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Mi mejor experiencia como docente
Dr. Alain Gabriel Jullian Montañez*
En Preparatoria Xochicalco me ha tocado ver casi de todo, lo cual no resulta extraño ya que llevo varios años colaborando con la escuela. He conocido a alumnos que no quieren que termine la preparatoria porque van a extrañar a sus amigos (y, de paso, a docentes y administrativos, por supuesto). He presenciado el desarrollo increíble de muchos estudiantes y los he visto lograr cosas que ni siquiera ellos mismos creían posible.
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Además, he estado en diversos eventos organizados por la institución: graduaciones, Noches Mexicanas, varias posadas, algunas salidas acompañando a los grupos fuera de la escuela, un par de simulacros, una pandemia y, todos los años, la experiencia de Per-
files Vocacionales. Incluso, me tocó ver a un grupo de alumnos, a punto de graduarse, simulando ser los Minions pidiéndole al titular que fuera su padrino de generación ¡Definitivamente he pasado muchas cosas en Preparatoria Xochicalco!
El foro de investigación
Pero de entre todas esas experiencias (algunas realmente entrañables), hay una que conservaré hasta el día que me muera, porque ha sido uno de los momentos de más orgullo en mi extensa carrera como docente.
Todo empezó con el anuncio que en ese año los estudiantes de bachillerato podrían participar en el foro de investigación, que tradicionalmente celebran los alumnos de universidad. Al principio, se me hizo genial la idea de la apertura del Foro y la posibilidad real de que los alumnos vivieran una experiencia tan enriquecedora como esa. Sin embargo, luego pensé en la desventaja que podrían sentir nuestros alumnos al tener que compartir sus investigaciones en el mismo escenario donde estarían los alumnos de universidad.
Y no quiero que se me malentienda, no era que yo dudara de su capacidad ¡todo lo contrario! Si alguien puede conocer y entender el potencial de los alumnos de bachillerato, es justamente el docente que todos los días interactúa con ellos. Ese docente que los ve, escucha, analiza sus interrogantes y responde sus preguntas. Ese docente al que le platican sus planes, sus filias y sus fobias. Entonces no, no es por dudar de lo que sé que tienen en abundancia. Era otra cosa.
Mi incertidumbre partía de los tiempos. Porque bien sabía que los proyectos de la preparatoria suelen ser semestrales mientras que los de universidad pueden desarrollarse por más de un año. A pesar de ese detalle, invité a todos mis grupos a participar.
La respuesta de los diferentes grupos fue más bien fría. Los alumnos de sexto estaban más preocupados por ingresar a la universidad que por participar en un foro de investigación donde, además, sabían que estaban en desventaja. Asumí, entonces, que eso era lo que pasaría y que, pese a mi oferta de compensar en la calificación, no había sido suficientemente atractiva la propuesta que les había hecho ¡que equivocado estaba!
Antes de terminar la semana, dos alumnas y un alumno me pidieron unos minutos para hablar al final de la clase. Supuse que era sobre uno de los temas vistos o sobre el próximo examen. Pero no.
Era algo distinto.
Me preguntaron si estaría dispuesto a fungir como asesor para el proyecto que presentarían si es que decidían registrarlo. Yo les dije que sí, pero que me gustaría ver primero la propuesta. Me respondieron que estaba bien y ahí quedó todo el asunto. Al menos eso creí.
En las semanas siguientes, aunque les pregunté algunas veces, no hubo información al respecto. Pensé que su interés se había disipado y, pese a un par de indirectas que les lancé, parecía que se habían rendido. Dos o tres días antes del cierre de la convocatoria me pidieron verme en el receso a lo que por supuesto, accedí.
El proyecto que me presentaron me pareció muy interesante. De hecho, el tema resultaba particularmente llamativo porque se enfocaba en uno de los problemas típicos que suele haber en Ensenada: Los baches.
Como el proyecto estaba bastante bien, sólo les
ayudé un poquito con el formato y con un par de referencias que descargamos de la base de datos de la biblioteca de Xochicalco (EBSCO). Y así registramos el proyecto en la mañana del cierre de la convocatoria.
Semanas después, nos llegó la carta de aceptación y la sorpresa fue enorme, ¡éramos el único equipo de preparatoria que presentaría su trabajo en el foro de investigación junto con los alumnos universitarios!
De inmediato nos habló la directora para ofrecernos todo el apoyo que pudiéramos necesitar porque “ahora ustedes representan a la preparatoria”, nos dijo. Y ya con la encomienda nítida recibida, el equipo trabajó con la precisión de un reloj suizo.
Para hacerle justicia a la verdad, no todo fue miel sobre hojuelas. Recuerdo que hubo un par de veces que nos quedamos un poco después de clases para ajustar el trabajo. También hubo recesos que sacrificaron para poder avanzar lo acordado. No faltaron, desgraciadamente, los comentarios malintencionados o imprudentes de algunos de sus compañeros que a veces los hicieron dudar. Pero al final, todo ese esfuerzo y esa disciplina ¡valió la pena! Aunque en el proceso, por momentos nos sentíamos como el Pípila: cargando una loza en medio de una batalla, con una misión que solo nosotros podíamos completar porque era nuestra asignación y de nadie más y solo teníamos para lograrlo nuestra voluntad que a cada paso se fortalecía (pese a la loza que cargábamos).
