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Una tarde en vóley (L. Agel)…………………………………………Pág

UNA TARDE EN VÓLEY

Voy a crear lo que me sucedió.

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Clarice Lispector

La tarde del martes, a las 18:19 Hs, la chica de 14 Años se vistió con ropa deportiva, pantalones y buzo color negro, una remera larga blanca y zapatillas rosas con cordones. Merendó unas galletitas con un delicioso jugo de manzana, antes de partir a su clase. A las 18:45 Hs llenó rápidamente con agua la botella metálica de color violeta y después se abrigó con su campera tono verde oscuro. Salió, se subió al auto negro de su madre que estaba en el garage de su casa y juntas se dirigieron a la Escuela N° 15, lugar donde daban clases de vóley. Llegaron luego de transitar en auto y cruzar el centro de la ciudad. La chica esperó hasta que la puerta de la escuela se abrió, como era habitual cuando llegaba la profesora de vóley. En ese momento, bajó del auto, cruzó la calle y entró a la escuela. Caminó por el largo pasillo, con ansiedad y alegría del encuentro con sus pares, hasta llegar a la puerta del gimnasio que siempre estaba abierta. Ese era el lugar donde practicaba vóley. Había esperado desde el jueves de la semana anterior la clase de su deporte favorito. La profesora era alta y morocha, muy simpática. Transmitía una pasión por el deporte que contagiaba las ganas a sus alumnos. Ella era el alma del encuentro, muy exigente, por cierto, pero con una gran dulzura explicaba la actividad del día. La joven se sacó la campera y la dejó en una silla blanca. Todos los abrigos estaban ahí y otros tirados en el piso color marrón anaranjado. Luego, colocó su botella en una mesa.

Pasaron unos minutos hasta que la profesora dijo que entraran en calor, corriendo y trotando por todo el lugar, tres veces. Todos hicieron lo mismo, aunque a veces paraban porque se cansaban. Ella y sus amigas también descansaban.

Después de un rato, se pusieron a hacer técnica, como practicar el golpe de arriba y el de abajo, los saques de arriba y de abajo, levantar la pelota y los remates. Ella era buena en fuerza, podía efectuar saques de arriba sin ninguna dificultad. Durante un largo tiempo jugaron y compartieron la tarde. Cuando terminaron, la joven se sintió cansada y fue a tomar agua. La profe armó grupos de cuatro y de tres jugadores, para que compitan entre sí. Estos últimos eran súper aburridos, tenían que esperar para entrar, ya que jugaban por rotación.

Una de sus compañeras era altísima, por lo menos medía dos metros y medio, impasable por arriba. Además, bloqueaba absolutamente todo lo que pasaba a su lado. Una verdadera torre, la Torre Eiffel.

A la joven le tocó estar en un grupo de cuatro jugadores y competir con otro equipo de igual cantidad en la cancha contraria. Empezaron a jugar. Muchas veces se ponía aburrido y se notaba, porque la pelota se caía muy rápido o sacaban mal. Igual se divertía en sus clases, tenía amigas con las cuales charlaba, hacía la actividad deportiva y despejaba su mente. Llegó el momento de estirar. Charlando con amigas se pasó el tiempo y llegó la hora de la finalización de la clase. Agarró su campera y botella, saludó a la profesora y se fue. Tuvo que caminar otra vez por el pasillo de la escuela, aquel que era muy ancho y extenso. Llegó a la puerta, salió y esperó a su madre. Jugar ese deporte le provocaba bienestar emocional. Solo pensaba en el próximo día jueves, donde volvería a jugar vóley. La madre la vino a buscar en su auto negro y ella se fue feliz a su casa, por haber compartido una hermosa y amistosa tarde de vóley.

Luisina Agel

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