CIEN PÁGINAS | CIEN AÑOS DE GOYO
CAMINAR CON LOS MIGRANTES
SEP-OCT 2020
† Pachito Aldana, S.J. †
Provincial | Carlos Eduardo Correa J., S.J. Edición | José de Jesús Prieto, S.J. Oficina Provincial de Comunicaciones Pablo G. Ivorra Peñafort, María Alejandra Rojas Matabajoy, María Alejandra Navarrete Tovar, Daniela Romero Castillo y Alexander Fuelantala. Corrección de estilo | Enrique A. Gutiérrez T., S.J. Diseño y diagramación | Alexander Fuelantala.
Septiembre-octubre 2020 | Caminar con los migrantes (Edición cerrada el 21 de agosto de 2020)
#TalentoIgnaciano Portada Alexander Fuelantala - @fuelantala_a Alexander Fuelantala es diseñador gráfico de Cumbal (Nariño). Candidato a Magíster en Diseño para la innovación en Productos y Servicios de la Pontificia Universidad Javeriana. Obtuvo su pregrado en Diseño Gráfico en la Universidad CESMAG. Actualmente es el líder del área de Diseño, Imagen y Producto en Jesuitas Colombia. Sus pasiones son la ilustración y la fotografía, además de su amor por el diseño.
INTENCIONES DE ORACIÓN DEL SANTO PADRE CONFIADAS A SU RED MUNDIAL DE ORACIÓN
PAR A EL AÑO 2020
SEPTIEMBRE
Respeto de los recursos del planeta Recemos para que los recursos del planeta no sean saqueados, sino que se compartan de manera justa y respetuosa.
OCTUBRE
La misión de los laicos en la Iglesia Recemos para que, en virtud del bautismo, los fieles laicos, en especial las mujeres, participen más en las instancias de responsabilidad de la Iglesia.
C O N T E N I D O S Editorial 6 Video JRS LAC 98 Somos Compañía de Jesús 99
Enfoque del Plan de Formación para el fortalecimiento del Cuerpo Apostólico y avance regional del mismo. 16
La Pascua de nuestros hermanos. 10 Efraín Aldana Miranda. (11)
Cien años de vida pastoral - Gregorio Arango Henao, S.J. 20 Testimonios del Colegio Santa Luisa. (21)
Vocaciones. 40 Hombres que responden con fe al llamado de Dios. (40) Detenernos para emprender un camino junto a Él. (42)
Testigos de una promesa de amor. 46
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Revista Jesuitas Colombia
YO OPINO
Caminar con los migrantes. 50
Peregrinaciones. 92 Desarraigo y pandemia.
Refugiados. (50) Regionalización. Nuestras regiones: en acogida y fidelidad con los más vulnerables. (52) Hacernos prójimos de (nuestros vecinos) los migrantes. (58)
¡Que el amor habite en la casa común! (66) Javeriana Cali: formando comunidad desde el sentido social. (68)
Tríptico de la última Eucaristía. 72
Una vida que se hace vida. 82
Jóvenes en camino. 84 El descubrimiento del 2020. (84)
El Colegio San Bartolomé La Merced reinventa su bachillerato. 88
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Flor(es)ser en vida. 94 Sanar la herida migratoria.
24 cuadros. 96 Mùi đu đu xanh (El olor de la papaya verde).
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EDITORIAL
Caminando paciente y humildemente con los pobres, los descartados de este mundo y los vulnerados en su dignidad Carlos E. Correa, S.J. Provincial
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as Preferencias Apostólicas Universales (PAU) son el horizonte y la perspectiva fundamental desde donde el cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús tiene que vivir su servicio apostólico hoy. Desde que las PAU fueron promulgadas, las hemos venido acogiendo como “Palabra de Dios” para todos nosotros. Hemos podido volver a sentir y a gustar cómo estas Preferencias surgieron de un bello proceso de discernimiento en común, realizado desde “la base” de nuestras comunidades y obras. Ahora, hemos comenzado el proceso para discernir la mejor manera de vivir estas Preferencias y de hacerlas realidad en nuestros trabajos apostólicos y en nuestras comunidades.
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En uno de los apartes de la carta en la que el P. General promulgó nuestras Preferencias Apostólicas Universales, nos dice algo muy importante para renovar el modo nuestro de proceder como Cuerpo Apostólico: “Hemos sentido con fuerza que las Preferencias ayudarán al cuerpo apostólico de la Compañía si mantienen claramente la unidad entre vida y misión; si las entendemos como orientaciones que van más allá de “hacer algo”, y llegan a transformarnos como personas, como comunidades religiosas y como obras e instituciones apostólicas en las que colaboramos con otros. Por consiguiente, cada Preferencia no solo nos señala algún punto focal de nuestro apostolado, sino que nos invita a renovar nuestra propia vida para hacer creíble y efectivo nuestro trabajo”. La Compañía de Jesús reconoce hoy, a través de la segunda PAU, el llamado de Dios para caminar junto a muchas personas que, desde la pobreza, no tienen las condiciones mínimas de vida digna; para caminar junto a hombres y mujeres que son descartados y excluidos por una sociedad que no los ve como seres humanos, sino como “desechables”, dentro de un sistema en donde solo cuenta el tener, el poder y el saber; para caminar junto a personas que han sido vulneradas en su dignidad a través de realidades tan duras como la migración, el desplazamiento forzado, la violencia, la discriminación socioeconómica, la trata de personas, el abuso sexual de menores y de personas vulnerables, la adicción a todo tipo de sustancias psicoactivas y muchas más realidades que dañan la vida de la gente.
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Hoy, en nuestro país, estamos llamados por Dios, de una manera particular, para caminar con nuestros hermanos Migrantes, especialmente con los que han tenido que salir de Venezuela para buscar mejores condiciones de vida para sus familias. El acogerlos, acompañarlos y valorarlos nos permitirá asumir una actitud inclusiva y solidaria con ellos, que les facilite recomenzar su vida en nuestra querida Colombia, como hombres y mujeres que son sujetos del derecho a la salud, a la educación, a la alimentación, al trabajo y a la vida digna como seres humanos y como hijos de Dios. Jesucristo, muerto y resucitado, nos invita para que nos ubiquemos del lado de las víctimas, de los que sufren y de los que no valen para este sistema social que deshumaniza; pero no desde una actitud de situarnos por encima de ellos, como los que sí saben y pueden, sino como lo expresó, muy bellamente, la Congregación General XXXII: “Caminando paciente y humildemente con los pobres aprenderemos en qué podemos ayudarles, después de haber aceptado primero recibir de ellos. Sin este paciente hacer camino con ellos, la acción por los pobres y los oprimidos estaría en contradicción con nuestras intenciones y les impediría hacerse escuchar en sus aspiraciones y darse ellos a sí mismos los instrumentos para tomar efectivamente a su cargo su destino personal y colectivo. Mediante un servicio humilde tendremos la oportunidad de llevarles a descubrir, en el corazón de sus dificultades y de sus luchas, a Jesucristo viviente y operante por la potencia de su Espíritu. Podremos así
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ser luces encendidas en medio de tantas oscuridades de este mundo [...]
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hablarles de Dios Nuestro Padre, que se reconcilia con la humanidad, estableciéndola en la comunión de una fraternidad verdadera” (D. 4, N° 50). Conscientes de que “nuestra Vida es Misión” y de que “la Misión es nuestra Vida”, podremos crecer en coherencia y vigor apostólico para ser luces encendidas en medio de tantas oscuridades de este mundo; podremos tocar realmente el corazón de las demás personas porque seremos la presencia amorosa y servicial de Dios, dando nuestra vida por ellos y trabajando por hacer realidad un mundo mejor para todos; y podremos ser agua que calma la sed de la humanidad que busca sentido de vida y anhela, esperanzada, la fraternidad.
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La Pascua de nuestros hermanos
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Efraín Aldana Miranda, S.J. 1936 + 2020 SEMBLANZA
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urante varios años, tuve el privilegio de compartir con Pachito Aldana la misión que nos encomendaba el Señor y la Compañía de Jesús en la Parroquia de Santa Rita, haciendo parte de la Comunidad del Santuario San Pedro Claver. Ahora que el P. Socio me ha pedido escribir unas palabritas sobre la vida de Pachito, quiero resaltar de él estos cinco aspectos de su vida y misión: su alegría, sus amigos, los pobres, la situación del país, la reconciliación y la paz, y la cultura afrodescendiente (la Verdad, la justicia, la reparación y la no repetición).
una persona alegre, espontánea, acogedora [...]
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David Sánchez, S.J.
La alegría «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres». Filipenses 4:4 En Pachito Aldana se hacía realidad este texto. Siempre lo conocí como una persona alegre, espontánea, acogedora. Estoy seguro de que esa alegría le brotaba de una unión íntima con el Señor. A pesar de los quebrantos de salud, de sus constantes cambios de estados de ánimo, él trataba de conservar y proyectar su alegría en todas las actividades que realizaba. La celebración eucarística era de la comunidad para la comunidad; se esmeraba preparándola y siempre le agregaba un cuentecito, la guitarra, los tambores, las comparsas, las danzas y los bailes… celebraciones litúrgicas llenas de alegría y colorido. Así eran también los encuentros con las pequeñas comunidades, con los grupos de la Parroquia, su equipo de trabajo en el Centro de Cultura y los encuentros con nosotros en la comunidad. Por la alegría de Pachito, demos gracias al Señor.
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Sus amigos «Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero los he llamado amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído de Mi Padre». Juan 15, 15. Jesús, para realizar su tarea y su misión, escogió un grupo de amigos, a quienes llamó apóstoles, y les encomendó la tarea de hacer lo mismo que Jesús hacía. Pachito fue un hombre que se destacó por la amistad… él tenía un séquito de amigos y amigas con quienes se reunía constantemente a compartir, contar anécdotas, tocar guitarra, compartir un café, una Coca-Cola. Amigo del Obispo y de los sacerdotes de la Arquidiócesis, a quienes saludaba en Navidad y Año Nuevo, a quienes les llevaba serenata el día de su cumpleaños, a quienes no dejaba marchar sin ofrecerles algo… a quienes llamaba “mis amigos o mis amigas del alma”. Por el don de la amistad, y por nuestros amigos y amigas, demos gracias al Señor. Los pobres «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios». Lucas 6,17 Pachito procedía de una familia “acomodada” de la sociedad de Cartagena. Uno podría decir que Pachito lo tenía todo y no necesitaba nada, económicamente hablando. Sin embargo, su opción por los más pobres siempre fue radical. Un hombre sin apegos, desapegado de todas las cosas materiales… no le “importaba” mucho si le pagaba a un taxista la carrera con cien dólares que confundía con un billete de mil.
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Yo recuerdo que alguien le dijo: “Pachito, los pobres tienen su propio karma, ellos están enseñados a vivir así y saben vivir así, usted no se contamine”. Eso lo sumergía en profunda tristeza porque su opción eran los pobres, los necesitados, los más vulnerables de la sociedad… en esto era radical. Siempre lo conocí con una sensibilidad muy grande por los más pobres y vulnerables de la sociedad. Sentía en su corazón la responsabilidad de dar de comer, de vestir, de educar, de dar salud, vivienda…. un hombre que se desvivía buscando quién le donara regalitos para hacerlos llegar a los niños en Navidad, siempre buscando quién le podía ayudar para poder, a su vez, ayudar. Se esforzaba por lograr que los niños accedieran a las escuelas y colegios, y que los jóvenes llegaran a la universidad; quién pudiera atender a los enfermos, a dónde los podía llevar; quién le donaba kits escolares; cómo se le podía mejorar la casita a esta persona o cómo le podían construir una casita. Muchos recibieron su ayuda y su intervención afectiva y efectiva en la construcción de sus casitas. Él era feliz realizando estas actividades. Pero también le llegaban muchos insultos, los que recibía y sabía afrontar. Sin embargo, los que no eran para él, lo hacían sentirse impotente y eso lo sumergía en profundas depresiones, al sentirse responsable de la situación precaria que vivían muchas personas en Santa Rita y sus alrededores. Por esta sensibilidad por los pobres de Pachito, démosle gracias al Señor.
Rubén Darío A. - El Universal
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La situación del país, la reconciliación y la paz «El Espíritu es vida a causa de la justicia». Rm. 8, 10. A Pachito le dolían las injusticias de este país; le dolía saber que existieran unos poquitos con mucho y muchos sin nada; le dolía la corrupción; le dolían las masacres de los militares, paramilitares, de la guerrilla; le dolían los desplazados y los migrantes. Un hombre que anunciaba y denunciaba las injusticias. Su testimonio de vida solidaria lo convertía en un verdadero profeta de este tiempo. Esto era tema constante para los artículos que escribía en la columna de El Universal, de El Colombiano y, algunas veces, en El Tiempo. 14
Promovía con mucha fuerza la Semana por la Paz, el tema de la reconciliación, la verdad, la justicia, la reparación y el derecho de no repetición. Con todo el problema del enfrentamiento de las pandillas en Santa Rita, se propuso construir, con la ayuda de Caracol, el programa Quién quiere ser millonario y la construcción del centro de acogida en Loma Fresca… lo construyó en un sitio estratégico, cruce de caminos, donde era habitual el enfrentamiento entre pandillas con el fin de menguar el conflicto y propiciar un encuentro de paz y reconciliación, entre muchas cosas que hizo Pachito para evitar el conflicto y el enfrentamiento entre las pandillas de Santa Rita y Cartagena. Por ese don tan maravilloso de Pachito, démosle gracias al Señor. Revista Jesuitas Colombia
Asociación San Rita para la Educación y Promoción FUNSAREP
La cultura afrodescendiente «En todo salimos vencedores, gracias a aquel que nos amó». Rm. 8, 37. De una manera muy particular, Pachito fundó el Centro de Cultura Afrocaribe, con sede en el Santuario San Pedro Claver, y, desde allí, realizaba múltiples actividades en pro de la cultura afrodescendiente. Podría decir que, asociado a FUNSAREP (Asociación Santa Rita para la Educación y Promoción), se realizaban talleres, simposios, debates, reflexiones tratando de defender la cultura y los derechos de los hombres y mujeres afro, rescatando sus valores y tradiciones autóctonas (el folclor, la danza, las comparsas, la música, los tambores) –era algo innato en él–, los encuentros entre los pueblos Manzanillo SEP-OCT 2020 | Caminar con los migrantes
del Mar, Punta Canoa, Pontezuela, Arroyo de Piedra, Arroyo de las Canoas, entre otros… con aquella frase muy común en su lenguaje: “el negro evangeliza al negro”. ¡Démosle gracias al Señor por la vida de Pachito y pidámosle que, desde el cielo, interceda por la obra misionera de los jesuitas y la Iglesia de Cartagena, especialmente, por las comunidades que acompañó y que continúan vivas!
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Enfoque del Plan de Formación para el fortalecimiento del Cuerpo Apostólico y avance regional del mismo Laura Perdigón y Gerardo Villota, S.J. Asistencia de Formación
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a vida de los primeros jesuitas hace 480 años podría, en un primer momento, no parecerse mucho a la vida de la actual Compañía de Jesús. En aquel tiempo, el viejo mundo compite por la conquista de nuevas tierras, hay reformas al interior y exterior de la Iglesia, y la sociedad está en pleno renacimiento artístico y cultural. Entre profundos cambios culturales, Ignacio y los primeros compañeros, fielmente unidos en espíritu y carisma, desean consolidar la Compañía buscando y hallando la voluntad de Dios en muy variados ministerios y en una primera dispersión apostólica que los llevó a tierras lejanas.
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Este pequeño grupo distinguido con el nombre de Jesús, empezaba a comprender aquello que los definía en su modo de proceder y, a medida que ello ocurría, se escribían los documentos fundacionales que han marcado su identidad al paso del tiempo. Fue una época de profundo discernimiento para entender a qué los llamaba Dios y de qué maneras responder. Su quehacer fue el descubrimiento en la cotidianidad de los llamados que sentían para “ayudar a las personas a conseguir una relación siempre mejor con Dios. Buscaban ser mediadores de una experiencia inmediata de Dios que les conduciría a un cambio interior de corazón o a profundizar el sentido religioso ya existente” (1), y esto lo hacían a través de innumerables ministerios y trabajos.
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Ahora, en la actualidad, vemos la vida de la Compañía de un modo distinto, organizada en Conferencias, Provincias y Regiones, y desplegando su actividad en Obras e iniciativas cuya misión y objetivos intentan responder a los llamados a contribuir a la Misión de Dios en los distintos contextos mundiales. Es una Iglesia, ciertamente diferente, e inmersa en una sociedad ya conocida pero siempre cambiante. Lo cierto es que San Ignacio, sus primeros compañeros y nosotros ahora –hombres y mujeres que pertenecemos al Cuerpo Apostólico de la Compañía de Jesús–, tenemos más en común de lo que parece. Todos y todas colaboramos en la misión de Dios. Misión que vamos descubriendo en las realidades que vivimos y en las que sabemos… “Dios acontece siempre”. Si bien el contexto y la Iglesia misma ahora son distintas a aquella época, colaborar con Dios ha exigido y exige siempre profundos y constantes discernimientos para entenderlo, confianza para seguirlo y fe para anunciarlo. Es una búsqueda permanente para responder a esos llamados permanentes, que son acogidos desde una experiencia de misión particular: la de San Ignacio de Loyola. Y es este mismo carisma que lo inspiró, el que nos moviliza ahora como cuerpo apostólico a comprender nuestra propia identidad de compañeros que están permanentemente en la búsqueda de nuestro modo de contribuir a la Misión de Dios. Es, por tanto, fundamental que nos sigamos formando en esto que somos y en el modo como llevamos nuestro humilde aporte como Cuerpo Apostólico.
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Seguirnos formando o, tal vez, volver continuamente a las fuentes inspiradoras de nuestra identidad y misión, es una invitación que no podemos desoír. No se trata, simplemente, de algunos programas o cursos de formación académica o técnica, que, sin duda, tienen su importancia, sino de alimentar nuestra identidad en aquello que nos constituye como Cuerpo Apostólico. Este Cuerpo Apostólico, animado siempre por los retos que trae cada situación, no puede renunciar a tener espacios vitales para seguirse formando. De muchas maneras y con iniciativas llenas de creatividad y entusiasmo, las regiones de esta Provincia buscan continuar o comenzar procesos de formación para la colaboración en la misión. Desde el Equipo de Colaboración de la Provincia, los animamos a emprender con confianza y decisión estos procesos que, sin duda, serán espacios de Gracia y crecimiento y contribuirán a sentirnos fortalecidos y convencidos de aquello que en cada porción de la Viña nos pide el Señor.
(1) John W. O'Malley S.J. Los primero Jesuitas. Ed. Mensajero, Sal Terrae. Pág. 36.
