MARginadxs

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MAR Ginadxs

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CONTAMINACIÓN MÚSICA POESÍA
HUMEDAD PUENTES PESCADORES REDES CESANTÍA
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HUMEDAD PUENTES PESCADORES REDES CESANTÍA
VV.AA
Marginadxs

Nota editoral

El puerto da y quita. Tensiona, aturde, transforma. San Antonio es más que un puerto. Es su gente. El paisaje es más que una imagen, es hogar.

La cotidianidad volcada en el libro que tienes en tus manos es una breve radiografía de la diversidad, pero también de la conciencia social que conforma el latido de esta ciudad.

En estas páginas vas a encontrar una multiplicidad de registros, sensibilidades y posturas que nos demuestra la complejidad de la realidad. Que nos muestra,

que a pesar de las diferencias y aislamientos, seguimos tendiendo hacia la comunidad. Somos un entramado de cotidianidades. Somos seres particulares, pero a la vez colectivos.

Lxs escritores/as que conforman este libro son también sus editorxs. Las decisiones en torno a la organización del contenido, al diseño, a las materialidades y a los acabados se realizaron de forma colectiva. La diferencia supo organizarse para favorecer las voces, la cultura, el libro.

Esta es una invitación a la reflexión y al cuidado de la potencia de los espacios colectivos.

Que se multipliquen las escrituras, las lecturas, las editoriales, la vida.

San Antonio no es solo una ciudad que posee un puerto y que pareciera depender de ello. Es mucho más que eso, son sus habitantes, sus paisajes escondidos, su música, cultura y sus trabajadores, en donde estos últimos han sido significativamente fundamental a la hora de darle vida a esta ciudad traicionada por el “progreso”.

Fueron las personas que llegaron a hacer de este territorio su hogar luego de la crisis del salitre a comienzos del siglo pasado, los que comenzarían a darle forma a la ciudad. Junto con la construcción del puerto en 1912, también se fue construyendo la ciudad a pulso y sudor de sus trabajadores. Serán estos obreros provenientes en su mayoría del norte, quienes vendrían con las ideas de Recabarren, de sindicalización y derechos laborales (cuestión social), es así como se pueden documentar variados sindicatos portuarios y de mimeógrafos en la hoy transitada calle Gregorio Mira. Todos ellos poniéndose siempre al servicio del bienestar y en defensa de los trabajadores.

Ahora bien, San Antonio antes de ser una ciudad que alberga un puerto, fue un territorio que albergó y vio como se desarrollo una cultura muy importante hasta el día de hoy, la cultura Bato o Llollewe. Una cultura

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que nos dejó varios legados, siendo una de ellas la pesca chinchorro, arte de pesca selectiva que privilegia la reproducción y conservación de la fauna marina.

Dentro de esta dualidad de construcción que ha mantenido la ciudad, también existen variadas percepciones que tenemos de nuestro territorio, percepciones que de una u otra manera hemos querido dejar de manifiesto en este trabajo colaborativo realizado a través del Taller Oficio Editorial impartido por Kikuyo Editorial. Visiones, perspectivas, sensaciones y emociones que nos hace florecer este territorio, que nos perturba, molesta y a veces nos querer arrancar de él, pero que al mismo tiempo nos atrapa con sus lugares ocultos, despejados del ruido de la ciudad, que nos hace quererlo y por sobre todo, defenderlo de ese progreso depredador que nos pretende quitar mucho más que nuestra identidad, nuestra calidad de vida.

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Anónimo

Recardios

Cuando niños escuchamos, leemos y buscamos un montón de cuentos. Al encontrarlos, estos resuenan en nuestra imaginación cobrando vida en nuestra cabeza, en nuestros sentires y llevándolos a la vida en nuestros juegos, en los que intentamos recrear los escenarios de aquellas aventuras para poder revivirlos lo más similar a lo que tenemos en nuestra cabecita.

Dentro de estos cuentos y juegos, hay algunos que resuenan con mayor fuerza y significado, o que nos hacen brillar los ojos ante la posibilidad de que hayan podido ocurrir en un lugar como el que habitamos.

En mi caso, aunque los relatos del mar nunca fueron mis favoritos, sí los podía sentir cercanos, posibles. Tenía la sensación de que si miraba con suficiente atención, me daría cuenta de que podían estar ocurriendo ante mis ojos.

