La habitación de Woolf. Antología 2020. Colectivo Hékate.

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Programa Social Colectivos Culturales Comunitarios Ciudad de México 2020. Secretaria de Cultura de la Ciudad de México. Colectivo Hékate. La habitación de Woolf: Taller de escritura y literatura reflexiva para mujeres. Editoras: Mariana Baltazar y Ana Rosa Lozano González. Portada: Jessica Solano Morantes. Ilustraciones: Jessica Solano Morantes. Diseño: Jessica Solano Morantes.

Contenido: Mariana Baltazar Ana Rosa Lozano González Jessica Solano Morantes Alejandra Bustamante Ronces Lupita Castillo Montserrat de Aguilera Flores Helena de Alba Rivera Dalia Exiga Rakel Hoyos Laura Lizbeth Hernández Hernández Estelí Morales Huitzil Jessie Miranda María Fernanda Lucía Patiño Stephany R amírez Lucero Reza Nadia Salazar Anderson Danahé San Juan Hernández Quetzal Torres Antología virtual. Colectivo Hékate. La habitación de Woolf: taller de escritura y literatura reflexiva para mujeres, noviembre 2020, es una antología virtual, publicada gracias al apoyo del programa social, Colectivos Culturales Comunitarios Ciudad de México 2020 de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México. Este programa es de carácter público, no es patrocinado, ni promovido por partido político alguno y sus recursos provienen de los impuestos que pagan todos los contribuyentes. Está prohibido el uso de este programa con fines políticos, electorales, de lucro y otros distintos a los establecidos. Quien haga uso indebido de los recursos de este programa en la Ciudad de México será sancionado de acuerdo con la ley aplicable y ante la autoridad competente. .


Las integrantes de Colectivo Hékate: Mariana, Jessica y Ana Rosa, agradecemos a cada una de las mujeres que hizo posible el taller y la antología. No tenemos palabras para decirles lo importante que son para nosotras; nos enseñaron tanto en dos horas, que nuestra vida ha cambiado. Gracias por hacer realidad uno de nuestros más grandes sueños: tejer lazos sororos a través de la literatura y escritura. También mandamos nuestro amor a cada una de las mujeres que forman parte de nuestras vidas: abuelas, madres, hermanas, amigas y compañeras. Gracias a todas por enseñarnos a compartir y por querer un mundo mejor.


Índice 8

1. Espacios femeninos

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Un sitio estacional Judith La biblioteca: mi habitación

14 15 17 19

20 21 23 25 27

28 29 30 32

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2. Figuras femeninas Mi niña, mi Luz de Luna Alejandra Bustamante Ronces Vine a hablar desde mis heridas Estelí Morales Huitzil Carta a M Stephany Ramírez

3. Cuerpo femenino Hermoso cuerpo roto El cuerpo que habito El homenaje Sueños

Matriarca Confesión A mi hermana

Lupita Castillo® Laura Hernández Nadia Salazar Anderson

5. Sexualidad femenina

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6. ¿Cómo es el amor?

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Lucía Patiño Danahé San Juan Hernández Quetzal Torres Lucero Reza Rodríguez

4. Belleza y mujeres

Apagafuegos para un día cansado 26 de agosto de 1983 Si no me nombras El encuentro

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Jessie Miranda Raquel Hoyos Dalia Exiga

Construir el amor En las trincheras A J.M. Las palabras que determinan un adiós

Nadia Salazar Anderson Montserrat de Aguilera Flores Helena de Alba Rivera Quetzal Torres

Lucía Patiño Helena de Alba Rivera Stephany Ramírez Dalia Exiga


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7. Conocimiento femenino. Obsesión La que fui y la que estoy siendo Decálogo Femenino Ven, siéntate conmigo, una historia te voy a contar Soliloquio

Lupita Castillo® Estelí Morales Huitzil María Fernanda Danahé San Juan Hernández Lucero Reza

Tema 8. Mujer en la actualidad. Hoguera Escribir desde el dolor Entre magia y fantasía Arquetipos Sobre lo que no sé

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Conoce a las escritoras

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Para nosotras el taller

Alejandra Bustamante Ronces Raquel Hoyos María Fernanda Montserrat de Aguilera Flores Laura Hernández

Semblanzas de nuestras escritoras

Reflexiones sobre el taller

significó...

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Colectivo Hékate

¿Quiénes somos?

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Directorio de escritoras

Contacta a las escritoras


Prólogo Elegimos el nombre “La habitación de Woolf” rememorando, retomando y reinterpretando el ensayo Una habitación propia de la escritora inglesa Virginia Woolf. En él, la escritora hace una apología a la falta de espacios propios donde las mujeres puedan desenvolverse y ser ellas mismas. Una casa está llena de habitaciones para propósitos diferentes: el descanso, la recreación, el aseo, alimentarse… pero, ¿cuál de esas habitaciones realmente le pertenece a la mujer que dedica la mayor parte de su día y de su vida al hogar? Tomamos este ensayo como inspiración para crear el taller que dio vida a esta antología y lo amoldamos a la actualidad. En medio de esta crisis mundial — donde todo el entorno social se ha mudado al digital — buscamos que las mujeres encuentren su habitación propia ya sea en un espacio físico o metafórico. Muchas de las asistentes de este taller encontraron — a través de las letras — su voz, su propio espacio y un escape de esta crisis. Nos complace presentar esta compilación de textos que nuestras escritoras crearon durante los ocho meses que duró “La habitación de Woolf”. Los invitamos a pasar a cada una de las habitaciones construidas por sus palabras, emociones y reflexiones. La puerta está abierta: tú decides si te adentras a este mundo femenino o si te quedas al margen. Colectivo Hékate


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Espacios femeninos

Mercados, ríos, plazas… por siglos las mujeres han adaptado espacios comunes para establecer lazos de comunicación, transmitir conocimiento y desarrollar ideas. En este tema reivindicamos estos espacios y sacamos a la luz a esas mujeres que han resistido y se han transformado desde las sombras. 8


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Un sitio estacional Jessie Miranda

Me acompañan Detective y Misterio, saltan de palabra en palabra ayudándome a descifrar la forma de escribir sobre el sol sin incendiarme. El viento se mece al ritmo del silencio, que se escabulle de vez en vez por mi ventana haciendo volar de mis mejillas las notas y de, mis cuerdas, las gotas que al tiempo refrescan mis escritos cual brisa de verano. El olor del pan de banana se impregna en las páginas junto a las gotitas que escurren por el hilo de la bolsita de té Dragón Azul; desde las paredes me observan los múltiples ojos de las pinturas juguetonas, que tiempo atrás desdibujaron mis manos y se robaron el lila de mi tintero para colorear ranas chiquitas. Los pinceles, como diminutas escobas, están tratando de echar fuera el polvo y las telarañas que se van tejiendo en mi cabeza a medida que los días pasan, en cualquier momento deberé remojar mis cabellos, (i)lustrar el papel y ordenar todo nuevamente. Afuera el otoño se deja caer, adentro las hojas se elevan. 9


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Judith Raquel Hoyos

La despierta de golpe la luz que entra a la habitación después de que Boris, su asistente, abriera las cortinas. El único defecto en estas máquinas es que no tienen el menor tacto, piensa Judith, aunque lo considera también una de las mejores cualidades, pues no le permite encariñarse con un objeto manipulado por un software. El robot se retira y a los pocos minutos trae una bandeja con café, jugo de naranja, pan tostado, mantequilla y distintas frutas. –¿Mi esposo ya se levantó? –Sí, señora. Le sirvió el desayuno a su hija y después la llevó a la escuela. Me pidieron que no la despertara hasta el mediodía. –Muy bien, Boris. Ve a la biblioteca y acomoda mi escritorio para que pueda trabajar. Anoche se me regó una copa de vino sobre unos papeles. Lo bueno que quité a tiempo mi computadora. –Entendido señora. ¿Quiere algo más? –No. Después sigues con tus labores diarias. –Entendido. El aroma del café recién hecho atrae a Judith. Toma la taza y deja lo demás en la cómoda para degustarlo más tarde. Empieza a sentirse el calor de la primavera, así que cambia su camisón por un vestido lila de manta y unas sandalias. Se dirige a su biblioteca. Todo está limpio y en perfecto orden. La joven escritora ama aquel espacio que mandó a construir tal como lo había soñado: una biblioteca de dos pisos, totalmente de madera. La planta alta se ilumina gracias a un gran ventanal que da al jardín, donde colocó su escritorio blanco y desde el cual 10


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puede admirar la hermosa fuente de sirena que le obsequió su mejor amiga, Vanesa, cuando publicó su primera novela. Después de la biblioteca, su segundo lugar favorito es el jardín, que Boris mantiene verde y pulcro. Resaltan las bancas de madera pintadas de colores vivos, en las que Judith se sienta a leer o a meditar sobre sus textos. Esa mañana quiso trabajar en el segundo piso de la biblioteca, sobre el conjunto de almohadas de textura bordada que le habían confeccionado artesanas de Oaxaca. Además de los estantes llenos hasta el techo, hay dos repisas especiales en las que colocó los 22 libros que había publicado en una década. Y sobre éstos, un cuadro original de Remedios Varo y un enorme retrato de su amada Virginia Woolf. Judith pierde la noción del tiempo inmersa estructurando el último cuento para su próxima antología. Boris la saca del ensimismamiento para informarle que Mario, su esposo, ha llegado para almorzar. –Dile que iré en un momento, necesito terminar la idea o la pierdo. –Aunque Judith sabía que Boris no entendía esas explicaciones, las seguía compartiendo para que las replicara con Mario¬–. En la sobremesa, Judith y su esposo acuerdan ir por la noche al cine. Por varias semanas ha estado en cartelera la última película de la directora favorita de ambos, pero no habían tenido tiempo de ir a verla. Después del almuerzo, Judith camina en el jardín; su esposo regresa al Conservatorio, donde es profesor de piano. Al terminar sus horas de clase, pasa por la pequeña Alexa a la escuela, comen juntos sin interrumpir a mamá y hacen la tarea. Judith termina su trabajo un poco más temprano para jugar con Alexa, platicar con ella o acurrucarse para tomar una siesta. Después se arregla para 11


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ir al cine con Mario. Más tarde cenan y, al regreso, cierran la noche con un encuentro apasionado, pues para Judith el sexo es un importante lubricante mental, muy necesario para la creación de su obra. Lo considera tan importante como los dulces pechos de sus amantes y la lengua de hermosas mujeres recorriéndola en los lugares precisos y haciéndola estallar. Le encanta sentirse llena de Mario, montarlo y guiar su propio orgasmo; pero nada se compara con el que le produce una boca femenina, tan largo, compartido y exquisito como devorar a Vanesa y sentirla verterse y gemir mientras se aferra a su cadera. ¿Cómo habrían de entender sus lectoras sus historias eróticas si ella misma no hubiera vivido esas experiencias?

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La biblioteca: mi habitación Dalia Exiga

Ella entra a un lugar enorme: no sabe dónde se encuentra. No lo entiende, pero se siente cómoda. De repente percibe un olor a libros que le eriza la piel. Ese lugar inmenso lleno de libros deslumbra su vista: quizá ella no había visto algo semejante en su vida y entonces se dirige a los estantes, sostiene un libro y lo acaricia. Hasta ese momento, su concepto de amor se reducía a los chicos que la decepcionaron, pero en un instante supo que el amor no son las mariposas en el estómago, tampoco la ansiedad, los nervios y el desespero que produce el enamoramiento. Lo que estaba sintiendo en ese momento — eso — era amor: el silencio que la abrazaba, la tranquilidad que la hacía sentir en casa, el sentarse por horas a leer olvidando todo aquello que le dolía. Fue como si aquel lugar quisiera que ella se quedara. Era como si el lugar la entendiera, como si los libros estuvieran vivos y la invitaran a pasar ofreciéndole palabras, letras o un sentido. Ese era el secreto de los libros: que podían significar cualquier cosa porque el significado no se lo daban ellos, se lo daba quien lograba unir las palabras y las ajustaba a su vida. Ella logró ajustarlas de tal manera que descifró que ese era su lugar en este mundo: esa biblioteca que la acompaña en su soledad se convirtió en su habitación propia.

