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Afecto y emoción: intersecciones teóricas
AFECTO Y EMOCIÓN: INTERSECCIONES TEÓRICAS
El estudio de las emociones como lenguaje que abre nuevos espacios epistémicos para la comprensión de los giros sociales, culturales, morales y políticos, de las sociedades contemporáneas ha tomado vital relevancia en los últimos años en diversos campos de investigación de las ciencias humanas y sociales. Entender tanto lo inefable del estado de cosas de un colectivo como la estructura psicosocial básica que conforma la vida cotidiana de la persona común, parece desbordar los vocabularios establecidos y conceptos paradigmáticos que habían dirigido hasta hace poco la reflexión sobre los fenómenos sociales. En tal panorama, las texturas afectivas se muestran tan interesantes como los textos, los discursos y los archivos, para indagar lo que nos sucede como individuo y sociedad, en sus diversos significados y simbolismos. El estudio de las emociones viene imponiéndose sobre el análisis de las razones, asegura Roger Bartra (2012). Las relaciones de fuerza que dan orden al ámbito internacional contemporáneo y a las diversas dinámicas de la globalización, delimitan nuevos procesos de construcción de subjetividades e imaginarios colectivos. Circunstancias como la alteración de los modos de vida a causa del desplazamiento, la migración y el exilio, o el incremento de la violencia asociada al terrorismo internacional, el narcotráfico y la trata de personas, requieren de lo emocional como elemento necesario para la explicación de las formas intangibles íntimas, en tanto son legítima expresión de la contemporaneidad y sus facetas sociales (Moraña, 2012). Son múltiples y diversos los enfoques de investigación que se interesan por lo emocional. A continuación presentamos, de manera sucinta, dos variantes que predominan en un sinnúmero de estudios. La primera, busca diferenciar taxativamente la emoción del afecto. Explica lo afectivo como impulso visceral escindido de la conciencia y el raciocinio, aunque manifiesto en el cuerpo3. Uno de los exponentes principales de este fenómeno es Briam Massumi (2002, 2011), quien lo entiende como expresión corpórea, pre-consciente y pre-individual, algo autónomo respecto al discurso. Bajo este ángulo, el factor determinativo del afecto
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3 Ticineto Clough (2008), iniciadora de las propuestas del “giro afectivo”, propone la idea de “cuerpo biomediado”: un cuerpo que desplaza la dimensión del cuerpo como organismo para ubicarse como “cuerpo-como-proceso” de mediación biológica, participante de la co-emergencia del afecto. El afecto es fuerza que afecta la interacción entre los cuerpos. Esta vía de reflexión, que valoriza el cuerpo en relación con los afectos, retoma las reflexiones filosóficas de Baruch Spinoza ([1677] 1975). Que formulan el conatus del cuerpo como impulso o apetito. Los afectos son afecciones del cuerpo, en las que aumenta o disminuye la vitalidad del ser humano. Lo importante de la existencia es “lo que puede un cuerpo” ([1677] 1975: III, 2), dice Spinoza. El affectus, que es fuerza, y la affectio, que es capacidad, son los elementos que entran en la relación entre los cuerpos, es decir, que los cuerpos son entre sí en la medida de su fuerza y capacidad.
