercados jordanos es similar al de los mexicanos.

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A falta de aparadores, los maniquíes muestran los vestidos de puestos callejeros.

04. Las mujeres suelen, cubrirse la cabeza cuando salen a la calle.

05.

Ammán es caótica, pero el ruido forma parte de su encanto.

01. Mirar el Mar Muerto desde lo alto de un acantilado, donde todo es calma y silencio, se convierte en una experiencia íntima.

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En esta región han desarrollado una industria de salud y belleza con hoteles spa, que ofrecen tratamientos como talasoterapia, en medio de bellos escenarios naturales.

Páginas siguientes. El Mar Muerto es un lago saturado de sal, donde hundirse resulta imposible.

El Mar MuErto y sus podErEs

Pocas experiencias hay tan sobrecogedoras como la de sentarse en la terraza del restaurante Panorama, cerca de la ciudad de Madaba, desde donde el Mar Muerto se vislumbra como agua estancada en el fondo de un caldero de paredes de tierra y roca. Es azul, quieto, sin marea y parece adquirir cierto aliento cuando una ráfaga de viento refresca a ratos en el Valle del Jordán.

Se ubica a 408 metros por debajo del nivel del mar y es el punto más bajo del planeta. Con una temperatura promedio de 40 grados durante casi todo el año, alrededor de este cuerpo de agua, que en realidad es un lago, se ha desarrollado toda una industria de belleza que atrae a miles de viajeros, por los poderes curativos de sus aguas y su barro.

Por ejemplo, en la localidad de Gor hay un desarrollo turístico de nivel que está enfocado al turismo de salud.

Grandes hoteles se han edificado en la ribera del Mar Muerto, fungiendo como spas que ofrecen tratamientos de talasoterapia, peelings, baños para combatir afecciones de la piel y mascarillas que prometen rejuvenecer la piel y, ¿por qué no? el ánimo.

Aquí es un imperdible meterse en sus aguas para comprobar lo que todo el mundo cuenta: una cama de agua en la cual resulta imposible hundirse por su alto grado de salinidad, hasta ocho veces mayor que la de cualquier mar u océano del mundo.

El paisaje me regala imágenes curiosas de los turistas que flotan como corchos en la inmensidad de esta superficie salina, mientras que otros se convierten en auténticas figuras de barro, al untarse por todo el cuerpo la viscosa tierra húmeda que contiene diferentes minerales como calcio, yodo, magnesio, alquitrán y bromo.

pEtra, la joya dE la corona

Se dice que los viajeros llegan a Jordania para conocer Petra. Y tienen mucha razón. La zona arqueológica se encuentra junto a la nueva ciudad de Petra y ambas se localizan en el valle de Wadi Musa.

Su creación se atribuye a los nabateos, tribu de nómadas que llegaron al valle a finales del siglo IV a.C., para establecerse básicamente por tres razones: estaba en el paso de dos importantes rutas comerciales, tenía agua, y militarmente era un lugar muy defendible, ya que se entra por un largo y estrecho cañón de altas paredes. Su etimología es latina y significa “piedra”, pero Petra, más que ser una ciudad de piedra, en realidad es una ciudad en la piedra.

En lugar de construir casas y templos, los nabateos decidieron escarbar las montañas y hacer cuevas de una o varios cuartos, de diferentes tamaños, para luego esculpir hermosas fachadas sobre la roca adornadas con columnas, frisos, capiteles, arcos y obeliscos. Así fue como llenaron el angosto cañón y los frentes de las montañas que se yerguen sobre el desierto pedregoso con casas, templos, tumbas, nichos, teatros al aire libre y dos acueductos. Edificar esta ciudad fue posible gracias a que las monta- ñas son de arenisca, un material blando en comparación con otro tipo de roca más dura. Pero esto no significa que llevar a cabo su construcción haya sido fácil. Por el contrario, cuando se está parado ahí, en medio de esa obra de esfuerzo inconmensurable, no se puede más que sentir un gran respeto y admiración por sus autores.

La recorrí a pie durante seis horas y sólo logré conocer el Tesoro, el Teatro y el Monasterio, mientras a mi lado pasaban galopantes caballos, burros y camellos que se utilizan para hacer la visita menos pesada, al estilo beduino. Imagino cómo fue Petra en su época de esplendor, con elegantes fachadas de piedra, mercados de trueque, mujeres de ojos profundos y ricos comerciantes, ataviados de seda. El atardecer me sorprende y de pronto la piedra adquiere un tono rosado al ser acariciada por los rayos del sol. De nuevo, el contraste de Jordania me regresa al presente cuando, al salir de la zona arqueológica, me encuentro en una calle llena de hoteles, cafés, restaurantes y tiendas de marcas internacionales.