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Figuras femeninas

Lilith, Eva, la bruja, la femme fatale, ángel del hogar… cada una está dotada de características que contrastan y convergen entre sí, ¿hay algo en común entre Eva y una bruja? Nosotras creemos que sí. 14


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Mi niña, mi Luz de Luna… Alejandra Bustamante Ronces

YO SOY LA NOCHE, el ritmo más fuerte de tus latidos, la eterna circunstancia de un devenir inmenso y profundo. El dolor de tus miedos. La sabiduría detrás de ti… Soy tu pasado, tu marcha atrás, la escalera infinita del inconsciente; las ganas, las ganas, la furia, las ganas, el grito, el orgasmo, el rito dentro de ti. Yo, contigo, me desgarro y me disemino y te disemino en gotas de éxtasis y llanto, que gritan de gozo o estallan en la insatisfacción. Tú, mi niña, eres Luz de Luna; luna creciente, luna nueva, luna menguante, luna llena: amaneces fresca y radiante cada mañana y duermes tranquila mientras yo transito tu mundo oscuro despierta en ti. Yo soy la que gime y se contornea en tus sueños, la que leva tu placer mientras tú procreas cándida, postrada y tendida. Tú eres la que transita y vive un tiempo en la Tierra, mientras yo mantengo abierta la puerta a lo etéreo. A la eternidad. Hoy, te voy a contar una historia muy distinta de la que te han contado, una historia que no debes contar a nadie que no sea Luz de Luna, como tú. Yo nací contigo en los días de la Creación: el viento comenzó a silbar mi nombre y luego tu nombre, la tierra se arremolinó y formó nuestros huesos; la lluvia bañó de sangre, primero, nuestro hermoso vientre de fuego y, después, en esta cálida unión fresca, acuñó el resto de nuestro cuerpo. El Día Último, bajo la luz del Eterno, las estrellas iluminaron nuestra piel y desde entonces, las formas, las curvas, la sinuosidad y el deseo, se vieron al descubierto. Yo no sabía mi nombre cuando abrí los ojos, pero lo conocía a Él, de Él soy su hija, soy la madre, la hermana, que descendió hasta aquí -tú estabas conmigo dentro de mí-, y 15


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juntas, sin poder mirarnos de frente, comenzamos un camino sin derecho a la réplica o al retorno. Deseábamos la vida, conteníamos la muerte y en todo nuestro ser, resplandecía la plenitud. Entre valles, acompañadas por el canto de las aves y la brisa de los huertos, el hijo -no el Padre-, el hermano, el de nombre cobrizo, se hizo llamar nuestro dueño, nuestro amo y señor. Ese mismo varón me trato de hacer suya a la fuerza, doblegando mi carne y mi espíritu sembró la cólera en todo mi ser, y yo, llena de ímpetu, me dirigí al Padre ¡Grité! Maldije las estaciones y los cuatro puntos cardinales y, finalmente, escape de él tratando de huir del yugo, pero mi dulce niña, también me separe de ti. Te dejé sola, mi Luz de Luna. Cegada en mi cólera te dejé muda, sin trama e indefensa, rompí nuestra historia y hoy vengo a mostrarte tu pasado y la otra parte de ti. Juntas, formamos el elixir de la vida y el cuerpo de este mundo. Yo, al pronunciar las primeras vocales y consonantes, en un lenguaje sagrado que me fue revelado, por mi voz di vida al espacio, y por éste me sumerjo en la noche, en los sueños, en la ferocidad sin límites y el maldito placer; tú, al consumar la primera unión entre pares, inauguraste el tiempo, con tu luminosa inocencia rasgaste el velo de la ignorancia -como el himen que se rompe en ese primer encuentro-, y desde aquel día, tu vida y la de toda nuestra progenie vive atada a un mismo clan. Pero no todo está perdido, mi niña, mi Luz de Luna; hoy, mañana y después de ese día, cuando decidas aceptarme y te atrevas a voltear tu rostro -tu cuerpo hacia mí-, con tu luz se iluminará el mío, dejaré de cubrirlo con mis manos, encaminaré mis pasos a los tuyos y, a cambio de tu luminosa presencia, sostendré los latidos de nuestro corazón. Tu paz disolverá mi furia y mi ira se verterá en los mares, en las rocas y el desierto, para restablecer un nuevo orden de vida... Mi niña, mi luz de Luna, ven aquí, que con ansias espero nuestra unión. 16


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Vine a hablar desde mis heridas Estelí Morales Huitzil

I Vine a hablar desde mis heridas del exilio que dejó el bocado prohibido y al instante las cadenas me arrastraron al andar la tortuosa travesía Descendí al infierno con el hombre me maldije al no querer ver su diablo y su ponzoña Sacudió mi templo dejé que me aplastara a muerte La ira poseyó sus manos y por los ojos la rabia me azotó la cólera se volcó regalo disfrazado de disculpas “Así te quiero, ciega, de segunda mano, en silencio indefensa en mis mazmorras No eres mujer para otros hombres solo tasajo de mediodía ¡Calla! No vengas a hablar desde tus heridas”

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II Vine a hablar desde mis heridas del rancio trago del deseo Escapé de la artera compañía “Sola mujer que anda peligrosa para otras” “Avienten piedras a su cuerpo nadie querrá saber de la mujer” Todo por ya no seguir atada III Vi morir a mi hijo la sangre entre mis piernas no elegí la pena de verlo crucificado Entre sueños sepultado en aguas negras Dejé que no llegara a vivir cuando nadie nos quería IV Vine a hablar desde mis heridas con la primera mujer libre Sané con la savia de su verbo me deshice en sus aguas bebí del fluido de la vida corrí con ella en el campo aprendí de la magia de sus líneas renací en mis propias huellas surgí de lágrimas remotas nuestras palabras han curado mis heridas. 18


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Carta a M. Stephany Ramírez

Cuando mi vista dejó de estar clavada en el cielo, suspendida en un anzuelo infinito me di cuenta que un pedazo de mi corazón estaba resguardado en una cajita de cristal envuelto en el aroma de las rosas y vivo por la calidez de las plegarias y veladoras. Mueres, muere una parte de mí y cuando eso sucede nace un universo de metáforas y te vuelves compleja. En tu nombre la forma de la tierra, donde nace el mar, inician los maullidos, Bendita eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Me pregunto si tu madre pensó en María para llamarte así, mi abuela, por ejemplo, encomendó a mis tías a las vírgenes del Carmen y la del Rosario ¿a ti? Me pregunto por qué quiso suavizar tu nombre ¿Por qué Mariana y no María o Ana? Tú nombre se parte y da a luz una infinita contradicción. Llena eres de gracia, el Señor es contigo Eres la muerte y la vida, La mentira y verdad, Fonemas infinitos acompañados de silencios. Me guardaste, no sé en qué parte. El único consuelo mío y de los taxistas es que en esa cajita de cristal ella nos guarda.

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La ha bitaciĂłn de Woo l f

Cuerpo femenino El cuerpo femenino ha sido, desde tiempos remotos, un tema tabĂş incluso para las mujeres que lo habitan. Aceptarlo es un proceso largo y doloroso que requiere de un sacrificio y un acto de amor propio. Escribimos odas y poemas a este cuerpo que habitamos. 20


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Hermoso cuerpo roto Lucía Patiño

Los médicos de urgencias recorren mi abdomen con el tacto puntiagudo de su palpación bimanual. Confirman que me duele ahí, y ahí…y ahí: en el flanco y en la fosa ilíaca derecha, donde están el ciego y el apéndice, el extremo inferior del íleon – en el que tuve las úlceras hace año s– y el ovario. Ellos asumen que es apendicitis y aplican el protocolo pertinente. Firmo sus papeles y un par de horas después me abren una grieta infraumbilical para esculcarme por dentro. Mi apéndice está bien, perfecto, aunque zambullido en la marea de sangre que brota de mi ovario derecho. Algo sale mal en el quirófano, en medio de esa cirugía innecesaria, y una pequeña fisura se abre entre las viejas cicatrices de mi intestino. La fisura se ensancha, se multiplica, mis tripas se llenan de perforaciones. Tienen que operarme de nuevo, otra vez, y otra… once en total. Todo en mí se inflama. Tienen que cortarme el intestino en dos, clausurar mi tracto digestivo desde el colon hasta el ano. Pierdo tanta sangre y tanta vida y mi sistema respiratorio entra en huelga porque se llenaron de líquido mi pleura y mis pulmones. Tienen que intubarme. Tienen que amarrarme las manos a las barandas de la camilla porque temen que intente arrancarme el ventilador. Y yo solo pienso que alguna vez tuve un cuerpo y que ahora, en cambio, estoy atrapada en esta masa informe que conserva la vida como un artificio. Respiro por un ventilador, bebo por la vena superficial de una mano y orino por un tubo sin esfínter. Como por un catéter enterrado debajo de la clavícula, vomito por la nariz a través de una sonda y defeco agua corrosiva por una tripa que se asoma sobre la cadera. Recibo la hemoglobina de una bolsa de 21


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transfusión y duermo solo gracias a la morfina. No me visten, no hay bata en la que quepa mi cuerpo abierto, desparramado. Pero tienen el pudor suficiente para taparme los pezones con adhesivo quirúrgico. Podría estar bien ahora, con un remiendo diminuto en el ovario. En cambio, mi carne se descompone porque este sistema médico desconoce los cuerpos femeninos. Tantos libros de medicina que pasan por alto el hecho de que hay cuerpos que tienen un ovario justo al lado del apéndice. Tantos médicos de urgencias para los que, tal vez, la matriz no es más que un mito. Más que mis tripas rotas, lo que me enferma es que nuestros cuerpos –demasiado observados, comentados, criticados y normados por la industria y los medios– son, a la par, negados e invisibilizados por las políticas públicas y por el sistema de salud. Tuve la mala suerte de que a mi ovario enfermo lo confundieran con el apéndice, la mala suerte de que me sacudieran por dentro con tanta violencia que se agrietó mi intestino. Pero tengo la buena suerte de amarme, de amar mis escombros. Tengo la fortuna de comprender que la luz entra justo por la grieta. La gracia de hacer de este amor un hilo de vida capaz de abrazar los fragmentos que me quedan hasta reconstituirlos. Y tengo, sobre todo, una gran revelación: hay belleza en mi cuerpo roto.

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El cuerpo que habito Danahé San Juan Hernández

Un corazón tiene un número de latidos en su vida y nadie sabe cuándo será el último. Esto significa que también puede haber un número determinado de pasos, de caricias dadas, de besos entregados y de abrazos otorgados. Un cuerpo donde habita ese corazón con determinado número de latidos es el que me sostiene a cada momento. Hay días en que amanezco devastada y el aislamiento de la pandemia tapiza mi espacio de pensamientos oscuros, sentimientos grises y una soledad enfermiza que llora en mis entrañas y me golpea con un sonido seco, carente de sentido, sin brillo y oxidado. A veces no tengo fuerza para levantarme y olvido mis responsabilidades, pero luego — agobiada por la culpa — pienso en todo lo que debería haber logrado y en la persona que se suponía que debía ser. Al final nada de eso importa porque al levantarme — junto con mi ropa — me pongo una sonrisa, como si fuera un disfraz, una armadura impenetrable que me asfixia hasta quitarme el último aliento del día. Y, al llegar la noche, lloro, lloro desconsoladamente por todo lo que no soy, por todo lo que perdí, por todo lo que quisiera hacer. Sé que no es un sentimiento aislado, el encierro puede ser tan peligroso como la soledad mal entendida. Mi cuerpo, cansado del bombardeo diario de malas noticias, desapariciones y demás actos violentos que agobian mi ser, se deja caer en la cama, se abandona en el adormecimiento del sueño y de pronto sueña, sueña que es un ave y vuela libre a lo 23


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más alto del cielo donde no escucha nada más que el canto del viento, no siente nada más que la frescura de las alturas, no piensa en nada más que en seguir y atravesar las nubes, y no piensa en nada porque nada lo atormenta. Después, un espasmo sacude a mi cuerpo inerte y me regresa a la vida. Por la cortina se cuelan los incipientes rayos del alba y me descubro contenta. Mi cuerpo alborozado se despereza como un gato que se levanta para recibirte contento porque has llegado. El aroma cítrico de la mandarina inunda mi nariz y, mientras le doy un sorbo a mi café, miro por la ventana. A lo lejos el cielo se torna azul claro, los pájaros cantan y me siento dichosa porque tengo una ventana que me permite soñar y viajar y le devuelve a mi cuerpo la inquietud para salir al mundo, aventurarse por la vida y descubrir los secretos que lo hacen vibrar.

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El homenaje Centli Quetzal Torres Terrones

Despierto nerviosa, porque hoy es el gran día. Obviamente ya tengo todo preparado: el uniforme bien planchado y limpio, la mochila con todas mis cosas y mi lunch para la hora del receso. Me visto, me peino, me miro al espejo, sonrío y me digo que todo saldrá bien. Le doy un beso a mi mamá y se despide de mí distraída, sin siquiera desearme suerte; pero no me importa: al fin y al cabo, sólo yo estoy al tanto de lo que pasará en unas horas. Como siempre, llego a la escuela puntualmente y saludo a mis amigas. Entre risas y cotilleos, me cuentan lo que hicieron el fin de semana y finjo escucharlas, aunque mi cabeza ansiosa y expectante esté en otra parte. Por fin llega la hora del homenaje y toda la secundaria se forma para cantar el himno nacional, mientras los de la escolta nos acomodamos en nuestros lugares. Yo, al ser la alumna de tercero con el mejor promedio, soy la que lleva la bandera, soy el orgullo de la Técnica 46. Cuando escucho: “Abanderada, un paso al frente”, sé que ya no hay vuelta atrás y yo estoy más que lista. Comenzamos a marchar e inmediatamente noto cómo mi cuerpo, al que he estado conociendo y descubriendo en los últimos meses, responde al movimiento. Es entonces cuando mi falda, antes blanquísima, empieza a teñirse poco a poco de un vívido rojo; lo sé por el pequeño calor que percibo entre mis muslos: es mi sangre escurriéndose, llenando de vida ese pedazo de tela. Ahora siento todas las miradas sobre mí, escucho murmullos de desaprobación 25


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y de pudor; pero me mantengo imperturbable y continúo con este homenaje a mi cuerpo —al cuerpo de todas— y, al pasar cerca del 3° A, le sonrío a mi mejor amiga, de la que se burlaron en segundo año por “mancharse” la primera vez que le bajó. Y con mi sonrisa le digo que nunca más hay que sentir vergüenza de ser mujer.

