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El cine, la televisión, la gráfica y su influencia en el imaginario popular
EL CINE, LA TELEVISIÓN, LAS REVISTAS Y SU INFLUENCIA EN EL IMAGINARIO POPULAR
La cinematografía, nacida a fines del siglo XIX como resultante de experimentaciones varias debidas al talento de hombres como Edison y los hermanos Lumière, inicialmente tuvo como objetivo prioritario el entretenimiento.
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La gente, que en un principio acudía a las primitivas salas para extasiarse e incluso asustarse con la locomotora que avanzaba sobre la platea, comenzó a frecuentar estos espectáculos que desplazaban a su antecesora, el “fenaquistiscopio”. Este dispositivo consistía en dos discos superpuestos, uno de ellos con perforaciones que permitían ver en movimiento las figuras al verlo girar, su inventor era Hitler Von Stampper, natural de Viena, Austria (1).
Quienes tenían el manejo de esta incipiente industria, entrevieron la posibilidad de realizar un gran negocio y las “vistas” comenzaron a adquirir otras características, ayudadas por la inclusión del argumento. Este nuevo elemento, ingenuo en sus comienzos, modificó el espectro inicial y poco a poco la gente se fue volcando masivamente a esa nueva maravilla que revolucionó el siglo XX.
Surgió entonces una nueva modalidad, la imitación gestual o en el vestir, de quienes intentaron emular a los héroes o heroínas que deslumbraban desde las pantallas.
Obviamente, el acto de fumar no podía estar
ausente y ya en los primeros filmes se podían observar a hombres y mujeres fumando, costumbre que se incrementaría con el transcurrir de los años, llegando en algunos casos a constituirse en ejemplos destacados del “saber vivir”.
Las agencias publicitarias, siempre atentas a captar el interés de los potenciales inversores en el rubro, conscientes de la necesidad constante de incrementar sus ventas, no desperdiciaron la oportunidad de interesar a los industriales y comerciantes quienes, seducidos por la posibilidad de aumentar sus ganancias, decidieron incursionar en los nuevos emprendimientos que podrían incrementar sus ingresos.
En un principio fue la gráfica el terreno elegido para desplegar sus campañas. Las tabacaleras no fueron ajenas a la penetración domiciliaria de los medios de difusión y volcaron grandes sumas de dinero en publicitar sus productos, tal cual lo hemos visto en páginas anteriores. El enorme crecimiento en cantidad de ejemplares editados tanto en diarios como en revistas, estuvo íntimamente ligado a la publicidad. El beneficio era recíproco. La industria tabacalera rápidamente captó la importancia de propagar las bondades de sus marcas e inundó todas las publicaciones con sus promociones. Paralelamente, el público lector influido por las imágenes que para un gran sector simbolizaban aspiraciones no cumplidas, adoptó el cigarrillo en un afán de suplir déficits internos, enfermizos, tal como lo supusieron Freud y otros científicos.
A esta tendencia no escapó prácticamente nadie y fue posible observar fotografías de personalidades que accedieron a entrevistas periodísticas fumando pipas o cigarrillos, por desconocimiento o indiferencia,
ante el perjuicio que significaba para su salud esta adicción. André Maurois en su admirable biografía de Disraeli, relató lo siguiente: “Cuando el Primer Ministro inglés tenía que conversar con Bismarck, contrariaba su habitual abstinencia y encendía un formidable habano. Cuando le preguntaron el porqué de esa actitud, contestó: Porque necesito tender una cortina de humo frente a mi rostro, para que los ojos de Bismarck no me taladren, tratando de adivinar intenciones” (2).
Desde Groucho Marx que aseguró lo fácil que era desprenderse del vicio al decir “Yo lo he dejado un montón de veces”, pasando por Marlene Dietrich, Laureen Bacall, y más recientemente, Julia Roberts o Sharon Stone, la lista de artistas –hombres y mujeres– es interminable, sin olvidar a famosas figuras que fallecieron a causa del tabaco, como el ya mencionado Humphrey Bogart o Steve McQueen.
Instalado en todos los ámbitos, sin distinción de profesiones ni etnias, comprendiendo a todos los estratos sociales, se constituyó en el aditivo infaltable y compañero irremplazable de hombres y mujeres. Artistas de toda índole llenaban vacíos literarios o simplemente trasladaban a la pantalla o al lienzo al adicto. No se trata de juzgar actitudes de las personalidades que fuman, sino de poner en evidencia el peligro que representa, para los jóvenes especialmente, ver a figuras notorias a las cuales un vasto sector de la sociedad considera arquetipos y que en muchos casos, pretende imitar hasta en sus menores gestos.
La sociedad de consumo y la moda son factores determinantes del tema abordado.
“La publicidad engendra publicidad, y se multiplica a sí misma. Llega a tener un valor por encima de las marcas y aun de los géneros: si bien el ciudadano puede perder la noción de los nombres que se le obligaría a retener, en cambio se crea en él una mentalidad de consumidor, de hombre que ha de comprar. Por todas partes recibe la orden y el estímulo” (3).
La modificación constante y vertiginosa de gustos y costumbres convierte a los seres humanos en objetos manipulables, ansiosos hasta la alienación por no quedar rezagados en el avance tecnológico. Un rasgo predominante es la captación de las características menos edificantes de culturas superiores y la no elaboración intelectual de sus virtudes y sus defectos. Esta especie de colonización mental se mantiene vigente en las sociedades no desarrolladas o marginadas en la economía mundial.
BIBLIOGRAFÍA:
1. “Antecedentes del cine en el siglo XIX”. Hechos Mundiales
Nº 4, Santiago, Chile, Zig-Zag, 1967. 2. Leoplán Nº 77, Buenos Aires, 1977. 3. “La Sociedad de Consumo”, Navarra, España, Salvat, 1975.
Cine Argentino, N° 4 (2 de junio de 1938)
198