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es su emancipación, en ella reside la capacidad para la experiencia novedosa y el descubrimiento lúcido de las cosas –de otros cuerpos–. El afecto, en este sentido, “escapa al confinamiento” (Massumi, 2002: 228), se desterritorializa (229) y resiste a la instancia representacional. Lo afectivo, entendido como affectus –energía, fuerza–, sería entonces una “energía fluctuante” que atraviesa los cuerpos sin someterse a normas, no pertenece ni al sujeto ni al objeto y tampoco reside en el espacio intermedio entre objeto y sujeto. Gran parte de los estudiosos del “giro afectivo”4 (Ticineto Clough y Halley, 2007) y de la “Teoría de los afectos” (Gregg y Seigworth, 2010) se nutren de este enfoque que Massumi propone desde la relectura de Deleuze y Guattari. Sin demeritar la importancia del proceso teórico y de análisis que han llevado adelante los investigadores de lo afectivo, consideramos que hay algunos planteamientos un poco herméticos y difusos. La intención de mostrar un nivel de autonomía del sujeto ante los marcos culturales y sociales que lo constituyen, proyecta el afecto como especie de elemento con independencia absoluta. Ciertamente, entender lo emocional como “energía nomádica” o impulso que impacta los cuerpos de manera espontánea y que “sigue de largo”, niega la ilación de la persona afectada con su propio cuerpo, contexto y elemento racional; es decir, que el sujeto afectado pareciera sostenerse en la inexperiencia y la inconsciencia, pues si el afecto se entiende como acto automático –por exceso de conciencia– o como algo que no se experimenta conscientemente, así sea de manera mínima, tampoco se relaciona con la experiencia pasada. Si bien puede existir cierto grado de inconsciencia de los afectos, estos en sí mismos están mediados por vivencias pasadas que influyen en su reconocimiento. Las sensaciones, impresiones, afectos o emociones van ligados a la experiencia y al vestigio que ella deja sobre los cuerpos (Ahmed [2004] 2015, Nussbaum [2013] 2014). Lo afectivo, en esta dirección, evocaría la experiencia anterior a través de recuerdos corporales así este proceso parezca no pasar por la conciencia, no sería por tanto un impulso abstracto carente de cognición y traza cultural. La segunda variante, cuestiona el rasgo “presentista”5 y “universalista” que parte de los teóricos del “giro afectivo” quieren dar a los afectos. Asimismo, los
4 El “giro afectivo” puede entenderse como una transformación en la producción de conocimiento a partir de la interpretación de los afectos, emociones, sentimientos, etc. Surge como alternativa original para la interpretación de las dinámicas culturales y sociales, y tiene el propósito de cambiar la lógica misma de múltiples disciplinas. Lo afectivo como eje de análisis se propone abarcar la estela de fenómenos ontológicos que no son dependientes de la conciencia humana ni de la comunicación lingüística o discursiva. 5 Présentiste es un término acuñado por el historiador galo François Hartog (2003), para calificar el enfoque que niega el “régimen de historicidad” a los elementos que componen a las distintas civilizaciones. Para este pensador, las categorías de presente, pasado y futuro articulan un modo necesario y esclarecedor de los fenómenos que nos suceden en el presente.
términos afecto y emoción son utilizados indistintamente, no se precisa diferencia conceptual entre estos. Acá, se coliga lo emocional al marco moral, social, histórico, en el que se produce. Lo emocional entonces resguardaría siempre un movimiento cognitivo y por tanto una percepción valorativa de los sucesos externos. Lejos de ser “parásitos de la racionalidad”, consideran Damien Boquet y Piroska Nagy (2011), “las emociones son sus centinelas”, ellas nos proporcionan información sobre aquello que está conforme con nuestros valores y los considerandos sociales (7)6. Es evidente que esta orientación de lo emocional-afectivo inicia por oponerse al principio fundamental que caracteriza el concepto de afecto según los teóricos citados líneas arriba. La afirmación de lo afectivo como algo que surge espontáneamente, a modo de impulso incontrolado o de energía natural privada de pensamiento, es problematizada por las reflexiones que proponen la participación de un elemento cognitivo-evaluativo en toda emoción. Lo emocional comprende la percepción personal de un suceso o realidad concreta. Cuando se reacciona afectivamente frente a determinadas circunstancias, las emociones implicadas responden al recuerdo y la memoria7. Hombres y mujeres por estar inmersos desde la infancia en un grupo social que defiende y labra un conjunto de emociones públicas, no pueden escindir totalmente sus modos de ser ni sus hábitos de pensamiento de lo aprehendido colectivamente (Nussbaum, [2013] 2014: 164). Los estudios sobre la historia de las emociones (Fevbre, 1943; Delumeau, [1978] 2002; Rosenwein, 2002, 2010; Boquet y Nagy, 2009, 2011) se inclinan por reconocer que la emoción debe indagarse en el corazón mismo de los procesos socioculturales, en la relación que ella establece con la construcción del cuerpo social, y por la importancia que adopta en los eventos, intercambios y transformaciones8 . Teniendo en cuenta este complejo panorama teórico que trata de definir lo afectivo y lo emocional, nosotros consideramos más sensato adoptar la postura de no trazar una distinción radical entre estos dos conceptos. Usamos ambos