Nunca tomé (con excepción de una vez) un paseo en Lancha. Me daba miedo naufragar como el príncipe Eric y que un príncipe escamoso me rescatara. En esa época no me gustaban los relatos de amor, “¡Niños, Puaj!”. Además, yo sabía a qué olían esos relatos: sal, ácido, metal mojado y oxidado, frío, pescado, arena.

También suponía qué olor tendría el príncipe tritón, lo cual lo hacía aún menos atractivo.

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Sentía nervios de mirar con mucho detenimiento el océano en la penumbra, por miedo a ver la Atlántida, el Caleuche o algo que no debería. Me daba nervios pescar y que un pez pudiese tirarme y arrastrarme kilómetros, como en el viejo y el Mar. Observaba las decenas de gaviotas preguntándome cuál sería Juan Salvador. En las pescaderías observaba las especies raras que venían enredadas en las redes, buscando una bebé ballena blanca.

En las playas quería encontrar un mensaje en una botella, aunque sólo encontraba latas de cerveza mal olientes. Y ante esta decepción, una vez decidí yo comenzar la historia y lancé al mar una botella con un mensaje de presentación, aunque no sé si algún día me llamen o escriban, porque ya no tengo el mismo número ni vivo en el mismo sitio, Pero bueno, eso lo hará más entretenido.

Con todo esto, pensaba siempre en la conexión especial que tengo con el mar. Ya más grande me entrenaba nadando entre las olas y tirándome piqueros. Me gustaba nadar hasta tocar las boyas, meterme entre hombres adultos esperando la ola más grande y enfrentarla con valentía y destreza. Nadaba sintiéndome segura, siendo parte del vaivén continuo y a veces amenazante para el que no lo conoce.

Por ese tiempo pensaba que tenía algo especial con el mar. Me había aprendido los horarios de las mareas, sabía identificar corrientes, hoyos y patrones en las playas. A veces al nadar y moverme con las olas, soñaba con ser una maestra agua, pero mejor que Katara.

La piel y el pelo resecos y salados eran la señal de un día ganado.

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Cuando Crecí, el mar dejó tanto de ser un lugar de juegos y entretenimiento, para convertirse en el horizonte calmo y profundo que abrazó todas mis penas. Los paseos nocturnos a escuchar las olas mientras lloraba por tener unos pésimos compañeros de colegio, son algo que marcó mi adolescencia. Supongo que también mi personalidad fue un poco similar al mar en ese entonces. Me hundí en mares de libros que parecían nunca saciar mi infinita curiosidad. Ese mar profundo de libros, me dio un mar de calma ante tantos hechos vertiginosos que viví a esa edad.

No sé qué pasó.

Bueno, si lo sé. Pero no entiendo por qué se permitió que pasara.

Hoy me siento ajena y lejana a ese mar. A veces igual lo visito, pero con cierto temor. Temor porque el cemento me ahoga y porque los camiones siempre me han puesto nerviosa. Y temor porque siento que me estuviese metiendo en casa ajena. Cuando voy a la playa que veo y escucho cada día desde mi ventana, siento como si estuviese metiéndome a la casa del vecino malo y amargado para sacar mi pelota.

Es extraño, se que es legítimo recuperar la pelota, porque me pertenece a mi y mis compañeros, pero siento que no me la van a devolver por las buenas. La experiencia previa dice mucho ya de aquel vecino que roba y pincha pelotas. No juega ni deja jugar.

Se le olvida que todos vivimos en el mismo lugar y que tarde o temprano, habrá que tomar medidas contra el vecino que no sabe cuidar la pelota que es de todos.

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Camino; por las veredas de diferentes confexiones y desgastes: piedras, cemento claro, cemento oscuro, hoyos, plantas, polvos. Veo los negocios en donde una vez hubo casas. La casa de Simón, mi compañero de básica que algún día visité y tuve que caminar con cuidado para no pisar los hoyos de la madera del pasillo para abrirme paso al baño, hoy parece no haber existido. En su lugar se alza una panadería que vende cosas de películas: “Croissants”, “bagettes”, pan en bolsa para preparar. Los precios también son de película… de película de terror. Sobre todo con esta inflación que se siente vieja aunque sea nueva. Me recuerda momentos en que los dulces eran un bien escaso en mis manos, en que la plata se buscaba hasta por las calles y cualquier hallazgo aportaba. Me recuerda las listas de fiados, la cola pal pan, las ramitas a $150 y el centella a $100. El negocio de “El Chalo” –viejo carero- en el que todos comprábamos algo antes o después del colegio.

