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El juego psicomotor

EDUCACIÓN

Ana Lorenia Willys Duarte*

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Los seres humanos somos sociales por naturaleza y, por ello, nos desarrollamos mediante interacciones con los otros, con el entorno y con nosotros mismos. Desde etapas tempranas, comenzamos a descubrir el mundo utilizando el cuerpo como el vehículo que nos permite interactuar con el entorno. En este sentido, más allá de las representaciones motrices que observamos, a su vez, un sinfín de interconexiones neuronales están ocurriendo al momento.

Por ello, resulta interesante analizar los procesos e interconexiones neuronales que se activan a la par del desarrollo psicomotor. Lo anterior nos permite percibir esta conexión con nosotros mismos y con el mundo, desde una perspectiva neurobiológica. El presente artículo se centra específicamente en el juego psicomotor, partiendo de la relevancia de esta actividad lúdica en la etapa pediátrica.

Herrero et al. (2010) señalan que los infantes pasan por diversas etapas en este tipo de juego. Hasta el primer mes de vida, los reflejos son involuntarios y automáticos. Entre los 2 y 4 años ponen en marcha la reacción circular primaria, la cual es una conducta sobre su propio cuerpo que, al azar y sin ningún propósito, produce un resultado placentero y motiva al niño a seguirla repitiendo.

Entre los 4 y 8 meses aparece la reacción circular secundaria, en donde descubre una conducta que le motiva, pero en esta ocasión, involucrando su entorno físico y social. En el periodo de los 8 a los 12 meses, el pequeño comienza a realizar acciones para conseguir un fin y, es después de los 12 y hasta los 18 meses cuando prueba nuevas coordinaciones de acciones de manera más consciente. Posteriormente, los infantes seguirán desarrollando sus habilidades psicomotrices con mayor control, coordinación y consciencia. Resulta importante considerar la etapa psicomotriz en la cual se encuentran para proponer juegos acordes a su desarrollo.

El vínculo del juego psicomotor con las neurociencias

El juego es una actividad natural para los niños, les permite representar su mundo y crear nuevos escenarios interconectando sus conocimientos y experiencias. De acuerdo a Ramírez (2013) el juego es el más puro y espiritual producto de esta fase del crecimiento humano, es la actividad social por excelencia, en la cual se ven claramente reflejadas las características del pensamiento, emoción y sentimientos infantiles. En realidad, la actividad lúdica no es exclusiva de

la edad infantil, los adultos seguimos disfrutando de las acciones espontáneas y libres.

En específico, el juego funcional o de ejercicio, también llamado juego psicomotor, de acuerdo a Herrero et al. (2010), permite el desarrollo sensorial, la coordinación de los movimientos y los desplazamientos, el desarrollo del equilibrio estático y dinámico. El ejercicio físico es espontáneo y placentero, además, contribuye al desarrollo físico, intelectual y emocional del niño tal como lo señala Ramírez (2013).

Durante el juego motor, el niño obtiene placer al realizar los ejercicios, Ramírez (2013) menciona que, desde el punto de vista psicomotriz, el juego potencia el desarrollo del cuerpo, el control muscular, el equilibrio, el desarrollo de la motricidad gruesa y fina, coordinación dinámica global, la precisión de movimientos, la fuerza muscular, el control motor y la resistencia. El autor menciona que todos los juegos de movimiento, con el cuerpo y objetos, juegan un papel fundamental en el desarrollo psicomotor, promoviendo la maduración nerviosa y estimulando la coordinación de las distintas partes del cuerpo.

Ahondando un poco más en el tema, profundizaremos específicamente en la psicomotricidad, la cual, de acuerdo a Nájera (2013), contempla al ser humano desde una perspectiva integral, considerando aspectos emocionales, motrices y cognitivos. De esta manera, el autor puntualiza que se considera el desarrollo global del individuo, tomando como punto de partida el cuerpo y el movimiento para llegar a la maduración de las funciones neurológicas y a la adquisición de procesos cognitivos. Lo anterior, de acuerdo a Nájera (2013) es un proceso repleto de un contenido emocional, basado en la intencionalidad, la motivación y la relación con el otro.

La autora menciona que sólo podemos concebir al desarrollo psicomotor infantil si se integran los diferentes aspectos que nutren y envuelven la vida del niño: aspectos físicos, psicológicos, afectivos, relacionales y sociales. Ibáñez et al. (2004), puntualizan que el desarrollo psicomotor es un proceso dinámico y complejo, fruto de la interacción entre factores tanto genéticos como ambientales. Los autores mencionan que se sustenta en la evolución biológica, psicológica y social, dando como resultado la maduración orgánica y funcional del sistema nervioso, el desarrollo de funciones psíquicas y la estructuración de la personalidad.