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Cien años de vida pastoral Gregorio Arango Henao, S.J.
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l pasado 18 de agosto, Gregorio Arango Henao, S.J. (“Goyito”) cumplió cien años de vida. El Colegio Santa Luisa, hogar de décadas de su trabajo pastoral, le rinde un homenaje, recogiendo en palabras los testimonios de diversas personas del Colegio que han compartido camino con él y siguen siendo testigos de su amor por la vida.
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Testimonio Beryeny Rodríguez Arévalo Rectora Colegio Santa Luisa
Mi compañero de camino, mi inspiración. ver a Dios en todas las cosas, amar desinteresadamente, despojarse de todo, aceptar la vida como es y valorar la adversidad, pensar siempre en los más necesitados, enfrentar la verdad, reír a carcajadas y volver a ser niños: esas son tan solo algunas de las frases que se me vienen a la cabeza al pensar en mi Goyo querido. Llevo más de la mitad de mi vida compartiendo con él, así que tengo la maravillosa oportunidad de conocerlo de otra manera y ver cómo tiene la posibilidad de transformarse dependiendo de lo que está viviendo. Estos últimos años, se ha mostrado como una persona que espera y acepta la voluntad de Dios. Para él no fue fácil dejar de ir al Colegio todos los días; su motivación era llegar hacia las 5:40 a.m. y yo trataba de llegar a esa hora porque experimentaba el placer de ver cómo aclaraba el día, escuchar los pajaritos y ver la belleza de las flores en el camino que llevaba a mi oficina. Saber que él me esperaba ya era suficiente para madrugar, saludarnos, ponernos al día en todo y esperar que fueran las 6:20 a.m. para entrar a la capilla. Él espera22
ba a estudiantes y maestros que quisieran participar de la oración diaria y recibir la comunión. Sus palabras siempre han sido alimento espiritual, como esa chispa para arrancar la jornada, pero sin contemplaciones, no había lugar para la debilidad o la mediocridad… nos exigía hacer las cosas bien y buscar la excelencia en todo. Finalizada esta oración, la rutina era importante. Siempre estaba el espacio para iniciar el día con tranquilidad y nos convocaba al tintico. Digo nos convocaba (al consejo ejecutivo, directivas), porque él nos formó como familia; una familia que, poco a poco, se convirtió en una comunidad de amor y que, hasta el día de hoy, cree en la importancia del diálogo y el acompañamiento. Todo tenía una finalidad: empezar el día así era ponernos en contexto, saber cómo estábamos y qué novedades teníamos en nuestra comunidad. Hablábamos de todo rápidamente para saber si algún estudiante, padre de familia, maestro o cualquier miembro del Colegio tenía alguna situación en particular, permitiendo que siempre estuviéramos enterados de todo y que cualquier decisión, por simple que fuera, debíamos ponerla en discernimiento. ¿Se imaginan cuánto se puede aprender de lo cotidiano, del ejemplo y testimonio? ¡Por Dios, es encontrar la esencia de lo que somos a través de las acciones! El padre Gregorio respeta fielmente la autoridad, así que siempre ha acogido las observaciones de sus superiores. Un buen día me dijo: “Mija, me da mucha pena, pero a partir de mañana no voy a madrugar… mi superior me ha dicho que debo cuidar mi salud y de pronto el frío de la mañana me está afectando”. “Por supuesto, padre –le dije–. ¿A qué hora va a llegar?”… “¡A las 7:00 a.m., mija!”. Revista Jesuitas Colombia
Siempre me sorprendía con sus respuestas. Yo esperaba que me dijera una hora diferente, pero no… realmente su vida entera era el Colegio y creo que lo sigue siendo. Poco a poco, logramos que no fuera todos los días, pero, aun así, siempre llegaba temprano y esa rutina que nos enseñó se mantiene hasta ahora. Aun sin estar físicamente en el Colegio, siempre está con nosotros, convirtiéndose como en el tronco de un árbol que todo lo sostiene.
injusticia y no le importaba decir las cosas de frente. Siempre tuvo un gusto exquisito por la comida, pero era todo un protocolo compartir con él. No se podía hablar duro, ni mucho menos reír en el comedor; no se podía hacer ruido con los cubiertos ni dejar comida en el plato. La verdad no sé cómo pasó todo, pero ahora reímos a carcajadas, compartimos la comida, hablamos sin parar y dedicamos el tiempo necesario para disfrutar cada momento.
Su fortaleza, coherencia y claridad para ver las cosas siempre movió mi ser interior y me permitió ver la vida de manera diferente. Aún en mis momentos más tristes y oscuros, él nunca cedió; suena extraño, pero él minimizaba todo lo que me pasaba y lo veía tan natural que a mí me daba vergüenza ser tan “débil”. Me enseñó a ver la belleza en lo más mínimo, a extasiarme de Dios para encontrar mi verdadera esencia y a entregar todo a la Virgencita para que, a través de ella, me sintiera amada y protegida.
Podría escribir todo un libro de estas vivencias, pero sólo quiero agradecer a Dios por la vida de mi Goyito; lo amo infinitamente y, a pesar de que no es tan fácil comunicarnos presencialmente en esta época, todos los días le hablo en la distancia y me inspiro en él para asumir y valorar la vida. Le doy gracias porque, a través de lo que él es, veo reflejado el amor de Dios y experimento esa riqueza de la Espiritualidad Ignaciana en mí.
Conocí al padre siendo muy joven. Cuando ingresé al Colegio, era la menor de todos los maestros y desde el comienzo hubo una conexión poderosa entre nosotros. Con el paso de los años, compartimos la vida a través del trabajo. Gestionar un Colegio implicaba planear el día a día, pero con una meta, siempre pensando en el futuro. Su preocupación por conseguir recursos y ayudar a los más necesitados fue algo que todos aprendimos. Su espíritu de servicio sigue motivando a miles de personas que lo han conocido y que estarán agradecidos por su legado eternamente. Goyo querido no siempre fue ese padre “bonachón y tranquilo” que es ahora. Fue una persona recia, seria, fuerte y exigente; podía ponerse furioso al límite ante una SEP-OCT 2020 | Caminar con los migrantes
Su vida es un regalo para todos los que hemos tenido la oportunidad de conocerlo y hoy celebramos con el anhelo de poder abrazarlo lo más pronto posible. ¡Felices cien años, mi querido padre Gregorio!
Testimonios Brígida Llorente Arteaga Trabajé en el Colegio Santa Luisa durante veintiséis años, al que ingresé en enero del año 1984 como docente de matemática y física. Desde 1993 fui directora de Infantiles y, finalmente, desde el 2001 hasta el 2009 fui directora de Bienestar Estudiantil. Conocí al padre Gregorio Arango, S.J. en abril de 1984, unos meses después de mi ingreso. No sé si quizás fue por su sencillez, pero cuando Goyito llegó, no parecía que llegara 23
a ser una inspiración tan grande para la historia del Colegio. Tampoco imaginé que generara tanto cariño entre la comunidad e impulsara el colegio hacia el MAGIS, pues llena de gozo y esperanza ver el enorme cambio de aquel colegio femenino conformado por veinte cursos en 1984 al colegio estructurado y robusto que es hoy en día. Sin lugar a dudas, Goyito ha sido un soporte e inspiración en este proceso que ha llevado años de esfuerzo y dedicación por parte de toda la comunidad educativa. Era maravilloso verlo reír y comportarse como un niño cuando los pequeños hacían fila para entrar a saludarlo y recibir una palmadita en su cabeza. También, cómo, con la sabiduría propia de la ignacianidad, con mucho conocimiento, fue motivando a los maestros a realizar los Ejercicios Espirituales de tres días cada año. Con sus acciones siempre encaminadas a los más necesitados, entre estudiantes, maestros, padres de familia y personal de servicios, fue inspirando el camino a seguir para cada día ser un mejor colegio, pero, ante todo, ha sido ejemplo de seguimiento a Jesucristo, el maestro de maestros. Con su ejemplo aprendí algo que dio sentido a mi vida, lo más valioso que tiene la Compañía de Jesús para compartir a la humanidad, que es la espiritualidad ignaciana, y por lo que siempre daré gracias a Dios. La obra evangelizadora se hizo en mí, en mi hogar y en mis tres hijos que hicieron sus estudios de preescolar, primaria y bachillerato en el Santa Luisa. Con el ejemplo de Goyito aprendí que la verdadera felicidad está en el amor y el servicio, en especial a los más necesitados; que el amor se ha de poner más en las obras que en las palabras; que nací para ser feliz y que andar ligera de equipaje me 24
ayuda a parecerme más a Jesús. Goyito es la persona más parecida a Jesús con la que he compartido.
Carolina Fuentes y Liliana Fuentes Exalumnas Promoción 98 Eran las 6:15 a.m. y hacía mucho frío, pero en la Capilla del Colegio Santa Luisa ya había un cirio encendido, la oración silenciosa, la compañía del Santísimo y él, el padre Gregorio, esperando a todas las estudiantes que íbamos a la capilla todas las mañanas. Mucho tiempo después, pudimos entender el privilegio que era poder iniciar el día orando con él y de esta manera. Teníamos cinco años cuando lo conocimos y, como éramos las únicas gemelas de la Primaria, no pasábamos desapercibidas. Al escribir estas palabras, reviven en nuestra memoria muchos recuerdos de él… son innumerables. Siempre alegre, de ruana, paseando por el colegio. Nos graduamos de bachilleres y de eso han pasado más de veinte años, pero siempre hemos permanecido cercanas al Colegio de una o de otra manera hasta hoy. Gracias a su admirable amor, dedicación y servicio al Colegio Santa Luisa, cientos y cientos de seres humanos fuimos formados y beneficiados de tantas maneras en ese espacio único y maravilloso en el que permanece su esencia. El padre Gregorio nos enseñó el amor a Dios y la espiritualidad, y nos la mostró como un alimento valioso y necesario, como el agua para vivir. Él sembró, en la mayoría de nosotros, la fe de manera muy profunda, y, cómo no, si pudimos coincidir con un ser tan especial, un verdadero privilegio, un regalo de la vida, un Santo Sacerdote. Revista Jesuitas Colombia
Quisiéramos que la gran trayectoria del padre Gregorio sirviera, ante todo, como un ejemplo para todos nosotros, antiguas y nuevas generaciones. Él nos está trazando un sendero ejemplar en un mundo en el que necesitamos ser mejores seres humanos, amar y servir más. El padre Gregorio nunca se ha dejado vencer por nada, ni por la enfermedad, ni por las circunstancias y siempre mantiene una fe inquebrantable. Feliz cumpleaños número cien, querido padre Goyito. ¡Qué orgulloso se debe sentir Dios de ti y de haberte escogido como su fiel pastor! No creemos que exista un mayor reconocimiento que ese. Gracias por tu generosidad y tu ejemplo inspirador, estamos seguras de que muchos corazones se unen a esta celebración de tu vida, desde muchos rincones del planeta.
Diana Patricia Ramírez Orozco Promoción 1987 Hoy es un día maravilloso, porque es el cumpleaños de un gran ser humano. No existe una persona tan bondadosa, humilde y cariñosa como tú. A quien quiero y valoro por su carisma y por su gran corazón. Espero que pases un día estupendo y que sigas siendo un ser extraordinario y tan lleno de amor para todas las personas que te rodean. Deseo pedirle al cielo que deje caer sobre ti una lluvia de alegrías y grandes bendiciones. Hoy quiero agradecer a Dios por haberme permitido estar en tu camino, compartiendo grandes momentos de mi vida que han dejado en mí una maravillosa huella.
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Me enseñaste, desde mi juventud, lo linda que es la vida y me brindaste la oportunidad de trabajar durante dos años en el Colegio como exalumna en la biblioteca (1989-1990). En nombre de algunas exalumnas del Colegio Santa Luisa, queremos agradecerte por tu amor, dedicación y paciencia que día a día nos entregaste; por hacer de nosotras grandes seres humanos, creyentes en Dios y al servicio de los demás. Recordamos con gran cariño cuando nos brindabas abrazos a la madrugada, en medio de tanto frío, que eran la fuerza para iniciar el día. Gracias a tus enseñanzas estamos felices y orgullosas de ser las mujeres que hoy en día somos. Así mismo, es un privilegio haber sido discípulas tuyas, logrando trasmitir a nuestros hijos los valores y enseñanzas brindadas por ti con tanto amor. Dios te bendiga siempre, no tengo palabras para agradecer infinitamente todo lo recibido. Hoy estoy lejos, en la ciudad de Medellín, pero solo físicamente, pues mi espíritu está contigo y te acompaña en esta fecha especial. Me alegra mucho poder tener la oportunidad de expresarte estos sentimientos en vida. Deseo para ti un día alegre y lleno de sonrisas, pues no siempre se tiene la dicha de cumplir cien años de vida. Que todo lo que veas, oigas y sientas te llene de alegría, y que cuanto pidas se convierta en realidad. ¡Feliz cumpleaños!
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Familia Parrado Acosta Cuando nos enteramos que nuestros hijos pertenecerían al Colegio Santa Luisa, como padres nos llenamos de alegría y de satisfacción. Pero justo en el momento en que tuvimos la oportunidad de conocer al padre Gregorio, con su respetuosa y cálida altivez al hablar, tuvimos la sensación de que nuestros hijos estarían en un lugar que, más que un colegio, era un nuevo hogar. Su bondad, su templanza, sus cariñosos golpecitos en la cabeza, sus alegres dichos como buen paisa, sus justificados regaños por la tardanza al llegar al inicio de las actividades y la infinita ternura que inspira al mirar el azul de sus ojos y al escucharlo hablar; estos son solo algunos de los detalles que llegan a nuestra mente cuando recordamos lo bendecidos que hemos sido al ser parte de la vida de un hombre maravilloso, que entregó y sigue entregando tanto a su querida comunidad Santa Luisa. Decir que él es un símbolo de compromiso y de lealtad es poco para lo que él como persona ofrece y para el legado tan inspirador que ha ido albergando en los corazones de las personas que hemos compartido algunos de sus espacios. ¡Damos gracias a Dios por su vida y por permitirnos ser parte de ella!
Francy Astrid Pulido Castro Excolaboradora y madre de familia (4º A)
El padre Gregorio, un hombre que deja huella. Pensar en el padre Gregorio invade mi corazón de alegría por el inmenso afecto que le tengo, y más en la fecha de su cumpleaños, pues Dios, en su infinita misericordia, nos ha dado la fortuna de ser parte de su vida. Para describirlo creo que hay infinidad de palabras, pero puedo afirmar que el padre Gregorio es un ser inigualable, carismático, alegre, sensible, agradecido, comprometido, tierno, gracioso y muy consentido. Es un hombre grande con alma de niño y que vive por los niños, y que, una vez entra a tu corazón, se queda allí para siempre. No he conocido persona más comprometida que el padre Goyo, un hombre que inició su vocación sacerdotal a los quince años y desde allí se ha mantenido en su proyecto de entrega a los demás. A sus cien años aún va a trabajar porque, para él, el Colegio Santa Luisa es su vida y para el Colegio, el padre, además de la presencia jesuita, es el alma de la institución. Tuve la oportunidad de ser colaboradora apostólica en el Colegio durante 16 años y vi cómo, generación tras generación, mostraban un infinito respeto, pero, ante todo, amor al padre Gregorio; so lo veía
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cuando en un acto comunitario, él, en frente, tomaba el micrófono y automáticamente todo quedaba en silencio para escuchar sus sabias palabras; o cómo los niños y jóvenes, para saludarlo, inclinaban la cabeza para que les diera un golpecito y una maravillosa sonrisa; o cuando, para las primeras comuniones, los niños hacían fila fuera de su oficina para confesarse, con la pena de contarle al padre sus “pecados”; y qué decir de la expectativa que genera el 31 de octubre para verlo disfrazado… eso sí que es una ternura. También quiero resaltar su acompañamiento con los maestros y demás miembros de la comunidad educativa. Aunque es la máxima autoridad, siempre tiene abierta la puerta de su oficina para escuchar, aconsejar, ayudar, pero, ante todo, ser un guía espiritual que busca el bienestar de las personas que están a su lado. Siempre es el primero en llegar al Colegio, a la capilla para la toma de contacto diaria con estudiantes y para cualquier actividad –eucaristía, celebración, paseo, reunión–, dando ejemplo de puntualidad y responsabilidad. Es un hombre muy sabio, pero a la vez muy sencillo, que año tras año manifiesta que no merece tanto reconocimiento cuando se celebra su cumpleaños y que siempre invita a vivir la santidad en la cotidianidad, siguiendo el estilo de Ignacio de Loyola. Puedo decir que el padre es luz en la vida de quienes tenemos la posibilidad de conocerlo y que, literalmente, es “fuego que enciende otros fuegos” –un propósito del Colegio hace algunos años– porque, con su testimonio, nos invita a vivir la sencillez, la humildad, el amor, el servicio y el hallar a Dios en todas las cosas, poniendo el amor más en las obras que en las palabras, experimentando totalmente
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la Espiritualidad Ignaciana. Gracias, padre Gregorio, por tu presencia, tu testimonio de amor a Jesús y a María, tu servicio y entrega a los demás y por dejar huella en tantos niños, jóvenes y familias que han hecho parte de la gran familia Santa Luisa.
Liliana Durán Rodríguez Promoción 1994 Cuando recibí la invitación para escribir sobre el padre Gregorio, mi respuesta fue un SÍ automático. Estos 36 años que han transcurrido desde que lo conocí, me dan la seguridad y certeza de poder escribir algo bonito que realmente me sale del corazón y que, con seguridad, identificará a la mayoría de mis amigas y compañeras del Colegio. En el año 1984, llegó al Colegio Santa Luisa un padre nuevo que sería el Director por décadas. En esa época, yo lo veía como un sacerdote un poco mayor (cuando uno tiene ocho años a todas las personas mayores de treinta las vemos viejas, o los mayores de cincuenta como abuelitos), muy pulcro, se vestía con trajes de paño, zapatos muy limpios. Bajo el sastre llevaba un buzo cuello tortuga en tonos blanco, gris o crema. Siempre cargaba su pañuelo y gorritas tipo inglés en paño. En las mañanas, llegaba en su carro tipo escarabajo color crema y pasaba alargando la mirada para saludar a todas las que pasábamos. Cómo olvidar cuando salía de su oficina y daba vueltas por el Colegio acompañado de su inseparable paraguas, a veces con una bolsita llena de duraznos y nos decía: “¡Señorita, siéntese correctamente!”.