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Camino

Camino; la tierra nunca la vi tan dura y estéril. Los jardines de las vecinas ya no comparten agua al árbol de la vereda, porque esos jardines han sido reemplazados por patios de cemento, que son mejores según dice la gente de la que procuro alejarme después de escuchar esos comentarios. ¿Desde cuándo se volvió mejor un patio duro y frío que uno lleno de historias en miniatura? ¿Jugar a buscar bichos ahora también es un lujo?

Camino; la pasarela de maicillo que se inundaba para los inviernos lluviosos está sepultada por el cemento, los camiones, el olor a auto viejo que marea y tubo de escape, el polvo y la codicia de gente que ni sabe hablar mi misma lengua. “Progreso” le dicen a venderle la vida a los Chinos y los Gringos. Yo leo y veo noticias y no quiero ser ni China y Gringa. Me llama la atención que lugares que me parecen de una vida angustiosa sean tan desarrollados. ¿Allá tendrán jardines o también más cemento? ¿Allá habrá Centella a $100?

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Camino y tengo que trepar la escalera de metal rota y mal hecha para poder pasar la muralla de rocas que puso EPSA para que la gente no pudiera ir a la Playa de Llo lleo. Mi mamá me cuenta de los veranos de calor, música, playa, luces, romances, juegos mecánicos y paseos infinitos bajo el cielo despejado. Me habla de toldos, quitasoles y familias veraneando en las cabañas donde hoy hay una PETROBRAS. Es extraño imaginar que la “Av. La Playa” de la Juan Aspée llegó alguna vez a una codiciada playa. Hoy debo esquivar los eternos charcos de agua con aceites y petróleo preoveniente de las Vulcas y Talleres que ocupan la avenida, debo evitar el contacto visual con los enormes perros, pasar por una angosta calle e intentar apreciar, pese al paso de los camiones a menos de 1 mt de mi, las lindas aves. La profesora Eliana me enseñó los cuentos sobre los Cisnes de Cuello Negro, lo valiosa que es la fauna y que hay que protegerla. ¿A la gente grande se le olvidan las cosas importantes con el tiempo? ¿Yo voy a ser así también alguna vez? ¿los Chinos y los Gringos no tuvieron a la tía Eliana cuando chicos?.

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Camino por un lugar que según la Ley es de todos. Las playas no se venden, no se privatizan y son de uso público. Parece que la ley no es para todos, parece que sanciona sólo a la gente que suele caminar y siempre y solo caminar.

San Antonio tiene alma de adolescente depresivo y que se autosabotea. Tiene discordias, violencia y autoflagelo. Psicológicamente ya han subyugado nuestra vida, nuestra tierra y nuestro bienestar por debajo del de Chinos y Gringos.

Pobre joven con traumas. Una parte de él, preso del Síndrome de Estocolmo, pide a gritos un “Mega Puerto”. Los Chinos y los Gringos son tan buenos para el Marketing que hasta le pusieron nombre de superhéroe. ¿O supervillano?

¿Cómo se sale de la depresión como ciudad?

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-escriboparanoexplotar-
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Una vez en…

Hace veintiséis años ya, en un pequeño y lejano lugar, los astros se alinearon para que la justicia, el agua y el aire engendraran a un nuevo ser. La pusieron cerca del mar para que siempre tuviera un horizonte al cual mirar y con los pies en la tierra para que siempre tuviera dónde regresar.

Este ser creció y su mente de grandes ilusiones se llenó. “Una soñadora” decían algunos, “demasiado sensible” afirmaban otros. Había veces, donde hacía oídos sordos a estos comentarios, pero en ocasiones, le atravesaban el pensamiento y se quedaban ahí archivados, con algún apartado medio indefinido en el laberinto de sus memorias.

No sabía bien de dónde venía el sentimiento, alguna vez creyó que era por haber escuchado a Bella cantar tantas veces en su niñez que deseaba “más que vida provincial”. En el fondo lo sabía, desde antes incluso, las fuerzas de la naturaleza se habían equivocado al dejarla ahí, apartada del mundo y lo odiaba. Se decía continuamente que no había escogido ese lugar y que soñaba con marcharse y dejarlo atrás.

