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Victorino Martín García
VICTORIN O MARTÍN GARCÍA (Ganadero español y director de la Fundación del Toro de Lidia)
Estoy muy de acuerdo con el autor de este libro pues desarrolla su teoría del depredador explicando que el comportamiento del toro de lidia en la plaza responde a pautas innatas de conducta, como puede ser la información genética que pasa de generación en generación en cuanto a su lucha contra otros animales, en este caso sus posibles depredadores.
Claro que a tan original teoría yo creo que habría que añadir la contemplación de otros parámetros, en tanto que para el toro también existen condicionantes añadidos a esa carga ancestral de sus genes. Me refiero a las pautas que le vienen impuestas a lo largo de su existencia individual, como puede ser su relación de liderazgo con otros compañeros de camada, así como la actitud de defensa ante cualquier otro tipo de agresión externa o invasión de su espacio vital.
Otra gran pregunta que debemos hacernos, la que motivaría una mayor investigación y teorías tan interesantes como la de este libro, es a qué responde realmente el hecho de que el toro bravo siga embistiendo hasta la muerte, pues podemos asegurar que es el único animal de la Creación que se mantiene en la lucha a pesar del daño recibido.
Es evidente, como señala el compañero Pancho Miguel, que cuando son perseguidos o acosados por los perros en el campo,
en el paralelismo que pueden encontrar con el ataque de uno de sus depredadores naturales como es el lobo, los toros se comportan ofensiva y defensivamente como podrían hacerlo ante muletas y capotes, descolgando la cabeza para protegerse el pecho y para herir con mayor fuerza al enemigo al que persiguen o del que se defienden.
La cuestión estriba en saber si para los astados los engaños que maneja el torero son realmente algo similar a un depredador o, simplemente, los toman como un estímulo molesto del que se quieren librar atacándolo. En ese sentido, creo que es más probable que los toros reaccionen ante lo que perciben como un depredador, pues yo mismo he podido comprobar -y hay videos en la red que lo demuestran- cómo ese comportamiento fiero de defensa/ataque lo tienen también los jabalíes, a los que se puede “torear” en tanto que pretenden alcanzar las telas parar “herirlas”, no con los cuernos que no tienen sino con sus afilados y peligrosos colmillos.
Tengo la impresión, por mi experiencia como ganadero, de que el toro de lidia se comporta realmente obedeciendo a patrones de conducta mucho más amplios que los instintivos, como por ejemplo los de su condición de animal gregario y herbívoro, esos códigos internos de la manada que se reflejan en casi todos los aspectos, incluidos los de su manejo y su lidia.
Es cierto que la información genética le lleva a desarrollar comportamientos innatos sin necesidad de vivir experiencias anteriores, pero no podemos olvidar la información que acumulan a lo largo de su crianza a campo abierto y en su relación con otros congéneres, en el trato más o menos breve que tienen con el hombre y hasta en su convivencia con otras especies que pastan con ellos en las ganaderías, como caballos, jabalíes, venados… Y hasta de su relación conflictiva con depredadores naturales, contra los que, eso sí, están entrenados para defenderse por puro instinto, ese mismo que, evidentemente, también guía su forma de comportarse en la plaza de toros.