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Sueños Lucero Reza

Sueñan con el mar. Con la conquista Con la guerra. Con la redención, la economía y el liderazgo. Y yo, con mi falda Sueño con el amor Que me desgasta. Todavía Con el matrimonio Y la casa. Leo historias de mujeres Cuya decisión más difícil Es entre uno y otro hombre. Me dicen todavía Que debo ser una Figura U otra. Nunca yo misma. Y mientras yo sueño Con hombres y deseos Ellos siguen Manejando el mundo Y nuestros cuerpos. 27


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Belleza y mujeres

A travĂŠs de la historia, el mundo ha visto cĂłmo el ideal de belleza ha cambiado en cada nueva era y cultura. Las mujeres hemos tenido que caminar en el tiempo con cada uno de esos ideales. 28


C o l e cti vo H é ka te

Matriarca Lupita Castillo®

Allá se les ve, las primicias en fotografías dan un vuelco en la historia, será tallada, recordada en las postrimerías de los siglos, horadarla entre las texturas de ojos ajenos y propios… la noche es una herida olvidada.

Entre crepúsculos de olvido la vi, matriarca de un pueblo ancestral, flor de ensueño deambulando en la levedad de la noche. Un festín de efluvios y conjuros emanando al paso, diosa que erosiona almas. Oh, mujer de mil nombres y verbos: Su lengua cuneiforme exploró las grietas de su piel aduraznada. En días castañuelas tus ojos agónicos, negros cráteres fueron tejiendo invisibles pactos [cómplices sanguíneos somos] en tus mandíbulas: Sellaron las palabras. Descendimos al patio caníbal de las emociones, evitando pensar en la temporalidad, descuartizamos el cielo a placer para luego, desde un bosque en torrentes acuíferos... Discurrir la vida. ¡Monarca… eres eternidad! 29


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Confesión Laura Lizbeth Hernández Hernández

Naturalmente entre estándares no cabía, mas eso no parecía ser lo correcto. Por aquí y por allá encontraba imágenes, fotografías y representaciones en las cuales mi reflejo no parecía estar. Cuestionaba qué tan necesario era encajar. Yo no veía nada malo en mí pero, si los otros lo hacían, es porque debía existir. “Unos cambios — pensaba — no me vendrían mal.” Un poco de esto y un poco de aquello, desde mi ropa hasta mi actitud, pero cómoda no era el adjetivo que me describía: me faltaban y sobraban cosas, me faltaba yo y me sobraba la opinión de los otros. No era alta, no era delgada, no tenía curvas, ni era rubia... asumí entonces que no era bonita pero, ¿para quién tenía que ser bonita? La respuesta era más sencilla de lo que creía: lo hacía para los que me imponían todo, menos el amarme y el aceptarme. Mi cuerpo, territorio aún desconocido... aún no nos habían presentado como debía, tan solo lo habían hecho ante la silenciosa privacidad. Entre ciclos naturales y lunares los años llegaron: pocos o muchos, rápidos o lentos y con ellos nuevas sensaciones. El cambio fue inevitable pero el conocimiento sobre aquello parecía no llegar. Entonces escuché que había más de lo que me habían hablado y decidí emprender esa aventura. Descubrí zonas en mí que ni imaginaba, sensaciones que podía experimentar. Algo más en mí había y lo podía tener. Me encontré descubriendo maravillas sobre mí. 30


C o l e cti vo H é ka te

No entendía qué tenía de malo si era la propia naturaleza de mi cuerpo, el pudor un tiempo me acompañó, pero era el momento de dejarlo. Me había descubierto a mí y que aquello tenía un nombre, que bien guardado estaba. Clítoris. Apenas parecía ser descubierto, pero toda la vida había habitado entre nosotras, tan grata sensación era capaz de proporcionarme y era — es — mío. En tan sorprendente viaje descubrí que también los estándares estaban presentes y nuevamente yo no encajaba. Inevitablemente el miedo se apoderó de mí, mas no tarde descubrí que el problema no era yo, si no ellos. Yo era única en todas partes, interior y exterior. Sí era bonita y lo tenía que ser para mí, no para los demás. Entonces me presenté de nuevo, sin tapujos, lista para ser yo y dejar de lado todo aquello que me había permitido ocultar para encajar. Amarme tal y como era fue el primer — y tan complicado — acto de reconciliación conmigo.

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La ha bitación de Woo l f

A mi hermana Nadia Salazar Anderson

Admiro tus ojos cristalinos… tan oscuros y brillantes que aluzan hasta la tierra más sombría. Me encantan tus caderas que hipnotizan y contagian alegría. Tus piernas fuertes guían los pasos de tu hijo y le muestran los caminos. Tu cintura contoneándose al ritmo de una samba o de una buena huaracha... inspiran a cualquiera que pase un mal rato. Tus poderes de bruja y la fe en tu Dios convierten a cualquiera en un beato. Tu sonrisa franca y blanca, contrastante con tu piel canela, resuelve al instante una mala racha. Si pudieras verte como yo te miro, amarías cada instante de tu vida. No olvides nunca, hermana mía, que solo tú eres la dueña de tu destino… Tú y solo tú puedes encontrar en tu sendero la paz y el amor para apagar el ruido asesino de aquellos que te dicen que tu belleza no es bienvenida. Greta, Adoro que seas tan perfectamente imperfecta.

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Sexualidad femenina

La sexualidad ha sido un tema bastante áspero para las mujeres, lleno de limitaciones y prejuicios que están adheridos a la sociedad desde hace siglos. Con este tema, tratamos de cambiar un poco la perspectiva, verla a través de los ojos de la literatura y así preguntarnos, ¿cómo percibo mi sexualidad? El resultado es increíble: cada una de nuestras escritoras habla cargada de pasión en cada una de sus letras. 33


La ha bitación de Woo l f

Apagafuegos para un día cansado Nadia Salazar Anderson

Hoy no quiero estar, no quiero ser, no quiero intentar. Hoy estoy hasta la mierda de la autorreflexión, cansada de ser la fuerte, la luchona, la que no se rinde, la que se apasiona. Hoy no seré la que intenta una y otra vez ser diferente, amarse más, ser menos explosiva, comer mejor, dejar de fumar, tomar más agua, hacer ejercicio, ser la madre amorosa, la amante fogosa, la hermana poderosa o la ex piadosa. Hoy tengo frío y frío se siente ese espacio donde se supone que una tiene el alma. Está tan frío que quema... me quemo por dentro, soy puro fuego y nada lo calma. Hoy empiezo a apagarme solita: respira, respira lento… No, mejor no. Lento no... rápido, respira tan rápido que te empieces a marear y luego detente… sí así, para y pon atención en tu respiración… siente ese órgano llamado corazón acelerarse…. Ahora usa tus manos que acarician a otros para acariciarte a ti… empieza por donde tú quieras: siente tus rizos suaves que desprenden ese olor tan tuyo. Toca tu cara, tus cachetes que te hacen ser tan tú, cierra los ojos y baja hacia tus pechos, exprímelos, eréctalos, pon un poco de saliva en tus dedos y vuelve a tocarlos… ¿cómo va ese fuego, nena? ¿Quieres un poco más?, ahora ve hacia abajo: siente tus muslos, mímalos, abrázalos, ámalos, siente su suavidad y lo poderosos que son; sube a tus caderas de tamaño perfecto y amásalas como si fueras un gato… apaga ese fuego centímetro a centímetro. 34


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Luego pon un poco más de saliva en tus dedos y acaricia tu monte de Venus, siente como se erizan tus vellos, abrasa el calor que emana de tu pubis, de tu vulva y tu clítoris… ¡ay nena, pero qué mojada estás! Y eso que apenas vamos empezando. Sé gentil: introduce poco a poco el dedo, no como una intromisión. Procura que tu dedo y vagina sean una unidad… Siente como te contraes por dentro, cómo todo ese fuego se concentra poderoso, inmenso en tu vientre. Con la mano que tienes libre, no dejes de amar tus pechos, pezones y vientre... Respira — ahora despacio—, lleva tu fuerza vital hacia tu cueva amatoria y arrójate al fuego… Despacio, penetra despacio, siéntelo todo, siente como estás toda tú solita para ti y ámate, date todo lo que necesitas… más rápido... más rápido, tu vagina y tu respiración se sincronizan... más, dale más, dale todo... usa tus caderas, tus manos, tus pies, tu boca… sé una, sé tuya, sé todas… rápido, rápido, más, más, más… siente tus dedos mojados, siente tu cuerpo venirse en cascada… cascada que apaga todo el fuego… grita, araña, estruja… o no hagas nada de eso si no te place, es tu momento… ahora, así, aquí… dale mi niña, dale, eres una diosa… Hoy, y solo hoy abracé mi dolor, mis cicatrices, mi mal genio y mis ganas de no tener ganas de nada. Hoy estuve para mí, para sentir mi cuerpo, ese que tan pocas veces me gusta tanto y fue genial.

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26 de agosto 1983 Montserrat de Aguilera Flores

La luz de la calle entra en mi habitación confiriéndole un aire de melancolía y misticismo. Bajo los efectos de la sativa es más evidente la candente lentitud del tiempo. Tanto calor no me permite dormir. Abrí la ventana rogando por un poco de viento. Acabo de darme una ducha, me recosté en la cama con el cuerpo aún húmedo para… ohhhh ¡El aire al fin entra por la ventana! Refresca mi piel y traviesamente la eriza, Jane Birkin cantando Je T’aime - Moi Non Plus suena atinadamente en la sala: es uno de esos breves momentos de poética plenitud. Me detengo por un momento a contemplar esta delirante perfección. El viento, al sentirse bienvenido, se emociona y entra más fuerte por la ventana y trae consigo mis regalos favoritos: el aroma del bosque y la promesa de tormenta. Me acaricia el cuerpo y juega de forma traviesa con mi cabello. Ojalá llueva hoy. Tanta delicia me sacude. Sin darme cuenta he entrado en un estado alterado que hace mi cuerpo vibrar. Siento a detalle cómo se mueve cada músculo de mi cuerpo: mis órganos pulsan en un baile eterno dentro de mí. Cierro los ojos: mis mareas comienzan a elevarse y las olas a romper cada vez más fuerte. No me quiero mover. Un breve suspiro parece maremoto y quiero gritar: el viento está dentro de mí y causó un incendio. Cada respiración aviva el 36


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fuego, mi corazón proyecta energía que parece luz, el cuerpo se disuelve y me expando. El viento, el fuego y yo nos hacemos una y atravesamos galaxias para después caer delicadamente de vuelta a la cama, más acalorada que antes, pero acompañada de buenas visitas. Estoy lista para dormir.

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Si no me nombras Helena De Alba Rivera

Miro dentro de tus ojos y me encuentro con el infinito. Me parece un exceso de suerte, lo más cercano a un milagro el encontrarte aquí, en donde se dobla mi carne, donde se arrugan las sábanas, donde no hay ojos intrusos. Nos desvestimos como tantas veces imaginé, entre jalones y prisas, apurando a la ropa testaruda que se atora en mi tobillo y no se quiere zafar de tu cabeza, donde nos gana la risa, pero no se nos quitan las ganas, porque al fin la espera terminó. Y los besos, los besos, los besos, que se repiten a veces húmedos, a veces cortos, a veces bestiales, en cada rincón que me permites adorar, voltearía mis ojos al cielo en agradecimiento por otorgarme todos estos años si es aquí donde iba a culminar, pero ahorita están muy ocupados retratándose para cuando no estés más. Tus manos, mis manos, se encuentran con los cuerpos que hemos visto crecer desde que éramos niñas y ya no jugamos fuercitas para tomarnos de la mano, que se convirtieron en lugares incómodos cuando cumplimos trece y ya no necesitamos ir a fiestas para justificar si nos besamos, que reconocimos como espacios seguros cuando terminamos la carrera y ya no nos faltan las palabras para saber lo que somos, sin idea de cuánto tiempo pasará para que sean dichas frente a otros. Así que nos dedicamos a este momento, porque es más fácil, porque lo merecemos, porque ha sido con sudor y lágrimas de 38


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confusión que se ha regado la tierra de lo que es nuestro y, por primera vez, ¡hay cosecha! De los cultivos plantados en primavera cuelgan las expectativas del porvenir y para esta temporada cuatro manos no son suficientes para recolectar tanta abundancia, pero persisten porque ¿qué ha sido nuestra historia sino un constante intentar? Y ahora que la decisión ha sido tomada, ahora que la decisión es estar, nos deslizamos en caricias y silencios, en miradas que aún antes de descifrarlas nos hemos dado en un callado “te quiero”, en pequeñas sonrisas que hemos intercambiado cuando en tumultos de gente hay algo que sólo tú y yo entendemos, el lenguaje oculto que ahora también dibujamos sobre la piel ¿ya te dije que esto es lo más cercana que he estado a presenciar un milagro? Cuando muerdo la fruta, se confirman mis sospechas de que no podría ser otra cosa más que dulce, dejo que el néctar se escurra hasta mi mentón deleitándome en el sueño que es tenerte y de lo profundo emergen las fantasías que escondí. En un instinto voraz hinco mis dientes porque podría comer hasta que sólo queden tus huesos por roer, hasta que de la suave pulpa sólo queden temblores del hambre saciada, y que con la respiración entrecortada reveles el secreto que sólo tus labios pueden pronunciar, que sólo a mis oídos les corresponde escuchar y, con el anhelo de que el tiempo nos alcance para ahora y siempre, te pregunto si quieres probar. Enlazadas entre brazos y piernas hay hueco suficiente para que quepa la duda, y cuando el milagro se haya cumplido, ¿qué quedará? ¿Acaso dormirán letárgicas las palabras que cobijamos cuando abandonemos la habitación? ¿Serán los recuerdos obstinados 39


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suficientes cuando echemos llave a la puerta? Y, cuando te busque teniéndote frente a mí, ¿dónde podré encontrarte? De mis brazos que cargan lo sembrado comienzan a caer los frutos maduros y agusanados, no tienen la fuerza para sostener las ilimitadas posibilidades, de esconder lo que ha vivido a la luz del día, de ignorar lo que se ha visto, de despojarse de lo que se ha sido poseído. Miro dentro de tus ojos y me encuentro con el infinito: no habrá nosotras si no me nombras.