El cofre de Jordania resguarda beduinos, barros y estrellas. Tres regalos que bien valen la pena para cruzar medio mundo.

01.

El Tesoro, con su hermosa fachada de columnas, frisos y capiteles corintios, es punto central de esta ciudad considerada una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo.

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Sus altas paredes de piedra fungieron como una fortaleza natural.

Páginas siguientes. Espectáculo nocturno en el amplio patio que se abre al salir del cañón, frente al Tesoro, al que acuden con admiración viajeros de todo el mundo.

Para llegar al monasterio hay que subir más de mil escalones.

El color de los templos de Petra va del rojo al rosa nacarado según la posición del sol.

EscEnario dE oro

Dunas y desfiladeros de arena, gigantes pétreos, estrechos cañones, grietas y llanuras sin fin. Esto es el desierto de Wadi Rum, tantas veces caminado por los viajeros así como por el militar y arqueólogo británico Thomas Edward Lawrence o Lawrence de Arabia, durante la Revolución Árabe (1916-1918), al cual se refirió en sus crónicas escribiendo que “sus paisajes, en los sueños infantiles, tenían aquel mismo aspecto vasto y silente”.

Para conocer Wadi Rum, se realizan excursiones guiadas de un día, desde los campamentos cercanos al poblado de Rum ya sea a pie, en un vehículo 4 x 4 o en camello. También hay recorridos al estilo beduino, pernoctando en campamentos con tiendas montadas bajo fascinantes cielos despejados y junto a fogatas que reúnen a los corazones intrépidos que llegan al sur de Jordania, muy cerca ya de la frontera con Arabia Saudita. Algunos de estos campamentos ofrecen cena tradicional e incluyen espectáculo con música típica. Quienes prefieran dormir en un hotel, pueden acercarse a la ciudad de Aqaba que se encuentra a menos de una hora en coche de este mítico desierto.

Wadi Rum es un valle de dos kilómetros de ancho, con montañas de arenisca y granito. Posee escenarios como el cañón Khaz’ali en donde se encuentra una serie de petroglifos, ubicados en cuevas, que provienen de la cultura tamúdica, anterior al islamismo.

Destaca una gran avenida formada por dos murallas de piedra, que en algunas partes llegan a alcanzar los 800 metros de altura. Estas paredes de roca poseen cavidades abiertas, derivadas de los embates de la erosión a lo largo de 50 millones de años y son el marco idóneo para fotografías únicas. Se recomienda visitarlo a principios de primavera (marzo y abril) o a finales de otoño (octubre y noviembre).

Varios escenarios de Wadi Rum me quedan en la memoria como un monolito que aflora del suelo alcanzando una altura de mil 750 metros, el puente de Burdah Rock, o bien los parajes del llamado Valle de la Luna, mejor conocido por ser cuartel del príncipe Faisal Bin Hussein y T.E. Lawrence.

Hay itinerarios en Wadi Rum muy concurridos por turistas que persiguen aventuras a destiempo. Pero también hay rutas desoladas y silenciosas, excedidas en arena y en belleza, que sirven de escenario para la simple contemplación.

Despido el día y mi viaje por Jordania mirando el atardecer coronado por una hilera de montañas y admiro cómo el cielo se funde con el ocre de las montañas en una celebración de colores que van del rojo tinto, pasando por los naranjas brillantes hasta alcanzar el rosa nacarado. Y cuando piensas que con el ocaso la magia desaparecerá, una rueda de estrellas ilumina el cielo jordano.

01. Como una visión en el desierto aparecen monolitos con formas caprichosas labradas por el viento y los siglos.

02.

El viajero puede pernoctar en campamentos a la usanza beduina, cobijado por la soledad del Wadi Rum.

03.

La noche en el Wadi Rum transcurre entre pláticas alrededor del fuego, degustando una taza de té y disfrutando el cielo poblado de estrellas.

04.

Los bailes y cantos son un ritual del cual el visitante no puede abstraerse y dejar de participar en ellos.

Página siguiente. Para que la experiencia sea completa, al día siguiente hay que recorrer parte del Wadi Rum montado en un camello.

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