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Motivaciones para la investigación
Durante el tiempo en que realicé este ejercicio de investigación sobre las técnicas del toreo, percibí que los toreros, incluyendo a los más destacados, daban cuenta siempre con acierto sobre cómo reaccionaría el toro ante cada una de las técnicas que me describían pero, en cambio, no sabían explicar el porqué de las distintas reacciones. Este hecho, por tan repetido, me dejó realmente asombrado: los toreros sabían el cómo pero no el porqué. Y fue eso precisamente lo que más me motivó a buscar a todo ello una explicación lógica.
Analizando la información, me cuestioné si las reacciones del toro se mantenían dentro de un mismo patrón de comportamiento. Y pensé que si esta fuera una premisa válida, sería mucho más fácil explicar los porqués de esas técnicas.
Mientras continuaba con mi análisis empírico, recordé una tienta en El Colmenar a la que asistí tiempo atrás, invitado por el ganadero Gerardo Martínez, sin sospechar que algún día dicha ganadería sería de mi propiedad. Aquel día don Gerardo me dio la oportunidad de dar unos muletazos a un becerro. Y, mientras yo estaba toreando, entre tanda y tanda de pases, me dijo que algo estaba haciendo mal: obligar al becerro a arrancarse con la “mano equivocada”. Aquella frase me dejó helado. ¿Qué significaba? La verdad es que acabé de torear en un estado de confusión enorme ante aquella extraña advertencia.
Una vez atemperada la emoción, después del tentadero, me acerqué al ganadero para que me explicara a qué se refería con aquello de la “mano equivocada”. Y esto fue lo que me contestó:
“Si tú das unos pasos hacia el lado del pitón contrario al del cite, el becerro arrancará con la mano, la pata delantera, más alejada de tu cuerpo. Y si haces lo contrario, el becerro se arrancará con la mano más próxima a ti”.
Eso fue todo lo que me dijo. Yo intenté buscar alguna explicación más detallada, pero lo único que don Gerardo añadió, con su característico
tono norteño, fue: “No sé por qué, pero así es”. Me fui de El Colmenar dándole vueltas a la cabeza con eso de la “mano equivocada” o, en su caso, y así lo pensé también, “la mano correcta”, para hablar en positivo.
Tal revelación me dio mucho qué pensar desde entonces y tiempo después, ya inmerso en mi propia experiencia como ganadero, fue un motivo más para tratar de entender el comportamiento del toro en la lidia.
Así empecé a preguntar a los toreros que iban al rancho si sabían algo acerca de la mano con la que arranca un toro ante un cite determinado, por uno u otro pitón. Y ninguno supo contestarme. Mi pregunta les sorprendía tanto como a mí el día en que Gerardo Martínez me hizo esa extraña observación.
También me motivaban“razones” que no me sonaban lógicas sobre la embestida del toro, pero que, a golpe de repetición, los aficionados hemos considerado como ciertas. Por ejemplo, la mayoría de los taurinos sabemos que el toro no embiste al engaño porque éste sea rojo, de hecho, los bovinos no tienen la capacidad de distinguir colores como los humanos. Sin embargo, un enorme porcentaje de la gente, incluso algunos aficionados, siguen creyéndolo así, sin caer en el hecho de que si esto fuera cierto el animal atacaría todo el tiempo a las tablas del ruedo, pintadas de ese color. Se demuestra de esta forma que lo que se repite continuamente llega a considerarse verdad en el imaginario popular, aunque, como en este caso, sea evidentemente falso.
Por otro lado, no me sonaba lógico que si, como también dicen, el toro embiste al movimiento, no lo haga a los matorrales o a las ramas de los árboles cuando se agitan con el viento. Así que este matiz también se integró en el contexto de mi estudio.
Otro elemento de análisis fueron varios videos relacionados con el tema de mi investigación. Me encontré con algunos en los que se veía a jabalíes y hasta a un burro salvaje que atacaban y eran “toreados”, por increíble que parezca. En ambos casos los animales trataban de morder el capote o la muleta, lo que me indicó que, en la mayoría de las especies de “mamíferos presas”, hay individuos más agresivos que otros cuya mejor reacción de defensa es el ataque en vez de la huida (video de jabalí y burro salvaje)*.