Y así, concluyeron los alumnos su proyecto.
El día del foro
Para el día del foro, llegaron impecablemente vestidos. Muy formales en su ropa y ataviados, además, con la mejor de las actitudes. Recuerdo que les dije: “Diviértanse y disfrútenlo”, como si se tratara de un deporte o un juego lo que iban a hacer. Por supuesto, yo estaba mucho más nervioso que ellos, pero no se los dije. Yo tenía la obligación de mostrarme tranquilo, ecuánime; para infundir confianza en los que iban a exponer, aunque por dentro me estuviera muriendo.
Por otro lado, al verlos ahí, se hacía muy obvio que eran mucho más jóvenes que los demás asistentes, pero eso no importaba en realidad, estaban bien preparados para cualquier contingencia. Obviamente, no faltaron los detalles que estresaron el momento previo al evento. El no haber desayunado, la inseguridad de último momento de si iban a ser capaces de responder a las preguntas, la duda sobre la calidad del trabajo, la incertidumbre sobre la actitud del auditorio ante su cartel (y hasta de su misma presencia). Yo solo les decía que lo disfrutaran, que vivieran la experiencia, que nadie les había regalado el lugar que ocupaban, que ellos se lo habían ganado. Se los decía de manera muy sincera, pero sobre todo tratando de animarlos para lo que se les venía.
Para colmo, yo no podía estar con ellos mientras presentaban. Tenían que defender su trabajo por ellos mismos (a final de cuentas era foro estudiantil) así que me quedé a la distancia (como la gallina que ve alejarse a sus pollitos sabiendo que hay coyotes en la zona). Los vi exponer de forma desenvuelta a dos o tres asistentes y después me fui a revisar las demás investigaciones. Fue ahí cuando entendí lo que habían logrado. Mientras revisaba uno de los carteles, escuché que un alumno de Medicina (visiblemente emocionado) le comentó a uno de los alumnos universitarios a mis espaldas ¿ya viste el trabajo de los de prepa? ¡está padrísimo!
Lo que ocurrió después, siendo sincero, lo tengo parcialmente olvidado. El tsunami de emociones que me invadió, que era mezcla de orgullo, alegría, sentido de logro y gratitud hacia mis alumnos por haberme permitido ser parte de eso, hicieron que el resto del evento fuera como un sueño. Es decir, lo percibí de forma atemporal y completamente surrealista. Físicamente estaba ahí, pero estaba sin estar del todo y dudo que mis capacidades mentales estuvieran siquiera cercanas al 50%.
Sí recuerdo nítidamente algunas cosas, por
ejemplo, la reacción de incredulidad de algunos de los alumnos de Licenciatura cuando se enteraron de que mis alumnos eran de Preparatoria. También recuerdo una gran cantidad de alumnos y docentes que escuché comentar sobre la excelente investigación sobre los baches de Ensenada (incluso varios dijeron que era el más creativo de todos los carteles presentados).
También recuerdo la premiación al final del evento. Porque, por supuesto, nos dieron un reconocimiento. Me sentí ufano cuando el pleno ovacionó a mis alumnos al recibir su constancia ¡Lo habían logrado! A pesar de todo, y contra todas las expectativas que tenían algunos, y ciertos comentarios negativos que les hicieron a lo largo del proceso que los pudieron haber descarriado. Y sin embargo ¡lo hicieron!
Sobra decir que mi orgullo fue todavía mayor cuando llegamos a la Dirección de Preparatoria y tuvimos que narrar cómo les había ido a nuestros alumnos en su presentación. Si en algún momento de mi vida estuve en posición de entender (aunque fuera un poco) lo que sintió Julio César cuando regresó a Roma, después de la conquista de la Galia, seguramente fue en ese momento.
Miro en retrospectiva lo que pasó en ese semestre, con esa impunidad que solo el pasar del tiempo puede brindar, y concluyo que, en realidad, se conjuntaron una serie de factores muy afortunados. Que el foro de investigación se abriera justo en ese semestre, que la Dirección entendiera y valorara la enorme oportunidad que era para los alumnos la participación en ese evento, que yo les cayera suficientemente bien a los alumnos como para que me consideraran el asesor que necesitaban y que los alumnos adecuados se asociaran para potenciar su ya de por si alta capacidad individual.
Epílogo:
Seguramente habrá quien diga que se alinearon todos los astros y que el universo conspiró a nuestro favor. Yo prefiero verlo de forma un poco más terrenal: un grupo de jóvenes preparatorianos increíbles, con unas cualidades tremendas, se encontraron con un grupo de adultos que vimos esas características en ellos y decidimos dejarlos explorar su potencial. Para mí, eso fue lo que ocurrió en realidad en ese tiempo.