Ahora, hablemos de algunas capacidades psicomotrices básicas que se desarrollan durante el

juego. En primera instancia, el control postural, de acuerdo a Ibáñez et al. (2004), tiene un rol esencial ya que, adoptar posturas cada vez más erectas, implica vencer la gravedad y es signo de un mayor control cortical del movimiento, además, es la base biomecánica para conseguir habilidades manuales y locomotrices, levantar y girar la cabeza para conseguir la estabilidad postural.

Posteriormente, se encuentra el esquema corporal. Tal como lo señalan Ibáñez (2004), dicho proceso se produce cuando el niño toma conciencia de su propio cuerpo y a través de las sensaciones cinestésicas construye su esquema corporal, que le informa de su posición en el espacio. Para ello podemos proponer juegos como las estatuas de marfil, golpear el balón con diferentes partes del cuerpo o el juego del espejo en donde reproducimos movimientos. En este sentido, los autores señalan que el niño desarrolla a su vez la direccionalidad y, por medio de ella, la lateralidad y verticalidad.

El juego psicomotor en la activación del bloque funcional de tallo cerebral

El ejercicio físico ayuda a que las neuronas puedan establecer más fácilmente conexiones, posibilita después a aprender otras cosas con más facilidad. Con este tipo de actividades entrenamos partes del cerebro que nos ayudarán a leer, escribir, sumar y cualquier actividad intelectual. Tal como lo mencionan Arango y Pimienta (2004), la mayoría de las neuronas no son sensitivas ni motoras, más bien son interneuronas que se encuentran intercaladas entre el polo sensitivo y el polo motor. Los autores afirman que, de esta manera, esta extensa red interneuronal representa el 99,98% del total de las neuronas que constituyen el sistema nervioso central, y el 70% se encuentra en la neocorteza.

Las habilidades motoras que observamos en los infantes, implican todo un conjunto de factores psicomotrices, por ejemplo, Ibáñez et al. (2004), señalan que, para conseguir la marcha independiente, los niños deben tener suficiente fuerza muscular, proporciones corporales adecuadas, interés por dirigirse a algún sitio, equilibrio, y factores ambientales propicios para mantener esta acción, además de la madurez cerebral.

Nájera (2013) puntualiza que, para el momento del nacimiento, casi ha llegado a su conclusión el crecimiento repentino de la médula espinal y del tallo cerebral (el cual es responsable de las funciones corporales básicas, tales como la respiración, frecuencia cardiaca, temperatura corporal y el ciclo vigilia sueño). Por su parte, de acuerdo a la autora, el cerebelo (la parte del cerebro que mantiene el equilibrio y la coordinación motora) crece a su máxima velocidad durante el primer año de vida.

Hay principios que nos permiten pensar en juegos motrices para los infantes considerando el proceso de desarrollo psicomotriz. En este sentido Nájera (2013) menciona que la organización céfalo caudal (ley céfalo caudal) nos indica que se irán controlando antes aquellas partes del cuerpo más próximas a la cabeza y progresivamente el control se ejercerá hacia la pelvis. Es por ello que el niño mueve la cabeza y el cuello antes de sentarse. Añamuro (2019), agrega que, de esta manera, el control de los músculos del cuello se adquiere antes que el control de los músculos del tronco, y el control de los brazos es anterior al de las piernas.

En esta línea del proceso, Añamuro (2019), menciona que la ley próximo distal, enmarca que los niños controlan antes las partes que están más cerca del eje corporal (la línea imaginaria que divide el cuerpo de arriba a abajo en dos mitades simétricas) que aquellas otras que están más alejadas a este eje. Es por ello que los juegos deben de propiciar la coordinación motora que permita que se vayan logrando movimientos cada vez más precisos.

Además, Añamuro (2019), menciona la Ley de lo general a lo específico, la cual indica que el desarrollo procede de patrones generales de respuesta a patrones más específicos y refinados en los que participan sólo los músculos y los miembros adecuados.

De manera general hay estructuras como el bloque funcional TPO (conformado por los lóbulos temporal, parietal y occipital) que tiene la función del esquema corporal y orientación espacial y el tálamo el cual, de acuerdo a Gutiérrez et al. (2017), se encarga del control de la actividad motora.

Adentrándonos aún más en el ámbito neurológico, el bloque cortical permite adquirir procesos de comportamiento y aprendizaje. A nivel del tallo cerebral, se vincula la actividad física, ejercicios de respiración y relajación, por lo cual podemos ver que si los pequeños muestran fatiga, cansancio o una respuesta lenta, sería necesario activar los procesos del tallo cerebral.

García et al. (2009), mencionan que a nivel subcortical, los ganglios basales y el cerebelo son dos estructuras involucradas en el movimiento y en el aprendizaje motor. Los ganglios basales, en particular, se encargan del control de la postura y el movimiento voluntario. García et al (2009), señalan que el aprendizaje motor se puede definir como un cambio en la ejecución motora con la práctica y mediante este proceso el encéfalo adquiere nuevos repertorios de movimientos mediante la ejecución repetida, involucrando mecanismos de neuroplasticidad.