Esto hacía que, en su interior, además del remolino de emociones, habitaran un conjunto de porqués: ¿por qué aquí? ¿por qué no allá? ¿por qué no en un lugar con más oportunidad? Porque no lograba ver cómo

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en este pequeño espacio cayera la posibilidad de vivir las aventuras que sentía le habían reservado.

Acostarse en las arenas infinitas como las estrellas tiene su encanto, las peleas con el barro que se forma entre la espuma del océano y la tierra también, pero no eran suficientes. Nunca le gustó que la arena se le pegara a los pies ni las manos, ni que el sol le quemara la piel a pesar de las infinitas capas de bloqueador y mucho menos, los días de clima cambiante porque le recordaban la inestabilidad de su interior. Nada en contra del aroma de la mañana, el que se siente al abrir la ventana justo después de que raya el alba, pero apenas podía soportar el del paseo al lado de la caleta, el mismo que durante el día penetraba cada rincón de la ciudad del puerto.

Con el odio que generó a su pueblo, no se quedó sentada esperando e intentó hacerse de oportunidades para huir. Las consiguió un par de veces, pero éstas siempre se le escapaban cada vez que parecía alcanzarlas y, entonces, de nuevo, venía la agonía de un corazón roto que no entendía el porqué.

La última vez la tuvo muy cerca, justo en la palma de la mano, casi cerrándose a su alrededor y entonces ¡zaz! Un giro desafortunado del destino que no podía controlar y se volvió a escapar como cuando intentas tomar una mariposa que se posa tranquila en un lugar. Creyó que esto la rompería en mil pedazos, que tendría que reconstruirse de nuevo como las otras veces, pero ahora, la madriguera del conejo estaba cerrada y las gaviotas al atardecer clamaron que no, no esta vez.

Ahora era diferente, un poco más madura supuso y decidió buscar respuesta a esos porqués que aún no se acomodaban en su realidad. Fue difícil debía admitir. Pueblo pequeño y pocas oportunidades, sentía que todas esas veces que salió a protestar poniendo los pies y

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gritos en la calle, saltando al ritmo de “el que no salta es paco” con el afán de mejorar este lugar no querido, no habían dado frutos y solo los pelícanos habían escuchado los cánticos que el viento había elevado. Meses sin descanso, de leer sin parar, de que el insomnio hiciera lo suyo convirtiendo las madrugadas en atardeceres, para al final concluir que esa fuerza que seguía trayéndola de vuelta una y otra vez en contra de su voluntad, quería que aquí, entre la arena y el mar, encontrara sus respuestas y comenzara a sanar. No sabía bien por donde partir y, en su camino se encontró con los recuerdos que había intentado guardar muy dentro de sí repitiéndose como un rollo de película. Supo que necesitaba más, y, que no podría sola como había intentado convencerse tantas veces, que pedir ayuda no la convertía en un ser débil y, con vergüenza comenzó, sin saber al principio que eso la volvería más fuerte.

Al rebuscar se encontró con los deseos de su alma guardados en un baúl bajo la cama, llenos de polvo y desgastados, pero aún vivos. Por años tapó con otras cosas sus deseos de escribir, creía que tendría que irse lejos para hacerlo, pero cuando los descubrió de nuevo se dio cuenta que precisamente acá estaban las vivencias, las experiencias, los traumas, los mismos recuerdos repitiéndose una y otra vez como un rollo de película, esperando ser contados y puestos en palabras. Reviviendo todo esto y teniéndolo frente a sus ojos, creyó que no podría más con la sensibilidad de su ser, la que le habían recriminado toda la vida hasta el punto de convencerse a sí misma que era equivocado sentir tanto, que de alguna forma había sido condenada a vivir con los sentimientos a flor de piel y a ver al mundo como una observadora y espectadora en primera línea, pero jamás parte de él.