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El encuentro Centli Quetzal Torres Terrones

Era de noche cuando se encontraron detrás de una casa que alguien había abandonado hace tiempo. El aire estaba fresco por la lluvia de la mañana y recorría la piel con una suave fuerza que se volvió el pretexto para romper la timidez y la distancia entre los jóvenes. Como pudieron, despejaron el terreno lleno de paja y piedras pequeñas y se recostaron lado a lado. Durante un largo rato sólo se miraron: por primera vez notaron la belleza de un rostro cuando no está iluminado por los rayos del sol. Se dieron cuenta de que sus cuerpos eran imanes y de que no bastaba verse a los ojos para saciar ese sentimiento en el que se mezclaban las ansias, la curiosidad y la ternura. Fue ella quien dio el primer paso: se acercó a esa boca que la llamaba y la besó. Esos labios respondieron y, poco a poco, ya no hubo más dudas ni incertidumbre: era como si desde siempre hubieran sabido en dónde tocarse, qué partes lamerse y morderse y apretarse. Sin decirse nada, descubrieron cómo llegar al placer del otro y, cuando él entró en ella, sus pieles ya calientes y brillantes de sudor se enlazaron aún más, envueltos en ese deseo del que estaba prohibido hablar, pero que muchos ya conocían. Al terminar, se quedaron hasta el alba abrazados y enamorados. Después se levantaron de su improvisado lecho y cada quien regresó a su hogar con la sensación de que, de ahora en adelante, su vida sería diferente a como lo había sido unas horas antes. Y vaya que cambiaría porque, aunque ni José ni María lo supieran en aquel momento, ese día habían concebido a Jesús. 41


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¿Cómo es el amor?

La concepción del amor, depende de dos factores: tiempo y espacio. Palabras como mágico, sublime, hermoso; cruel, despiadado, tormentoso y rebelde siempre se han encargado de calificar dicha emoción pero, ¿cómo conciben el amor las mujeres en pleno 2020? La respuesta se encuentra en las siguientes creaciones. 42


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Construir el amor como quien entra al mar Lucía Patiño

Sé que hay un mar de ti que aún no conozco y sin embargo la espuma que moja mis tobillos cuando me paro en tu orilla me invita a sumergirme Cuando te metas en el mar me decía mi mamá cuando era niña quédate siempre cerca de la orilla El mar es peligroso puede tener corrientes o abismos nunca sabes cuán profundo llegará a ser Por eso yo quiero conocerte de a poco Quiero que me desveles despacio tu vida y que me dejes entrar a pedacitos 43


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Sumergiré mi mano para tocarte sutilmente el hombro cuando vayamos por un café Y luego mis brazos para despedirme en algún encuentro aferrándolos a tu cuello por tres segundos Nadaré en tu orilla de pronto sabré que prefieres el jugo de mandarina que tres veces por semana corres cuatro kilómetros y medio que te gusta el color verde casi tanto como el negro Descubriré tu nariz que se encoge hacia tus ojos imitando a la mía cuando sonrío Un día en la cama acurrucada a la vera de tu cuerpo adivinaré sin falla el recorrido que hará esta vez tu lengua por mi espalda 44


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No amenazará mi piel con crisparse cuando te inclines a besar mi cicatriz Y entonces sin darme cuenta me habré arrojado a tu abismo Y me encontraré a mí misma nadando contigo en el fondo de este mar ya nuestro.

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En las trincheras Helena De Alba Rivera

Querida… Estimada… Esther, Espero que esta carta te encuentre bien. Hace tiempo… Espero que tus dedos encuentren razones para sacar el abrecartas… Será una sorpresa si esta carta te encuentra. Hice memoria y, como ya no es tan buena, por poco no me acuerdo que ya no vives en la misma casa. Tuve suerte y encontré una dirección de la última vez que llamaste, aunque ya no sé cuándo fue. Ojalá tenga suerte de nuevo. Lamento mucho tu pérdida, no puedo imaginarme el dolor de perder a tu único hermano, aunque como todos sabemos hacia dónde va la vida, supongo que ya me tocará vivirlo, sino es que me toca a mí primero. Que, siendo honesta, es mi gran deseo, pero de no ser así, de no irme yo primero, espero que sea en un futuro todavía muy lejano (pero no se te ocurra comentarle a Emilio, que solo va a llamarme para quejarse de que siempre tengo las ideas más raras). El cariño que se le tiene a un hermano menor se ha de comparar a pocas cosas y sólo puedo pensar que, el que ya no puedas expresárselo. será tan triste como aceptar que ya no se pueden arreglar las cosas. A veces crecer se trata también de separarse y, ahora que no hay de otra, tendrás que seguir sola. Y de fácil 46


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no va a tener nada, pero tienes sus recuerdos ¡Cuántos años de acompañamiento se dieron! Todavía me sonrío pensando en las historias que me contabas de cuando crecían. Además, tienes tus arrugas, que ni una sola te ha sido gratuita. Tendrás que apoyarte en todas esas veces que pensaste que ya no ibas a dar más y, ahora, ¡quién te viera! Has vivido más que tu mamá. Que ganas de que la longevidad no sea hereditaria… En mi lista de arrepentimientos, está el haberme perdido su funeral. No sé si alguna vez te conté, pero antes de tu llamada, yo ya había soñado que mi hermano me despertaba para darme la mala. No pude llorar en ese momento, y la vida me lo cobró con una década de inundaciones espontáneas. Cuando regresé y ella ya estaba enterrada, encontré tres metros más en la zanja que ya nos separaba. Siempre la vi como a una santa, pero tú la veías con otros ojos, con ojos que te decían lo que era, quien era, no creo que las hijas puedan hacer otra cosa, al final somos espejo, vivimos sus errores en carne propia y después nuestro propio cuerpo los repite como un reflejo. Así que ahora te pregunto, esperando que quieras dar respuesta, qué hay… qué hay detrás del espejo, lo nombro y no se muestra. Te diría que ahora te entiendo, pero por muy lindo que sería echar culpa a los malentendidos por las distancias entre nosotras, me parece muy ridículo que con medio siglo sobre mis hombros (porque también me he ganado mis arrugas) no te diga que fueron todas decisiones las que nos trajeron hasta aquí, alguna buenas, otras muy malas, pero decisiones, al fin y al cabo. He tratado de hacer camino, y por mucho que me alejo, siempre regresa a ti, 47


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me fui creyendo que no se podrían encontrar dos personas más distintas en este planeta y así como están las cosas, este silencio seguiría hasta que me llegue invitación para asistir a tu velorio, así que izo bandera blanca para decirte que si estás dispuesta, yo estoy lista para hablar. Soy la misma de siempre, amo a la misma persona y esta vez queda en ti. No te enfades con Emilio por darme aviso, ya sabes que siempre siente responsabilidad por ser el mayor. Ojalá tengamos tiempos mejores. Francisca te manda saludos. Tu hija, Elisa.

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A J. M Stephany Ramírez

Nunca imaginé quedar suspendida en el sueño de tu casa y creer que ya había despertado pero aún sigo aquí, contigo. Este sitio es tantas cosas. Una casita dentro de una esfera de cristal flotando en un mar verde, que de inmediato me remite a los souvenirs acumulados en el esquinero de mi casa. Tu cocina es tantas cosas. Llena de luz iluminando los jitomates y la espalda de tu madre que traza un puente a mi cocina amurallada con mi padre haciendo un improbable arroz. Tu habitación tiene tantas cosas. A ti en una silla y en tu cabeza cuadros que flotan, en la esquina tus pesadillas de las que emergen seres que danzan y vuelven mis manos torpes. Tu árbol tiene tantas cosas. Además de cubrebocas adornándolo como árbol de navidad, ajolotes que descansan en el interior de los higos y que por las noches son las luciérnagas que juegan con tus perros. Todo, en suma, te contiene a ti. Nos contiene a todos. Porque tu amor es de los más puros que espero encontrarme en mis ciudades imaginarias. En mi eterno devenir. Con amor, Stephany. 49


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LAS PALABRAS QUE DETERMINAN UN ADIÓS Dalia Exiga

05-junio-2020 Edo. de Mex. Hola, espero puedas leerme, si no es ahora, pronto. Hace tiempo sabía que iba a pasar esto, por eso estaba preparada con las siguientes palabras: Esta vez no quiero irme sin decir nada. Normalmente me da coraje o tristeza y me voy sin despedirme, me alejo y te borro de más de una red social. De pronto vuelves y pretendo que todo está bien. No sé por qué lo hago: tal vez porque no quiero drama o quizá me da miedo perderte pero, ¿qué se puede perder? Tus besos, tus caricias, tus abrazos nunca fueron para mí. No cariño. No se pierde lo que jamás ha sido tuyo. Esta vez es diferente. Te amo, pero me cansé de esto, de ser la segunda opción. No sé en qué momento entré en un juego en el que siempre ganas tú. La última vez que te fuiste me prometí que, si regresabas, no iba a permitir que me lastimaras... y eso hago. Ya no más: ya no más años perdidos, ya no más revisar mi teléfono para saber si aún me vas a contestar, ya no más miedo porque te vas y no sé cuándo regresas. Cariño, nadie muere de amor. La verdad es que podemos vivir sin esa persona a la que amamos, aún voy a seguir caminando, respirando e incluso sonriendo... pero no de la misma manera. Para ser sincera, cuando estás cerca y pienso en ti, se siente un latidito en el corazón que 50


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saca una sonrisa, no como las otras sonrisas, es una sonrisa que recorre el cuerpo con una sensación de nervios. Cuando no estás, es como si te llevaras un pedacito de ese corazón feliz, pero no te preocupes: puedo vivir sin ese pedazo. Cariño, nunca se trató de quién da más. No se trata de si yo estuve y tú no. Se trata de un círculo que se tiene que romper. No es orgullo: me voy porque dueles. Quizá no lo entiendas porque siempre eres a quien aman, pero te prometo que un día amarás tanto a una persona que, cuando te veas al espejo, te darás cuenta que ya no eres tú, que esa persona se convirtió en ti y en tus miedos. Obvio no todo fue malo. Te doy gracias por todos los abrazos que me sanaron, esos abrazos que eran reconfortantes. Quizá por eso no quiero que te vayas porque, cuando todo esté perdido, ya no habrá un mensaje tuyo que me haga reír, una serenata a las 3:00am disfrazada de una llamada, ya no escucharé tus poemas. Cuando las luces de los museos se apaguen ya no estarás para abrazarme. En fin, siempre te he deseado lo mejor y jamás te desearía algo malo. Sé dejar ir a las personas que amo, por eso no soy capaz de detener a alguien si sé que no siente nada por mí. Alguna vez me preguntaste si quería que hicieras algo por mí, ahora no pediré que me escuches, ahora pediré que me dejes ir. Si por algún motivo no funcionan las cosas con tu novia actual, si en algún momento te sientes solo o si de repente estás aburrido y te acuerdas de mí… Un favor: no me mandes mensajes. No me busques. Vete de mi vida y prometo hacer lo mismo. 51


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Ya no te quiero en mi vida. P.D: Este es mi último intento de poema para ti, para celebrar la despedida. Pon en tu corazón todas esas palabras bonitas que nunca pronuncié. Acuéstate junto a los restos del recuerdo muerto. Cierra los ojos, abre la mente y escucha el susurro del silencio. Disfruta el olor de las flores, del frío que nos abraza, bésame y vete. Gracias por tres años en los que no fuimos nada pero removiste todo. Te deseo un excelente viaje: tu amiga Dalia.

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Conocimiento femenino

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El conocimiento por siglos ha sido negado a las mujeres y las han relegado al ámbito del hogar y el cuidado de los hijos. Borrando de la historia nombres valiosos como Trótula, la médica; menospreciando la labor de Egeria, la peregrina; minimizando la mente de Hipatia de Alejandría... pero también el paso del tiempo ha jugado a favor, reivindicando a nuevas mujeres como Yuko Shimizu, ilustradora y, por supuesto, a nuestras escritoras. 53


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Obsesión Lupita Castillo® “No hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente” Virginia Woolf

Desde las sombras, contemplo el reverso de la piel, ¿Quién habita ahí? Incandescencia en cada recoveco, heridas disecadas de olvido, encerradas en patéticos frascos de fobias, desde un mundo perdido. Asumo todo, las costras en mis rodillas trofeos de batallas, ligamentos unidos, uno a uno los destejo el útero que me abrigó, ancestros que imploran libertad de culpas, linajes empecinados en vivir en ti… ¿Y luego? Ancla mi pecho silente, cuando los murmullos del viento crepitar en mi vientre 54


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regreso a mí, hasta desposeerme hasta desdibujarme escribo una y mil veces hasta diluir entre las letras el poema y esa obsesión por calmar la sed de la memoria en la luz, abrir la caja de pandora amar mi templo. ¡Existir!