El cerebelo es una estructura subcortical muy importante para la integración de la información sensorio-motora, el control de movimiento, el equilibrio y el aprendizaje motor. García et al. (2009) menciona que la corteza motora primaria envía una proyección que lleva un comando motor hacia uno o varios módulos de la corteza cereberal y, a su vez, el cerebelo recibe la información excitatoria desde la médula espinal sobre el estado sensorial de las extremidades y el tronco.

El cerebelo forma parte del del Sistema Nervioso Central, como se mencionó anteriormente, está relacionado con la coordinación, ajuste y control de movimiento. García et al. (2009) mencionan que está relacionado con la coordinación, ajuste y control del movimiento, al modular la información proveniente de la médula espinal y del tallo cerebral. Los autores señalan que la corteza prefrontal es responsable de la planificación del movimiento y, por su parte, la corteza premotora es necesaria para su programación. En este sentido, la corteza motora envía los comandos a centros motores del tallo cerebral y de la médula espinal. García et al. (2009), puntua-

El ejercicio físico lizan que el cerebro permite ayuda a que ejecutar movimientos suaves, las neuronas puedan establecer conexiones, y precisos y coordinados, y por otro, aprender patrones de movimiento que pueden ser almacenados en la red neural, posibilita a aprender para ejecutarse después de con facilidad. forma automatizada.

Con este tipo de actividades El vínculo de la activación del tallo cerebral con entrenamos partes la motivación durante del cerebro que el juego psicomotriz nos ayudarán a Jugar motiva mucho a los leer, escribir, sumar, etc. niños, sobre todo los juegos motrices que implican movimiento y desplazamiento libre y espontáneo. En este sentido, Navarro (2015) define la motivación como el impulso a actuar, dirigiendo nuestra conducta hacia una meta determinada. Podemos hablar de motivación intrínseca cuando se relaciona con el valor de la tarea en sí y con una motivación personal que surge un interés que nace dentro de sí mismo. Por su parte, la motivación extrínseca cuando es respuesta de factores externos de recompensa, Elivra (2011), señala que proporciona una clase de beneficio material, no nace directamente del estudiante, proviene de otras personas o circunstancias. Elvira (2011), puntualiza que para la teoría cognoscitiva social, motivación y aprendizaje van in-

tegrados, en relación a ello, la autora menciona que el establecimiento de metas y la autoevaluación del progreso constituyen importantes mecanismos motivacionales, así como la comparación social de habilidades y opiniones con las de otros.

Retomando al tálamo, este forma parte del sistema de motivación y sin motivación no hay aprendizaje. La motivación aporta energía extra al cerebro, permite al cerebro funcionar con más eficiencia y más tiempo. Si no estamos motivados, nos mostramos cansados y es por ello crucial activar la sorpresa, atención y motivación. La motivación nos da placer al haber más energía en el cerebro, genera placer y un sentimiento de recompensa. Por ello, todo lo que se aprende con motivación es valorado como algo positivo por el cerebro.

Existen neurotransmisores vinculados con la motivación, los cuales se activan durante el juego psicomotriz, tal es el caso de la dopamina. Bahena et al. (2000) señala que este neurotransmisor catecolaminérgico es el más importante del Sistema Nervioso Central de los mamíferos ya que participa en la regulación de diversas funciones como la conducta motora, la emotividad y la afectividad, así como en la comunicación neuroendocrina.

Elvira (2011), señala que hay modelos que tratan de explicar la conducta motivada a partir de los cambios que se producen en el nivel de activación del organismo y es por ello que las neuronas de muchas de estas áreas cerebrales involucradas utilizan como neurotransmisor la dopamina (asociada a los efectos placenteros que proporcionan las recompensas naturales). La autora refiere que otras sustancias químicas relacionadas son las endorfinas, responsables de reducir los efectos negativos de estímulos que pueden resultar dolorosos o estresantes.

En conclusión, el juego en general representa una actividad lúdica que permite liberar dopamina a nivel cerebral. Específicamente el juego psicomotriz, además de permitir que la dopamina se libere y se den de manera más fácil los procesos de aprendizaje, permite desarrollar capacidades psicomotrices y activar procesos neuronales que facilitan el desarrollo de procesos cognitivos. Jugar permite desarrollar el control postural, el esquema corporal, la lateralidad y direccionalidad. Representa un momento lúdico en donde se desarrollan procesos psicomotrices y neurológicos fundamentales para los niños. Las experiencias lúdicas fungen como una extraordinaria oportunidad de motivar a los niños y al mismo tiempo brindarles experiencias de desarrollo integral.

*Maestra en Dirección y Supervisión Escolar

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