6 Las citas de fuentes en otro idioma: inglés y francés, son traducciones propias. A no ser que se indique lo contrario. 7 Ahmed ([2004] 2015) insiste en lo corporal como núcleo constitutivo de lo emocional. Afirma que los efectos emocionales se expresan en el cuerpo y se transfieren por medio de él; “el trabajo de la emoción involucra que ciertos signos ‘queden pegados’ a ciertos cuerpos: por ejemplo, cuando otros se vuelven odiosos, entonces se dirigen acciones de odio hacia ellos” (41). En este orden, las emociones humanas son también reacciones corporales; asociarlas con el pensamiento no les despoja su calidad corpórea. 8 En la Ética demostrada según el orden geométrico ([1677] 1975), de Baruch Spinoza, se encuentra ya la estrecha concomitancia entre emoción y afecto. El filósofo se refiere a las emociones como “ideas confusas” y las equipara con los “afectos primarios”: tristeza, alegría o deseo; estas perturban al sujeto en diversos niveles de intensidad y de diversas formas, su impacto depende del marco moral y social donde se producen (256). Pensar las emociones como lo hace Spinoza es relativizar, sin negar, su rasgo natural y preconsciente, y enfocar, a su vez, su ambigüedad cultural y semántica.
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términos de manera intercambiable, pero procurando siempre ahondar en lo que representan, en la realidad que los enmarca y en los efectos que producen en la esfera pública. Somos conscientes de lo problemático que resulta trazar diferencias teóricas radicales entre emoción y afecto, pero también reconocemos, junto a Nussbaum ([2001] 2008), que una aproximación crítica apropiada a lo emocional debe garantizar la flexibilidad suficiente para explorar las diferencias entre las diversas emociones y otras expresiones afectivas (29). No siempre es fácil discernir las emociones de otras experiencias estrechamente vinculadas a ellas, tales como los estados de ánimo o sentimientos, pues las distinciones resultan borrosas e incluso, en algunos casos, auténticamente indeterminadas. Sin embargo, esto no ha impedido un estudio especializado de los factores comunes y reflexiones iluminadoras. En resumen, no buscamos dar por sentado que los usos del término emoción o afecto designen cada uno en exclusiva un fenómeno íntimo o psíquico, hay una amplia escala de elementos que determinan sus particularidades valorativas; es así como se dialogan en este libro. Si los individuos están llenos de emociones, en derivación, las sociedades asimismo lo están. Los estados emocionales impactan directamente en la estructuración de la sociedad, la idea de nación e identidad y en el sostenimiento de una cultura política. “Todos los principios políticos, tanto los buenos como los malos, precisan para su materialización y su supervivencia de un apoyo emocional que les procure estabilidad a lo largo del tiempo” (Nussbaum, [2013] 2014: 15). Las emociones públicas, es decir, el conjunto de afectos que tienen que ver con los principios políticos y con la cultura pública: el miedo, la simpatía, el amor, la compasión, el asco, el resentimiento, entre otras, son manejadas y muchas veces inspiradas deliberadamente por los entes gubernamentales y sus alternos, para canalizarlas hacia el fomento, conservación o transformación de los valores de la sociedad, pues ellas impactan directamente en las conductas que hacen posible todo tipo de convivencia en determinado grupo. Los principios políticos implican, en definitiva, procesos de “formación emocional” –o de deformación– anclados a la naturaleza de los afectos. Renaud Payre (2015), en este sentido, sostiene:
La ira, la indignación, el miedo, la alegría aunque son estados emocionales, experiencias subjetivas, que se viven individualmente, conciernen también al colectivo y, por tanto, a la política [en consecuencia] es posible trabajar sobre la objetivación de las sensibilidades [...] e identificar cómo estas expresiones subjetivas cuestionan el funcionamiento social. Y particularmente el orden político (7).