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Al paso de los años, adicionó a su vestimenta unas ruanas hermosas que se veían super calientitas, ya que en nuestro Colegio había campo abierto y el viento enfriaba las mañanas bogotanas. Debo aclarar que, durante toda mi primaria y bachillerato, el Colegio fue femenino. Ya, luego, pasó a ser mixto, gradualmente. Entre mis recuerdos siempre estará presente el gusto de asistir a sus eucaristías en el Aula Máxima; cómo olvidar mi primera confesión antes de nuestra primera comunión y, sobre todo, cuando en el año 1987 fue un gran apoyo al fallecer mi papá. Ese día, el padre Goyo se ofreció a llevarme a mi casa. Recuerdo nuestros largos diálogos donde él me escuchaba y me explicaba el por qué de mi pérdida, ya que en ese momento renegué de Dios y de su existencia, siendo el padre Goyo quien me ayudó a recuperar mi fe y poder, así, seguir estudiando. El padre, junto con la Fundación de Servicio Social Carlos González, me apoyó con media beca para continuar en mi Colegio amado y del que, finalmente, me gradué en el año 1994. ¡Hay tanto qué recordar! Por ejemplo, para muchas de mis compañeras y para mí, era una verdadera hazaña correr para llegar temprano al Colegio y alcanzar la oración matutina en la capilla. Esta pequeña eucaristía era de asistencia voluntaria y casi siempre estaba llena. No sé qué era más hermoso, si la capilla –ya que era un espacio verdaderamente bello–, las reflexiones del padre o la fe de todas las que asistíamos. No sé cómo sea en el resto de los colegios del país, pero en el nuestro hacíamos fila al descanso para charlar con el Director y tomarnos fotos con él. Cuando tenía que llamarnos la atención, primero nos contaba una historia en la que, sin darnos cuenta, terminábamos siendo los protagonistas… SEP-OCT 2020 | Caminar con los migrantes
sin regaños, terminábamos aceptando y reconociendo el error. Él nos enseñó a identificar que no necesitábamos a un policía para ser mejores personas… sabía perfectamente cómo hablarnos y cómo hacernos reflexionar sin mucho esfuerzo. En fin. He contado más de mi vida que de la del padre, pues es que en esta fecha tendremos a nuestra disposición todos sus datos biográficos, pero la vida de las personas está llena de anécdotas, de vivencias, de risas y de momentos compartidos con los cientos de alumnos que han pasado por el Colegio Santa Luisa y que quieren al padre casi como un abuelo… y eso es precisamente lo que me pasa. Yo siento al padre Goyo como un abuelo que me acompaña en todos los momentos importantes de mi vida y por el que siempre he orado; procuro estar presente cada 18 de agosto para celebrar su cumpleaños, así sea desde la distancia porque cuando llevamos a alguien en el corazón, no necesitamos una agenda para recordarlo. Sobre nuestro Goyo querido puedo decir, con seguridad, que es un ser hermoso, amigable, bondadoso, amplio, culto, muy estudioso, con una memoria envidiable y que aún es un agradable conversador. Realmente, vale la pena sostener una conversación con él. Cuando cumplió sus 98 años, hablamos del Colegio, de cifras de estudiantes, de los profesores, en fin, de temas diversos. El año pasado, en su cumpleaños número 99, fui a visitarlo a la Compañía de Jesús; hablamos de sus hermanos, de sus sobrinos, a qué dedicaba un domingo convencional, le llevé un pastel, reímos y, cuando llegó el momento de irme, fue como si dejara a uno de mis abuelos. Se me arrugó un poco el corazón y al mismo tiempo sentí la certeza de volver un año después para poder celebrar 29
sus hermosos cien años… y aquí estamos celebrando desde la distancia, por una pandemia que nos encerró en casa y nos obligó a celebrar desde la virtualidad el cumpleaños de la mejor persona que pudo enviarme Dios para reafirmar mi fe. Gracias a Dios y al padre Goyo, soy una jesuita con alma, vida y corazón. Felices cien años, padre Goyo. Te queremos con el corazón.
Luis Alberto Díaz Coordinador Bachillerato Las personas más significativas en la vida del ser humano siempre son recordadas con aprecio, cariño y mucha facilidad; es un momento para dejar que desborden los más bellos sentimientos de gratitud por la vida no solo de un buen hombre, sino de un gran pastor que, a través de esta década, me ha permitido crecer como persona compartiendo a su lado eucaristías en comunidad, actividades culturales, reuniones de Consejo Ejecutivo y espacios académicos. Durante todo este tiempo, he descubierto en sus obras, gestos y actitudes, un instrumento que Dios dispuso en el Colegio Santa Luisa para que nuestra comunidad encuentre un guía, un faro que destella aquellas luces que permiten iluminar nuestro caminar personal y comunitario. Encontrar en mi labor al padre Gregorio, que con su carácter, disposición y espiritualidad ignaciana ha transparentado la vida y obra de Dios, ha permitido que afiance mi vocación como maestro acompañante; sin lugar a dudas, su ejemplo es un referente para asumir con total compromiso mi rol dentro del Colegio Santa Luisa. San Ignacio de Loyola decía que “el amor ha de ponerse más en las obras que en las 30
palabras”, consigna que ha sido evidente en la vida y el modo de proceder del padre Gregorio, permitiendo que muchas generaciones que han pasado por su caminar, imiten su estilo de vida, pues su humildad y la forma de transmitir el mandato del amor al prójimo a través de las obras, ha hecho que esta comunidad perdure por más de cinco décadas. Serán muchas familias, personas, estudiantes y colaboradores apostólicos los que guardemos un grato recuerdo de algún momento vivido al lado del padre Gregorio, ya que una persona de gran espiritualidad y amor incondicional por su obra merece un reconocimiento por dedicar su vida al servicio del más necesitado. Hoy, cuando conmemoramos cien años de su vida, me siento honrado al poderle decir ¡feliz cumpleaños, padre Gregorio!
Luisa Emma Vargas ASOPADRES Santa Luisa Cien años de vida, entrega y servicio al prójimo. Produce una inmensa alegría saber que, por tanto tiempo, hemos aprendido variedad de cosas junto a él: saber que cada día que pasa es una experiencia nueva y diferente; los consejos que brinda; la siempre palmadita en la espalda; la bendición matutina. Padre Goyo, nuestro querido Goyo, esta fecha es muy especial y para recordar el camino que has pasado, como lo hizo san Ignacio de Loyola, que se separó de aquellas cadenas y emprendió un viaje que cambiaría el rumbo de su vida. Tu camino, desde muy pequeño, siempre fue el de devoción y entrega, de compartir y vivir en carne propia el servicio, el servicio de “ser Revista Jesuitas Colombia
más para servir mejor”. Los momentos que has vivido son de admirar, de recordar y de felicidad, a pesar de los obstáculos, a pesar de las piedras que se pueden encontrar en el camino. Con todo corazón, mil gracias por lo hecho en estos años, porque a más de uno le has dejado una huella: profesores, administrativos, estudiantes, egresados y demás personas que tuvieron el honor y privilegio de conocerte. Es una huella indeleble, una huella que marca y transforma. Deseamos de todo corazón que esta fecha y este cumpleaños sea lo mejor. Que Dios te bendiga y proteja hoy, mañana y siempre.
¡Cómo pasa el tiempo! Luz María Quintero ¿Hace cuántos años conozco al padre Gregorio? Lo conozco hace muy poco tiempo. Recuerdo con claridad aquel primer encuentro que tuve con él: fue cuando llegué por primera vez al hermoso Colegio Santa Luisa, con el propósito de presentar una entrevista de trabajo.
visitas que hacía a los estudiantes, las felicitaciones y recomendaciones que dejaba a los docentes respecto a la presentación de las aulas, pues era supremamente exigente con el aseo, el orden, la adecuada presentación personal y el porte del uniforme y, por supuesto, con los buenos resultados académicos. En mi mente y en mi corazón, guardo significativos recuerdos sobre la vida en el Colegio con la invaluable presencia del padre Gregorio entre nosotros. Con absoluta admiración, lo veía cada mañana llegar muy temprano a su oficina para hacer la lectura matutina del periódico. Luego de terminar de leerlo, se lo entregaba al maestro que pasara por su lado, para que lo llevara a la biblioteca y, de esta manera, otros maestros lo pudieran leer. No olvidaré nunca cuando, al terminar la eucaristía del cierre de periodo, hacía la reflexión a los estudiantes sobre la importancia de aprovechar el tiempo al máximo. Les exhortaba a ser honestos con sus padres, correspondiendo a sus esfuerzos con los buenos resultados académicos, pues, de lo contrario, estarían robando a sus padres.
Cuando ingresé a su oficina quedé muy sorprendida, pues le encontré un gran parecido a monseñor Bernardo Arango, primer obispo de la Diócesis de Barrancabermeja, con quien años atrás también había trabajado. Entonces, me enteré que eran hermanos.
De los recuerdos más gratos, puedo hablar de los paseos y convivencias de los maestros, de los cuales nunca se perdía. Desde que salíamos del Colegio se mostraba muy contento y preparaba su repertorio de chistes para contarnos y hacernos reír. Eso sí, se reía a carcajadas, desde antes de terminarlos de contar.
Inicié esta maravillosa experiencia laboral en el Colegio, tiempo durante el cual he tenido la valiosa oportunidad de apreciar y admirar la misión del padre Gregorio. Recuerdo, con gran alegría, las frecuentes
Disfrutaba al máximo de las visitas a los parques de atracciones mecánicas… se sentía muy feliz. En realidad, se divertía como un niño montando en todas las atracciones, incluso en aquellas que
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muchos no se atrevían a subir porque les producía miedo. Entonces, él se subía y gozaba de ellas; y, no siendo suficiente, nos retaba a subirnos una y otra vez, riendo a carcajadas sobre el asunto. Dentro de sus gustos más destacados, están los festivales de música colombiana, mostrando deleite al escucharla. Es inolvidable la imagen que viene a mi mente cuando se subía a la plataforma, usando su boina y su sombrilla negra impecable, se sentaba frente a los estudiantes para presenciar todas y cada una de las presentaciones y actuaciones que se preparaban para los actos comunitarios. ¡Cómo olvidar las celebraciones del Día del Estudiante! Él se disfrazaba y compartía con alegría y mucho amor con los niños y docentes. De todo este tiempo, además de admirar su misión, su forma de ser y proceder, he podido disfrutar de su alegría, su amor y todas sus enseñanzas. El padre Gregorio nos ha hablado desde su corazón, con su mirada, su caminar, sus palabras y sus silencios. Para nuestra comunidad y para quienes hemos tenido la fortuna de conocerle, su existencia entre nosotros representa la voz sabia de un ser humano que ha escrito líneas de esperanza, fortaleza y motivación. Ha sido un educador impecable. Su trayectoria ha dejado un legado muy importante en nuestra comunidad; él es sinónimo de paz, benevolencia, vida y sabiduría. Por todas estas razones y motivos, cuando me preguntan hace cuánto tiempo conozco al padre Gregorio, puedo decir que hace muy poco. Han sido veinticinco años que, en realidad, no tienen comparación 32
con la grandeza y valor que tiene para mí y para todos los que hemos tenido el privilegio de conocerle. Hoy, con sus cien años de edad, y usando su silla de ruedas, no ha dejado de pasear por los pasillos de nuestro Colegio. Sigue siendo signo de esperanza, amor, paz y bien en medio de nuestra comunidad. Muchos son los motivos que tenemos para conmemorar esta fecha tan importante: agradecer por el don de la vida de un ser tan maravilloso que nos sigue acompañando… son cien años de su existencia que ha marcado la historia de muchas generaciones ¡Salud y feliz, muy feliz cumpleaños, padre Gregorio!
María Eugenia Cabezas M. Coordinadora de programas especiales Cumplir un año más de vida es un escenario diferente para celebrar la existencia de un ser especial para la humanidad que ha transcendido en muchas generaciones cultivando semillas de amor, valores, principios, enseñanzas y fidelidad a la Espiritualidad Ignaciana; escenario donde, día a día, entrega todo su ser para alcanzar el sentido que Dios le mostró en su caminar del sacerdocio, donde aprendió a reconocer el amor misericordioso de Dios, “en todo amar y servir.” Obediente al proyecto que Dios destinó para su vida que irradia con sus pensamientos y acciones plasmadas en la frase “quien no vive para servir, no sirve para vivir”. En su serenidad y sabiduría me enseña a descubrir lo importante que es conocer nuestro equilibrio, saber discernir, tomar las mejores decisiones frente a la voluntad de Revista Jesuitas Colombia
Dios. Como mi acompañante espiritual, le aprendí que hay que abrir el corazón al indiferente y exhibir siempre la autenticidad.
lado de maestros, estudiantes, empleados, padres de familia, jesuitas… uno en particular: el padre Gregorio Arango, S.J.
Soy admiradora de sus silencios profundos que inspiran a aplacar mis emociones y serenarme para entrar en oración y contemplar la belleza que rodea la existencia humana. Fanática de su sabiduría, de las palabras acordes a los momentos de alegrías y tristezas. Seguidora de sus acciones amorosas y de la humildad para contemplar a los más necesitados en el momento justo de ayudar.
Ya en el Colegio, en nuestra primera reunión general de padres de familia, se encontraba un cura a quien presentaban las directivas como Director. Espigado él, su delgada figura, ojos azules y nariz aguileña, junto con un acentuado acento paisa –¡sin sotana!–, de manera sencilla, nos invita a “ser más para servir mejor”, a “en todo amar y servir”, entre muchas otras frases que dicen y aplican los jesuitas, las cuales enaltecen su labor, en donde muchos resultamos impregnados. Su nombre, Gregorio Arango, S.J., ¡quien ya está en los cien y más de ochenta al servicio de la comunidad!
Honro su docilidad, transparencia espiritual y su devoción a la Virgen María. Respeto su alegría, sus chistes y sus apreciaciones. Dios permitió que me encontrara con el padre Gregorio hace veintiséis años en un camino donde sus pasos van marcando huellas de aprendizajes, sentido de vida, felicidad, honestidad, respeto, lealtad. Al mirar el horizonte, se vislumbran nuevos caminos de luz impregnadas de alegría para encontrar la paz que tanto añoramos. Por siempre.
Mauricio A. Castellanos T. Hace ya dieciséis años, iniciábamos con mi familia los trámites de selección para el ingreso en un buen colegio del sector del Lago Timiza, proceso que nos permitió hacer parte de la gran familia Santa Luisa al año lectivo siguiente, es decir, por allá en el 2005 y durante diez años más, en donde se nos dieron las herramientas para poder crecer como personas y como familia, compartir experiencias maravillosas, al SEP-OCT 2020 | Caminar con los migrantes
Nos iniciamos en un grupo de “colegas papás”, ASOPADRES. Allí su acompañamiento fue fundamental y grato. “Ser más para servir mejor”, es su esencia. En las asambleas, sus planteamientos serios, fundamentados, respetuosos, respecto del valor del servicio, en las escuelas de padres, su presencia motivada por el amor hacia su comunidad educativa. Recuerdo cuando, desde la Asociación, se planteó un programa de asistencia alimentaria –el Plan Alimentar–, programa que funcionó por cinco años. Allí, el acompañamiento del padre “Goyo” fue enriquecedor. Se le notaba bastante motivado e interesado por aquel bello reto. Alguna vez, la Asociación planteó a las directivas la rifa de un carro; estas se muestran sorprendidas, ya que es una empresa de largo alcance en tiempo, requiere mucho trabajo y pues económicamente es de alto presupuesto. Sin embargo, nos escuchan atentamente, pero como incrédulos, y es precisamente el padre Gregorio, tal vez por nuestra actitud de niños ansiosos (era un momento donde 33
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estábamos entusiasmados) quien da un espaldarazo al proyecto… depositaba su confianza en nosotros, de tal suerte que rifamos unos cuantos carros más en los años venideros. Gracias a esa oportunidad, logramos que nuestras familias tuviesen una grata experiencia. Su pasión también incluía a los perros, de raza pastor alemán. Hay tres de estos ejemplares en el Colegio… realmente los disfrutaba. Otra de sus aficiones y amor por nuestros hermanitos menores. Efectivamente, esa máxima de “en todo amar y servir” también se hacía latente, nos motivaba. En ASOPADRES se “cocina” otra idea: la de facilitar la unión marital en celebración del sagrado matrimonio, con lo que pastoral del Colegio y el padre Goyo, están de acuerdo, les gusta la idea. ¡Gracias a esto, es precisamente el padre Gregorio quien acepta oficiar la ceremonia en la capilla del Colegio! Una sencilla, pero muy sentida y hermosa celebración con mucho significado en compañía de nuestros amigos más cercanos, así como lo saben hacer los jesuitas, en donde su bendición está acompañada por la bendición del hijo del hombre. Efectivamente, el padre Gregorio, nos deja su legado. Es capaz de encarnar y hacer propio el “ser más para servir mejor”. Su amor, dedicación y entrega por todos y cada uno de los que hacemos parte de la comunidad es inconmensurable. Frase a la que logró imprimirle esa fuerza para sacar adelante el proyecto de vida de muchísimos seres humanos, quienes hemos tenido la fortuna de compartir y trabajar con él. Confianza… sí, eso que nos hace falta o la hemos perdido por que nos han defraudado. Sin embargo, él depositó su confianza en nosotros y eso, al menos SEP-OCT 2020 | Caminar con los migrantes
en mí, logró que sacáramos lo mejor de nosotros para nuestra comunidad. Padre Gregorio, nuestro querido Goyo, muchas gracias por tus enseñanzas, por tu tiempo, tu entrega y amor. ¡Feliz cumpleaños número cien!
Enrique A. Gutiérrez T., S.J. Pensar en que nos acercamos a la celebración de los cien años de vida de Goyo, como cariñosamente lo llamamos, nos parece algo que es casi imposible. No es común hablar de una persona que cumple cien años y que mantenga la lucidez que tiene Goyo. De raigambre paisa, nacido el 18 de agosto de 1920, hermano de otros dos Jesuitas: Monseñor Bernardo, quien fuera obispo de Barranca, y Darío quien por muchos años dirigió la Congregación Mariana de Medellín. Entró a los quince años al Noviciado de la Compañía de Jesús, realizó toda su formación como Jesuita en Colombia. Se ordenó de Sacerdote en 1951 de manos de su hermano, Monseñor Bernardo. Gran parte de su ministerio sacerdotal lo ha realizado en los Colegios de los Jesuitas en Colombia: San José, San Bartolomé La Merced, San Luis Gonzaga y Santa Luisa. 36 años dedicados al Santa Luisa nos hablan de esa presencia ininterrumpida que cada mañana le ha permitido llegar al Colegio con alegría y entusiasmo. También son testimonio de una vida entregada a la formación de los niños y jóvenes que buscan la formación integral bajo los principios de la espiritualidad y pedagogía ignacianas.
