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Una charla cálida y vivificante

A veces Stiopa, cuando está muy aburrido, ordena traer a cualquiera de sus reclusos preferidos. El tío Seve debe llamarlo oficial y Stiopa llama a mi tío 2492, número, no es necesario señalarlo, que indica que antes de él, en el año noventa y dos procesaron veintitrés casos más. ¿No sería justo, como grados de vejez para un preso digo, que la primera cifra fuera un continuum en lugar de dividirse por años? Siguiendo esa idea entonces, a medida que pase el tiempo y por consiguiente aumenten los casos, el tío Seve llevaría orgulloso en su espalda algo semejante a 234578…93 y subiendo, cifra que le daría la vuelta, que lo envolvería como un abrigo.

En el calor afilado de los cuartos de interrogatorios ellos hablan como dos antiguos enemigos a muerte que el tiempo, la historia, ha vuelto cercanos a la fuerza. El tío Seve y Stiopa pasan largas horas debatiendo sobre los temas más diversos. Abiertamente, como sólo pueden hablar el derrotado y el vencido después de comprender que ganar, al igual que perder, te deja en un vacío calmo preguntándote «¿qué pasaría si estuviera en el lugar del otro?» Aunque rara vez hablan directamente del conflicto que los une, hay momentos de debilidad en los que insertan, como navajas, rápidos comentarios condicionados por sus respectivos puntos de vista.

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El tío Seve le asegura que es ahora, encerrado, cuando puede considerarse culpable, antes era un pobre inocente, todos los que tienen la suerte o la desgracia de recibir aventones de la flota de ladas (verdes y blancos) en sus terribles rondas nocturnas, son pobres inocentes, de lo contrario sus cuerpos

no cabrían en el espacio minúsculo que dejan dos cuerpos fuertes y brutos en el asiento trasero. Si bien se sabe de casos, todo hay que decirlo, que al no caber son amoldados con tal fin amén de correr el riesgo de que al llegar a Villa Marista sus cuerpos y en especial sus rostros no se entiendan.

A esto Stiopa responde primero que a todos los efectos poco importa dónde y cuándo se sea inocente o culpable mientras él cumpla la orden que le han asignado de arriba (al decir esto mira literalmente al techo), y segundo y último, que él, Severo, puede considerarse un hombre con suerte, ya que peor hubiera sido ser transportado en un jeep, destinado a prisioneros militares o en un camión común, adonde son tirados los cuerpos, unos sobre otros, en las manifestaciones, conciertos, tumultos sospechosos y demás derivados.

Hum, así no vamos a ninguna parte.

En este punto se rompen las conversaciones y el tío Seve llama a Stiopa comemierda, esbirro, comunista asesino o comunista a secas. Stiopa riposta llamando al tío Seve reaccionario, terrorista, gusano, contrarrevolucionario, gusano de nuevo.

Se llevan al tío Seve a rastras de vuelta a su celda y Stiopa pide que lo dejen a solas hasta la próxima sesión, a solas con el siguiente pensamiento: la bombilla que cuelga del techo se balancea cada vez que abren la puerta.

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