6 minute read

Entrevista a Gerardo Martínez Ancira

Observar es la clave

Entrevista con Gerardo Martínez Ancira

De carácter recio y talante un tanto adusto para quien no lo conoce, el hermano mayor de Manolo Martínez influyó decisivamente en el aprendizaje de éste como torero. Fue primero con esos toros criollos, y en las charreadas, cuando Manolo comenzó a adentrarse en el comportamiento de las reses de lidia, de las que llegó a ser un profundo conocedor. La afición de Gerardo Martínez Ancira por el toro bravo es también inmensa. He visto a pocas personas entusiasmarse tanto hablando de toros, por lo que resultaba fundamental charlar con él.

Así fue como un día que me encontraba en Ciudad Victoria, Tamaulipas, le llamé por teléfono y le pregunté si tenía diez minutos para platicar sobre su opinión de mi libro anterior, Detrás del valor y del arte. Hizo una pausa larga que me desilusionó, hasta que después escuché nuevamente su voz diciéndome: “Te espero en mi casa… pero que sean tres horas”.

Pancho Miguel Aguirre (PMA): ¿Cómo es ese asunto de la “mano correcta”?, ¿Cómo lo descubrió, don Gerardo?

Gerardo Martínez (GM): Yo no descubrí nada. Las cosas han estado ahí siempre para el que las quiera ver, solo es cuestión de observar con atención.

PMA: ¿Por qué es importante observar ese movimiento al arranque de la embestida?

GM: Para poder lograr un pase limpio. Pero más que observar la arrancada hay que provocarla con la mano correcta. Si no observas que la becerra arranca con la mano equivocada, seguro que te va a llevar por delante. Solo si sabes apreciarlo, podrás quitarte y evitarlo. En cambio, si sabes hacerla arrancar con la mano correcta, tienes la posibilidad de lograr un pase limpio.

PMA: ¿Alguna vez comentó con su hermano Manolo el tema de la mano con la que arranca el toro?

GM: Manolo se crió conmigo. Apenas tendría doce años cuando yo empecé a tener ganado bravo. Y desde entonces se convirtió en mi sombra, en la edad justa para ir madurando junto con mi ganadería. Mi hermano tentaba prácticamente todo lo que nacía en El Colmenar, así que claro que hablamos de esto. Y no solo en una ocasión, sino a través de los años, porque era tema fundamental para él como futuro torero y para mí como ganadero. En realidad, entre nosotros no había ningún otro tema de conversación que no fuera alrededor del toro: cómo criarlo, cómo seleccionarlo… pasábamos horas y horas observando los grupos de ganado, ya fueran vacas con cría, grupos de destete o camadas de machos, y después comentábamos lo que nos había llamado la atención. De ahí establecíamos prácticas de manejo, ideas para probar cómo mejorar tal o cual cosa, e incluso cómo cambiar algún movimiento en la tienta.

PMA: Observación, pura y dura…

GM: Claro. Saber observar es una virtud muy importante para todos, pero en especial para toreros y ganaderos, porque las respuestas están casi siempre ahí, muy cerca, al alcance de nuestros ojos. Solo hay que saber leerlas. Muchas veces vamos demasiado lejos intentando encontrarlas, pero ahí están, algunas veces de manera tan obvia que se nos pasan de largo. Un ejemplo es tu teoría del depredador.

PMA: ¿Cuál fue la mayor virtud de Manolo?

GM: ¡Ésa, precisamente, la de saber observar! Además, fue un hombre muy inteligente que supo ver y entender lo que el toro “pensaba” y, así, hacerle reaccionar de manera conveniente para torearle a placer y estar a gusto delante de él. Observar y entender fueron las virtudes fundamentales que llevaron a mi hermano a ser un torero de época y un gran ganadero, quizá histórico. Lástima que le faltara tiempo para llegar adonde se había propuesto, porque tenía muy claras las ideas.

PMA: ¿Cómo era el rancho que tenía en Múzquiz?

