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MANUAL BÁSICO DE HISTORIA DEL ARTE Paralelamente a la imagen religiosa se cultiva con igual fuerza otra profana, tanto en las cortes absolutistas europeas como en las sociedades eminentemente burguesas. La imagen cortesana es un recurso del poder político para hacer propaganda del rey y del Estado con géneros como el retrato, la pintura de historia y la mitología. Sin embargo, la naturaleza muerta, el paisaje, la pintura de costumbres o también el retrato, pero de tipo burgués, se fomentan en países donde la burguesía asume el liderazgo político y económico, como Holanda y Flandes. El objetivo del arte barroco es, por tanto, distinto al del Renacimiento, cuando lo que se perseguía era demostrar la estructura racional del universo, totalmente cerrada y equilibrada. Después, en el Manierismo el afán de alcanzar lo espiritual lleva a la ruptura con lo clásico y, por tanto, con la naturaleza, pues se mueve en la órbita de lo ideal. Frente a esto reacciona el Barroco, que parte de lo real para llegar a la ficción y así persuadir, lo que realiza a través de dos tendencias opuestas pero igualmente necesarias que se refieren a una actitud diferente con respecto al pasado clásico: una lo respeta y otra lo rechaza. En la primera se acepta la tradición, pero se transforma en un sentido barroco, lo que tiene enorme influencia en el siglo XVIII y, en general, en todo el arte académico hasta hoy. En este clasicismo del siglo XVII se elaboran unas doctrinas artísticas que se refieren a la imitación ideal de la naturaleza a partir de modelos antiguos, a la nobleza del tema considerando lo histórico como lo más selecto, a la expresión de los sentimientos a través de los movimientos del cuerpo para provocar emoción en el espectador, a lo decente según la moral y la religión, o a la formación literaria del artista. Sin embargo, quienes deciden romper completamente con las normas clásicas llevan a cabo una completa renovación con consecuencias más fructíferas a largo plazo.
3.2. ITALIA
a) Marco histórico
Con estos precedentes, la etapa de mayor esplendor para Roma y, como consecuencia, para el Barroco italiano es la de Urbano VIII (1568-1644), Inocencio X (1574-1655) y Alejandro VII (1599-1667), que acceden al papado en 1621, 1644 y 1655 respectivamente. Tras los inicios de la restauración católica, basada en la austeridad, los tres utilizan el arte como instrumento para ensalzar más su riqueza temporal que su sentido espiritual. Con Urbano VIII se aprueban los decretos del Concilio de Trento y los jesuitas se convierten en los aliados más
ÍNDICE
MANUALES UEX
En la primera mitad del siglo XVII Italia asume el liderazgo artístico europeo gracias al patronazgo papal, que convierte a Roma en centro de la cristiandad católica, lo que atrae a muchos fieles y también a muchos artistas que se encargan de construir, reformar y decorar gran cantidad de edificios. Se dan así las condiciones idóneas para que en esta ciudad nazca el Barroco. Los primeros pasos se dan ya a fines del siglo XVI, con Sixto V, y a principios del XVII, con Clemente VIII (1536-1605), papa desde 1592, y Paulo V (1552-1621), papa desde 1602, todos ellos aún en un ambiente netamente contrarreformista.
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