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La que fui y la que no he sido Estelí Morales Huitzil

Cuando las palabras fallan, se entorpece el tacto de la comunicación. Cuando una falla, se tuercen los caminos y lo peor es volver a fallar. Una se levanta, embiste y tropieza con más fuerza, con más dolor. Me enseñaron que todo acto de decisión trae una responsabilidad. Me enseñaron a escuchar y a cumplir, con los deberes de la escuela y de la casa. Nunca me enseñaron que yo era mi primer deber, mi primer estar y mi primer sentir. Siempre soñé con las estrellas. Las clases de geografía y el sistema solar eran mis preferidas: sabía de memoria el nombre de los planetas, nebulosas y constelaciones, teoría del big bang, alunizajes, el universo… Poco a poco, como el vaso que se derrama, fui olvidando. De niña pensé que podía ser astrónoma. Era fácil imaginarme como una. Nada parecía inalcanzable. Sin embargo, no fui alguien habilidosa en las matemáticas. No me esforcé lo suficiente así que también mi imaginación volaba y me encontraba dueña de una biblioteca ambulante que se perdía en los páramos y rincones del estado en el que habito, la ilusión era llevar el conocimiento a los lugares más recónditos y olvidados. Los años pasaron y desistí a la idea de ser astrónoma. Pronto la idea de ser psicóloga o sexóloga rondaban mis 17. La maestra de psicología mucho tuvo que ver con esta efímera decisión. Pero los caminos se vuelcan, y de repente, quise verme como mis maestras de Taller de lectura y redacción: tan sabias, tan joviales, tan serenas. Ellas habían encontrado algo en las letras que la templanza y la sapiencia se habían resguardado en sus recovecos 56


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de mujeres trascendentales. Aclaro, no quería ser maestra, quería escribir. Pensé que, porque me gustaba leer o transcribir inicios de mis novelas favoritas o redactar eufóricas palabras a mis amigas y amigos en una o dos hojas de papel, bastaba para titánica labor. Me convencí de ser escritora para luego pensar que estudiar biología me acercaría al mundo del medio ambiente y “salvemosel-planeta-porque somos-unos-egoístas-consumistas” … ¡Bah! Quise estudiar Historia porque el profe emocionaba con sus clases, porque mi padre es historiador de vocación, porque si no conoces tu pasado no puedes vivir el presente y mucho menos crear un futuro pero, tanto se ha arrastrado el pasado en mi venas y me ha desangrado, que lo mejor era decidirme por otra cosa. Fui un constante ir y venir — lo sigo siendo — porque todavía me pregunto si el camino que ahora llevo es el único y el último que debo recorrer. Me decidí por Letras y, todavía indecisa, pensaba que yo debía ser bailarina; de pequeña había ido a clases de danza folklórica y me apasionaba el baile — mejor dicho — el movimiento de los cuerpos, la energía que transmite un bailarín, el lenguaje de las manos y los pies que te aturde, que se repite en una coreografía, en un tum tum, en un tap tap… me gustaba Pina, la bailarina alemana. A un año de carrera universitaria me convertí en mamá. A los 18 años me veía a lo lejos con 25 encima, sola, estudiando, quizá trabajando, sin novio, mucho menos un esposo, pero si algo es cierto, es que el manojo que llevas por vida se sacude en un segundo y ya no eres la misma, ya no eres lo que habías imaginado. Eres una extraña a tu cuerpo, a tus emociones, un ente desconocido a tu reflejo y a quienes te observan. Me cayó el veinte eso de ser madre, no cuando nació mi primer hija sino en el pasado cuando mi madre me trajo a la luz. Continué la carrera, terminé los estudios. Durante años me dediqué a la corrección y diagramación 57


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de textos, quita aquí, quita allá, pon aquí, pon allá, arma aquí, arma allá. Tuve mis errores, eché a perder tiradas, lo confieso. Pero también agradecieron mi labor, el arduo trabajo de desvelarse y esperar el pago tres meses después, cuatro, cinco, un año después. No podía seguir trabajando de freelance: era cansado y en casa tenía muchas distracciones y deberes y responsabilidades. Era muy débil como para saber organizarme, saber dejar a un lado las penas que me arrastraban y me golpeaban contra el comedor, la sala, el cuarto de los niños, la cocina, el pequeño jardín del patio. Un día estaba en la Sierra Norte de Puebla dando clases a un grupo de alumnos, lejos de casa, viviendo con extraños cálidos y ríos atrevidos. A lo largo de mi vida escolar admiré a maestras y maestros. Admiré la grata labor que muchos, no todos, hacen con los alumnos. Arropé mis recuerdos y experiencias vividas y las atrapé en mis manos para desmenuzarlas poco a poco y saber por qué he decidido, al día de hoy, ser maestra de media superior. Antes de ser hija, hermana, prima, amiga, tía, novia, esposa, madre, exesposa, empleada, desempleada… y todos los papeles que yo quiera ser, soy mujer. Y a mi niña de ayer le diría que no tenga miedo de hablar, de decir lo que piensa, de mostrarse contenta o descontenta, que no tenga miedo de vivir, de irse a alfabetizar cuando se lo ofrezcan, de participar en un programa de radio cuando se lo pidan, de decir no cuando no quiere, de decir “me dolió”, de decir “me equivoqué”, de decir “soy feliz”. A mi niña de hoy le digo que nunca deje de escribir porque, aunque sea para ella, eso nadie nunca se lo va a quitar.

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Decálogo femenino María Fernanda

1. Serás la mujer que tú quieras ser. 2. Siempre estarás en el lugar que quieras estar. 3. Honrarás a tu madre, abuelas y a todas tus ancestras. 4. Honrarás a todas las escritoras y artistas. 5. Amarás tu cuerpo y disfrutarás de todos sus placeres por sobre todas las cosas. 6. No juzgarás a otras mujeres. 7. No minimizarás tus sentimientos y emociones. 8. Valorarás cada uno de tus escritos. 9. Levantarás la voz las veces que sea necesario. 10. Disfrutarás de la libertad que tus ancestras te han heredado.

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Ven, siéntate conmigo, una historia te voy a contar Danahé San Juan Hernández

Yo, soy la bruja que orgullosa lleva la estirpe femenina de la familia. Por mi sangre corre la sabiduría ancestral de la tierra. Fluyen los ríos del conocimiento milenario. Las voces de mis ancestras susurran el aliento de la vida. Son las madres, las hijas, las hermanas, las abuelas y las tías, todas ellas que mientras cumplían un rol, fraguaban el cambio. ¿A dónde he de ir ahora que mi brújula interna gira desmesuradamente? De mi madre heredé la fortaleza, la valentía, el amor, la empatía, el valor. En su regazo descansan serenos mis sueños, aletargados, esperando a que rompa los miedos y me atreva a vivir. Suaves plumas acarician mi rostro, es el aleteo de mis hermanas, la brisa batiendo mis alas. Mis abuelas depositaron sobre mí la tenacidad que me mantiene andando por este camino, a veces pedregoso, otras, suave como nubes, de vez en cuando oscuro y tenebroso, y unas más brillante y colorido, como el arcoíris secreto que se forma con el rocío de las mañanas. Mis manos han sabido recorrer los surcos de mi piel, fiel testigo del paso del tiempo, y han aprendido a sembrar la vida en la tierra. Mis ojos han mirado de frente a la añoranza, le han llorado al desamor y la desventura y le han sonreído a la fortuna. En mis labios se dibuja una sonrisa amable y cálida que te invita a conocerme aunque de mi boca no brote ninguna palabra. Ven, siéntate conmigo, tomemos un café, dejemos que las horas 60


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nos cuenten quiénes somos y quizá, no sé, nuestras almas se regocijen en un abrazo interminable. ¿Que cómo transito por este mundo? Mis pies — ligeros como el viento — me han llevado de un lugar a otro, de la ciudad al campo, de la montaña a la playa, de tu casa a la mía, pero aún no han encontrado donde situar su morada. ¿Es acaso que en mi destino no existe una? Tal vez me espera al final de una vereda en un verde prado con flores y árboles que rodean un manantial donde las ninfas bailan y cantan hermosas y desnudas, indiferentes y caprichosas porque saben que tarde o temprano he de unirme a ellas. Finalmente, soy una bruja. Aunque no me he dado cuenta del poder que se esconde detrás de mi sonrisa y en la mirada atenta que te lanzo cuando no me ves y crees que estoy perdida en otros mundos, en el fondo de mi ser siento el borboteo impetuoso de la sabiduría femenina, heredada de generación en generación por cada mujer de esta familia. Y aunque más allá de mi madre y mis abuelas haya perdido el rastro de mi linaje, no preciso conocerlo para tener la certeza de que sigo su paso en este universo. Algún día, una tarde o una noche sabré reconocerme y te diré: “Siéntate a mi lado, tengo algo que contarte. Abraza mi cuerpo y sumérgete en mis pensamientos, yo no soy de aquí. No sé de dónde vengo ni sé a dónde voy. Si has de acompañarme, una vida he de obsequiarte”.

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Soliloquio Lucero Reza

Se nos ha repetido hasta el cansancio que, en la literatura, no existe tal división de los sexos, que es cuestión de talento y genio. Sin embargo, dado que la historia de este arte está plagada de nombres masculinos y unos cuantos de mujeres, demuestran que el silencio sobre nuestras propias preocupaciones es evidente. Se dice que la literatura es el reflejo de las preocupaciones del hombre: destino, existencia, angustia, vacío y una larga lista de temas que no alcanzaría a enumerar aquí. Que nuestros temas se limitan a lo vano, a lo superficial e incluso yo misma creía que las mujeres no eran “buenas” contando historias, que se limitaban a lo doméstico, a lo sentimental, a lo amoroso. Ahora mismo acepto que me he equivocado. En las obras de mujeres se encuentran reflejadas también las angustias del género humano. Y yo, como perteneciente a este género, tengo mis propias preocupaciones existenciales, que son importantes. Dos de las muchas preocupaciones que me aquejan son las siguientes: cuerpo y belleza. Considero, desde mi punto de vista, que no se pueden desligar una de la otra, ya que el cuerpo posee una forma que puede ajustarse o no a rasgos que lo harían entrar en la categoría de bello o hermoso. Tan sencillo sería aceptar que el cuerpo de cada uno tiene sus particularidades, sus sinuosidades y sus colores pero, cuando naces mujer, desde pequeña intuyes que tu aspecto será la única carta de presentación válida ante el mundo. Creerán que es exageración, sin embargo he notado que las personas son más atentas conmigo 62


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cuando mi ropa se ciñe a mi cuerpo o llevo vestidos; que dejé de ver una famosa telenovela colombiana porque detestaba que siempre hicieron énfasis en el aspecto desaliñado de la protagonista, pese a sus grandes cualidades intelectuales y su inteligencia; que mi actriz favorita, Hedy Lamarr era poseedora de una gran belleza, que solo pensarían en una cara bonita y una cabeza hueca, pero hasta hace poco no se sabía que el wi fi y el GPS se basan en una idea suya consistente en algo que llamó “salto de frecuencias”. Y le dijeron a ella que dejara de jugar a inventar durante la segunda guerra mundial y mejor se fuera vender bonos y a alegrar a los soldados con películas que la ridiculizaron; que me han tratado bien por tener un color de piel más claro y ser delgada, aunque no me ha exentado de los comentarios sobre el peso y que estoy muy flaca. He pasado horas ante el espejo tratando de ajustar mi nariz — ligeramente ancha — y mi cara redonda al estándar de rostro ovalado y nariz pequeña. Antes odiaba el tamaño de mis senos y nalgas, cuanto más por las imágenes de mujeres con cinturas diminutas y abundantes curvas. Tras un largo camino, en el cual hubo recaídas, he llegado a la gran y única conclusión posible en este problema: amar y apreciar mi cuerpo porque es lo que me permite estar en el mundo. Poseo consciencia plena en un espacio muy breve de tiempo, como para limitar mis angustias y dilemas solamente al problema de que mi corporalidad no se ajusta a los cambiantes estándares — que nos dictan los medios — para ser consideradas hermosas ante los ojos del mundo y de la sociedad. No defenderé la idea que todas son hermosas a su manera, debido a que estaría apoyando que todas debemos ser bonitas, porque no es así: somos algo más que cuerpo y aspecto. Dentro de nosotras bulle la misma capacidad de 63


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pensar y analizar la condición humana, aparte de los temas en los que nos encasillaron desde que las mujeres se aventuraron a tener una voz por medio de la palabra. Podría seguir con más anotaciones, en las que reconozco algunas generalidades y lugares comunes mas dejo aquí estos esbozos de algunas ideas que se me han cruzado por la mente, en el corto espacio de mis veinticinco años y el estrecho panorama de mi propia experiencia. Soy nueva en esto de las reflexiones largas, quizá por el miedo a escribir y ser juzgada severamente. Ese temor es el reflejo de años de menospreciarme a mí misma. Ya empecé por el primer paso de apreciar mi cuerpo, ahora sigo en el camino de entender mi valía y el talento de expresar mis devenires mentales en una hoja en blanco.