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Pero la ayuda ya estaba ahí y la preparó para ver más allá de la invalidación, le enseñó que podía ser protagonista, incluso en el lugar que veía sin gracia. Asique paseó, por donde había aprendido que le gustaba estar; las calles pequeñas y vacías bajo el sol de los atardeceres de verano y la vaguada del invierno, ver la luz colándose entre las hojas de los árboles de la plaza en otoño, tomar un chocolate caliente en su cafetería favorita donde siempre ocupaba el mismo asiento al lado de la ventana para sentir la brisa primaveral que le enfriaba las mejillas mientras el resto le calentaba el alma, siempre con los audífonos puestos y la música lo suficientemente fuerte para que la transportara, pero ahora, no demasiado lejos porque no quería perderse los detalles que apuntaba en la libreta que se acostumbró a llevar consigo. Y se encontró a si misma siendo la protagonista de su propio mundo, sin dejar de ser la observadora principal del resto. Ha pasado el tiempo y todavía no tiene todas las respuestas, porque todavía no se han hecho todas las preguntas, pero descubrió, que en este lugar donde se combinaban los elementos que la crearon: la justicia, el agua y el aire, podría descubrir mucho más de sí y que tal vez algún día, si el destino ponía sus velas donde el viento fuera más favorable, miraría al horizonte desde otro mar, pero sabrá que esta tierra que la vio comenzar siempre será un lugar menos odiado y un puerto seguro al cual regresar.

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May
Keitty

Lo que NO se percibe de la cotianidad

Gaviotas vuelan mientras pelean un pedazo de comida.

Ratones esperan a que no pasen vehiculos por las calles que transitan los camiones, para poder comer el maiz que cae de sus ramplas.

Tipin 11 am aparece un olor a pescado en el ambiente.

Mientras la mayoria de las personas duermen, hombres salen al mar a pescar los peces para que puedas comerlos.

Mientras tanto sus familias despidiendose sin saber si volveran a verlo.

En una ciudad llena de contaminacion acustica producto del puerto, se encuentran dos ojos de mar rodeados(uno de ellos) por una pista donde transitan camiones, entre todo ese entorno un ave pilpilen se encuentra preparando el nido para poner sus huevos.

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Perla Orellana

Intervención

La intervención

El auto rompiendo el olaje Petróleo comiendo ave

Dinero ¿Para quién?

El columpio de mi plaza sigue roto

Sigo esperando siete horas en el hospital

Sigo viendo el mar por encima de una reja

Toco un árbol con miedo de un hueso roto

Roto, mi sueño a las tres Confundido con luces lejanas

Roto, mi deseo de seguir aquí

Más que puedo contar perdí Roto, puerto rojo.

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Polvo estelar

Podría escribir de tu piel sal marina

O de tus ojos tierra consecuencia lluvia

De tu risa fascinada con el universo

O de que no tendré playa a la cual llevarte

Que cada árbol tendrá “no pasar” escrito

Que el plástico de nuestra sangre superará el hierro

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Niña de mar

Se te moja la carita solo al andar, niña de mar Buscas llovizna y no alzas los ojos al salar

Juncos y algas con los cuales tropezar

Si sigues las huellas en la arena se te hará más fácil caminar Mira a una gaviota, la arena y a ti ¿Qué tan diferentes son nuestros colores?

¿Qué tan distintos somos entre nosotros? Niña de mar

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San Antonio

Y aún así, no te puedo odiar Pájaros en la mañana

Puedo caminar a (casi) cualquier lugar

Calles rotas, me viste crecer

Desde que buscaba tesoros en tu tierra

Y compartía secretos con tu Luna

Que jugaba que me perseguía

Que jugaba que me perseguía

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Ave migratoria

Este año me alejo de tu poca oportunidad Triste, pero me lo habían dicho siempre

“Aquí no hay nada”

Solo mar, piedras y mi corazón Nada más, y quizás eso es nada

Quizá imaginé hacer pasteles de tierra húmeda en el antiguo mirador

Que hoy es concreto, igual que el pasto No sé si es bueno o malo, pero es diferente Nada se queda como estaba siempre

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Maura Pérez

Habitar lo cotidiano

-Ok ¡Muchas gracias! – le dije.

- ¡No te preocupes! – me respondió. Y luego salí.

Faltaba para las seis de la tarde, en un domingo de enero y yo comencé a caminar, salí sin rumbo, no tenía nada que hacer, ya había hecho las compras y los mandados, era mi tarde libre. Pasaron 20 minutos y ya estaba sintiendo el olor al puerto, en realidad sentí el horrible olor que dejan los restos de neumáticos quemados y vi polvo negro alrededor de las veredas que quedaron luego del último paro portuario. Los del sindicato felices y yo con mis zapatillas todas sucias al andar por mi ruta favorita. No me importó porque ya estaba a punto de pasar la línea del tren y llegar al hermoso paseo “Bellamar”.