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Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la presencia de Goyo en Santa Luisa es parte de lo que constituye la característica del Colegio y su esencia. Por eso, este año ha tenido como eje la Gratitud. Valor que nos permite reconocer lo que otras personas nos han dado, lo que han significado en nuestra vida y la huella que han dejado. Por eso, podemos decir hoy: gracias, padre Goyo, por 100 años de vida, por 84 años como jesuita y por casi 69 años de sacerdocio. Es fácil decir los años que se han cumplido. Se necesita una larga vida para haberlos vivido. Son pocos los Jesuitas que en Colombia han llegado al centenario de vida. Sentimos que la experiencia de lo vivido y compartido con el P. Goyo es algo que debemos conservar como un tesoro, como la herencia del testimonio de una vida entregada al servicio de los demás. Cuántas personas a lo largo de este camino se habrán beneficiado de los consejos acertados de Goyo, cuántos podrán agradecer sus servicios como Sacerdote, cuántos niños y jóvenes podrán recordar algún consejo o palabra oportuna que, como educador, les haya ofrecido Goyo. Reconocemos en Goyo, la imagen del abuelo cargado de sabiduría, que tiene muchas lecciones de vida para compartir, que él mismo es un testimonio de la vida centrada en el Señor, con un profundo amor a la Virgen y un sentido de Iglesia vivido en la cotidianidad. Ejemplo también de Jesuita entregado a la misión, allí donde la obediencia lo ha colocado. Gracias, Señor, por permitirnos tener en el camino de nuestra vida a hombres que, como Goyo, nos invitan a la fidelidad, a la entrega generosa, a gastar la vida en el servicio, sabiendo que la mayor alegría es 36
poder decir que ha valido la pena vivir la vida como se ha vivido y seguirla viviendo de la misma manera, buscando como dice San Ignacio, nuestro fundador, en los Ejercicios Espirituales “En todo Amar y Servir” a la mayor gloria de Dios.
Paola Alejandra Romero Representante estudiantil
Hablar del tiempo, de cómo este se ha comportado con el mundo, nuestros aliados, incluso con nosotros mismos. Hablar del tiempo y cerrar los ojos para teletransportarnos a ese momento que nos dejó sin aliento, para sentir ese vacío en el pecho que se caracterizó por haber cambiado nuestras vidas. Hoy quiero escribirles acerca del tiempo y cómo hemos tenido el honor de compartir este mismo al lado del padre Gregorio Arango. A mis seis años, comencé una etapa diferente; entré al Colegio para comenzar a cursar mi primaria. Recuerdo cómo se sentía la emoción de poder jugar en ese parque tan característico que tiene el Colegio, pero casi se me sale el pecho cuando conocí a mis compañeros, maestros y al padre Goyo. Literalmente, cuando vi la Revista Jesuitas Colombia
cantidad de niños que había en mi curso, pensé en la cantidad de amigos que haría. En el instante que mis maestros cruzaron el salón, supe que serían unos guías fenomenales, que jamás me arrepentiría de estar acompañada por ellos, pero en el momento en que saludé al padre Goyito noté la compasión que irradia su alma y su ruana. Desde entonces, entendí que la perseverancia es el valor más importante para cumplir tus sueños, lograr tus objetivos y siempre sentirte conforme con tus metas. ¡Adivinen quién me lo enseñó! Así es, el padre Goyo. Mientras sentía el pasar de los años, veía como esos amigos cambiaban su camino, como esos profesores tomaban un nuevo rumbo, pero el padre, tan reluciente, siempre estuvo ahí, sonriendo, predicando y enseñándonos que todo es posible a pesar de todas las situaciones que puedan ocurrir. Aprovecho este pequeño texto para mandarle toda la buena energía que pueda salir de mi ser y agradecerle por ser parte de este camino, por haber sido un ejemplo fundamental de que la voluntad y la entrega son suficientes para hacer cualquier cosa que uno mismo se proponga. “El agradecimiento es la parte principal de un hombre de bien” - Francisco Quevedo.
Rosa Elena Quiroga Clavijo Hoy vienen a mi mente imborrables recuerdos que marcaron mi vida para siempre, cuando, a finales de enero de 1998, Dios me llevó a un bello lugar que, sin lugar a dudas, sería el inicio de una nueva vida. Llegué allí, al Santa Luisa, tal vez en el momento más difícil de mi vida, luego de afrontar experiencias duras y dolorosas SEP-OCT 2020 | Caminar con los migrantes
que aún no superaba y que dejaron, en mí, inseguridades, miedos, desilusión y desconfianza. Pero Dios, en su infinita sabiduría y misericordia, tenía planes perfectos de sanación y bendición. Todo era nuevo para mí: un colegio grande, acogedor, muy reconocido e importante, organizado, con una filosofía propia que cautiva y marca, con hermosos y agradables espacios, además de tantas personas maravillosas e idóneas que dan todo de sí para impactar y transformar vidas. Desde la entrevista en la oficina del “Director General”, el padre Gregorio me inspiró un gran respeto y admiración. Se notaba que era un jefe inteligente, sabio, firme, justo y exigente, pero con una gran bondad, ternura y dulzura que reflejaba en su rostro, en cada palabra y acción. No bastó mucho para que se convirtiera en alguien muy especial; no necesité contarle nada de mi vida para que se diera cuenta que esta ovejita angustiada necesitaba un pastor que la orientara y la ayudara a encontrarse consigo misma y a darle sentido a su vida. Las palabras siempre sobraron. Bastaba solo con su tierna mirada, su hermosa sonrisa, o un caluroso abrazo para coger impulso, afrontando con coraje y valentía cada reto y prueba que se me iban presentando. Sus consejos sabios, su amabilidad, comprensión y sinceridad siempre estuvieron presentes cuando más los necesité. Además, de su risa contagiosa, que irradiaba una alegría inigualable, alegrando esas mañanas frías, era como un soplo infaltable de ánimo que necesitaba cada día para iniciar con energía y optimismo. En poco tiempo “aprendí de ti, padre Goyito”, a apreciar las pequeñas cosas, a confiar, a sonreír, a ser feliz y transmitir esa alegría a todos los que me rodeaban, a disfrutar 37
y hacer todo con amor sin esperar nada a cambio, sino entregando lo mejor de mí; a ser generosa y bondadosa, a perdonarme, valorarme y aceptarme tal y como soy, a luchar por lo que quiero, a no tolerar las injusticias, a hablar con asertividad, a ser prudente, a defender y acompañar a los más desprotegidos, a no tolerar la mediocridad, a aprender cada día algo y actualizarme en mi que-hacer, para así poder “ser más para servir mejor”. Mi vida cambió por completo, dejando atrás el pasado y tanto sufrimiento, transformando ese dolor en oportunidades para ser una mejor maestra, madre, hija, hermana, amiga, mujer. Ahora, como un instrumento del amor de Dios hacia los demás, no me canso de agradecer a Dios por el milagro de tu vida en la mía, por ponerte en mi camino, por ser ese rayito de luz que me guió e iluminó durante tantos años; soy la maestra y la persona que soy gracias a ti, a la familia Santa Luisa que llevo en mi alma y a la formación ignaciana que recibí y que, desde entonces, reflejo en mi vivir y actuar sirviendo con excelencia, amor y alegría. Santa Luisa es un lugar maravilloso, tiene una magia especial. Todos los que hemos tenido o tienen la dicha y la fortuna de ser parte de esta hermosa familia, coincidimos en que los mejores años de nuestras vidas los hemos vivido allí y ello se debe a que tú nos inspiras a ser siempre mejores, a seguir tu ejemplo de excelencia, constancia, amor, servicio, entrega, humildad, nobleza. “Eres el alma del Colegio”, el guía y consejero espiritual de tantos directivos, maestros, estudiantes, empleados, padres, acudientes y familias enteras, el amigo incondicional que siempre estaba en los momentos de alegría y que, además, nos confortaba y animaba en los momentos de tristeza. 38
Es maravilloso ver el amor y cariño que inspiras en quienes hemos tenido el privilegio de conocerte. Recuerdo que siempre, cuando recorrías los pasillos, parques y diferentes lugares del Colegio, todos los niños corrían a abrazarte y esperar con alegría ese coscorrón en la cabecita para luego reír a carcajadas; o los profes y empleados cada vez que te veíamos, nos acercábamos para saludarte, reírnos tal vez de un buen chiste, escuchar un sabio consejo, pedir tu bendición o simplemente esperar ese abrazo que restauraba el alma. Todos siempre estábamos a la expectativa de verte disfrazado el día de los niños. Tú siempre nos sorprendiste al compartir con alegría y generosidad ese día tan especial. Tenemos tanto que agradecer y reitero: como siempre lo he dicho, mi hijo Cristhian David y yo somos, gracias a Dios, orgullosamente “made in Santa Luisa”. Desde el fondo de mi corazón, querido padre Gregorio, te doy las gracias y aprecio todo cuanto hiciste por mí, por mi familia y por tantas personas que a diario ayudaste. Soy muy bendecida y afortunada al contar con tu cariño… no hay palabras que alcancen a expresar mi gratitud. Somos tu mejor legado y, sin importar el lugar en el cual nos encontremos, siempre seguiremos reflejando con nuestros actos esa huella de amor, alegría, servicio, entrega, sencillez y de amistad incondicional que nos enseñaste. Ten la plena seguridad que cada vez que te nombramos o escuchamos tu nombre o te vemos en alguna foto, siempre vienen a nuestra mente todos esos bellos recuerdos de incontables momentos compartidos. Seguiremos orando a Dios porque te conceda salud, bienestar y muchos motivos para seguir sonriendo y ser muy muy feliz al lado de quienes tanto te admiramos y queremos. Con profundo cariño.
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María Salomé Chona Cruz Personerita - Grado 3º C Hoy quiero darle gracias a Dios por permitirnos celebrar el cumpleaños número cien de nuestro padre Gregorio Arango; un hombre amoroso, bondadoso y dedicado a las labores de nuestra Iglesia, cumpliendo con los designios de Dios y, sobre todo, prevaleciendo los valores de nuestra institución. Padre Gregorio, muchas felicidades y esperamos que puedas seguir compartiendo muchos años más al lado de nosotros.
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Hombres que responden con fe al llamado de Dios Ricardo Delgado MartĂnez, S.J. Vocaciones Jesuitas Colombia
Gregorio Arango Henao, S.J. 40
San Alberto Hurtado Revista Jesuitas Colombia
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oy, 18 de agosto, día en que se escriben estas líneas, celebramos los cien años del natalicio de nuestro compañero el P. Gregorio Arango y, también, la fiesta de Alberto Hurtado, santo jesuita latinoamericano. Dos vocaciones llamadas por Dios para ofrecer la vida al servicio de los más necesitados y excluidos del mundo. La respuesta de estos hombres a Dios se convierte en testimonio actual de la acción divina en la vida de los seres humanos. Creemos que la fe que han tenido estos compañeros, Gregorio y Alberto, ha sido fruto de la experiencia profunda de encuentro con el Señor Jesucristo, que los llamó por su nombre y les invitó a seguirle hasta el final. El encuentro con Jesús, en la cotidianidad y durante toda la vida, es el modo como Dios opera en el corazón humano y transforma a las personas en testigos de Cristo. El encuentro cotidiano con Jesús lleva al ser humano a comprender el valor innegociable de la humanidad, el misterio de ser constituidos por otros distintos, y la dignidad de hijos de Dios Padre, que abre al ser humano a nuevas relaciones incluyentes y solidarias. Estas tres notas ofrecen, en este tiempo, motivos suficientes para seguir a Jesús y al modo de Gregorio y de Hurtado. Seguir a Jesús da al ser humano fe en los demás, hasta verlos como hermanos, compañeros, y amigos. Para Hurtado, “la pasta de su gente es de primera”, expresión que uso con su amigo Lucho en una carta en 1945, para referirse a los jóvenes de su país. Jesús le dio a Hurtado optimismo frente a sus coterráneos. Seguir a Jesús dona al ser humano la fuerza para confiar que los demás no son
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ajenos y que Dios, Aquel más distinto, acompaña, respalda y responde frente a las mayores angustias y dificultades. Así lo hizo saber Hurtado en una carta que escribió a su amiga Rosario Subercaseaux, a propósito de una plaga que acabó con los cultivos en su país, y en la que le insistió que “no se amarguen por los bichitos que se comieron la cebada… que comida está, y el fiel Tubulco se encargará de compensar el banquete de los bichitos”. Y seguir a Jesús, hasta identificarse con Él, regala al ser humano la gracia de ver a Cristo en los demás. Es el regalo que disfrutaba Hurtado cuando pensaba y hablaba sobre los niños recogidos del puente en el rio Mapocho que pasa por Santiago de Chile, y que compartía con gran alegría en la navidad de 1945 a su pariente Mimí, quien le ayudaba con el cuidado de los niños en el Hogar de Cristo. Para Alberto Hurtado, en cada niño del Mapocho estaba Cristo. Dijo: “¡No por ser cochinitos son menos Él”, y ello lo animaba a seguir su cruzada por la solidaridad y la justicia en su país. También, para Goyo, como le dicen los niños y jóvenes del Colegio Santa Luisa, descubrir a Cristo en ellos es el motivo que lo ha sostenido cada día y durante varias décadas, para acompañar y animar la vida de tantas personas que trabajan por los demás. Que el Espíritu Santo, presente en Gregorio y Hurtado, quien capacita al ser humano para confiar en los demás, anime a nuestra Compañía a seguir la misión por la cual nuevos hombres quieran afectarse y seguir a Jesús, hasta entregar toda su vida al servicio de los más necesitados y excluidos de nuestra sociedad.
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VOCACIONES
Detenernos para emprender un camino junto a Él David Leonardo Martín Luna Novicio escolar
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an sido tiempos complejos. La cuarentena nos llevó a vivir nuestra experiencia de discernimiento vocacional y el proceso de consulta de otro modo, ya no desde casa Manresa sino desde nuestros hogares. Así fue, también, como nos enteramos de nuestra admisión en la Compañía de Jesús, a través de un computador o de un celular, pero la distancia no opacó el sentimiento de alegría que nos acogió por tan esperanzadora respuesta, pues se trataba de la confirmación del llamado que tanto nos interpelaba, el llamado de seguir a Jesús. Pues bien, ¡ya somos prenovicios! Nos dirigiríamos al Noviciado dentro de muy poco, porque el llamado no se hace esperar, pero el Señor nos daría la oportunidad de reunirnos una vez más antes de nuestro ingreso; y así fue como el 4 de julio de 2020 mis compañeros y yo nos reunimos en la Ceja (Antioquia), en la finca San José, para vivir una pausa antes del verdadero comienzo.
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La emoción por vernos cara a cara después de tres meses es indescriptible. Volver a celebrar juntos la Eucaristía y sentirnos comunidad por Aquel quien nos congrega, movía nuestro ser. ¿Por qué no ingresar de una vez al Noviciado? ¿Cuál era el afán por salir de nuestras ciudades para dirigirnos a un municipio de Antioquia? No se trataba de un capricho por reencontrarnos, se trataba de un espacio para entregarle al Señor nuestras vidas y nuestra vocación, y para comprender el desafío de responder al llamado, es decir, para nacer a una nueva mirada. De esta manera, vivimos una semana de Ejercicios Espirituales (E.E.). Fue una experiencia revitalizadora en la que pudimos reconocernos frágiles, realmente necesitados de Dios, pero al mismo tiempo pudimos acoger su misericordia. Fueron días silenciosos, no obstante, muy dicientes. Sin duda, la respuesta al llamado es todo un desafío, implica muchas rupturas, renuncias y una gran radicalidad. En los Ejercicios de san Ignacio pudimos reconocer todo aquello que nos ata, que no nos permite entregarnos en totalidad como nos lo pide Jesús y, por ello, pedíamos la gracia de ser liberados para más amarle y seguirle. Las celebraciones diarias fueron espacios propicios para compartir las mociones que el Señor suscitaba en nuestras oraciones. Allí, junto a Jesús Eucaristía, nos topábamos con el misterio de su amor. Cada día tenía su encanto; el Señor no pasaba desapercibido, su presencia era notoria, aunque no siempre visible. Él siempre estaba allí, ordenando nuestros afectos, limpiando, reconciliando y motivando.
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Cerramos esta experiencia con un corazón agradecido, como dice el poema de Benjamín González Buelta: “Gracias, Señor, por tu alegría sencilla […] del corazón seducido… por Ti”. Y qué mejor forma de terminar unos E.E. que celebrando la Eucaristía, agradeciendo por la oportunidad de ver cómo Dios nos mira. En este momento, el padre Ricardo nos entregó en físico nuestras cartas de admisión. Nuevamente, nos llenamos de alegría, pero era un sentir diferente, pues teníamos una mirada renovada, cimentada en el amor de Jesús. Les comparto, con un profundo sentimiento de confianza en el Señor, que estos E.E. han sido muy provechosos para caminar hacia el Noviciado San Estanislao de Kostka, que nos espera con los brazos abiertos. De su mano, siguiendo su paso, así queremos vivir el Noviciado, con gran generosidad y ánimo. Ya no es nuestro egocentrismo ni nuestra voluntad, es la persona de Jesús quien mueve nuestro interior para optar con amor por la vida religiosa en la Compañía de Jesús. Por favor, oren por nosotros para que, frente a las dificultades que la vida trae consigo, podamos sentirnos aún más cerca del Señor y lo sigamos con la convicción de su ternura y cercanía, así como lo hicieron san Ignacio de Loyola y sus compañeros. Hoy, 16 de julio, nos encomendamos a la Virgen del Carmen para que acompañe nuestro caminar y nos regale su confianza en Jesús. Fabián, Favio, Michael, Cristian, Juan Andrés, Andrés Felipe, Jeison y yo nos sentimos compañeros en el Señor, sus amigos, y deseamos fortalecer cada vez más este llamado que se ha grabado en nuestros corazones, con humildad y sencillez. Señor, danos tu amor y tu gracia que esta nos basta. Amén.
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Testigos de una promesa de amor Cristian Andrés García Morcote Novicio escolar
“Los que están llamados a seguir al Maestro de Nazaret, deben decidirse a pasar a la otra orilla, apostando valientemente por abandonar sus propias seguridades e ir tras las huellas del Señor” - Papa Francisco.