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Mujer en la actualidad

La cereza del pastel. Después del interesante y excitante recorrido, llegamos al tema final que nos pone entre la espada y la pared: mujer en la actualidad. Nos hace mirarnos como espejos y desmenuzar nuestra propia historia en la historia de las demás dejándonos la interrogativa: Yo, mujer, ¿quién soy y quién quiero ser ahora? 65


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La Hoguera Alejandra Bustamante Ronce

Escurridiza forma de presentarse mi futuro, que me filtra entre pliegues y honduras, toda forma conocida: pragmática o fractal. Nada de lo que era, es. Nada se conserva más que mi cuerpo y aun éste, en sus formas más puras, se realza en volúmenes poco antes conocidos, que enfatizan los últimos caminos recorridos de mi femineidad. Nada queda de lo perdido, nada sobrevaloro de los triunfos, son sólo cenizas en formas serpentinas que intentan robar algunos vividores, espíritus famélicos faltos de fe. Si soy la que fui, pero no sigo siendo la misma, es porque he quemado todo reduciéndolo a polvo, agua y cenizas. Algunas veces, en mi llama interior, les dedico unas palabras para convocar un último encuentro e instantes después, las aliento a partir. De entre los escombros surgen nuevas ideas, nuevas formas y fuerzas, que traspasan mis fronteras y vislumbran un nuevo porvenir. La mía es, y siempre ha sido, una brújula perdida que llevo entre mis manos desde niña. En el tiempo en que mi cuerpo crecía, acaricié ese extraño objeto trazando un par de surcos mientras daba el brinco a la juventud. Instalada la nostalgia, sostenida de la mano de la pena y la dicha, me solté de ella y me dejé ir… Ahora, como mujer adulta, vivo en una danza dionisíaca que no copula con cualquiera ni aterriza en los cielos fatuos de un inculto Satán. 66


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Sé de sobra que aborrezco las mentiras y rehúyo la compañía de cualquier Ser con sonrisa retorcida o mirada sin luz. Uno no es genuinamente el mismo sin sus fantasías, así que me hago cargo de mi diálogo interno — eterno, por cierto —, y convoco a cualquier extraño que me confronte a enfrentarse con la sombra de su propia luz. En la última toma y quema de conciencia — mi voz activa —, queda mi lenguaje, mi falta de política educacional por no ser práctica y paciente y poner en mi boca el conjunto del pasado y presente — verbo y gesto futurista —, en una sola línea de expresión: ¡Quémate, Alejandra, quémate viva! Fúndete en tu hoguera; ahí encontrarás tu único refugio y tu voz.

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Escribir desde el dolor Raquel Hoyos

Soy un ser de palabras. Nunca hubo ni habrá otro plan. Hay personas que envidio secretamente porque tienen múltiples talentos: dibujan, tocan un instrumento, escriben, hablan varias lenguas. Yo sólo sé escribir. No tengo nada más. Y, a pesar de que las palabras son mi mundo, el dolor me ha hecho ver el contraste de éstas: o son sublimes o son ínfimas. Dice Rosa Montero en su libro La ridícula idea de no volver a verte que “El verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar de lo que te acongoja estás de suerte: eso significa que no es tan importante. Porque cuando el dolor cae sobre ti sin paliativos, lo primero que te arranca es la palabra”. Dolor y palabras. Te dan todo y te lo quitan. El lenguaje es el centro del universo y, a veces, todo ese universo está vacío. Aprendí a hablar cuando tenía poco más de un año. Empezaba a leer a los tres. A los cuatro años leí mi primer cuento. Mi hermano llevaba a sus amigos de secundaria a escucharme para que se sintieran avergonzados de que una niña de preescolar leyera mejor que ellos. En primero de primaria los maestros obligaban a los niños de quinto y sexto a ir a mi salón para humillarlos de la misma forma que mi hermano lo hacía con sus compañeros. Era como una especie de fenómeno de circo. Me sentía orgullosa de ser una pequeña fenómeno. Desde que aprendí a escribir hice canciones sobre arcoíris, estrellas y otras cursilerías, después fueron cuentos y poemas en la adolescencia. Le escribí a mis amores, a mis amigas, a mis inseguridades. Estudié Letras. Leí a muchos escritores. Me 68


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identifiqué con escritoras. El destino dio un pequeño giro y me llevó a dedicarme a los medios de comunicación. Seguí escribiendo y leyendo, sólo que de una forma más cuadrada, formal y directa. No olvidé los libros, aunque sí un poco la pluma creativa. La niña que soñaba con ser escritora seguía en mi interior, insistiendo en mantenerse viva. Si pudiera viajar en el tiempo y hablarle a esa niña le aconsejaría que escriba todo lo que pueda, lo que pasa por su cabeza, lo que siente, lo que vive. Le diría que escribir será siempre su salvación, su hogar, y que las versiones futuras de ella querrán recordarse en sus letras. Me leo ahora en remotos correos electrónicos, en cartas, en algunas libretas de hace una década. No me reconozco. Esas otras yo se sacrificaron para construir la que soy ahora. Fueron unas kamikazes a las que leo con nostalgia y les debo mucho. Me di cuenta de que no puedo escribir sobre lo que me duele si no es de una manera fantástica, usando todas las licencias que la literatura me permite. De otra forma, escribir sobre lo que me hizo pedazos me sitúa en esa línea imposible de cruzar, entre una realidad que me abofetea y los recuerdos que se escurren en la memoria. Escribo escenas detrás de un muro. Una película que va corriendo, que no puedo detener. Una cinta que se quema en el proyector de mis fracasos. Escribir desde el dolor. Me duele la realidad de ser mujer en un mundo machista. Me duele que la maldita guerra de Felipe Calderón contra las drogas me haya quitado a T. Escribir sobre el miedo. Tengo miedo de muchas cosas: de caminar sola en la calle, de que mis sobrinas desaparezcan, de que mis amigas o yo seamos asesinadas. Tengo miedo de envejecer y no ver más a T. en mis sueños. A mis 34 años ya es ridículo que tenga encuentros en sueños con un chico de 27. 69


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Recurro a la fantasía. Escribo historias que se desenvuelven en universos paralelos, en realidades alternativas, avances científicos que traen de vuelta a los que ya no están. Escribo que T. está vivo. No escribo de su piel acartonada y amarillenta en un ataúd, ni del olor a muerte que guardo aún en la memoria. Tampoco escribo para gritarle al destino que es ridículo y cruel que una persona tenga que pasar por la experiencia de reconocer el cuerpo del ser amado antes de que lo metan a un horno para transformarlo en cenizas. No, no escribiré nada de eso, porque una parte de mí también murió esa noche. No quiero escribir sobre el momento en el que me rompí. Las piezas de la que fui se regaron por el infinito. No sé si algún día podré volver a unirlas. Leo a Joan Didion. En su libro El año del pensamiento mágico escribe sobre la muerte de su esposo. Su narración es precisa, libre de sentimentalismos. No intenta conmover o que sientas pena por ella. Coincide con Rosa Montero: Joan también perdió las palabras. Hay una cita de Sandor Marai que me gusta mucho: “El verdadero dolor es discreto y sigiloso”. No es necesario desgarrarse las vestiduras para decirle al mundo que estás muerta por dentro. Esas escenas en las que la gente grita de dolor y llora inconsolable son una mentira. Los momentos trágicos no caben de golpe en tu cuerpo: la tristeza se dosifica. De pronto, toda la realidad es imposible de procesar. Es inimaginable que no volverás a escuchar su risa, a besar sus labios, a sentir su cuerpo, a envejecer con él. Te desprendes de ti misma para dejar a un autómata. Quizá hay llanto. Pero el colapso interno te va pesando de a poco y te durará toda la vida. No escribiré de eso. No tengo las palabras. Cuando estaba de intercambio hice un grupo imaginario de amigas escritoras. Después creé otro grupo imaginario de amigas escritoras viudas. Se unió Rosa Montero y trajo a Madame Curie. 70


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Aunque no fuera escritora por profesión, la sensibilidad literaria de Curie se refleja en sus diarios, en los que describe lo ridículo que es aceptar una realidad en la que su esposo Pierre está muerto. Escribimos desde el dolor, pero lo transformamos también en fortaleza. No me he atrevido a llevar a la narrativa la historia después de la muerte de T., a hablar sobre las familias que perdían a sus hijos, a sus esposos, a sus padres; aquellos que conocí en las instalaciones de la Policía Federal y que a los pocos días me enteraba que estaban muertos. Madres acampaban por semanas esperando una respuesta sobre sus hijos desaparecidos. Algunas sí tenían una respuesta: fotos de sus familiares torturados. Algunos detalles y nombres se han borrado de mi memoria. Escribo ahora desde mi coraje por el sistema, por el Estado, por la violencia, por las desigualdades. Si pudiera advertirme del tremendo dolor que me va a atravesar la garganta, el pecho, las entrañas. Si pudiera advertirle a la niña que fui que andará rota por la vida… Le diría también que conocerá a mujeres maravillosas que serán su refugio, que la salvarán y la cobijarán con sus letras, con su presencia. Que conocerá el feminismo y nunca más volverá a sentirse sola. Le diría también que, aunque escriba con dolor, tendrá el privilegio de escribir. Y eso la llenará, le dará sentido a su vida y le permitirá ser una diosa que tiene el poder de crear la realidad que le plazca en sus historias.

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Entre magia y fantasía María Fernanda

Cuando ella era pequeña creía en la magia. Siempre añoró vivir en un bosque encantado, rodeada de flores, hadas, duendes y criaturas inexistentes; un lugar mágico con árboles gigantes, puentes colgantes que atravesaran grandes ríos y verdor por todas partes. Sólo bastaba un poco de imaginación para que su mente viajara, no vivía en un bosque, pero sí en una zona árida, salitrosa y que aún tenía rastros de un lago desecado. En los días de primavera recolectaba flores y elegía las flores más bellas y coloridas, siempre pensaba en regalarlas para que alguien más adornara su cabello con ellas, porque a pesar de ser una niña única no se sentía digna de merecer esas flores. Nunca se preguntó qué quería ser de grande: a ella no le importaba eso, sólo imaginar, jugar, correr y andar en bicicleta. El tiempo transcurría y no tardó en llegar la adolescencia: aparecieron las críticas, las modas, el maquillaje, la ropa femenina y cada vez más añoraba ese lugar mágico. Por mucho tiempo su único refugio fueron los libros, pero la edad y la vida real le demandaban estar consciente de que ese lugar fantástico jamás llegaría. Los años pasaron y más cambios llegaron, la madurez y la seriedad que conllevaba el crecer la hicieron olvidar que algún día creyó en lugares mágicos. La magia se convirtió en preocupaciones, en responsabilidades, en rabia, enojo y anhelos por cambiar las injusticias sociales. 72


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Se volvió más hermética. No había juegos: sólo una realidad injusta. Cada vez era más consciente de que los sueños no se hacían realidad tan fácilmente y que, si quería conseguir algo, eso le tenía que costar mucho trabajo. De vez en cuando se lamentaba de que no hubiera magia que pudiera cambiar el mundo- El único soporte que creía tener se encontraba en la admiración que sentía hacia otras personas. Mientras la vida seguía su curso, la gente a la que quería desaparecía de su lado entre la distancia y el olvido. La quietud la abrumaba: la vida era cruel, aburrida e inhumana. El hastío la hacía pensar mucho. Quería cambios. A pesar de esforzarse, su mundo seguía siendo el mismo, así que decidió emprender su camino sola. Se alejó del lugar en el que creció y pensó que, al estar lejos, pondría fin a su búsqueda. Por la distancia y la soledad comenzó a añorar los momentos de su infancia, le fue más que necesario traer al presente a la niña que por mucho tiempo creyó en los misterios, en los sueños y en el poder de las flores. Una tarde poco común encontró un lugar mágico. No era un bosque, pero tenía grandes árboles. No había criaturas mágicas. Era un pequeño espacio sumido en el centro de la gran ciudad. Al entrar en él, sintió que su búsqueda había terminado. Cada que tenía la necesidad de soñar despierta se dirigía a ese mágico lugar y era como si entrara al lugar que tanto había añorado desde niña. Cada vez que salía de ese sitio tenía la certeza de que muy pronto volvería. Poco a poco se dio cuenta que el misterio había regresado 73


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a su vida, volvió a montar la bicicleta y recordó que a través de ella podía volar, podía sentir el viento acariciar su rostro y le susurraba al oído todos sus secretos cada vez que los pedales y las llantas daban mil vueltas. A través del viento y de ese magnífico lugar, supo que había llegado el momento en el que tendría que hacer todo aquello que el miedo le había impedido. Como un gran presagio se encontró frente a un teatro con destellos luminosos y, sin sentirlo. poco a poco se vio rodeada de personas que — a pesar de la edad — creían en la magia. Con ellas por fin entendió que ya no necesitaba admirar a nadie y que la vida se trataba de amar más que de admirar. Regresó al lugar donde había crecido y se percató de que ese lugar ya no era el mismo, la gente ya no era la misma y ella ya no era la misma. Ahora sí sentía que era merecedora de las flores que siempre regaló a otras personas y entendió que — como cualquier historia de fantasía — tendría que pasar por escenas oscuras para poder redescubrir la magia y que, para conseguirla, no tenía que esconderse, ni imaginarla porque comprendió que, en cada espacio en el que creciera una flor, en el que encontrara una sonrisa o un abrazo, existiría la magia.

