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Palabras del director
El duelo: ¿Una Cuestión de Dignidad?
¿Por qué hablamos de duelo? ¿Si en nuestros más de 70 años el desafío ha sido siempre buscar alternativas clínicas para disminuir la mortalidad, celebrando la vida siempre, alentando la esperanza? ¿Por qué un Hospital de Niños decide abrazar esa palabra llena de dolores, miedos e incertidumbre, la de la muerte?
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La respuesta la comenzó a escribir hace años la Comunidad de este Hospital, refexionando, dialogando, enseñándonos que tan necesario como hablar de la vida, lo es hablar de la muerte.
Las autoras de esta publicación, se hicieron cargo de esa necesidad.
Se trata de mujeres valientes que decidieron abrazar este diálogo sobre el dolor, sobre soltar y dejar partir.
Decimos que fue el ‘mundo’ de la comunidad del Hospital, la que ha venido aprendiendo, y caminando por esta ruta de mirar, refexionar y fnalmente, vivir/escribir del duelo, de la pérdida y de la ida. La que fnalmente ha presionado, como tantas otras veces, el desarrollo de una respuesta distinta a una pregunta eterna: ¿cómo enfrentamos la muerte? Así, haciendo estas constataciones es que asumo la tarea de presentar este texto. Lo hago, intentando responder tres interrogantes; la primera es acerca de porqué, un Hospital de niños y niñas decide hacer, de manera contracultural, esta tarea; es decir, ¿porqué, quienes decidimos por vocación ‘luchar por la vida’, escribimos del duelo?, la segunda es en relación con qué valoramos de este escrito y tercera, es sobre qué representa el texto, en nuestra opción más profunda como establecimiento de salud.
La historia de este Hospital ha sido correr el cerco de los límites que la enfermedad de la Infancia pone a la vida y en ese camino, ha estudiado, investigado y tratado de manera sistemática y concienzuda, de desarrollar nuevas terapias y tecnologías para tratar enfermedades viejas o emergentes, que amenazan vitalmente a nuestros y nuestras pacientes; también, hemos crecido en el acogerlos, cuidarlos y acompañarlos en dimensiones crecientes de sus Derechos; sin embargo, cuando su evolución cruza más allá de los límites de las posibilidades terapéuticas, la pregunta es qué es lo que nos mueve a seguir junto a ellos. Nos comprometemos con ellos en
estos nuevos deslindes, porque no tratamos pacientes, ni solo ‘luchamos por la vida’; lo que ocurre, es que somos compañeros/as de lucha. Ellos y nosotros, nos encontramos en eso como seres humanos, como personas y la dimensión de las personas, va más allá de la vida, está antes de nacer, en el nido que lo engendra, que lo sueña y está también más allá del vida, está en la historia y la memoria que los sobrevive, en sus cercanos y en cada uno de nosotros. Por eso hablamos de
duelo, porque transitar por él, y hacerlo bien, es una forma de honrar con dignidad su vida y la de quienes están enlazados con ella.
Por su parte, valoramos el escrito, en primer lugar, porque las manos que lo hicieron, hablan desde el único lugar sincero desde donde se puede hacer de verdad. Desde el corazón dolido, por sus propios duelos y condolido por los tantos duelos que han acompañado, tomadas de las manos, acompañando ese dolor tremendo de la pérdida querida. Valoro el talento de esas manos escritoras, de mirar la muerte, de sentirla y poder decir que se puede vivir más allá, sin negarla; y afrmarnos, que es un camino necesario y que hacerlo bien puede ser sanador. Valoro fnalmente en ellas, su genuina generosidad en cuanto no nos dice cómo transitar el duelo, sino más bien cómo lo han vivido, y cómo lo han hecho otros y otras, que -tras la emoción y refexión- han aprendido para poder enseñar.
Por último, mirar hacia el fondo del sentido identitario que nos señala esta senda de aprender de los dolores, nos permite seguir siendo el mismo equipo ambicioso, creativo e innovador, que esta vez se enfrenta hacia la humildad de aprender de límites, de la integralidad de la existencia, y que se hace cargo de que ser humanos, también es convivir con la despedida, creciendo así en calidad de ser.