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Mª. PILAR DE LA PEÑA GÓMEZ medios para hacer de la estructura la única protagonista, pues debe mostrarse con la mayor claridad y no permitir que nada la oculte. Por eso, los muros exteriores, por mínimos que sean, desaparecen al ser sustituidos por vidrio. En definitiva, concibe los rascacielos como grandes prismas rectangulares completamente transparentes que, autosuficientes en su búsqueda del cielo, renuncian a cualquier relación con la naturaleza, al tiempo que logran un carácter inmaterial sorprendente gracias a su pureza formal y a los reflejos de luz (Seagram Building, Nueva York). Mientras en Europa los arquitectos se comportan como urbanistas para cambiar la ciudad y, con ello, también la sociedad, en Estados Unidos se dan soluciones distintas que encarnan el modelo de vida propiamente americano. Precisamente allí se encuentra el origen del Funcionalismo, con ocasión de la reconstrucción de Chicago a finales del siglo XIX. Por tanto, en la primera mitad del siglo XX se quiere ofrecer una arquitectura completamente diferente de la europea, lo que se logra renunciando del todo a cualquier referente histórico, lo que es más fácil en suelo americano por estar libre del fuerte peso de la tradición.
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El gran protagonista es Frank Lloyd Wright (1869-1959), alumno de Sullivan que, entre 1900 y 1910, diseña casas de campo en la zona de Chicago, conocidas como “casas de la pradera”. En ellas da al Funcionalismo un nuevo sentido orgánico, pues pone todos los medios técnicos al servicio del hombre para mejorar su vida, pero, al mismo tiempo, considera que el edificio afecta notablemente a quienes lo ocupan, de donde deriva la gran responsabilidad del arquitecto. Éste debe saber cómo es el hombre y cómo vive para facilitarle todas las comodidades que el progreso permite. Por ejemplo, busca unos resultados óptimos en la acústica, en la temperatura, en los materiales o en la combinación de los colores. Para ello es crucial también establecer una relación directa con el exterior, algo que los funcionalistas europeos tienen en cuenta y logran por medio de la pared con cristal. Sin embargo, Wrigth va más lejos, pues para él el edificio es como un ser vivo que, al crecer, se extiende sin límites hacia la naturaleza. Ésta, al mismo tiempo, se introduce dentro de él a través de los árboles y de las corrientes de agua. Surge entonces un nuevo tipo de casa, muy original como el de Le Corbusier pero diferente, pues Wrigth prescinde de la caja tradicional cerrada, con lo que deja de considerarla como un interior que, por encima de todo, protege. Por el contrario, la diseña como un conjunto de bloques espaciales que penetran entre sí y con el espacio natural, al que llegan a invadir (Casa de la Cascada, Bear Run, Pensilvania). Así, dentro del Funcionalismo Wrigth crea en la década de 1930 la arquitectura orgánica, que, con enorme repercusión tras la Segunda Guerra Mundial, supone el comienzo del arte americano.
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2.10. Últimas tendencias Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se convierte en el centro cultural más importante del mundo occidental, pues es el destino de muchos intelectuales y artistas que huyen del conflicto. Los primeros llegan en la década de 1930, como Einstein, Gropius o M. van der Rohe, mientras que otros lo hacen en la de 1940, instalándose en Nueva York, como
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(Negro/Black pla