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El góming, instrucciones de uso
El góming es un deporte extremo que consiste en hacer un salto al vacío desde una considerable altura, desde puentes generalmente, con una conexión de los tobillos a una cuerda elástica, que permite, primero, caer acelerando, luego amortigua la caída y provoca rebotes, rebotes y más rebotes.
Se trata de una experiencia emocionantísima, su caída libre y acelerada provoca una sensación muy especial, más aún la ingravidez y la confusión (pérdida de referencias) que se siente durante los rebotes. Podría pensarse que las sensaciones en paracaidismo, al ser la caída libre mucho mayor, son más intensas. Pero la cercanía del góming a tierra y sus consecuentes referencias próximas lo convierten en una actividad mucho más cargada de adrenalina. Eso lo sabe bien quien ha probado ambas actividades.
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Además, cuando se hace góming saltando hacia atrás, la experiencia resulta aún más fuerte, pues la sensación de caída libre no viendo hacia dónde vamos acrecienta el miedo, y eso se suele notar en la expresión del rostro. Generalmente no es una postura permitida para el primer salto, pues aumenta la tentación de saltar de pie. Y eso no es sano. Saltar de pie es tan radical que la impresión de vacío en las entrañas al momento de comenzar la caída es como si las vísceras subieran hasta la boca. El inconveniente es que saltando de pie, al tensarse la goma, ésta nos golpea, por lo que no es aconsejable dicha postura excepto en el góming pendular o pénduling y en algunos puentes que ofrecen la anchura adecuada (ni deficiente ni excesiva) para poder rebotar de pie con toda seguridad.
El góming, instalado y realizado debidamente, es una actividad de bajo riesgo (lo afirman y reconocen las aseguradoras que le dan cobertura) pero la creencia generalizada es la contraria: que es una de las cosas más peligrosas que se pueden hacer. Y claro que hay riesgos. El siguiente es un orden decreciente de siniestralidad: 1. Saltar mal. Es el mayor riesgo, pues para la mayoría de las personas suele ser su primer salto, y el nerviosismo lleva a actuar mal. Soltarse mal de la barandilla o de la estructura de la plataforma de salto, es una de ellas. Pero caer de pie es la más común. En esas circunstancias quien salta cae de pie hasta tensarse la goma, y el cambio de postura resulta muy brusco, pues la conexión va a los pies. Se ha llegado a medir ocho gramos de desaceleración en casos así, y eso no es nada agradable: casi multiplicamos por ocho nuestro peso, como si nos hubieran introducido siete cuerpos de nuestro mismo peso. Eso suele ser muy grave. 2. Rozarse o ahorcarse con la goma. En el góming se salta del mismo lado del puente del que cuelga la goma. Así, cabe la posibilidad de rozarse con la cuerda elástica durante la caída (riesgo que se puede evitar apartando el elástico en el momento del salto con un gesto rápido y despreocupado) o durante los rebotes (se puede evitar haciendo un salto largo o protegiéndose mientras se rebota, especialmente en el primer rebote). Ha habido varios casos (a nivel mundial) de ahorcamientos al enrollarse la goma alrededor del cuello de quien salta. Este riesgo se evita por completo en el góming pendular. Precisamente para eso se desarrolló dicha modalidad. 3. Que la goma estire excesivamente. Esto suele ocurrir por dos motivos: 1) por no emplear el elástico adecuado al peso de quien salta sino al de gente más
ligera; o 2) por hacer la instalación indebidamente, de una manera para la que no se diseñó la goma, especialmente por suspender la goma más abajo de lo debido, colgando de una cuerda demasiado larga. Las consecuencias de estos dos errores también son dos: 1) que el saltador toque suelo con la cabeza, o 2) que el saltador toque suelo con los pies. Ambas hacen mucho daño. 4. Que la goma estire demasiado poco. Consiste en saltar con una goma dimensionada para gente más pesada. Eso conlleva una brusca desaceleración y el consiguiente tirón para el saltador. Las consecuencias se acercan a desprendimientos de retina, rotura de capilares oculares, dolores en tobillos, problemas de osamenta y otros traumas poco aconsejables. 5. Rotura de goma. Es muy difícil de presenciar, pues una vez rota la goma el saltador sale disparado en un rebote fatal describiendo un arco en el aire que termina invariablemente con sus huesos en la tierra. Ni siquiera gritan, aunque se conocen casos que han logrado aullar (pues en eso se convierten los gritos en caída libre) antes de silenciarse para siempre en un golpe seco que según la altura, la aceleración y el viento puede escucharse en varios kilómetros a la redonda. 6. Caída de objetos. Quien salta no debe llevar nada que se le pueda escapar (bolsillos vacíos; calzado bien amarrado; sin gafas, gorras, monedas, joyas y objetos de valor). Es especialmente importante que pueda haber gente abajo. Y toda la gente que pueda estar en el puente o plataforma de salto ha de conocer y cumplir esa norma. Cuidado especial con los objetos rodantes (botellas, latas, etc.) que puedan caer del puente o rodar a la calzada y ser pisadas por el tráfico (con accidente de moto o bicicleta…) Hay otros riesgos (terremotos, rachas repentinas de
viento, colisiones con aparatos voladores, aves, perdigones perdidos) que no están en manos de quien gobierna el salto, pero que debe prever y paliar en lo posible. 7. Saltar sin recibir permiso. Saltar al vacío, ya sea con cuerda o sin ella, nunca ha sido del gusto de las autoridades. Y como obtener un permiso legal demora aproximadamente varios días, es de común acuerdo entre los saltadores con experiencia obviar tal burocratismo y saltar cuando les viene en gana. Sin embargo, también es sabido que una vez que aparece la policía, todos se sienten en pleno derecho de salir corriendo sin remordimiento alguno. De modo que el saltador en turno queda rebotando a solas en el vacío para después ser conducido pacíficamente a la cárcel más cercana. El tiempo a permanecer en cautiverio depende en gran medida de las leyes respectivas de cada país, aunque de ninguna manera excederá las setenta y dos horas, de lo contrario se estará cometiendo una injusticia con el saltador en cuestión.