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Arquetipos Montserrat de Aguilera Flores

I. La llegada La numerología dice que mi carta de nacimiento es El Sol (XVIIII). El mensaje general de este Arcano, es que estoy bendecida y él como un padre ideal, ilumina cada paso que doy; puedo lograr lo que me proponga con sólo emprenderlo, por donde se vea, en esta vida me toca mucho de lo bueno, no puede ser de otra manera cuando se es hija del Sol. Aunque yo, siendo una pesimista de clóset, no termino de creérmelo del todo. II. Polaridad Me convencí que he sido parida por las sombras, que mi alma está hecha de melancolía y que soy oscuridad. Con arrebato ignoré los bellos presagios, que mi padre cariñosamente me bendijo. Prefería escaparme a jugar con La Luna (XVIII), navegar en la noche pretendiendo ser estrella. En la soledad encontraba cobijo, buscaba la oscuridad como una hija insurrecta, retando a su padre. III. Integración Durante mis juegos de rebeldía, descubrí en la oscuridad la infinidad del universo, y es en esta vacuidad en donde, jugando a ser La Estrella (XVII), me convertí en una. Ahora brillo con orgullo en el cielo. Honro el amor de mi padre y al fin lo siento en mi corazón como algo que me pertenece y merezco. Mi estado celeste recién alcanzado me lleva a la serenidad que necesito para escuchar la voz de mi alma, en ella confío porque es la única que ha tenido claro desde siempre lo que es mejor para nosotras. Últimamente cuando le pregunto ¿Hacia dónde debo ir ahora? ella se limita a 75


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decirme: “El presagio que tu padre Sol te augura es acertado, pero al mismo tiempo es todo lo contrario.” IV. Transmutación Soy exploradora de lo oculto que habita dentro del ser, admito que los secretos de la psique humana me estimulan más allá de mi propio entendimiento. Sin embargo, mis exploraciones suelen tornarse cansadas y poco fructíferas, si las extiendo demasiado. Ya me cansé de las penumbras innecesarias, esto me ha llevado a transformarme en una especie de equilibrista, caminando en la cuerda floja. Mi alma me enseñó que el equilibrio viene de la confianza, por eso procuro dar pasos firmes, bien pensados, con la única certeza de que en cualquier momento puedo caer, pero no permitir que eso me detenga. El Ermitaño (VIIII) ha sido desde siempre la voz de mi alma, él me enseñó a darme permiso de interactuar con el mundo por momentos para no desgastarme; me enseñó también a nunca quedarme en el mismo lugar, porque la cercanía de lo conocido hace borrosa la visión y crea espejismos. Cuando me siento lista, emprendo el viaje, con suavidad me retiro a mi cueva para ser abrazada por la oscuridad; es a solas donde al fin puedo explorar los mensajes ocultos de mis experiencias equilibristas en el mundo. Para integrar lo aprendido le doy vueltas a la realidad, en mi cueva no hay arriba o abajo, no existen ni el bien ni el mal. La luz que necesito para ver, viene de mí. Me convierto en serpiente que se contorsiona en espiral para cambiar de piel, una especie de metamorfosis espiritual. Al terminar, descubro que la serpiente y yo somos una misma, mi alma ha adquirido alas y mi conocimiento se parece un poco más ahora a la sabiduría. 76


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Sobre lo que no sé Laura Lizbeth Hernández Hernández

A lo largo de nuestra vida nos han enseñado varias cosas: desde caminar en nuestras casas hasta diversas materias: matemáticas, español y otras más en la escuela, pero entonces me pregunté ¿cuándo me enseñarían sobre mí, a conocerme y a permitirme sentir? Nos prohíben hablar sobre ciertas cosas que sólo los mayores entre murmullos hablan y, en las acciones, nos limitaron a ser bajo condición de los otros. Desconocernos se vuelve parte de la rutina: entonces llega el miedo a vernos, a sentir, a descubrir y a ser. Un día me miro y no estoy segura sobre lo que debería o no hacer. Las decisiones comenzarán a tener consecuencias y, los juicios, a llegar. Me encuentro entre el gozar o el conservar el decoro mas no estoy segura de por qué tendría que elegir uno. Me encuentro entre nuevas sensaciones que son tan gratas que no veo por qué deberían mantenerse bajo discreción. Me permito descubrirlas y sentirlas. Entonces un nuevo horizonte ante mí aparece donde entiendo que algunas cosas merecen ser descubiertas y otras, cuestionadas. Considero pertinente ofrecer una disculpa a las otras y a mí, el motivo es que palabras no apropiadas salieron de mis labios, adjetivos con una connotación sencillamente negativa, porque sobre aquellas aprendí y escuché como parte del vocabulario de los que me rodeaban mas no me explicaron lo que representaban al ser pronunciadas. 77


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Juzgar, tal vez es un simple verbo, pero en realidad representaba un hábito al que me había acostumbrado: otros lo hacían y yo también. Me encontré incluso haciéndolo contra mí; pero parecía tan justo cómo le llamaban los otros ante inapropiadas acciones, parecía que el mundo tenía derecho a cuestionar nuestros actos. Sobre esas palabras, creo que es fácil entender a cuáles nos referimos sin necesidad de nombrarlas. Entonces cuando alcanzo cierto tiempo de vida entiendo sus significados, entiendo la forma en que las usamos y a quien nos referimos, Me cuestiono si en serio es correcto emplearlas, ¿es acaso cierto que a lo que se refieren es algo malo digno de ser un insulto o son solamente un medio para señalar? Y entiendo que nadie es menos ni más, que el juzgar sin conocer no es lo correcto y que, lo que otros digan de mí, no me va a limitar ni me vuelve alguien malo; que aquellas palabras representan ofensas sobre actos que no son precisamente inadecuados, es más bien la necesidad de juzgar nuestros actos y de hacernos parecer “malas mujeres”.

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Conoce a las escritoras Jessie Miranda

Mi nombre es Jessica Espinoza Miranda, mexicana de 24 años oriunda de la CDMX, estudiante de Ciencias de la Comunicación de la FCPyS UNAM. Estoy dedicada a construirme como artista en el ejercicio de diferentes disciplinas que van desde lo visual, lo musical, las letras y hasta el terreno en donde todo esto tiene sitio, lo audiovisual. Creo en la estrecha relación de la alfabetización cultural, la responsabilidad social y la adquisición de conocimiento y experiencia disciplinada, como factor de transformación de la realidad.

Raquel Hoyos Raquel Hoyos nació en Puebla y tiene 34 años. Es licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica. Escribe cuento, poesía y artículos de opinión. Ganó el primer lugar en el concurso de cuento de Rock Parménides García Saldaña y el segundo lugar en el concurso de cuento Mujeres en Vida 2019. Algunos de sus relatos han aparecido en las antologías de cuento Los Excéntricos y Todos somos Teresa, así como en la página de ciencia ficción feminista Especulativas.

Dalia Exiga Mi nombre es Dalia Exiga, tengo 25 años. Soy del Estado de México. Bibliotecaria de profesión y escritora de tiempo completo. Me gusta la investigación, el feminismo, los animales, el rock y aprender algo nuevo todos los días.

Alejandra Bustamante Ronces Alejandra Bustamante Ronces, 46 años, Cholula, Puebla. Soy hija, madre, compañera y, cuando mi mente se expande, juego a ser poeta... Amo el Arte como la máxima manifestación de vida y busco en esta vida aprender a observar, a mantener en equilibrio mis mundos y hacerme en el camino más preguntas que respuestas.

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Estelí Morales Huitzil

Estelí Morales Huitzil, 32 años Puebla.

En constante búsqueda de mi voz. Soy licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica. Egresada de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, actualmente docente en enseñanza media superior. Después de haber recorrido las traviesas aguas de la corrección y la diagramación, tuve la oportunidad de aparecer en la antología Resonancias (Dirección de Fomento Editorial BUAP, 2019), con un microrrelato titulado “Pulsión”.

Danahé De San Juan Hernández Danahé San Juan Hernández, 31 años, Estado de México, México. Decimonónica en potencia, escritora por convicción, reportera por elección y fotógrafa de ocasión. Me gusta bailar, caminar y los viajes por carretera. Soy egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y cuento con 5 años de experiencia en el área editorial (investigación, redacción y corrección de textos).

Quetzal Torres

Me llamo Centli Quetzal Torres Terrones. Pueden decirme Centli o Quetzal: los dos nombres me gustan mucho. Durante los últimos años había vivido al sur de la CDMX, pero, por circunstancias de la vida, actualmente resido en las inhóspitas tierras del Estado de México. Me apasionan muchas cosas y ninguna a la vez. Me gustan las plantas, la soledad, la ropa darks, los días calurosos, el helado, el pan y los poemas rompecorazones.

Lupita Castillo

Lupita Castillo® Escritora y Gestor Cultural. Nació en San Carlos, Tamaulipas. Vive en Coatzacoalcos. Veracruz. México. Es Fundadora y presidenta del colectivo cultural: Caravana Del Arte. AC. Presidenta de la Academia Veracruzana de Literatura Moderna. Speaker en Gestión cultural, locutora de radio. Antologada en 26 ocasiones: 17 nacionales y 9 internacionales. Coordinadora de FIP: Palabra en el Mundo y miembro del Conglomerado Internacional Perú Hacedores Literarios.

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Nadia Salazar Anderson

Nadia Salazar Anderson. Chilanga de 34 años, amante de los gatos y feminista convencida de que un mundo donde quepan todas las personas es posible. Estudió Política y Gestión Social y una maestría en Estudios de la Mujer en la UAM Xochimilco. Trabajó en proyectos con perspectiva de género, desarrollo rural y gobierno abierto desde sociedad civil, el ámbito público y el privado. Participa en Gentopía, iniciativa para acelerar la conversación en asuntos de género.

Helena De Alba Rivera Helena De Alba Rivera, 25 años, Querétaro. Siempre con las mejores intenciones aun si no sé cómo expresarlo.

Stephany Ramírez Stephany Ramírez, 22 años, Chalco Estado de México. Soy comunicológa, mujer de ciencia y artes.

Lucía Patiño

Lucía Patiño nació en Cali, Colombia. Es licenciada en Derecho y candidata a la licenciatura en Letras de la Universidad de los Andes, Colombia. Actualmente ejerce su profesión en el área de propiedad intelectual. Es coeditora de la Agenda Mujer Colombia, una agenda-libro que ha reunido más de 10.000 páginas en torno a lo femenino a lo largo de sus veintiséis años continuos de publicación. Es gestora cultural de la Fundación América en mi Piel. Autora de los poemarios Las mujeres de Haití y De tripas corazón. Ilustradora del libro El vuelo del colibrí, publicado por la editorial Ibáñez. Exploradora de la memoria. Enamorada de las músicas del continente americano. En búsqueda constante. Viajera. Mexicana por adopción.

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María Fernanda

María Fernanda Vaca Acolman, 28 años, Estado de México. Originaria de la Ciudad de México, egresada de la licenciatura de Trabajo Social, de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM. Es poeta y actriz en formación, le interesa la defensa de los derechos humanos, el feminismo y el teatro. Actualmente es integrante de la compañía teatral Ixayakatl Teatro. Amante de la bicicleta, la naturaleza, las letras y el sonido.

Lucero Reza Rodríguez

Lucero Reza, veinticinco febreros en este mundo. Vivo en la Ciudad de México desde siempre. Me gustan los gatitos y la literatura del siglo XIX, junto con la poesía cursi. Fan de las caminatas (porque ahorras pasaje) y de los tianguis.

Laura Lizbeth Hernández Hernández

Laura L. Hernández, joven mujer de 18 años que actualmente reside en la CDMX. Feminista, soñadora y posible escritora; de personalidad introvertida pero que siempre intentará sacarte una sonrisa. Técnica en auxiliar bancario por la UNAM y es actual estudiante de la licenciatura en Letras clásicas en la facultad de filosofía y letras de la misma institución.

Montserrat De Aguilera Flores

Montserrat de Aguilera, 37 años, CDMX. Soy encuadernadora artesanal por pasión, oficio al que le dedico la mayor parte de mis días y noches. En el tiempo restante soy tejedora de historias y alquimista gastronómica. Mi motivación es siempre generar las condiciones propicias para hacer conexiones profundas con otros humanos.

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Para nosotras el taller significó: Cada sábado durante ocho meses, nos reunimos para hablar sobre los temas vertidos en esta antología. Fueron horas de compartir sabiduría y donde estas mujeres, ahora amigas y hermanas, nos compartieron un cachito de su vida. Para nosotras — como colectivo — fue un viaje lleno de aprendizaje y cariño. Esta sección contiene lo que significó para ellas estar cada semana en el taller con un nuevo tema para reflexionar y escribir. “Para mí, fue una fuente de inspiración. Aprendí tanto del temario como de las conversaciones que en todo momento estuvieron nutridas de aportaciones honestas y provocativas. Descubrí a muchas nuevas autoras. Juntas creamos una comunidad de mujeres talentosas, inteligentes y con mundos internos riquísimos. Este taller fue para mí una bella pildorita de luz durante este oscuro periodo de pandemia.”

— Montserrat De Aguilera Flores

“El bálsamo del universo. Cada sesión cubrió esa parte de leer, encontrarme en los relatos, las angustias, lecciones y promesas. La etapa que viví con ustedes es soltar, fluir, aceptar y reafirmar que canalizar en las letras todo es lo que perfecciona mi imperfecta vida. Cada sábado hurgaba en los recovecos de mi alma, sacudí algunas lacras del ayer, para absorber la bendita libertad de ser mujer en plenitud. A todas ustedes, abrazos y sororidad. En mi tienen una hermana universal. Todas somos mágicas. Gracias infinitas.”

— Lupita Castillo

“Este taller ha significado para mí una autoexploración, un tiempo de pausa y equilibrio. Además, ha sido una voz en conjunto con muchos matices, reflexiones nuevas, distintas, ¡frescas! Ha sido un verdadero privilegio el pertenecer a este grupo... Nuevamente, ¡gracias!”