GM: Se llamaba Santa Elena y estaba ubicado en la región de Múzquiz, Coahuila. El límite al norte era el parteaguas de la sierra, lo mismo que al sur. En medio había un valle con lomas suaves y algo árido, pero el pasto, aunque bajo, era muy nutritivo. Así que para mantener el equilibrio había que darle a cada vaca de vientre un promedio de 25 a 30 hectáreas de espacio. Había dos formas de llegar allá: por aire o por tierra, recorriendo unos 100 kilómetros de brecha para poder llegar desde San Buenaventura, que era donde terminaba el camino asfaltado. Aquel era un lugar perfecto para admirar la sabiduría de la naturaleza, sin influencia ni contaminación provocada por el hombre.

PMA: ¿Cómo era el manejo del ganado en ese rancho?

GM: Allí el ganado bravo era la pieza clave de un ecosistema dominado por el león de montaña, el oso negro, el coyote, el águila real y demás depredadores. Las presas naturales eran el venado y los bovinos. Cuando el toro bravo nace es obligación de su madre protegerlo, y a cierta edad debe estar capacitado para protegerse a sí mismo. En un entorno como ese solo sobreviven los más aptos. Las peleas entre ellos, que parecen un juego de niños o pasatiempo de adolescentes durante su crecimiento, no son otra cosa que el proceso de entrenamiento para llegar a convertirlos en unos formidables guerreros en la edad adulta.

PMA: ¿Qué pasa con los toros mansos que rehúyen la pelea?

GM: Como pasa en los humanos, hay diferentes temperamentos. Hay toros que se sienten capaces de ganar y dan una pelea franca clara, abierta, ofensiva. Pero también hay toros inseguros que tienen temor, desconfianza y retroceden, buscan refugio o atacan sin determinación cuando lo hacen. En otras palabras: dan una pelea defensiva, por lo que el torero debe ir dándoles la confianza y la sensación de que pueden ganarla.

PMA: ¿Considera que saber con qué mano arranca un toro abre nuevos horizontes en la enseñanza de la tauromaquia?

GM: Mi experiencia en la plaza de tientas fue muy importante. Los tentaderos los hice siempre con poco público, un tentador (picador)

de la casa hecho a mi sistema y ayudado por jovencitos, casi niños, con poca experiencia.Te puedo decir que, usando hechos como el que me preguntas, logramos transformar a esos jovencitos en muy corto tiempo en maestros tentadores que hacían su trabajo eficientemente. Se hicieron toreros capaces de extraer el potencial a animales tanto fáciles como difíciles con todos sus matices, y llegaron a poner en evidencia a matadores de mayor trayectoria que a veces venían también a tentar. Eso no quiere decir que este aprendizaje básico lleve a un muchacho a convertirse en figura del toreo. Son cosas muy distintas, ya que para eso entran en juego otras variables. Pero, en mi opinión, entender la teoría del depredador que leí en tu libro, que surge de tu análisis y que por cierto has desarrollado de manera muy avanzada, acorta mucho el tiempo para conseguir lidiar una becerra o un novillo con dominio y seguridad. Como ganaderos debemos apoyar a los jóvenes que quieren seguir la profesión de matadores de toros dándoles oportunidad de torear, pero más importante todavía es compartir con ellos lo que hemos aprendido en una vida de trabajo, como con gusto compartí contigo el tema de la mano de arranque. Es aquí donde a mí, en lo personal, me da mucha satisfacción ver cómo he transformado a tantos aprendices en buenos toreros o solventes aficionados prácticos, para bien de la Fiesta.

Como se puede apreciar, los conocimientos del ganadero Gerardo Martínez, a mi juicio uno de los mejores que han existido en el país, han tenido un gran impacto en la forma en que se debe manejar el ganado bravo y en la manera de enseñar a sus jóvenes aprendices, quienes en muchos casos han llegado a ser figuras del toreo y entre los que destaca el mandón de la Fiesta mexicana, Manolo Martínez Ancira.

This article is from: