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Fortalecer Instituciones: el gran

Lucho Torres

semana : archivo foto Juana Ruiz.

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ción en materia estatal es muy débil. “Si uno mira lo que están haciendo con el Contrato Plan es muy diciente de cómo funcionan las cosas acá. Hay unos recursos por más de dos billones de pesos; Bolívar toma su parte y Sucre la suya, y algo que debió servir para avanzar en temas estratégicos regionales, como el agua y las vías, no van a dejar que funcione”.

Lo ideal era haber tomado esos recursos para dos o tres estrategias que permitieran resolver el tema regional, afirma Henríquez. Siente que a pesar de que existe un tejido social reconstruido, aún se impone el peso de años de violencia. La sociedad civil está en una encrucijada, dice, y hay líderes nuevos y renovados, pero hay que abrir el espacio de la institucionalidad para que los escuchen.

JUANA RUIZ TEJEDORAS DE MAMPUJÁN

A través de la asociación para la Vida Digna y Solidaria (Asvidas) y su iniciativa Mujeres Tejiendo Sueños y Sabores de Paz de Mampuján, Juana Ruiz, una de sus líderes, ha logrado que un grupo de mujeres, víctimas de la violencia, haya consolidado el proceso de recuperación de su dignidad y de la de sus familias.

Fueron 245 familias que se desplazaron en el año 2000 por presiones de un grupo de paramilitares. Todas ellas, con una voluntad que roza lo heroico, decidieron volver y tejer sus recuerdos. Así se empeñaron en cerrar las heridas que les había dejado la violencia, para que Colombia conociera lo que habían padecido.

Estas mujeres empezaron a tejer tras realizar un taller de costura con la pastora norteamericana Teresa Geiser, con quien nació la idea de hacer tapices que relataran el dolor y desarraigo de su comunidad. Fue una suerte de catarsis mezclada con una búsqueda de encontrar soluciones productivas para muchas madres cabeza de familia.

Esta iniciativa fue reconocida en el año 2015 con el premio nacional de Paz. Gracias a eso se resaltó el papel que han tenido Asvidas y Juana Ruiz en el retorno a Mampuján, que se ha enfocado en transmitir sus experiencias a otras mujeres víctimas del conflicto armado, con mecanismos pacíficos que buscan la resiliencia, el perdón y la reconciliación.

LUCHO TORRES EL RESISTENTE

Desde que regresó a El Salado en el 2011, Lucho Torres sabe que no hay vuelta atrás. Había salido desplazado con su familia tras la violencia que desataron los actores armados en los Montes de María, pero supo que su destino seguía conectado a su tierra.

Junto con otros líderes encabezó un grupo de campesinos que abrió la trocha que comunicaba El Carmen con El Salado, levantó casas y guió el proceso de reparación colectiva para las víctimas de la violencia, y con su ejemplo llenó de coraje y valor a otros que le siguieron los pasos.

Lucho conoce a cada uno de los saladeros que regresaron, a quienes ha acompañado y apoyado en su empeño de traer el progreso a la región. También ha visto nacer a nuevas generaciones que hoy han aprendido de sus padres y abuelos el valor del agro, con el que le han devuelto la vida a sus campos; para ellos, su liderazgo es una fuente de inspiración y sabiduría.

Se puede decir que Lucho Torres es el alma de la resistencia de El Salado y que gracias a su labor silenciosa ha permitido devolverle la dignidad a un pueblo sobre el que se ensañaron los violentos, sobre una región que es hoy ejemplo para el país de la reconciliación y la construcción de paz.

La mayor satisfacción que ha vivido Lucho en estos últimos siete años —así lo cuenta— es haber retornado, porque eso le ha permitido desplegar su trabajo social para ver El Salado repoblado de nuevo, como en las épocas de antaño, y con el anhelo de progreso en las sonrisas de sus gentes.

Soraya y la memoria Soraya y la memoria de los Montes de María de los Montes de María

Durante dos décadas a la cabeza del Colectivo de Comunicaciones Línea 21 esta comunicadora ha llevado un mensaje de reconciliación, memoria y construcción de paz.

semana fundación fotos : archivo

Soraya Bayuelo Castelar aún recuerda las huellas que la guerra dejó en su familia. En menos de dos años fueron asesinados en el Carmen de Bolívar su hermano Milton (en mayo de 1998), y su sobrina de 13 años: Angélica (agosto del año 2000).

En 1999, ella había fundado, junto con su socia Beatriz Ochoa y un grupo de periodistas y líderes de los Montes de María, el Colectivo de Comunicaciones Línea 21. Pero al poco tiempo le tocó irse de su pueblo natal después de que la amenazaran. Sin embargo, la muerte de su sobrina y la violencia, que tanto la afectaron a ella y a sus familiares, le impusieron la obligación de regresar.

De Cartagena, a donde había ido a refugiarse, esta ganadora del premio nacional de Paz en 2003 volvió para hacerle resistencia a los violentos, que en ese momento convertían a sus Montes de María en un campo de guerra.

“Decidimos trabajar por los jóvenes”, cuenta Soraya antes de explicar la estrategia con la que enfrentaron la realidad de

Soraya Bayuelo, Directora del Colectivo de Comunicaciones Línea 21. que muchos de ellos estaban siendo reclutados por los grupos armados legales e ilegales: “La guerra le metió miedo a la gente. Y lo que más me afectó fue ver morir a muchos de mis amigos”.

El Colectivo y sus diferentes productos fueron un bálsamo que alivió a una región que se ha pavoneado a lo largo de su historia de ser progresista, pacífica, altiva y democrática, pero que cayó en un limbo que le dejó más de 250 mil desplazados en dos décadas, miles de muertos y desaparecidos, y unos campos arrasados.

Soraya recuerda con tristeza que esos pueblos y montañas de a poco se fueron apagando por los combates, las bombas, los asesinatos a mansalva y el terror de las masacres. La gente ya no se sentaba en las terrazas, y no había bailes por las noches. Había un toque de queda implícito.

Para romper ese miedo, en la peor época de los Montes de María, el Colectivo llevó películas a los pueblos sumidos en la oscuridad del conflicto gracias a un cineclub itinerante llamado La rosa púrpura del Cairo. “Una de las secuelas de la guerra es que no había tranquilidad y garantías para volver. Eso no impidió que la gente se juntara”.

De la Rosa Púrpura nació Cinta de Sueños, otra iniciativa en la que participan jóvenes, mujeres, campesinos y medios alternativos de comunicación, en un proceso pedagógico comunicacional que da cuenta de cómo se narra la vida de la región desde sus mismos pobladores.

A lo largo de esos años, aunque reconoce que muchos se autocensuraron para salvar la vida, Soraya y el Colectivo se ingeniaron formas para hacerle el esguince a los violentos y poder promover, a través de la cultura y la resistencia pacífica. Para muchos jóvenes que pasaron por la casona del colectivo en la plaza principal del Carmen, ese espacio sirvió como refugio para aprender sobre comunicación, periodismo, cine, música y fotografía.

Después de años de resistencia pacífica y temor, los Montes de María han empezado a recuperar su brío. Soraya nunca ha dejado de ser la voz que le muestre a propios y extraños las maravillas que esconden esas montañas, tampoco ha dejado de ayudar a muchas víctimas a tener un instante de sosiego con sus ruedas de sanación.

El Colectivo de Comunicaciones Línea 21 es hoy uno de los motores de la región. Sigue siendo un refugio de jóvenes dispuestos a contar las historias buenas y malas que no han podido apagar el espíritu de sus gentes. “Estamos insistiendo en construir colectivos de la memoria, semilleros de investigación para que se narre y se cuente”, dice.

En ese sentido, teniendo como certeza que el territorio está viviendo una fase de resurgimiento, cree que esta es una oportunidad para construir nuevos espacios de paz y entendimiento. “Para que haya puntos en común tenemos que sentarnos a dialogar con los que están en el territorio. Veo un crecimiento de transformación en la región y de hoy hace parte de la iniciativa de museos del Centro Nacional de Memoria Histórica. Se hizo como una alternativa para narrar el territorio y un ejercicio de búsqueda de la verdad.

El Mochuelo es el producto de años de trabajo comunitario promovido por el colectivo como un homenaje a sus víctimas y un reconocimiento al trabajo realizado para el registro de la memoria colectiva y el esclarecimiento de la verdad.

Detrás de esta iniciativa hay una intención de unir una región dividida. “El

EL COLECTIVO ES EL REFUGIO DE JÓVENES DISPUESTOS A CONTAR LAS HISTORIAS BUENAS Y MALAS DE LA REGIÓN.

su sociedad civil. Me gusta porque es consecuente, civilista, enemigo de empuñar las armas”.

Soraya cree que el diálogo con la guerrilla de las FARC es una gran oportunidad para el país, para que empiece a enfrentar problemas que considera más graves para el desarrollo y la democracia de la región como la corrupción. Mientras, el colectivo se ha renovado y piensa en hacer su aporte para la memoria y las víctimas de la región, en especial para los jóvenes.

Ese espíritu fue la base para diseñar el museo itinerante de El Mochuelo, que Mochuelo es un reencuentro y recoge en cada lugar lo que las comunidades tienen para contar”, sostiene Soraya. Además, lo concibieron como un espacio cultural para educar a la población de una manera segura: “Es una apuesta personal, no queremos que nadie viva la guerra”.

Soraya sigue recorriendo los rincones de los Montes llevando su mensaje de reconciliación.

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