— Alejandra Bustamante Ronces

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“El taller para mí fue un espacio para dedicarme a la escritura, para recordar por qué lo había dejado y, aún más importante: por qué debía recuperarlo. Escuchar a quienes lo integraron me ayudó a ver aquello que no imaginaba, a entenderme en sus palabras. Deseo que algún día mis historias regresen a ellas y puedan encontrarse como yo lo hice en sus voces.” — Helena De Alba Rivera

“El taller me ha permitido escuchar otras voces y la propia, también permitió trasladar mis pensamientos a letras y animarme a que otros puedan leerme. En el taller encontré un refugio durante la cuarentena y un lugar donde conseguí amigas a la distancia.”

— Dalia Exiga

“El taller La habitación de Woolf fue para mí un espacio en el que me sentía segura para expresar mis ideas, tanto de forma oral como escrita. Fue como un cuarto propio pero compartido en el cual las mujeres que lo integramos fuimos libres de crear, aprender unas de las otras y desatar nuestra imaginación.”

— Raquel Hoyos

“Para mí el taller significó mucho, fue una oportunidad para permitirme compartir lo que escribo; para darle más importancia a mi pasión por escribir que, si bien practicaba a menudo, no estaba dentro de mis prioridades. Me permitió conocer a otras mujeres, escritoras, diversas en edad, en gusto y hasta en ubicación geográfica, pero que cada sábado me regalaban un poco de su tiempo y de su vida, me permitían escucharlas. Me ayudó a reconocerme como escritora, y tal vez mis escritos aún no son los mejores, pero cuando recibía sus retroalimentaciones y sus comentarios me honraba que me dieran la oportunidad de presentarles lo que escribía. Las aprecio mucho, gracias por crear este espacio tan bello. <3”

— Laura Hernández

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“Fue un espacio en el que pude reconocer a voces tan seguras de sí mismas, hermosas Hékates que nos hacíamos compañía cada sábado y en el que conocimos nuestros recuerdos, nuestros temores, nuestras pasiones. También fue espacio de conjuros, palabras sabias y sanadoras. Redescubrí que no hay que temer a la escritura, a ser leída y a escribir sobre lo que te acongoja, te emociona o te disgusta. Esta habitación virtual fue un trabajo de tres talentosas chicas que nos abrieron su corazón y conocimiento. Aquí la palabra de la mujer se hizo presente y espero que continúen proyectos como este para que más voces femeninas se escuchen en todos los rincones.” — Estelí Morales Huitzil

“Un espacio en el que tuve la oportunidad de enfrentar un ejercicio constante de otredad entre mujeres que me ofrecieron no sólo sus conocimientos, reflexiones, interpretaciones, opiniones y experiencias, sino que nutrieron y ampliaron mi percepción de la realidad, enriquecieron mi visión desde mi posición como mujer, me impulsaron a reflexionar, repensar, cuestionar y redimensionar este concepto desde sus diversas esferas de desarrollo y, en instantes, me brindaron un espejo en el que pude identificarme, observarme y, en muchas ocasiones, reencontrarme.” — Jessie Miranda

“Significó la oportunidad de abrir puertas a mi interior femenino, de redescubrir historias de grandes mujeres. Una aventura viajando por mis signos y símbolos femeninos.” — Stephany Ramírez

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“Para mí el taller fue más allá de un encuentro reflexivo de lectoras y escritoras. Se convirtió en un espacio de confianza, compañerismo y complicidad. Cada una de las sesiones nos permitió sentir empatía y llevar todo un proceso de autoconocimiento a través de las vivencias, opiniones y escritos de las demás compañeras. Como lectora, me permitió conocer algunas escritoras que eran totalmente desconocidas para mí, cada uno de los temas recomendados eran sumamente enriquecedores y, sobre todo, muy disfrutables. Como escritora, este taller fue ese espacio que me incitó a salir de mi zona de confort, me retó a mirar la posibilidad creativa que hay en otros géneros literarios, no sólo en la poesía y, sobre todo, me encaminó a valorar cada una de las cosas que escribo.” — María Fernanda “Este taller significó perder el miedo a mostrar mis escrituras, puesto que consideraba que no valía la pena exhibirlas. Además, fue la oportunidad para conocer mujeres maravillosas, escuchar sus voces y encontrar en sus inquietudes el reflejo de las mías y de la condición humana. Significó el replantear el papel que me asignaron como mujer y conocer a mujeres que no son tan populares. ¿Qué significa para mí la escritura? La palabra clave para mí es evasión. Escribir representa una ventana para imaginar sucesos que no son posibles en la realidad. A su vez, es una forma de desfogar mis emociones más intensas y mis inquietudes.” — Lucero Reza “Para mí, el taller significó un espacio de encuentro conmigo misma, con mis deseos y aspiraciones. También, se volvió un lugar en el que me sentí segura, cobijada y cómoda, porque las ideas de todas eran escuchadas y valoradas. El taller fue mi hogar cada sábado y un escape dentro de toda esta locura que hemos estado viviendo. En resumen, significó mucho, en muchos aspectos.” — Quetzal Torres

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“Recuerdo el mes de julio llevaba tres meses en cuarentena atrapada en la casa de mi infancia. Enfrentada a sí misma, a mi proyecto de vida desdibujado, con mi hogar empacado en cajas porque cada vez parecía más lejana la posibilidad de regresar, aunque cada vez anhelaba más el retorno a la ciudad que me había adoptado ocho años atrás, a mi trabajo en una editorial que recién empezaba, a mis estudios en literatura que por fin acababa de retomar, después de retirarme de la facultad por casi tres años. Recuerdo el mes de julio cuando me sentaba, vacía, de espaldas a la hoja en blanco, haciéndole duelo a mi propia voz apagada, confundida. Y, en medio de mi inercia, recuerdo una publicación en redes sociales que pregonaba la invitación a La habitación de Woolf: Taller multidisciplinario de escritura y literatura reflexiva para mujeres. Ya había empezado, pero las Hékate me hicieron un lugar. Me encontré pronto leyendo fragmentos de Una habitación propia y los tomé como una confrontación. Después de todo, ¿quién puede quedarse callada tras leer a Virgina Woolf? Empecé a escribir, por fin. A liberar las confrontaciones que me estaban quemando dentro. Empecé a celebrar mi propia voz y su encanto, la magia del encuentro, de la complicidad con mis compañeras del taller (y a refugiar mis angustias en su compañía). Ahora puedo decir que he echado a volar mi pluma, que he escrito más en estos cinco meses que en los últimos cinco años. Y que, con cada cuartilla, he aprendido a conocerme más a mí misma.”

— Lucía Patiño

“Este taller significó para mí atreverme a hacer algo nuevo, a reconectarme con esa pequeña que garabateaba en su libreta todo el tiempo. También significó conocer mujeres maravillosas, de todas las edades, puntos del planeta, profesiones y cosmovisiones y darme cuenta de que a todas nos unen las ganas de ser, de estar y de que nuestra voz sea escuchada y se vuelva eco para que otras mujeres se vean y se escuchen.” — Nadia Salazar Anderson “Escribir es una actividad que realizas en solitario en un momento de introspección. Un día tienes una idea que surge de algo que viste, escuchaste, viviste o sentiste, y, después de un tiempo, que puede ser largo o corto, imprimes esa idea en un papel, le das forma y la transformas, le das vida pero sigue ahí, estática. El taller para mí significó expandir ese momento de introspección, convertirlo en un diálogo, permitirle volar con el impulso de muchas voces. Algunas las fui descubriendo poco a poco, con cada sesión, con cada texto y cada historia; otras, siempre estuvieron ahí.” — Danahé San Juan Hernández 88


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“Para mí, el colectivo fue una buena oportunidad para ampliar y reforzar lazos de sororidad y considerar puntos de vista que no había contemplado antes.” — Mariana Baltazar

“Para mí, el colectivo fue una manera de rectificar que, a través de la literatura y escritura, las (personas) mujeres podemos hacer una profunda transformación de nuestro espíritu. También me sirvió para darme cuenta de que mis ideas pueden tener un impacto positivo en las personas y así puedo conectarme con ellas. Cuando los sueños se trabajan con pasión y entrega, suceden.” — Ana Rosa

“El taller ha significado muchas cosas para mí. En primera, me hizo darme cuenta de que lo increíble del trabajo es impulsar a los demás. En segunda, he descubierto a través de las palabras y los conocimientos de todas las chicas en el taller, que somos la oportunidad de crear, justo ahora, por el simple hecho de estar juntas.” — Jessica Solano

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Colectivo H èkate Este proyecto nació porque vimos la necesidad que tenían muchas mujeres por participar, por conocer y por hacer comunidad. Esto a raíz de nuestra participación en otro colectivo donde ofrecíamos difusión de lectura para niños y adolescentes. En esta labor nos dimos cuenta de que había muchas mujeres que eran tías, primas, mamás, abuelitas, etc. que acompañaban a sus niñas y a sus chicos a las actividades y eran ellas quienes participaban a la par de los niños y se interesaban genuinamente en los temas y las lecturas a pesar de que éstos estaban dirigidos a los pequeños. Es entonces cuando comenzamos a plantear la creación de un proyecto que ofreciera estas actividades dirigidas a mujeres de distintas edades, dando material para la reflexión de temas que vivimos las mujeres día con día, con dinámicas que propiciaran la apertura de opiniones y visiones del mundo, así como, la creación de una comunidad sorora y creativa. El nombre de este proyecto, “La habitación de Woolf: taller multidisciplinario de escritura y literatura reflexiva para mujeres” nació gracias al ensayo de la escritora inglesa Virginia Woolf llamado Una habitación propia, donde se plantea cómo las mujeres – a través de la historia – han sido relegadas y,

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por lo tanto, obligadas a no desarrollarse en muchos ámbitos, desde el económico hasta el intelectual. Una de las ideas más memorables de este ensayo es la noción de que una mujer para poder escribir — y crear — necesita de independencia económica y una habitación propia. De ahí el nombre del proyecto, porque este taller construye un espacio donde las participantes se sientan libres y seguras para encontrar su voz y dar soltura a su imaginación. Sin duda, seguiremos en esta emocionante labor construyendo más habitaciones y espacios donde la literatura, la creatividad y la libertad sigan floreciendo.

La pandemia fue un parteaguas para todos, pero — dentro de todo — en este taller encontramos el calor humano que nos hizo más llevadero el estar encerrados en casa durante tanto tiempo.

¡Síguenos en redes sociales! @colectivohekate @HekateColectiva 91


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Somos Colectivo H èkate Ana Rosa Ana Rosa Lozano González, 29 años. CDMX. Estudió la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Detective en potencia, está convencida de que la literatura es su mejor arma para descifrar los enigmas del universo.

Mariana Baltazar Mariana Baltazar, 28 años, CDMX. Estudió la carrera en Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Lingüista y viajera, siempre en busca de palabras nuevas que agregar en su vida.

Jess Solano Jessica Solano Morantes, 28 años. CDMX. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Actual estudiante de Mercadotecnia Internacional en la UnADM. Ilustradora por convicción y lo que se vaya juntando. Soy una sincera entusiasta de todo lo que tiene que ver con la creatividad, me gusta la cultura pop y adoro los gatos. Aún no sé a dónde voy pero he aprendido que lo importante es disfrutar del camino.

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Directorio de escritoras • •

Alejandra Bustamante Ronces. alejandrabustamante74@gmail.com •

Lupita Castillo ®

caravanadelartecoatzacoalcos@gmail.com

Facebook: DiversificandoLaCultura

Instagram: caravanadelarteac

Twitter: @caravana_del

Montserrat De Aguilera Flores.

monkydraco@gmail.com

Instagram: @monkydraco •

Helena De Alba Rivera

helenaalbriv@gmail.com

Dalia Exiga

daliz.itzi@gmail.com

Facebook: dalia.i.exiga

• •

Raquel Hoyos

• •

arkes_gogh@hotmail.com Facebook: rakel.hoyos

Laura Lizbeth Hernández Hernández. Instagram: @laurisxdhg •

Estelí Morales Huitzil

esteli.mohui@gmail.com

Facebook: Estelí MH 93


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Jessie Miranda

jessiemirandae@gmail.com

Instagram: @jessiemirandae

Twitter: @jessiemirandae •

María Fernanda

Twitter: @FerLoolBeh

Instagram: @maria_fernanda_lb

Lucía Patiño

taparaku@yahoo.com.co

Instagram: @lucymehendi

Facebook: Fundación Cultural América en mi Piel • • •

Stephany Ramírez Facebook: Stephany Ramírez Instagram: steph_ram

Lucero Reza

lucero_reza_1995@outlook.com

Twitter: @Lucero_reza

• •

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Nadia Salazar Anderson

nsalazaranderson@gmail.com

Facebook: nadia.anderson.581730

Twitter: @stumy_02

Danahé San Juan Hernández www.elsueñodelilith.com •

Quetzal Torres

kiremitzu@gmail.com

Instagram: @ataraxiaparoxistazul


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Ana Rosa Lozano González

analozffyl@gmail.com

Mariana Baltazar

Instagram: @la_bish_marianna

Jessica Solano Morantes

jessicartica@gmail.com

www.behance.net/JessicaSolano_art

Instagram: @jessicartica

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Esta es una antología que recoge los escritos de dieciséis mujeres que a lo largo de varios meses se juntaron semana a semana a reflexionar, compartir y leer sobre temas que todas hemos vivimos en nuestro día a día; tales como: los espacios femeninos, las figuras de Eva y Lilith, la belleza, el cuerpo, etc. Cada una de estas cuestiones dieron como resultado, textos tejidos a través de la reflexión. Te invitamos a sumergirte en cada uno de los escritos de esta antología, donde las escritoras son mujeres comunes, como tú y como yo, que han decidido expresarse a través de la escritura.

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