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na verdadera consolación espiritual -en términos ignacianos- ha sido el regalo que Dios nos ha concedido el pasado 12 de julio en la Capilla de nuestra comunidad del Noviciado San Estanislao de Kostka: la emisión de los votos perpetuos del bienio de pobreza, castidad y obediencia de nuestros hermanos Sebastián, Oscar Esteban, Juan Nicolás, Abner David, Andrés Nicolás y Jorge Augusto. La acción de gracias inició la víspera de los votos con la celebración de la Eucaristía de entrega de Cristos y dejó en el ambiente aquellas palabras imperecederas que retumban en la mente y en el corazón de quienes hemos escuchado: “… si tienes a Cristo, lo tienes todo, aunque no tengas nada”. Palabras que, además, se
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transformarán en la “rosa de los vientos” que acompañarán este viaje de nuestros compañeros e impulsarán nuestra existencia, como una barca que anhela del timonel un rumbo adecuado, buscando un feliz desembarco. La celebración propiamente de los votos estuvo inundada de gozo, llena de calidez y cercanía de los nuestros, de las oraciones de todo el Cuerpo apostólico y de los detalles que colmaron este recinto, que fueron el escenario donde estuvimos, en familia, los miembros de la comunidad y nuestros más cercanos colaboradores: Alicia, Berta, Mario, los párrocos de nuestros apostolados y todas las personas que nos acompañaron a través de las redes sociales en la emisión virtual.
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Mientras se leían, una tras otra, las fórmulas de los votos, recordábamos las renuncias que estos seis novicios hicieron de su vida pasada y de todas las ofertas de este mundo para seguir las huellas del Maestro con valentía y radicalidad. Reconocíamos, en sus frases, la misteriosa voluntad del Creador que quiere escribir en nuestras vidas un nuevo capítulo y nuevos versos para que entreguemos todo de nosotros mismos, con un horizonte que nace cada mañana en la vida del religioso. De esta manera, el Señor quiso llamar a un antropólogo, para que con sus conocimientos integrales del ser humano y su cultura, pueda ponerlos al servicio de este mundo que grita en los pobres y olvidados de nuestra sociedad. Dos compañeros, cultivados en el arte de la jurisprudencia, hallaron que la ciencia del derecho no era su oficio. Sin embargo, al escuchar el sermón de la montaña, sus corazones ardían vivamente para trabajar por la justicia y la paz a los pies del Maestro. Otros tres hombres cierran el grupo, llenos de sueños arquitectónicos y deportivos, anhelos de grandes empresas y negocios, trabajo social y cargos logísticos, ocupaban sus mentes; pero fue mayor el deseo ardiente, el impulso vital, la mirada que “reflectó” el Hijo de María y José, en aquella pobre cueva de Belén, en sus ojos llenos de ilusión, seduciéndolos para más amarlo y seguirlo. El verdor de los árboles y la grama que coloreaban esa mañana de esta querida casa de oración y discernimiento, hablaban de la esperanza que se siente al ver realizadas las promesas del Señor en los discípulos que acogen con paciencia, silencio y escucha las mociones del Espíritu y
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hacen concretos estos deseos de germinar para dar vida. Nuestros hermanos son frágiles renuevos de esperadas cosechas, jóvenes apóstoles que quieren trabajar con el Maestro por el Reino a la mayor gloria de Dios. Vidas nuevas que impulsen esta empresa que el mismo Dios ha empezado, para llevar a cabo su obra a través de la contemplación de los misterios de su Hijo. Y así, partió la barca rumbo a Bogotá. Se fue nuevamente un grupo de discípulos que, iluminados por el faro de la fe, han querido “pasar a la otra orilla”. Sabemos que existen otras luces en el camino que pueden enceguecer su vista… atentos y vigilantes, oyen la voz, le reconocen y, por si la duda les asalta, buscan entre sus mochilas todos los recuerdos y la historia de salvación propia que el buen Dios ayudó a escribir en sus diarios, cada mañana y en cada momento de reflexión y oración, en los apostolados, en las comunas, en los colegios, con los jóvenes, en los rostros que guardan en sus memorias de aquel llamado único y personal que llevan en sus corazones. Esta historia es nuestra historia del llamado salvífico del Creador a su “creatura”. En este ambiente de gratitud y nostalgia, fue cerrándose esta etapa para nuestros hermanos y para nosotros. Agradecidos por tanto bien recibido a través de esta vocación y con la invitación a cultivar la actitud interior de María, cuando toda nuestra vida se abre en alabanza en todo lo que hagamos día a día, sin apartar la mirada de Jesús, volvemos a retomar el cotidiano mensaje en esta casa donde reconocimos el primer amor.
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Refugiados María Alejandra Navarrete Tovar
Luces, pasos, sílabas, sillas, sorbos, besos, no hay nada. En esos ojos no hay nada, en los caprichos de quien no ha visto. Tierra, agua, fango, frío, tos, hambre, noche. Cielo, humo, blanco, fuego, cerca, sed, sal. Sin raíz, sin suelo, sin sueño, con hambre, sin sombra. Agua en el cuello, agua en la cama, agua en la boca, agua en la ropa, agua en la tráquea, agua en las botas. Arde la entraña, arde la casa, arde el muchacho, arden los pies. Caminan, nadan, se arrastran, se esconden, resisten, se mueren, no vuelan. Cómo duele, no vuelan.
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REGIONALIZACIÓN
Nuestras regiones: en acogida y fidelidad con los más vulnerables EN LA REGIÓN CARIBE NOS REINVENTAMOS PARA SEGUIR LA MISIÓN DE AMAR Y SERVIR Gloria Cardona Noriega Asistente de Misión Regional
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l contexto social, económico y político de la Región Caribe no da tregua. Los indicadores de pobreza reflejan condiciones de vida poco favorables en el marco de la satisfacción de necesidades básicas y en la permanente violación de los Derechos Humanos en una población que ha sido excluida históricamente por un sistema poco digno.
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Testimonio:
Por ello, creemos fielmente en caminar junto a los excluidos. Como obras de la Región Caribe, en el marco de la situación actual sanitaria, hemos tenido que reforzar el acompañamiento permanente, ya que la desesperanza y la falta de oportunidades se han convertido en el pan de cada día entre los menos favorecidos y en la población en general. Como dice el papa Francisco: “Servir, acompañar, quiere decir también defender, quiere decir ponerse del lado de quien es más débil…”, frase que nos sirve de inspiración para que la Preferencia Apostólica Universal número dos, siga mostrándonos el camino en nuestro modo de proceder regional. Así, las obras de la Región Caribe hemos encontrado, en la ayuda humanitaria y en la virtualidad, una forma de mantener activos los procesos sociales y formativos, la incidencia y los canales de comunicación abiertos para el acompañamiento espiritual de las comunidades. 54
“La Parroquia de Santa Rita ha tenido un acompañamiento muy bueno con nosotros en lo social y espiritual. Nos hemos llenado de fortaleza a través de la oración y nos ha brindado, en ese caminar juntos, que nuestra salud mejorara con campañas de atención. Yo estaba embarazada y, gracias a ese caminar juntos, tuve un embarazo vigilado y controlado y, gracias a mis hermanas de la comunidad de mi templo, tengo mi hija sana. Le doy gracias por toda la colaboración, tanto espiritual como de ayuda humanitaria… pude tener alimentos y salud en medio de la pandemia del COVID-19. En este tiempo hemos tenido muchas dificultades porque no podía salir, sin embargo, con la ayuda de mi comunidad parroquial, he sentido que Dios no me ha desamparado y el pan no me ha faltado. Por eso, siempre estaré agradecida con mi parroquia de Santa Rita por ser tan humanos” - Elly Johana Martínez, ciudadana venezolana. Planteamientos como el anterior, nos sirven de motor para continuar esta labor que, aunque llevamos hace varios meses de forma virtual, sigue siendo una estrategia importante para la construcción de la paz, la justicia y la reconciliación. Revista Jesuitas Colombia
LA DIGNIDAD EN LOS MIGRANTES HACE LA DIFERENCIA: EXPERIENCIAS DE LA REGIÓN SANTANDER P. Rodolfo Abello Rosas, S.J Coordinador Misión Regional Ana María García Asistente
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a migración ha sido uno de los retos más importantes que ha tenido que asumir la Región Santander en los últimos años, frente al cual ha logrado desarrollar, con gran compromiso y responsabilidad, diferentes acciones que se han ido ajustando de acuerdo con el contexto, recursos y alianzas con otras entidades. Ruta de Atención al Migrante La vía entre Bucaramanga y Pamplona atraviesa el emblemático Páramo de Santurbán, y su recorrido es una amenaza a la vida de quienes se desplazan por esta vía buscando un mejor futuro para su familia. Por esto, una invitación, hecha al padre José Fernando Posada S.J. por la Fundación Doctora Clown y un grupo de motociclistas, para recorrer este camino entregando ayudas, se convirtió, posteriormente, en una apuesta continua en la que han participado jesuitas, colaboradores en la misión, estudiantes y otras comunidades religiosas, como las hermanas Hijas de Jesús. Casa de Paso El Peregrino Desde noviembre de 2019, se desarrolló el proyecto de la Casa El Peregrino, lugar que se dispuso en el kilómetro 38 de la vía Bucaramanga – Cúcuta, y que contó con la participación del Servicio Jesuita a Refugiados (JRS).
donde se brindó servicio de alimentación, baño, orientación, así como entrega de ropa y zapatos a los caminantes migrantes que transitaban sobre esta vía. Albergue Temporal Villasunción El primer trimestre del año 2020, inspirados por la moción del P. Arrupe S.J. al momento de la bomba atómica en Japón, cuando abrió el noviciado para prestar los primeros auxilios, la Regionalización avanzó y buscó aliados en la Alcaldía de Bucaramanga (CORPRODINCO, ACNUR). En unión con la Casa de Ejercicios Villasunción, se creó un laboratorio de Albergue en Formación Integral para la atención a migrantes. Este proyecto comenzó con un perfilamiento muy preciso de los migrantes. Se construyeron protocolos de bioseguridad y protocolos de atención. Se hizo la contratación de personal cualificado y la negociación con la comunidad del barrio Los Pinos, quienes temían por la presencia de un albergue en su sector. En total, se atendieron 174 personas de 43 núcleos familiares; la mayoría terminaron solicitando asilo político y solo una familia pidió apoyo para regresar a Venezuela. Esta experiencia ha sido un éxito rotundo, dejándonos agradecidos y esperanzados en la construcción de una sociedad más solidaria, participativa y receptiva con los migrantes. Testimonio: "Son las 8:00 a.m. de cualquier domingo del año 2019 o comienzos del 2020, antes de la pandemia. En las puertas del Colegio San Pedro Claver, en Bucaramanga, nos reunimos los tripulantes de
En la Casa se ofreció una cálida acogida, SEP-OCT 2020 | Caminar con los migrantes
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uno, dos, tres y hasta cuatro vehículos… hasta veinte personas. Profesoras, alumnos, jesuitas, padres de familia, amigos y amigas del Colegio Reina de la Paz, de las hermanas Hijas de Jesús y capuchinas del Colegio La Merced. Con los maleteros llenos de emparedados, galletas, bocadillos, chocolatinas, dulces, tinto, aguadepanela, jugos, agua, curitas, acetaminofén, manteca de cacao, zapatos, ropa, medias, gorros y peluches. En caravana, por la vía a Pamplona, nos detenemos ante cada grupo, pequeño o grande, de caminantes venezolanos que avanzan por la carretera… sudorosos, cansados, sedientos, hambrientos, con miedo. Saludo, bienvenida, apretón de manos, abrazo. ¿De dónde vienen? Aragua, Barquisimeto, Mérida, Valencia, Maturín, Coro, Caracas, Apure… ¿Hacia dónde van? Chile, Perú, Ecuador, Cali, Medellín, Manizales, San Gil… ¿Y por qué se vinieron de Venezuela? “¡Náguará!” ¡Allá no se puede vivir! Buscando futuro para nosotros y poder mandar algo a nuestras familias. Un breve descanso y un pequeño refrigerio. Una llamada a algún familiar desde nuestros celulares.
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De pronto, entonamos, con lágrimas en los ojos, “Gloria al bravo pueblo”. ¿Con quién van caminando ustedes? Y siempre la misma respuesta: ¡Con Dios! Nos habían prevenido que eran prostitutas, ladrones, asesinos, sucios, malas gentes, indeseables, y resultó que eran ¡hermanos! Niños y niñas hermosas, jóvenes llenos de esperanzas, papás y mamás sacrificados, abuelos llenos de cariño. ¡Todos hijos de Dios! Y nos preguntan: ¿por qué hacen ustedes esto? Porque somos hermanos. Nos critican que esto es asistencialismo. Que lo que hay que hacer es cambiar las estructuras injustas y enseñar a pescar. Cuando regresamos, entrada la tarde, traemos el corazón arrugado y el alma ensanchada. Hemos encontrado a Jesús en la carretera" - Padre José Fernando Posada S.J. (Colaborador Colegio San Pedro).
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Hacernos prójimos de (nuestros vecinos) los migrantes Oscar Freites, S.J. (ARU) - Juan Carlos Sierra, S.J. (VEN) Centro Interprovincial de Formación (CIF)
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os escolares jesuitas que vivimos en el Centro Interprovincial de Formación San Francisco Javier (CIF), hemos llegado a Bogotá desde distintas partes del mundo con la misión de estudiar teología. Actualmente, nuestra comunidad se conforma por compañeros de diferentes latitudes de Latinoamérica, Norteamérica y África. Nos encontramos en Bogotá para estudiar, para compartir la vida y para seguir discerniendo nuestra vocación en la Compañía de Jesús. En ese discernir, nuestra cercanía y compromiso con la realidad que nos acoge es un elemento fundamental. De allí que la colaboración en las diferentes obras apostólicas que la Compañía de Jesús lleva adelante en Colombia es una dimensión constitutiva dentro de nuestro proceso de formación.
nos hemos visto obligados al encierro del hogar, sino también nuestros vecinos.
Durante este año, la pandemia del COVID-19 ha modificado significativamente nuestro ritmo de vida. Las clases de la universidad pasaron íntegramente a modalidad remota mediante el campus virtual. Nuestras colaboraciones apostólicas también han migrado en su mayoría a esta modalidad, y nuestras misiones de Semana Santa y del periodo intersemestral fueron suspendidas. Ante las medidas de aislamiento social y cuarentena obligatoria en Bogotá, por varias semanas, hemos permanecido dentro de nuestra casa, compartiendo el día a día, cocinando, limpiando, tratando de profundizar nuestros vínculos comunitarios. Pero no solamente nosotros
El Grupo Interagencial sobre Flujos Migratorios Mixtos (GIFMM), desde su Plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), nos dice que, para agosto de 2020, 5’180.615 venezolanos han abandonado su país para buscar mejores oportunidades en otros territorios. De estos, aproximadamente 4.3 millones se encuentran en Latinoamérica y El Caribe, siendo Colombia el mayor país receptor (1). Según datos de Migración Colombia, con corte al 31 de mayo de 2020, 1’764.883 migrantes venezolanos se encuentran en el territorio colombiano. Si comparamos este dato con el registro a febrero de 2020, se evidencia un descenso
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Vivimos al sur del centro de la ciudad de Bogotá, en un barrio de gente sencilla y trabajadora, entre talleres de costura y muy cerca de la pujante zona comercial del Restrepo. Casas de tejas de zinc, calles con vendedores ambulantes, parques donde juegan los niños, esquinas donde se reúnen los jóvenes, el caño del río Fucha, hogar de muchas personas en situación de calle. Un lugar muy propicio para la vida de los migrantes que llegan, con escasos recursos y con muchas esperanzas, a la ciudad de Bogotá. Al igual que nosotros, nuestros vecinos son migrantes. Ellos han llegado de diferentes partes de Colombia, pero, sobre todo, han llegado desde Venezuela.
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del 3,33% en el volumen poblacional de migrantes forzados venezolanos en Colombia (2). De esta población, el mayor número se corresponde con hombres y mujeres de entre los 18 y 39 años. Así mismo, resulta significativo el número de niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Finalmente, debemos considerar que Bogotá es la ciudad que mayor número de migrantes provenientes de Venezuela ha recibido. Desde estas afirmaciones, debemos hacer dos observaciones. En primer lugar, consideramos correcto hablar de población migrante forzada proveniente de Venezuela y no, simplemente, de migrantes venezolanos. La población migrante proveniente de Venezuela, que ha ingresado a territorio colombiano, se caracteriza por ser un flujo migratorio mixto. Personas venezolanas con necesidad de ayuda humanitaria o con una clara necesidad de protección internacional, pero, también, personas colombianas retornadas con muchos años de residencia en Venezuela y cuyos hijos tienen nacionalidad venezolana. Así, también, personas de otras nacionalidades que residían en Venezuela. En segundo lugar, este flujo migratorio mixto presenta un significativo subregistro, pues la mayoría de los migrantes forzados ingresan a Colombia por los pasos fronterizos irregulares conocidos como “trochas”. Esta realidad ha crecido exponencialmente durante el tiempo de pandemia frente al cierre de los diversos pasos regulares de la frontera colombo-venezolana. Sin embargo, un dato que llama la atención es el descenso de la población venezolana en Colombia durante la pandemia. El director de Migración Colombia ha afirmado que, “desde el 14 de marzo al 3 de agosto de 2020, retornaron a Venezuela,
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de manera voluntaria, más de 95.000 ciudadanos venezolanos” (3); y que se tienen 42.000 solicitudes de retorno aún sin resolver. ¿Por qué los migrantes han emprendido este camino de regreso? ¿Por qué, en medio de la pandemia, miles de migrantes se lanzan a los caminos para volver a un país donde la incertidumbre aún está presente? Los migrantes forzados, presentes en el territorio colombiano, no solamente están tomando camino hacia Venezuela, sino que también están dejando las grandes ciudades para buscar nuevas oportunidades en las zonas rurales o en poblaciones más pequeñas. La pandemia, en medio de los aislamientos obligatorios y las cuarentenas, ha sido causa de un nuevo forzado desplazamiento de la población proveniente de Venezuela. Los migrantes han emprendido, nuevamente, viaje porque: - fueron desalojados por los arrendatarios por no cumplir con el pago del alojamiento, a pesar del decreto presidencial que prohíbe estas acciones; - en su mayoría, trabajaban en la informalidad, lo que implicó que dejaran de recibir ese recurso diario debido al aislamiento obligatorio; - otros, que se dedicaban a trabajos como auxiliares de mecánica, vendedores en almacenes, en cafeterías, restaurantes, cuidando niños, entre otros, y cuyo pago era por horas, fueron despedidos, pues los establecimientos fueron cerrados; - y porque, pese a la ayuda humanitaria de vecinos, por parte de algunas autoridades territoriales y organizaciones sociales, se vieron sin nada qué comer y sin poder salir a buscar alimento (4).
