YO OPINO
PEREGRINACIONES
Desarraigo y pandemia María Alejandra Navarrete Tovar Oficina Provincial de Comunicaciones
A
dministrar las redes sociales de una organización puede ser, en muchos aspectos, una tarea operativa: programar, adjuntar, etiquetar y publicar. Pero, paralelamente, este trabajo se desarrolla con un ejercicio de construcción de comunidad, de dialogar con los públicos, de contar historias y de conocer los rostros humanos detrás de los perfiles de usuarios. En el actual contexto de la COVID-19, muchos ciudadanos nos han escrito solicitando ayudas de todo tipo: espiritual, material, de gestión de contenidos y contactos. No obstante, sorprende ver que la mayoría de ellos llevan consigo –además de las dificultades de la pandemia– una historia de desarraigo. Se trata de nuestros hermanos migrantes venezolanos. La primera vez que supe de la palabra desarraigo (al menos de manera consciente) fue en el libro “Desterrados. Crónicas del desarraigo”, del periodista y comisionado de paz Alfredo Molano (q.e.p.d.), quien narró ocho historias, en primera persona, sobre el desplazamiento forzado en Colombia, en el marco del conflicto armado. El desarraigo de los venezolanos se ha desarrollado en condiciones distintas, claro, pero ambos procesos tienen en común la separación del lugar donde se ha vivido, la ruptura de vínculos sociales y afectivos y ,como lo indica la primera acepción de la RAE, tienen que ver con “arrancar de raíz una planta”.
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Revista Jesuitas Colombia