Lo recuerdo como un parque con pasto, flores, árboles, y muchos asientos para descansar y mirar el mar. En mi memoria están aquellos días que comía y jugaba con “amigos” que hacía mientras paseábamos en familia por aquel lugar.

Podíamos ver como llegaban o se iban los barcos de nuestro puerto, como se escondía el sol en el fondo

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del mar, o como simplemente una gaviota ensuciaba a alguien. La pesca artesanal también era común al borde del paseo, como subirse a las rocas en la baja mar, a buscar tesoros marinos, eso era extremo, no podías mojarte los pies pues el castigo era inevitable. Cuantas cosas podía pensar con solo sentir la brisa marina y la proximidad al mar.

De pronto volví de golpe a la realidad. Desde donde se inicia el paseo bellamar por el lado sur, ya está lleno, pero lleno de estos horribles e innecesarios puestos de comercio ambulante, yo tratando de llegar, con ansias a sentir la energía del mar y me encuentro con esta peste, estos feos y hediondos negocios que ocupan un lugar público, no me permiten caminar en paz. Yo no deseo comprar, no me siento motivada por las poleras estampadas, los plásticos chinos, las pipas y los insumos de marihuana, la ropa nueva o usada, los lentes, los gorros y así podría seguir hasta mañana… No quiero ropa, eso se compra en las tiendas de ese monstruo que es el mall que nos robó la vista panorámica que teníamos al llegar por el acceso de San Antonio.

Quien ha sido Sanantonino recordará el helicóptero que siempre nos volaba el cabello al subir o bajar en ese mismo lugar.

Las ferias libres se han duplicado o triplicado con todo esto del comercio. Ya no se necesita comprar cosas, tenemos nuestras casas llenas, los armarios colapsan con ropa casi desechable, la cocina está repleta de artículos para todo; picar, cortar, lavar, revolver, ya sean manuales o eléctricas, podemos cocer, freír, tostar, dorar, asar con distintos equipos; y juguetes para los niños por todos lados están…

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Hoy en día necesitamos lugares libres, una orilla de playa, una plaza, un paseo o un parque que nos permita movernos sin estar esquivando esos viejos trapos de los ambulantes o chocando con las mesas que ya no están laterales al camino, pues hoy se cruzan, no te dejan andar, no puedes ir con alguien conversando al lado, y mucho menos con una pareja de la mano.

Cuanta decepción causa el hablar con adultos que han caído por tropezar en las calles y veredas de nuestro centro. Que pena da ver los negocios con sus cortinas abajo porque no pueden trabajar. Me enoja no poder llevar el celular en el bolsillo trasero del pantalón y tener que usar la mochila al revés. Malditos son los que se aprovechan y nos meten las manos en los bolsillos, carteras o mochilas mientras andamos en nuestra ciudad.

Sencillo sería ir en automóvil; nos estacionaríamos frente al lugar, haríamos nuestro trámite y listo, ahora es gratis, no se paga por eso, pero nuestra población ambulante se ha dado maña para no dejarnos espacio. Tres vueltas nos dimos y ni un solo lugar disponible. Las tomas ya se adueñaron de las calles del centro, los vehículos que no están polarizados se ve que están llenos de productos que venden, que desgraciados que son, irrespetuosos con el resto, estas personas no están por necesidad, no son pobres, son unos inescrupulosos, sin educación, y frescos sin vergüenzas, tal vez algunos son vecinos, pero hay muchos que ni siquiera saben algo de San Antonio, de su historia y tradiciones, pero eso no les importa.

Podría seguir, pero no estoy acostumbrada a decir o escribir con malas palabras y solo pienso en ellas en estos momentos.

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Por unos momentos, no pensé, solo seguí.

Mis pasos me llevaron a esa vieja cantina en el centro de San Antonio, la que atienden sus propios dueños y siempre está abierta. Entré, saludé y pedí un café. Al instante sentí ese “bullying” tan propio del lugar.

¿Qué voy a hacer? Me pregunté, ¡Pues nada! Me respondí

Estaba tan acostumbrada a lo cotidiano de ese lugar que me sentí cómoda, feliz y por fin en un ambiente grato y tan auténtico como cada uno de los personajes que allí estaban.

Conversé, nos reímos, copuchenteamos, quedé a tanto de todo lo que pasaba.