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Estas razones se hacen carne entre nuestros vecinos migrantes, razones que se transparentan en nuestro barrio y que comenzaron a golpear la puerta de nuestra comunidad. El estudio de la teología nos ha enseñado que leer los signos de los tiempos supone “el esfuerzo por discernir la presencia y actividad de Dios en los acontecimientos actuales de la historia contemporánea para decidir lo que debemos hacer como servidores de la Palabra” (5). Ante ello, la situación de los migrantes forzados presentes en nuestro barrio se convirtió en materia de discernimiento comunitario para los jesuitas que vivimos en el CIF. Desde el 2018, algunos compañeros de la comunidad venían acompañando pastoralmente a los migrantes venezolanos que residen en cercanía del CIF. Gran parte de estos migrantes se encuentra alojada en arrendamientos bajo la modalidad de pago diario. Los espacios de escucha personal y colectiva, para generar actitudes resilientes, fueron la punta de lanza de este apostolado en medio de los migrantes. Con el tiempo, fueron surgiendo necesidades de apoyos puntuales en alimentos y vestimenta, y alguna ayuda económica para cubrir las diarias deudas de arriendo. Con la pandemia, estas necesidades se multiplicaron y la amistad ganada con los migrantes nos ubicó como una cercana referencia para solicitar ayuda. La pandemia cambió profundamente su realidad… muchos quedaron varados y sin posibilidad de generar recursos económicos para sostenerse. Frente a ello, en los últimos meses, se intensificó el acompañamiento y el apoyo que la comunidad del CIF venía prestando a la población migrante.
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Desde esta realidad, y al modo ignaciano, la comunidad comenzó un proceso de discernimiento comunitario para identificar las invitaciones y llamadas que Dios nos estaba haciendo y poder decidir juntos al respecto. En un primer momento, comunitariamente, se decidió destinar algunos recursos económicos personales y comunitarios para ayudar a nuestros vecinos migrantes. En una segunda instancia, se delegó a algunos compañeros la tarea de estructurar un proyecto para “emprender un acompañamiento pastoral integral a la población migrante que se encuentra alojada o que llegue a alojarse en los paga-diarios que se encuentran en las inmediaciones del CIF” (6). En dicho proyecto, se trazaron las líneas y estrategias de acción que se asumirían comunitariamente, y se focalizaron tres lugares de residencia de migrantes para acompañar: dos arriendos en nuestro barrio San Antonio y uno en el barrio Restrepo (7). Ofrecer un acompañamiento pastoral integral desde la escucha espiritual, el acompañamiento, la formación, la recreación y la revisión de vida personal y comunitaria, sigue siendo la piedra angular de nuestro estar entre y con los migrantes. Así mismo, ofrecer la posibilidad de un esquema de apoyo humanitario de emergencia (ayuda económica para el pago de arriendo, seguridad alimentaria y sanitaria), la proyección de emprendimientos productivos y el fortalecimiento de capacidades individuales, colectivas y comunitarias para procurarse personalmente el diario sustento. Para ello, se identificó una necesaria articulación con otras obras de la Provincia Colombiana, otras instituciones de Iglesia presentes en Bogotá e instituciones de la sociedad civil. En este sentido, el Servicio Jesuita a Refugiados es un aliado
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estratégico. Así también, se vislumbró la necesidad de asegurar la sostenibilidad económica del proyecto y poder contar con recursos económicos para financiar las emergentes necesidades que se vayan presentando. Así nació el “Proyecto Arrupe 2020”, una iniciativa comunitaria de todos los miembros del CIF que nos ha involucrado, comprometido y desacomodado en medio de la pandemia. Bajo la solidaridad de muchos y muchas que, desde diferentes latitudes de nuestro continente, nos están apoyando económicamente, hemos podido acompañar y sostener a muchos de nuestros vecinos migrantes. Llegar a los arriendos supone escuchar historias duras: “Padre, hoy me quedé sin trabajo”; “Padre, salí a vender y en todo el día no hice nada”; “ayer, la policía me quitó las bolsas de residuos que tenía para vender”; “esta semana no juntamos para el arriendo… nos van correr a la calle”; “mi hermana no aguantó y se volvió caminando a Venezuela nomás”; “Padre, ayúdenos para la comidita”. Pero, también, es ser testigo de la solidaridad y de la esperanza. Ver a los niños que abren un paquete de galletas y las comparten entre todos, saber que se organizan para ayudar a los más vulnerables entre los vulnerables, que se conforman vínculos comunitarios en donde se comparte la olla y la mesa de cada día, que son capaces de escuchar con respeto las heridas de los demás. En este tiempo, las historias de nuestros vecinos migrantes se han metido hasta lo más profundo de nuestra vida comunitaria. Son tema de conversación en nuestros almuerzos y cenas, de oración en nuestras Eucaristías, de preocupación y ocupación en nuestras reuniones. Sus historias concretas: la operación de peritonitis de 64
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Jean Carlos, el nacimiento de Abraham, las peleas de los jóvenes del San Antonio I, el sueño de María de tener una máquina de coser, cómo va la venta de tapabocas de Eduardo del Restrepo, las artesanías de Luis y los llaveros de Iván. En este tiempo, ante la fragilidad de los migrantes, como comunidad nos sentimos “llamados a reconocer en sus rostros el rostro de Cristo, hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado, que nos interpela (cf. Mt 25,31-46)” (8). Nos sentimos movidos a poner el amor en obras, a compartir de lo nuestro, a romper nuestros miedos y seguridades, a hacernos prójimos de aquellos que estaban quedando al costado del camino. Si quieres conocer más del “Proyecto Arrupe 2020” o quieres sumar tu colaboración, puedes escribirnos al correo arrupe2020@gmail.com o en Instagram (@arrupe2020).
(1) Datos extraídos del Informe sobre Refugiados y Migrantes en la Región – R4V, disponible en: https://r4v.info/es/ documents/download/78160 (2) Migración Colombia reportaba para febrero de 2020 la cifra de 1’825.687 de migrantes venezolanos en territorio colombiano. Se puede acceder al último reporte oficial de Migración Colombia “Radiografía de Venezolanos en Colombia” en: https://www.migracioncolombia. gov.co/infografias/venezolanos-en-colombia-corte-a-31-de-mayo-de-2020
de-mayo-el-3-del-total-de-venezolanosque-se-encontraban-en-colombia-alcomienzo-de-la-pandemia-habia-regresado-a-su-pais-y-un-2-mas-estaria-ala-espera-de-poder-hacerlo (4) JRS COL Informe situacional 3: PROFUNDIZACIÓN DE LA CRISIS HUMANITARIA DE MIGRANTES Y REFUGIADOS VENEZOLANOS POR MEDIDAS DE CONTENCIÓN DEL COVID-19 https://col. jrs.net/es/informes/informe-3/ (5) Documento de Identidad de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana, p. 44. Disponible en: https://teologia.javeriana.edu. co/documents/3722978/3755604/ Documento+de+identidad+de+la+Facultad.pdf/93e86ef5-980d-467e-be9cb2e743606c29 (6) Enunciación del objetivo general de nuestro proyecto de acompañamiento a población migrante. (7) Actualmente, en el primer arriendo de barrio San Antonio, residen 24 personas, entre ellas 4 niños y niñas; en el segundo arriendo de barrio San Antonio, residen un total de 87 personas, entre ellas 29 niñas y niños; y, en el arriendo de barrio Restrepo, 48 personas, entre ellas 9 niñas y niños. (8) Papa Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2020. Disponible en: http:// www.vatican.va/content/francesco/ es/messages/migration/documents/ papa-francesco_20200513_world-migrants-day-2020.html
(3) Ver https://www.migracioncolombia. gov.co/noticias/para-finales-del-mesSEP-OCT 2020 | Caminar con los migrantes
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¡Que el amor habite en la casa común! Adriana Rodríguez G. Comunicaciones - Servicio Jesuita a Refugiados Latinoamérica y El Caribe (JRS LAC)
Paulina Jiménez Pino, Diego Mauricio Bonilla Pardo y Samuel González Londoño
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l año 2020 ha traído nuevos retos para la sociedad, la crisis social y económica, exacerbada por el COVID-19, ha tocado todos los rincones del mundo; dramas históricos se entretejen con los nuevos, acentuando la obligación de los estados, y de la humanidad en general, de proteger a aquellas personas más vulneradas. Se huye porque no hay opción, porque las violencias no cesan. No para la desigualdad ni la crisis de las democracias; el modelo de desarrollo que deteriora hasta el extremo el medio ambiente no se detiene. Como Jesucristo, obligados a huir. Según cifras de ACNUR, hay 79.5 millones de personas desplazadas a la fuerza en el mundo y hay 45.7 millones de desplazados internos. Latinoamérica aporta la lamentable cifra del 37% de muertes por violencia armada en todo el mundo, de modo que esta realidad nos invita a despertar, a no volver a la normalidad de la indiferencia, de los oídos que se niegan a escuchar y los ojos que prefieren no ver. El momento que vivimos nos exige la reconciliación y un profundo discernimiento sobre nuestra forma de ser y estar. Ante la realidad, muchas veces agobiante, surge la pregunta: ¿qué nos mueve? En septiembre se realiza la 106ª Jornada Mundial de las Personas Migrantes y Refugiadas, la cual, este año, centra su mensaje en el cuidado pastoral de las personas desplazadas internas; una ocasión oportuna para reflexionar y actuar, para el reencuentro, para moverse, conjugando en nuestra vida y cotidianidad los verbos que nos propone
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el papa Francisco: conocer para comprender, hacerse prójimos para servir, escuchar para reconciliarse, compartir para crecer, involucrar para promover y colaborar para construir. Desde el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS), tenemos el convencimiento de movernos por amor; nos mueven las personas migrantes, refugiadas y desplazadas forzadas; nos motivan sus miradas de esperanza, sus rostros y su caminar digno y perseverante. En homenaje a ellos y a ellas, hemos querido compartir, a través de una serie de cuatro videos animados, las historias de Ana María, don Pedro, Elsa y Casseus, y la de Dilan y las causas que los obligaron a huir. Si el amor por el prójimo habita en la Casa Común, será imposible permanecer inmóviles ante el sufrimiento, en silencio ante las injusticias, o de espaldas ante el dolor.
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Javeriana Cali: formando comunidad desde el sentido social
Johan Giraldo Rodríguez Comunicaciones Pontificia Universidad Javeriana (Cali)
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iferentes hechos tristes y dolorosos han golpeado al país en los últimos días. Desde ahí, se evidencian la falta de solidaridad, sensibilidad y justicia. Surgen muchos interrogantes para entender cómo los jóvenes y adultos están siendo víctimas de una violencia que no tiene por qué alcanzarlos. ¿En qué estamos fallando como sociedad? ¿Qué hace falta para proteger a nuestra gente? Un buen camino lo encontramos en las Preferencias Apostólicas Universales que la Compañía de Jesús planteó en el 2019 y que, en sus cuatro puntos, nos invita a reflexionar y plantearnos hacia dónde debemos llevar nuestro mundo. Procuramos, desde Javeriana Cali, dar sentido práctico a estas ideas que denotan sabiduría y conciencia para nuestra sociedad. Por ello, desde nuestros diversos programas de formación, buscamos llegar a esas comunidades para ayudar, enseñar, compartir, empoderarles y brindarles herramientas para crecer y fortalecerse personal y socialmente. ¿CÓMO LO HACEMOS? Forja Este programa de Formación Javeriana para el Cambio Social y la Paz nació en 2017 y se caracteriza por ser una propuesta formativa que se articula desde el currículo con asignaturas destinadas a contribuir en la solución de problemáticas locales y regionales, en una perspectiva
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de trabajo colaborativo de mediano y largo plazo, asociado con territorios específicos. Con esto, se potencia la formación disciplinar, el desarrollo del pensamiento crítico y el compromiso social con el contexto. Forja utiliza la metodología del aprendizaje-servicio que implica una pedagogía de aprendizaje experiencial e integra el trabajo comunitario con el desarrollo del programa académico. Así, los estudiantes logran generar espacios para el intercambio de saberes entre comunidades y academia, transformando su visión como ciudadanos y profesionales. "Este es un trabajo de un colectivo de profesores que se atrevió a transformar su práctica educativa, a abrir su mente y su corazón para encontrarse con otros y juntos construir nuevas posibilidades para la enseñanza y el aprendizaje transformador. Estudiantes, profesores, funcionarios y agentes comunitarios logran encontrarse para trabajar, articuladamente, en la construcción de nuevas realidades de vida digna para todos", explicó Claudia Mora, directora de Forja. El impacto es a nivel local y departamental, creando alianzas y llevando compromiso a las comunidades como en la Comuna 18, el corregimiento de Pance y en Buga. Solo en el 2019, se involucraron 1.178 estudiantes y 28 profesores, es decir, 19 carreras participaron en proyectos con la comunidad. Impacto social de las acciones del Centro Pastoral San Francisco Javier Por otro lado, fundamentada en la espiritualidad ignaciana, nuestra Universidad tiene dentro de su misión contribuir SEP-OCT 2020 | Caminar con los migrantes
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a la formación integral de personas con excelencia humana y académica, competencia profesional y responsabilidad social, para el logro de la justicia, la solidaridad y la convivencia. Por tal motivo, desde el Centro Pastoral San Francisco Javier, a través de la Línea Formación para la Acción Social, propicia en los estudiantes, egresados y colaboradores javerianos, experiencias de servicio social y trabajo comunitario. De este modo, favorece una vivencia activa de la espiritualidad ignaciana mediante el servicio a los demás y la promoción de la justicia, como pilar fundamental de la formación integral. Aquí destacamos el programa de Voluntariado Javeriano y Campamento Misión. De igual forma, en la Línea Identidad y Liderazgo del Centro Pastoral, es importante incluir las jornadas sociales formativas que realizan los estudiantes del curso Teología I y que les permite prestar una acción de servicio a una comunidad como parte de su proceso formativo. Desde el 2016, el voluntariado ha vinculado a 593 personas, entre estudiantes, profesores y colaboradores, mientras que en el Campamento Misión participaron 278 javerianos.
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En el transcurrir del tiempo, hemos visto cómo desde estas iniciativas se ha creado comunidad, llevando recursos como el conocimiento, pero, también, las ganas para ofrecer cambios y formar agentes de cambio y, así, brindarles herramientas para el desarrollo de proyectos que garanticen ingresos, sostenibilidad, acompañamiento y desarrollo. Para Luisa Fernanda Sanabria Ruiz, profesional del Centro Pastoral San Francisco Javier, “la espiritualidad ignaciana, como marco de referencia del programa, plantea el servicio a los demás como una opción de vida. De este modo, asumirse como voluntario es optar por salir del marco de acción limitado en el que nos movemos los seres humanos, cotidianamente, para abrir la mirada a otros mundos y a otras realidades”, destacó. Como comunidad javeriana, tenemos el compromiso de fortalecer la dimensión social y ciudadana del javeriano, complementar su sentido crítico y reflexivo de nuestra realidad social. Impregnamos una mirada respetuosa del mundo e impulsamos en ellos el dinamismo para avanzar con una innovación transformadora y coherente.
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A continuación, presentamos algunas cifras del impacto social en las comunidades que apoyamos.
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Territorios impactados: Comuna 18, Buga – Valle y Corregimiento Pance. Se creó una alianza con las organizaciones de mercados agroecológicos de la zona rural de Cali.
Estudiantes participaron en proyectos con Forja en 2019, así como 28 profesores. En total, 19 carreras se vincularon con el programa.
308 Estudiantes participaron en las prácticas de Teología, una estrategia dentro de la Línea Identidad y Liderazgo del Centro Pastoral San Francisco Javier de la Javeriana Cali.
IMPACTO SOCIAL JAVERIANA CALI
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Voluntarios participaron en 2019, a través de tres líneas de acción: Educación para la Paz, Desarrollo socio-comunitario y el Voluntariado Ambiental Javerianos Más Sostenibles.
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Proyectos presentados al Fondo San Francisco Javier en 2019. Esta iniciativa fomenta experiencias que articulan la docencia con el contexto, en estrecha relación con la comunidad.
Forja recibió está la mención de honor del premio MacJannet a la Ciudadanía Global es impulsado por la asociación internacional Red Talloires que reconoce las iniciativas de compromiso cívico de instituciones de educación superior a nivel mundial.
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Misioneros trabajaron en nuestro Campamento Misión durante el 2019.
Familias campesinas se vieron beneficiadas con el Campamento Misión en el 2019.
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Tríptico de la última Eucaristía Luis Alfonso Castellanos R., S.J. Superior - Comunidad Nuestra Señora de La Macarena La obra
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ste tríptico, ubicado en el muro occidental del templo de Nuestra Señora de la Macarena, custodia el presbiterio y acoge, cálidamente, a sus fieles y visitantes. Sus dimensiones de 12.2 mt. de ancho se modifican respecto de la altura en los tres espacios del tríptico. El tema central de “la última Eucaristía” está pintado desde el suelo hasta el ángulo superior del techo con una altura de 5.83 mt. y 5.4 mt. de ancho. Las dos pinturas laterales, “María Llanera” y “la variación del Corpus Hypercubus”, de Salvador Dalí, son más pequeñas: inician a 1.22 mt. del suelo, luego del zócalo que protege circularmente la pared del templo, y, en el techo, su máxima altura es de 5 mt. por 2.75 mt. de ancho. La superficie total intervenida en el mural es de 12.2 mt. por 5.83 mt. El tiempo de ejecución de la pintura fue de ocho semanas, entre los meses de enero a marzo del año 2001. Los colores son de Viniltex®. Para el soporte físico de la pared y el techo, se innovó en los refuerzos y protección. Se tuvo un especial cuidado en la impermeabilización con “acronal”, una de las resinas de vanguardia en su momento. 72
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El autor César A. Vega nace en el Líbano (Tolima) en 1970, pero, desde los trece años ha vivido en el Meta, cuando su familia convierte a Lejanías en su lugar de residencia. Fue descubriendo, desde niño y como autodidacta, el manejo de materias y técnicas pictóricas. En estos primeros años, fue él su propio maestro en el uso de los vinilos, pinceles, bases y formas. Indiscutiblemente, la profesión de maestro constructor de su padre le inspiró y sostuvo en sus primeros momentos de creación. Desde hace varios años, reside en Granada (Meta), ciudad en la cual se pueden reconocer varias de sus obras y en la cual ha ubicado su taller y su escuela. En el 2003, recibió su tarjeta profesional de artista por parte del gobierno. Como pintor y escultor, ha expuesto en varias galerías y certámenes, a la par que ha obtenido varios reconocimientos regionales y nacionales por su obra.