Estas reacciones de los animales conllevan una amplia carga instintiva, acumulada y transmitida genéticamente a lo largo de miles de años y a través del devenir de las generaciones en las que se ha reproducido su especie.
Debe tomarse en cuenta que en el toro de lidia la transmisión de genes no es solamente la natural, sino que ha sido manipulada por el hombre con el fin de acentuar ciertos comportamientos para incrementar su instinto combativo. Todo esto se ha logrado a través de la cruza de los machos y hembras más bravos de las manadas con el fin de fijar determinados caracteres dominantes que mejoren la condición de su estilo. Es por esto por lo que sobre la arena se ha hecho presente un guerrero milenario.
La evolución por la que ha transitado la ganadería en los últimos cien años resulta fascinante. Los ganaderos se han empeñado en conservar el instinto de bravura del toro, pero matizándolo para buscar que humille, que tenga recorrido y que embista con ritmo o con nobleza, entre muchos otros atributos. En suma, que el toro actual tiene más calidad y permite a los toreros cuajar las faenas que hoy en día gustan al público.
Al respecto, David Alonso, uno de los más reconocidos estudiosos de la sicología del caballo, opina lo siguiente:
Si consideramos que son muchos siglos de refinamiento genético tratando de resaltar las características óptimas para la lidia, podemos decir que el toro es diferente al de siglos anteriores, ya que esta selección artificial le ha provocado una hipersensibilidad, ha modificado de alguna manera su temperamento y afectado su carácter. Es por esto por lo que algunas ganaderías se han ganado fama, buena o mala: por las características similares de sus productos, ya sea por descender de un cierto toro o de una misma familia de vacas con características muy estandarizadas.
Al margen de estas consideraciones, y estudiando con detalle las reacciones del toro, tengo la certeza de que su mejor defensa, en
cuanto se siente provocado y sin posibilidad de huir, es el ataque. Y aún más: incluso con la posibilidad de huir prefiere seguir peleando con sus congéneres o con animales depredadores, a diferencia de otros grandes herbívoros.
Entre el material que incluí en mi análisis está una película filmada a principios de los años treinta del siglo pasado, en la que aparece la pelea entre un toro bravo y un león dentro de la jaula colocada en el ruedo de una plaza española. La primera reacción del gran felino es echarse encima del bovino y morderle el cuello, tal y como hace para cazar. Pero resulta tan fuerte el primer derrote del toro y la forma tan intimidatoria en la que embiste al león, que éste rehúye la pelea y trata de treparse por los barrotes, obviamente sin conseguirlo. En cambio, el toro bravo se queda en su sitio, retadoramente altivo, esperando a ver si el acobardado enemigo se atreve de nuevo a acudir a su encuentro, lo que, obviamente, no vuelve a suceder (video de toro y león)*.
También consideré otro video muy elocuente, grabado en algún lugar de la sabana africana, donde se ve a un hipopótamo echado, aparentemente dormido sobre la hierba. De pronto, una leona se aproxima con sigilo a olisquearle, hasta que, cuando está suficientemente cerca, decide morderle en los cuartos traseros. La reacción del hipopótamo es inmediata: se levanta como impulsado por un resorte, se da la vuelta, abre las fauces, atrapa a la leona por la cabeza y la arroja hacia arriba, en una escena tan espectacular como impresionante. Fracciones de segundo después de este terrible susto, los dos animales corren despavoridos en direcciones opuestas, pues para ambos la mejor defensa fue la huida (video de leona e hipopótamo)*. Pero estas dos peleas comprueban que, a diferencia de otros animales incluso más fuertes, el toro se defiende atacando.
Todo lo anteriormente descrito, y en especial la falta de respuestas a los patrones de comportamiento del toro, junto a mi formación como matemático y, sobre todo, mi afición por los toros me llevaron a tomarme muy en serio y con rigor esta investigación cuyo objetivo es aportar un mayor conocimiento de la tauromaquia.