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Posible interpretación del azul

El único inconveniente durante el nacimiento de Severo fue la prisa, casi antes de que su madre pudiera abrir adecuadamente las piernas, la criatura salió disparada como una bola de sangre y pelos color café que fue fildeada por su padre. Cuarto de siete hermanos, con el tiempo vino a romper la igualdad genérica, pues después de él sólo vinieron hembras y antes sólo había machitos. Hay quienes aseguran que precisamente por eso, por tener de aquí y de allá, fue siempre el más atrayente de todos. Si bien en las fotos familiares (por ser en blanco y negro) no llama especialmente la atención, es porque aquello que turbaba en Severo era el color de sus ojos. Nadie nunca pudo ponerse de acuerdo en cuanto al tono exacto de su mirada, aunque todos aceptaban que se trataba de una variación del azul. Kid, el hermano mayor, decía que eran de esa mezcla entre azul y gris de la mierda de los pájaros. Su novia y después esposa y viuda, murió asegurando que eran color cielo. Su madre convino en que eran del plácido azul del mar en verano, y esta definición complacía a su padre, que hablaba poco y por eso tenía siempre la última palabra.

Fueran como fueran, sus ojos, con ese aire somnoliento, parecían estar todo el tiempo mirando a lo lejos.

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De pequeño Severo jugaba solo, desde los cuatro a los seis años estuvo convencido de que era una ola, y aunque sus hermanos lo molestaban él no reparaba en ellos y con toda lógica. ¿Qué pueden significar unos niños para una ola? La escuela vino a devolverlo a su forma humana, la escuela suele

afectar así a los seres precoces, los arrastra ya para siempre a un tiempo ordinario y de una seriedad impura. Su deseo de mar permaneció oculto pero muy vivo durante la adolescencia, tarde o temprano, sentía, cruzaría el océano.

Ya se le pasaría, la mayoría de edad era internarse en una región poblada de miradas, donde uno debía aparentar que todo era simple y concluyente. Escoger un oficio, por ejemplo, le fue muy natural a sus hermanos, todos parecían haber nacido predestinados para alguna ocupación. Incluso Kid, el mayor, incapaz de leer dos líneas seguidas sin vacilar, compensaba su tosquedad con una vocación admirable por los trabajos físicos, inmediatos, esos que harán de un joven un hombre útil. Entonces Severo quiso ser algo intermedio entre la fuerza instintiva de su hermano mayor y su contraparte, la fragilidad penetrante de Esther, la menor de todos, que terminó siendo monja.

Un odontólogo está a medio camino entre un médico y un veterinario, ser odontólogo, creyó, era poder ser cualquier otra cosa. Se graduó como uno del montón, ninguno de sus profesores se acordaría de él. Sin embargo a Severo le importaba poco o nada, su cabeza andaba en otra parte. Mientras sacaba muelas en la clínica pensaba en lugares estratégicos para colocar bombas contra el gobierno. Sus hermanos y la inmensa mayoría de los jóvenes de esa época ocupaban su tiempo ideando y colocando bombas.

Hay dos finales posibles para una generación así de incendiaria: queman todo aquello que esté más allá de su piel o terminan quemándose ellos mismos. Por suerte para Severo el primer final prevaleció, y arrastrado por la euforia que provoca el haber jugado con fuego y salir ileso para contarlo, se casó

y tuvo hijos y una casa; días en los que fue feliz. Para sus ratos perdidos mandó a hacer un escritorio de caoba en el que, por las noches, anotaría sus impresiones diarias. Sentía que otra vez era una ola como una montaña azul, muy pronto ascendería hasta confundirse con las nubes.

Pero la realidad es esta:

Severo es enviado al frente de una fábrica donde, sentado tras un escritorio raso, haría su mejor papel de burócrata. Nuevamente, al igual que en la escuela, sentía el peso de los días y la necesidad de enterrar la cabeza en la tierra. Es la ausencia de los sueños, anotaba en su escritorio de cartón-tabla, la única diferencia entre trabajar en una boca abierta y en una hoja en blanco es la sangre.

Cuando su hermano Gastón cae en desgracia con el nuevo gobierno y según fuentes cercanas sumado también a una gran depresión personal, Severo se desvincula de toda obligación política y se dedica exclusivamente a la odontología. En la cual se cuenta alcanzó cierta notoriedad más en las relaciones personales que en la práctica misma. Todavía a día de hoy, es difícil encontrar alguna vieja odontóloga que no sonría con cierta malicia al escuchar el nombre de Severo.

Después hay miedos que lo recorren como un cosquilleo, sentirse visto sin poder ver le provoca una risita histérica que no sabe explicar. Está verticalmente en contra del gobierno así que es comprensible ser vigilado y también el deseo insensato de perderse tras una ola. Empujado por una oscura nostalgia regresa a su pueblo natal por unos pocos días de los que nada se sabe, aunque esto sí es una certeza: al regreso fue encarcelado.

Los tres ¿cuatro? años en prisión fueron un espacio indeciso y brumoso por donde ya no cabía el

tiempo, que corría año tras año pero se sentía día tras día. Cuando es liberado carga en su interior el siguiente recuerdo: un cáncer en el colon del diámetro de una mandarina.

Su hijo, al recibirlo en Miami, comprendió enseguida que Severo venía a morir: de su mirada había desaparecido todo atisbo de azul.

Ahora bien, dicho esto vayamos a lo esencial: una vida no comienza con el nacimiento ni termina en la muerte puesto que una vida es como un río. Los ríos no nacen a simple vista sino que vienen reptando bajo tierra desde mucho antes, y tampoco van a morir al mar, lo correcto es que los ríos se van a fluir en el mar. Así pues, toda vida es un pretexto, lo que realmente busco es ir trazando un mapa.

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