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César es, igualmente, el pintor del viacrucis realizado en 2004 y el artífice de otras piezas del templo como el rosetón y el altar. De manera que el templo parroquial de Nuestra Señora de La Macarena es una exposición permanente de su obra. El mural - Estructura: Existen dos elementos que le dan continuidad visual a la obra. Uno de ellos es el horizonte, aquella representación de la perspectiva llanera, con sus praderas ríos y morichales. El mundo paradisíaco y vital que estructura un paisaje común para los tres cuadros. El segundo es el soporte pictórico de las columnas neoclásicas apoyadas sobre las puertas de las sacristías, las cuales separan “este lado”, el lado de los creyentes contemporáneos, de las escenas que están “más allá”. Columnas que se complementan con los cuatro pilares de madera que soportan el techo
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de palma, protector del espacio histórico de la última cena, rememorada por la pintura. Los dos arcos laterales de las columnas neoclásicas, que abrigan las pinturas de María y Cristo, son, para nuestra mirada, inabarcables. Se sospechan otras columnas que estarían fuera del campo de vista del espectador.
las FARC durante los diálogos de paz que ambos actores realizaban en aquel entonces (finalizaría esta zona el 20 de febrero del 2002). De allí, se comprenden algunos elementos que podemos contrastar entre el diseño preliminar y la obra final.
- Boceto:
Responde a la acción que se desarrolla en el panel central. No se trata de una última cena, en la cual los elementos de la pascua judía se manifestarían. No existe un cordero, ni hierbas amargas, ni bastones en la mano, ni el espacio individual de una comida. Se trata de una composición que, al igual que el cuadro del “Sacramento de la última cena”, de Salvador Dalí, Jesús y sus discípulos están en el escenario de una eucaristía, en el cual el cáliz y el pan
Importante tener presente algunos contextos que acompañan la creación de esta obra. Por un lado, la libertad que el padre Ricardo Cantalapiedra le concede a César A. Vega; y, en segundo lugar, el momento político en el cual estaba el municipio de La Macarena. El municipio formaba parte de la Zona de Despeje que el gobierno del presidente Pastrana le había concedido a SEP-OCT 2020 | Caminar con los migrantes
- “La última Eucaristía”
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son centrales y únicos. De igual forma, la mesa que soporta a los comensales se ha convertido en un altar para el Maestro.
Divino Maestro, del cual el autor ha tenido un conocimiento íntimo, afectivo y legítimo desde su devoción.
Por supuesto, existe la referencia a la última cena por la presencia canónica de los doce apóstoles y la centralidad de Jesús. La obra retoma el momento de las despedidas del Señor Jesús al grupo variado de sus discípulos antes de su pascua; despedida que confirma por la actitud tradicionalmente elaborada en uno de sus discípulos, Judas, quien cuenta el dinero de la traición de espaldas al Señor.
Al lado izquierdo de Jesús, vemos dos personajes que contrastan y podríamos identificarlos, según los relatos de la Última Cena, como los discípulos amados de Jesús: san Pedro y san Juan. Discípulos que, en aquel entonces, quiso, César A. Vega, darles un rostro concreto: un homenaje a la firma de la Paz. Sus rostros iban a ser el presidente Andrés Pastrana y Tirofijo, jefe de las FARC-EP. El título de la obra la pensó César como “La última cena del diálogo de la Paz”. Una paz que se elabora y consolida gracias al Maestro Jesús. El presidente (actual figura del joven) tendría en sus manos los documentos del acuerdo de paz. Por supuesto, por la inestabilidad de ese momento político, el padre Cantalapiedra le solicita a César modificar este tema. Esta propuesta se puede ver claramente en el boceto que, luego, la chispa del pintor convirtió en un homenaje a san Juan Bosco, patrono fundador de los salesianos, comunidad religiosa con una gran historia y presencia misionera en el Llano y en
Importante destacar que el Jesús generado por nuestro artista es el Señor de la fe. En las palabras del mismo pintor, es Él quien “llega a nuestro tiempo” y de manera canónica, y se manifiesta en una forma “religiosa” o “espiritual”. Quienes cambiamos somos nosotros, las generaciones de cristianos. No es preocupación de nuestro artista elaborar un Jesús histórico, reconstruido según la crítica histórica y textual especializada. El plasma a su Señor Jesús desde la experiencia de fe, el de la Iglesia, el eucarístico, nuestro 76
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La Macarena (el P. Cantalapiedra es uno de sus miembros). A su lado, estaría un joven, cuya mano conserva el vacío de estos acuerdos no realizados, que destaca el trabajo de los salesianos realizado en educación y con la juventud. - Los Apóstoles El grupo de discípulos que representa nuestro autor es un reconocimiento a los grupos de compatriotas gestores de la colonización del Ariari, no exclusivamente de La Macarena. Siguiendo las manecillas del reloj de izquierda a derecha, encontramos:
• un campesino paisa, con sus atuendos típicos;
• el leñador, Judas, con un pasamonta-
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ñas sobre su cabeza, representaría a un malhechor en general, a ninguno en especial… es, ante todo, aquel que oculta su rostro y juega doble; el hacha en la mano, desde una fina sensibilidad ambiental, denota, hoy, para nosotros, una labor cada vez menos seductora; el campesino de camisa verde representaría un caqueteño; el caminante a quien protege el perrero de su brazo izquierdo; el campesino de camisa azul representaría al pastuso; al otro lado de la cerca de madera, de pie con camisa naranja, aparece un joven campesino mestizo que representa a un caucano; en la altura de este grupo, de pie altivo y mirando al frente, está un campesino de nuestra costa pacífica; iniciando el grupo de los seis del lado derecho, un campesino, de camisa anaranjada y sombrero de fieltro, representa a la población cundiboyacense; fácilmente reconocible, el campesino de
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camisa lila que, por su sombrero vueltiao, le descubrimos como originario del Caribe; el campesino que posee un azadón en la mano izquierda, sombrero de paja y camisa terracota, es un allegado del Tolima Grande (región de los abuelos que suma los departamentos de Tolima y Huila); el campesino de camisa blanca y sombrero verde, quien cierra el círculo, es el santandereano; en una ubicación que, a la cabeza de la mesa, la podemos pensar como la del anfitrión; por otra parte, el machete al cinto nos recuerda al dueño de casa que recién llega de sus trabajos de campo; Jesús, el Maestro, en su centralidad, se destaca por su acto de enseñar: la mano derecha en indicativo, juntamente con sus palabras congeladas, resalta un instante en el cual la mayoría de sus discípulos, asombrados, desean formular una respuesta o, al menos, exclamar su sorpresa.
Por otra parte, si bien su rostro y su mano derecha están dirigidas a otras dimensiones que no alcanzamos a captar, su mano izquierda pareciera estar señalando el aquí que se realiza en ese pan y ese cáliz. Jesús, juntamente con la pintura lateral de María y el Niño, son los tres personajes que poseen aureola. Él mismo pareciera asumirse como “sacerdote” desde la tradición católica, pues su túnica es más el vestido litúrgico del alba. ornamento que le estaría disponiendo al acto litúrgico que vive. Y en su hombro izquierdo, el poncho le ubica como cualquier otro caminante de la zona que, para el polvo y el frío, necesita de este tejido de algodón. Su cabello largo y barba, igualmente, nos remite a las representaciones canónicas del Mesías… el creyente que accede al cuadro inmediatamente lo reconoce. En sus pies, igualmente, podemos adivinar el 77
uso de alpargatas, según la representación de los demás campesinos. - La ambientación Más allá de los elementos que acompañan a los personajes, existen otros elementos sobriamente incluidos que nos permiten acceder a las notas de un ambiente llanero y campesino.
• La perrita en el suelo, calmada y
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apacible, figura cercana a cualquiera de los perros criollos que acompañan las casas y actividades de los labriegos. En palabras de César Vega, “para cada persona debería haber un perrito”, amigo fiel, que guarde el devenir de sus amos. El Calabazo, el que acompaña el trabajo y la comida, deberá contener el guarapo. Y en uno de sus extremos, amarrado a la tusa que le tapona, pende una totuma. Calabazo apoyado sobre un rejo de cuero dispuesto para ello. En la parte izquierda de la cerca de madera, sobre la cabeza de Judas, está el barretón, único instrumento que no está en las manos de algún trabajador. Aún existe una actividad y un puesto para los que lleguen, no se ha cerrado del todo la convocatoria; una evocación a la parábola de los trabajadores de la Viña (Mt. 20, 1-16). Igualmente, se destaca el poncho que sirve de mantel sobre la mesa, esa mesa de horquetas y madera cruda. Un poncho que, en su limpieza y blancura, se convierte en escenario propicio para la acción de Jesús. Y, para terminar, nos espera la mamona, asándose en el ángulo derecho del corral. El escenario del trabajo, del encierro, se hace lugar de celebración y de libertad. Y esta carne a punto, como
en la mayoría de las celebraciones que vivimos, está esperando que pase la celebración central con Jesús, para luego compartir la comida. Una remembranza de cualquier celebración de bautismo o eucaristía en las casas de los campesinos. La comida está lista y la mesa está dispuesta, pero primero la misa, el cumpleaños, el aniversario. Luego, el compartir. Estamos en el momento previo a que inicie el jolgorio. Los personajes de este cuadro, el panel central y la Virgen María nos develan una cierta similitud y “familiaridad” entre ellos gracias a sus rasgos mestizos. Las fisonomías de los protagonistas se hacen comunes. Los matices que logra el pintor corresponderían a un fenotipo propio desde su mirada; una puesta en común de aquello que no se evidencia en un primer momento. Dimensiones comunes de la corporalidad de nuestra nación que se hacen identitarias de modo similar a las figuras de Rubens, Picasso, El Greco, entre otros. Seres visuales que nos serán siempre reconocibles. El mismo Jesús participa de esta encarnación mestiza; mestizaje que no elimina la singularidad de Juan Bosco, el joven, el caucano y los habitantes de nuestras costas. - La Virgen Llanera Nace de una serie de fotos que el pintor toma a su esposa, María Enith, y a su hija, Daniela; fotos familiares que nos permiten acceder a las dimensiones domésticas e íntimas de la vida cotidiana. En la foto de esta serie, que aún se conserva, vemos la firmeza y protección de la Madre. En la pintura de la Virgen María, este gesto se conserva. Además, la “Virgen Llanera” contempla, místicamente y con satisfacRevista Jesuitas Colombia
ción, al pequeño que porta en sus brazos. Y sus ojos entrecerrados se dirigen al niño de grandes ojos que soporta en sus brazos, al pequeñuelo, igualmente, tranquilo y confiado. No existe ningún tipo de brocado, de joya y de lucidas telas. Incluso, podemos observar que los aretes de la modelo desaparecen en la pintura. Es la mujer sencilla y bronceada, ataviada con sus prendas de uso diario, que acompaña a su pequeñín vestido modestamente. Solamente se destacan los dos sombreros, finos y cuidados, que marcan, una vez más, su identidad regional y un cierto estatus, que podría protegerles de los elementos de la naturaleza en el espacio abierto en el cual se encuentran. Nuestra Señora y su Hijo que se nos harán encontradizos en cualquier cruce de caminos, en cualquier sabana o campo, allí, donde más frágiles son los niños y las mujeres, en los horizontes infinitos de nuestro llano. SEP-OCT 2020 | Caminar con los migrantes
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- El crucificado de las Maderas Un encuentro fortuito del Cristo Hipercúbico de Salvador Dalí en una revista, inspira a César a realizar una copia del mismo, dándole mayor fuerza a los bloques de madera y una angulación inferior a la cruz. El pintor respeta el cuerpo original del Crucificado, el cual está profundamente asegurado a la cruz, pero sin clavos… un crucificado que flota en el espacio sin llagas, sin “INRI” y sin corona de espinas. Un crucificado joven, robusto y sano cuyo rostro desconocemos. Un crucificado que, en su posición y en la crispación de sus manos, nos remite al tormento de la cruz. Se destaca el color marrón y cálido de la madera en un ambiente sombrío y lúgubre. El ambiente paradisíaco que acompaña el tríptico, en los otros dos cuadros, se hace oscuro y dramático. Un relámpago, en la parte superior, anuncia los nubarrones y tormentas. Es la naturaleza que acompaña el dolor de la muerte del Buen Jesús. La obra original de Dalí posee, en la parte inferior izquierda, a Gala, su esposa, trasfigurada como la madre de Jesús. Esta María, junto a la cruz que recrea el español, no existe en el tríptico de La Macarena, para nosotros continuar esta relación de adoración. Lectura mistagógica El término mistagógica viene del griego y se usa para hacer referencia a la iniciación de los misterios de cualquier religión. La composición del panel central logra este proceso en el fiel católico respecto a la Eucaristía. De manera específica, la espacialidad. Es importante destacar el espacio A, el 80
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lugar que ocupa quien está en el templo, sea el presbiterio o la nave principal aquel territorio propio para la asamblea. Los sacerdotes celebrantes siempre estarán de espaldas a este evento. Este espacio del ahora, del “presente”, se vincula, como ya lo hemos dicho, por unas columnas neoclásicas, con el evento histórico de la Última Eucaristía. Este, sería el espacio B, lugar separado de la asamblea por una cerca de alambre. Cinco hilos de púas tensionados en seis postes marcan la frontera entre el tiempo de la Iglesia, del presente, con ese otro tiempo del hecho histórico, del evento salvífico. Pero no es una interdicción definitiva… existe un broche. Un tránsito posible gracias al madero que sostiene el sagrario. La reserva eucarística en el hoy garantiza el paso a la Cena de la Salvación. Nadie que desee hacer un recorrido “formal” llegará al otro lado sin pasar por la inmediatez del Sagrario. El segundo espacio, soportado por los seis pilares, dos neoclásicos y cuatro en madera, nos permite, en un suelo de terracota, contemplar la Eucaristía de Jesús con sus discípulos. Es el lugar del evento histórico que retoman los relatos evangélicos, las descripciones bíblicas; pero, al mismo tiempo, el lugar de la experiencia centenaria de los muchos cristianos, devotos y creyentes, que han tenido, en la Eucaristía, la oportunidad de encontrarse con su Maestro. Allí, se verifica aquella experiencia auténtica que, desde la temporalidad mística del llano, se sigue repitiendo. La Eucaristía que, a través de múltiples herencias, regiones y rasgos, sigue aconteciendo. Este segundo espacio, se conecta con el espacio C, con la experiencia pascual, edénica o paradisíaca. Los morichales, SEP-OCT 2020 | Caminar con los migrantes
plenos de luz y de vitalidad, nos abren un horizonte de gloria y gozo, en el cual Jesús resucitado es el motivo central. Importante destacar que el segundo y tercer espacio se conectan: los pastizales inician en el cenáculo y con ellos la superficie del Reino de los Cielos que se hace pleno en un espacio más remoto aún. Dos mundos conectados… no existen maderas laterales, cercas, puertas o muros que limiten la circulación entre los dos. Quienes entienden de la Eucaristía y la viven acceden, de manera inmediata, al lugar de gloria, al horizonte promisorio de los moriches y del agua, fuente de toda bendición.
Conoce la Parroquia Nuestra Señora de La Macarena en www.pnsmacarena.org
Conoce la obra del artista
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Una vida que se hace vida Víctor M. Martínez Morales, S. J.
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l obispo del pueblo”, “el defensor de los pobres”, “el protector de la Amazonía”, son tan solo algunos títulos con los cuales se identificaba a este hombre de Dios, pastor, peregrino y poeta. Su sueño: una iglesia de fe adulta, libre, sin clericalismo ni autoritarismo, a favor de los pobres. Eso lo hizo pionero de un ejercicio de su sacerdocio ministerial y de su ser obispo de una manera profética en la búsqueda de una comunidad en salida, desde abajo y fuertemente solidaria. Quizás el nombre de Pedro Casaldáliga (1928-2020) no diga nada ni llegue a muchos, no lo ubiquen o no sea identificado por algunos jóvenes o adultos. Misionero claretiano que gastó su vida en la región de Araguaia, en el estado de Mato Groso, en la Amazonía de Brasil. Siempre quiso responder al vacío de estado, iglesia y sociedad civil que encontró en esta zona; la mayoría de su población empobrecida por el régimen terrateniente de opresión y explotación. Su lucha por los pueblos campesinos e indígenas a favor de obtener las mínimas condiciones de tierra, salud y vivienda que hicieran posible una vida digna, le ganó el reconocimiento y la aceptación de los pobres y sencillos, así como la antipatía, indiferencia y adversidad de los poderosos de la región. Fue objeto de muchas amenazas e intentos de asesinato que no lograron amedrentarlo para continuar con su labor pastoral.
Seguidor de la teología de la liberación, trabajó por una iglesia popular, siempre abierta, comprometida con los más necesitados y marginados de la sociedad. Decidido en trabajar por los derechos de los pequeños, actúo en coherencia con el evangelio de manera clara y directa, en defensa de los más desfavorecidos. Sus escritos en prosa y poesía manifiestan un hombre del Espíritu, sensible a la realidad y preocupado por la suerte de los más pobres. Humilde, sin pretensiones y austero. Siempre trabajó para hacer de la iglesia una iglesia del pueblo y para el pueblo, con un corazón que se hacía voz, que quiso encarnar con su vida: «No poseer nada, no llevar nada, no pedir nada, no callar nada y, de paso, no matar nada». La vida de este hombre contribuye, de manera significativa, para quienes deseamos aportar en hacer de nuestro mundo un mundo mejor. Una voz que hizo eco a la Palabra encarnada; una mano que trabajó luchando por conseguir un mañana mejor; una vida que desenmascaró el mal, identificó la injusticia, denunció abiertamente la corrupción y señaló a los culpables, se hace testimonio elocuente en quienes queremos ser fieles en el seguimiento de Jesucristo.
Fuente imagen: vaticannews.va 82
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Jร VENES EN CAMINO
El descubrimiento del 2020 Daniel E. Torres O. Coordinador de Proyecciรณn Social
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os homo erectus conocieron el fuego hace 1.6 millones de años. Sin embargo, a pesar de conocer e incluso utilizar las llamas, desconocían cómo dominar esta fuente de luz y calor. El fuego, una materia ardiente que, inicialmente, podía intimidar a los hombres primitivos en tormentas o erupciones volcánicas, se convertiría, hace solo 800.000 años, en el descubrimiento más importante de nuestra civilización cuando el homo erectus entendió que, frotando la madera o chocando rocas, se podría generar la chispa inicial de nuestra especie actual. Desde entonces, el fuego nos permitió independizarnos del frío y la oscuridad, nos liberó de la dominancia de otras especies más fuertes físicamente y forjó las herramientas del desarrollo de la nueva civilización. Si tuviéramos una serie de inventos que cambiaron nuestra historia tendríamos que comenzar, entonces, con el fuego y finalizar, por ahora, con el internet inventado en 1969, pero descubierto por varios de nosotros en el año 2020. A pesar de tener cincuenta años de invención, hasta ahora encontramos un valor más real de lo que nos permite el internet y su virtualidad. Ya no solo tiene un uso militar (motivo por el cual se originó), recreativo o informativo. En esta nueva década, hemos descubierto, por ejemplo, que la RJI (Red Juvenil Ignaciana) puede cumplir su misión apostólica con los jóvenes desde este medio. Sin caer en el absolutismo virtual o reducir el valor de la presencialidad, la pandemia del COVID-19 ha acelerado una nueva forma de amar y servir desde la distancia. De esto hemos sido testigos durante una serie de apuestas juveniles virtuales de la RJI donde la oración, la formación y el encuentro se han adaptado a pequeños cuadros digitales en donde también ocurre el Espíritu.
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Una de estas experiencias fue el encuentro formativo para Acompañantes de la Misión, del programa Misión en Red. Durante el mes de julio, 32 jóvenes de Medellín, Cartagena, Cali, Bucaramanga, Girón y Bogotá, se conectaron para compartir sus herramientas y saberes frente al desarrollo de una misión. Temas como la empatía, la retroalimentación asertiva, la contextualización, la planeación y el acompañamiento, fueron los módulos en los que se sustentó nuestra propuesta de formación. Sin duda, extrañamos la presencialidad y el compartir en la Casa Ignaciana de la Juventud –lugar donde estaba pensado desarrollarse el encuentro–, pero, a cambio de esto, hemos podido descubrir una serie de ventajas que fortalecen nuestra misión apostólica. Para comenzar, descubrimos que los vínculos entre jóvenes sí pueden nacer en la virtualidad; la mitad de los participantes en el encuentro de Misión en Red fueron jóvenes que comenzaban de cero su proceso de acompañantes y coordinadores en el programa. Descubrimos que nuestro encuentro formativo, que el año pasado duraba tres días seguidos, podría convertirse en un proceso constante y duradero… de tres días, pasamos a un mes. A su vez, vale la pena mencionar que pudimos aumentar considerablemente el número de cupos para los participantes. Para la RJI, como estrategia transversal de la Compañía de Jesús, un reto fundamental es poder garantizar su presencia en las fronteras, en lo local y distante, donde también hay procesos juveniles. Las grandes distancias nacionales, las pocas vías de acceso y los costosos transportes interdepartamentales, torpedeaban un proceso de descentralización que busca, 85
constantemente, el equipo de la RJI. La cuarentena, entonces, nos ha dado, en este sentido, una luz. Curiosamente, este año hemos podido acompañar, de forma más cercana, los procesos regionales. La coconstrucción comienza a tener un mayor relieve dentro de la Red y nos anuncia que este proceso, iniciado en cuarentena, llegó para quedarse. A la par de estos grandes descubrimientos, que al parecer estuvieron presentes mucho tiempo, pero imperceptibles para muchos de nosotros, también hemos comprendido, de mejor forma, las nuevas desigualdades entre los jóvenes. El acceso a la conectividad se ha convertido en la nueva barrera de nuestros procesos juveniles. Las distancias geográficas fueron reemplazadas por las brechas de señal entre un territorio y otro. En los formularios de inscripción, la nueva pregunta es por el fácil acceso a equipos e internet. Esta inequidad digital se suma a los nuevos desafíos que tenemos como RJI. Hemos superado el miedo a la virtualidad, así como el homo erectus superó un primer temor al fuego. Siendo conscientes de que la virtualidad también puede ser peligrosa, nos sentimos llamados a seguir incursionando, en el mundo digital, nuevas iniciativas que complementen nuestros procesos presenciales. Comenzamos a entender que nuestra misión apostólica en la virtualidad nos permitirá independizarnos de las distancias desafiantes de nuestra geografía nacional; nos liberará de la dominancia de sectores desinteresados por la descentralización y forjará las herramientas del desarrollo de nuestra nueva era juvenil. Hemos descubierto la misión de nuestro fuego.
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El Colegio San Bartolomé La Merced reinventa su bachillerato Ana María Vargas Álvarez Comunicaciones Colegio San Bartolomé La Merced
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n la zona de bachillerato del San Bartolomé la Merced, desde el próximo reingreso de los alumnos, se podrá ver a algunos estudiantes por los corredores haciendo entrevistas con sus tabletas, desarrollando investigaciones, diseñando una maqueta para un proyecto o en el bosque elaborando un experimento con tres profesores de diferentes habilidades. Los estudiantes ya no asistirán a química, física, ni trigonometría. Ahora, un proyecto integrará los contenidos. Teniendo en cuenta los interrogantes que surgen por el futuro de la educación en Colombia y en el mundo, por la aparición del COVID-19, el Colegio San Bartolomé La Merced se sigue reinventando, y no precisamente por la pandemia, pues desde ya hace varios años viene trabajando en la propuesta pedagógica MAGIS PRO, después del éxito del lanzamiento e implementación de MAGIS 21st. para primaria. MAGIS PRO contempla, desde mucho antes de la enfermedad mundial, una metodología que involucra la virtualidad como 88
complemento al aprendizaje presencial. “No nos toma por sorpresa el hecho de asumir retos tecnológicos que favorezcan el aprendizaje a distancia, ya que esto es parte de MAGIS PRO”, afirma Claudia Sierra, directora académica del Colegio. MAGIS PRO llega a Bachillerato para completar, así, una propuesta pedagógica innovadora integral que permite formar ciudadanos con excelencia humana para el siglo XXI. Esta propuesta comprende la formación a partir de habilidades, donde los conocimientos se adquieren dejando a un lado las metodologías habituales para aprender física, química, trigonometría o literatura. Ahora, los estudiantes aprenderán en espacios distintos, salones adecuados para favorecer el trabajo colaborativo, en donde contarán con más de un profesor en el aula para algunas habilidades. Habrá salones con puffs, tableros en las paredes y con capacidad para integrar varios cursos en simultáneo en los que, además, se podrá acceder a recursos tecnológicos con mayor facilidad.
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El Colegio se rediseña para hablar de entornos como Comunidad Magis, donde un grupo de compañeros, con intereses comunes, construyen conocimiento, habilidades para aprender, saber más flexible y liderazgo Ignaciano, el cual se enfoca en el servicio a los demás. Estos cuatro componentes configuraron un plan de estudios en donde la voz de las familias, maestros y estudiantes se materializó: “La comunidad solicitaba que se diera especial fuerza a la formación humana, la creación de experiencias que fortalecieran las habilidades para la vida, tales como socialización, empatía, compromiso y solidaridad; aquellas habilidades que permiten al ser humano establecer relaciones armónicas con él mismo, con los otros y con su entorno”, afirma Claudia Sierra. Desde agosto, el bachillerato se centrará en el desarrollo de capacidades y habilidades, exponiendo a los jóvenes a experiencias que les ayudarán a construir su futuro próximo (proyecto de vida). Se emplearán metodologías de resolución de problemas, estudios de caso, dilemas y experiencias para un entorno virtual. En este aspecto, cobra vital importancia el Paradigma Pedagógico Ignaciano como elemento fundante de la propuesta educativa de la Compañía de Jesús para el trabajo colaborativo y la búsqueda de fuentes que permitan al bartolino experimentar, construir y desarrollar su creatividad. En síntesis, ser gestores de su aprendizaje. El interés fundamental está en el desarrollo de los atributos de la autonomía: autogestión, autocontrol y autoregulación que le permitan, a los niños y jóvenes, extraer aprendizajes que forjen su actuar y que los guíe hacia la independencia responsable, a través de toma de decisiones fundamentadas. SEP-OCT 2020 | Caminar con los migrantes
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Por otro lado, se diseñó una escuela con un alto contenido de experiencias solo-learning que implican el uso de herramientas digitales que, desde la autonomía, en la construcción del conocimiento, llevan, a través de las modalidades blended y flipped learning (consisten en transformar las aulas en laboratorios de conocimiento, en donde la información y el contenido de los saberes disciplinares reposarán en la nube). Así, el estudiante, con la orientación del maestro, construye su aprendizaje, desarrollando el pensamiento crítico-reflexivo para asumir la comprensión del mundo y la construcción de nuevo conocimiento. De acuerdo con Sierra, “estamos absolutamente preparados para enfrentar la situación con una propuesta diseñada previamente, con sentido y que nos permite ser pioneros en la implementación de metodologías innovadoras del sistema educativo en nuestro país. Entendiendo que, así como muchos sectores se han reinventado para permanecer vigentes, la educación también necesita reinventarse, pero no por una pandemia, sino porque los niños y jóvenes que hemos educado de manera tradicional saldrán a vivir una realidad que requiere de ellos una formación diferente que los haga competentes para los retos del siglo XXI a corto y largo plazo. Por esta razón, existe MAGIS PRO. Además, en tiempos de cuarentena, respondemos con una propuesta educativa innovadora. Sin duda, cuando todo pase, la educación no será la misma y el San Bartolo estará listo para continuar su lectura de los tiempos".
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YO OPINO
PEREGRINACIONES
Desarraigo y pandemia María Alejandra Navarrete Tovar Oficina Provincial de Comunicaciones
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dministrar las redes sociales de una organización puede ser, en muchos aspectos, una tarea operativa: programar, adjuntar, etiquetar y publicar. Pero, paralelamente, este trabajo se desarrolla con un ejercicio de construcción de comunidad, de dialogar con los públicos, de contar historias y de conocer los rostros humanos detrás de los perfiles de usuarios. En el actual contexto de la COVID-19, muchos ciudadanos nos han escrito solicitando ayudas de todo tipo: espiritual, material, de gestión de contenidos y contactos. No obstante, sorprende ver que la mayoría de ellos llevan consigo –además de las dificultades de la pandemia– una historia de desarraigo. Se trata de nuestros hermanos migrantes venezolanos. La primera vez que supe de la palabra desarraigo (al menos de manera consciente) fue en el libro “Desterrados. Crónicas del desarraigo”, del periodista y comisionado de paz Alfredo Molano (q.e.p.d.), quien narró ocho historias, en primera persona, sobre el desplazamiento forzado en Colombia, en el marco del conflicto armado. El desarraigo de los venezolanos se ha desarrollado en condiciones distintas, claro, pero ambos procesos tienen en común la separación del lugar donde se ha vivido, la ruptura de vínculos sociales y afectivos y ,como lo indica la primera acepción de la RAE, tienen que ver con “arrancar de raíz una planta”.
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La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) asegura que el número de venezolanos migrantes y refugiados supera los 4.7 millones de personas; cerca de 2 millones de ellos estarían radicados en nuestro país, según Migración Colombia. Esto convierte a los migrantes y refugiados venezolanos en una de las poblaciones de desplazados más numerosas del mundo. En el 2019, esta misma Agencia anunció que Colombia cuenta con el mayor números de desplazados internos a nivel mundial, llegando a una cifra de casi 8 millones de personas. Lo anterior invita a pensar que en el contexto en el cual se desarrolla nuestra misión habitan miles de seres humanos que, como las plantas, han sido arrancados de su raíz, ya sea a causa de la guerra o de otro tipo de violencias. Son personas despojadas de sus territorios, familias y
separación del lugar donde se ha vivido, la ruptura de vínculos sociales y afectivos [...]
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comunidades, y que –sumado a las precariedades que implica “empezar de cero” en un lugar desconocido– enfrentan el peligro de la pandemia. Sin la intención de comparar dos procesos distintos, que por la misma razón tienen complejidades y dolores específicos, quisiera resaltar el hecho de que, a colombianos y venezolanos, nos une el dolor del desarraigo y que, en medio de una pandemia como la que estamos viviendo, este dolor de exacerba por la carencia –además estructural– de la garantía de los derechos fundamentales. Tal como lo asegura el papa Francisco, “cuando hablamos de migrantes y desplazados, nos limitamos con demasiada frecuencia a números. ¡Pero no son números, sino personas! Si las encontramos, podremos conocerlas. Y si conocemos sus historias, lograremos comprender. Podremos comprender, por ejemplo, que la precariedad que hemos experimentado con sufrimiento, a causa de la pandemia, es un elemento constante en la vida de los desplazados”. Desde las redes sociales es limitado el campo de acción para aliviar esta situación; nuestra principal herramienta es la comunicación para acompañar, al menos en la empatía, a quienes más lo necesitan. Los medios digitales revelan solo pequeñas gotas de un océano de realidades con las cuales estamos comprometidos, pero es un océano que, si no compartimos y no visibilizamos, puede llevarnos al naufragio social.
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YO OPINO
FLOR(ES)SER EN VIDA
Sanar la herida migratoria MarĂa Alejandra Rojas Matabajoy Oficina Provincial de Comunicaciones
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uando escuchamos la palabra “migrante” se nos pueden ocurrir otras palabras como “exilio”, “tránsito” y “desplazamiento”. También, se nos viene a la mente la situación noticiosa del momento o el recuerdo de la persona extranjera con la que nos cruzamos en alguna parte del día. Cuando somos nosotros o es gente cercana a nuestro círculo la que quiere migrar, las palabras en las que pensamos pueden ser “futuro” u “oportunidades”. La perspectiva cambia dependiendo del lugar desde el cual se observe. Sin embargo, aunque hablamos de los migrantes todo el tiempo, todavía no hay un discernimiento que nos lleve a reflexionar sobre lo difíciles que pueden ser los procesos de migración y sobre las consecuencias psicológicas, emocionales y vivenciales que enfrentan muchos individuos que dejan sus lugares de origen, sobre todo si el desplazamiento sucede en circunstancias difíciles. El “Síndrome de Ulises” (inspirado en el personaje mitológico griego que pasó por peligrosas pruebas lejos de sus seres queridos) es un cuadro psicológico de estrés crónico que afecta a quienes han abandonado los territorios en los que han nacido y a quienes se han enfrentado a la separación abrupta de sus familiares y amigos, y tienen que luchar por conseguir dinero a diario o encontrar un trabajo digno, sintiendo un miedo constante de no poder mejorar su calidad de vida. Estas preocupaciones pueden generar insomnio, ansiedad, dolores musculares, entre otros padecimientos. El migrante tiene el corazón dividido. Por una parte, extraña su país y su cultura; por otra, siente que este no le pudo proporcio-
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nar lo que buscaba. Sin embargo, cuando encuentra en el nuevo sitio de residencia eso que le hacía falta, se siente traicionando a su lugar de origen. Esto le genera una confusión de sensaciones que no le permiten tomar el lugar nuevo y hace que le cueste mucho adaptarse. Aunque este tema es muy profundo y tiene varias vertientes para analizar, uno de los primeros pasos que podemos dar para empezar a construir ese discernimiento colectivo desde la empatía, es empezar a reconocer estos sentimientos y emociones, ya sea en nosotros mismos o en los migrantes con los que caminamos. Es necesario pedir o dar ayuda y acompañamiento sin temor, cuando lo creamos necesario, para no seguir llevando ese peso. Hacer un cambio en la mirada también nos puede ayudar a sanar esa herida del exilio. Si aceptamos lo que nos falta y reconocemos en nosotros qué cualidades de nuestro lugar de nacimiento nos acompañan sin importar a donde vayamos, podemos tomar el nuevo lugar de residencia con lo que nos ofrece –incluso sin tantas expectativas–, pues ya no estamos intentando llenar un vacío, sino que nos abrimos a llenar espacios diferentes en nuestro corazón que nos conecten con la tranquilidad y con la alegría, sin pensar que estamos perdiendo o traicionando nuestra identidad. Todos los seres humanos merecemos habitar los territorios de forma digna y, para lograrlo, podemos apostarle a caminar por un sendero no tan pesado, no solo por nuestro bienestar, sino por las nuevas generaciones que están naciendo y creciendo entre múltiples culturas.
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24 CUADROS
Mùi đu đu xanh (El olor de la papaya verde) Pablo G. Ivorra Peñafort Oficina Provincial de Comunicaciones
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sta ópera prima (1993) del director vietnamita Trần Anh Hùng es una declaración de amor al sonido en el cine. Cuando la volví a ver hace unos días –creo que por sexta vez–, traje de nuevo a mi corazón el gozo interno de la contemplación en el lenguaje audiovisual. Es una manera de consumir cine muy diferente a la que estamos acostumbrados. No voy a caer en la discusión de blancos y negros para hablar de buen o mal cine… es, simplemente, un ritmo que se ha perdido y olvidado en la forma como hoy se narra en el audiovisual. En todo caso, si nunca has consumido cine de esta velocidad, te invito a que, con ánimo y liberalidad, te sientes a contemplar esta película con corazón, mirada, audición abiertas. El relato transcurre en una Saigón (Vietnam) de mitad del siglo XX. Mùi, una niña campesina, llega a la casa de quienes serán sus nuevos patrones. La primera escena marca la fineza de la economía visual con la que se narra esta historia. En un plano secuencia, es decir, una grabación continua de la cámara sin cortes de edición, vemos a Mùi por un callejón buscando la dirección de la casa (desde acá estamos escuchando un instrumento de cuerda); al tocar la puerta, vemos, desde una ventana pequeña, a la patrona contestando y abriendo; en este punto, la cámara empieza a seguir el recorrido de ambas por la casa pasando por otra ventana interior en la que vemos un hombre en una habitación; pasamos por la cocina –en donde Mùi permanece– para, luego, ver a la patrona devolviéndose hacia la habitación del hombre del que, en este punto, descubrimos que era la fuente de la música,
Fotograma (CC BY 2.0) - Fuente: flickr.com (usuario Tommy Japan 79).
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al ser quien ha estado interpretando el instrumento todo este tiempo. Toda esta misma escena, en lenguajes más veloces y acostumbrados, se hubiera narrado en la décima parte del tiempo que el director decidió usar, y, aún así, se decidió contar así. Es, en la lógica de los Ejercicios Espirituales, la diferencia entre experiencias de uno, tres, ocho o treinta días: todas buscan llegar al mismo destino, pero con tiempos y velocidades diferentes. Es llegar por Zoom, en avión, en carro o a pie. Hay momentos para ir a pie. El sonido es el símbolo central de este largometraje. Verlo sería un excelente ejercicio para entender lo que Ignacio busca al sugerir la repetición y aplicación de sentidos en la contemplación de episodios de la vida de Jesús, por ejemplo. Escuchamos los aviones de guerra (contexto previo a la Guerra de Vietnam) sin verlos; el mokugyo (pez de madera) de la abuela durante sus oraciones; la leña encendida de la cocina; los grillos del jardín (y los tomados como mascotas por Mùi); la lluvia torrencial desde el interior; los instrumentos musicales interpretados en escena… en fin, un paraíso sonoro para gustar y sentir un relato que amplifica su potencia con historias de traición, patriarcado, humildad, amor por el prójimo y cuidado de la Casa Común.
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Jesuitas, compañeros apostólicos, laicos.
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Espera un nuevo episodio cada mes. 7º episodio: semana del 21 al 25 de septiembre. SEP-OCT 2020 | Caminar con los migrantes
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