Miré la hora, era tardísimo. Me despedí y caminé de regreso.

Ya no había comercio ambulante, las tiendas estaban cerradas, incluso los chinos. Claramente se podía ver el mal estado de las veredas y lo grande que es la avenida Centenario. Llegué al paseo bellamar y por fin olí el agradable olor a mar, aquel que me llevaba a los recuerdos de mi infancia, aquel que fortalecía mis pulmones.

Ese exquisito olor que te invita a la calma, que te hace sentir libre, que te proporciona tranquilidad, que te recuerda que hay que buscar lo bueno de las cosas, lo lindo de los lugares, y lo hermoso de las personas. Recordé porque me gusta vivir en este, ya casi desaparecido, San Antonio de mis recuerdos.

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Puerto Impetuoso... el armonico renacer...

Llegó el día Jueves eran las 4:00 pm. Salí de mi casa en la esquina del Molo con Sanfuentes, viré a la derecha y emprendí rumbo yendo contra el tránsito por Sanfuentes. Salí algo raudo porque entre el almuerzo, la apurada siesta y la ducha que tomé sentí que el tiempo no me daba alcance, pero estaba bien en la hora. Me fui por Sanfuentes calle que cobijó toda esas épocas de niñes donde las partidas callejeras de fútbol eran el pan de cada día. Las partidas duraban toda la mañana, toda la tarde y toda la noche. Partidas eternas que se extendían por semanas, meses y años. Donde siempre estuvieron ligadas las dos potencias futbolísticas: Puerto Barrancas y Llolleo. Este si que era el mejor de los clásicos. Con el pasar de los años Sanfuentes se había transformado en una zona de oficinas gubernamentales y municipales, bueno, ese era el destino de todo este barrio residencial. Un destino pronosticado con mucha anterioridad. Mientras tanto yo ya llegaba a la esquina de la calle 5 Sur con Sanfuentes, ponía un pie en la vereda donde comenzaba la cuadra. En ese momento una chica llegaba y entraba al edificio pensé, ¿dónde irá esa chica? Entró en el edificio que ostentaba una nueva fachada. Entré en la recepción en la cual estaba una señorita fina y delgada cuyo nombre no recuerdo que estaba recién conociendo. Yo a veces pensaba que no tenía mucha llegada a pesar de que mi prima directa se desempeñaba como guardia y el Sr. de la recepción era primo de mi padre, bueno, yo estaba de apoco acostumbrándome a esta institución y a su nueva construcción, con su administración y gente nueva. Yo era de la época de la Srta. Joly y la Srta. Nicy, las antiguas encargadas, con ellas trabajamos en varios eventos como capacitaciones de computación y creación de páginas web.

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día.

Ya dentro del recinto y después de haberse registrado, la chica que llegó antes de mi, creo que se llamaba Maggie por lo que vi mientras escribía su nombre en la hoja de asistencia. Ingresé al salón, lo hizo también Maggie, que aún no conocía, bueno nadie se conocía pues era el primer día. Se sentó al centro del salón yo entre y tomé asiento en la 2da fila. Después de mi llegó una chica se sentó delante mío. Una vez sentado la chica que se había ubicado delante mío estaba acompañada por otra chica, parece que solo la acompañaba. Ella se levantó en ese momento en que empezaban a llegar todos. Una joven se sentó con la chica que se había quedado sentada sola. Delante mío luego llego un joven que vestía la camiseta de colo-colo. Pensé en mi amigo el hermano de Pupi y en su hermano mayor. Nosotros éramos amigos de toda la vida nos conocíamos desde muy niños. Circunscribíamos todo Sanfuentes de punta a punta desde el Liceo Fiscal hasta el Liverpool, una picada para los trabajadores portuarios que quedaba a la entrada del puerto. Finalmente ya eran las 4:00 pm...

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2do día

En el salón estaba un joven con un proyector y una chica con un computador portátil. Se presentaron él se llamaba Juan y ella Carla. Ellos nos guiarían en este proceso de creación que entre todos buscábamos terminar de forma satisfactoria...Juan dijo esperemos hasta las 4:15 pm por si llega alguien en eso aún no llegaba Pupi con Mimie. Le mandé un WhatsApp para apurarles el tranco (vivían al frente del nuevo edificio construido de acuerdo al avance del puerto). Pupi era muy rápida en 2 minutos ya había llegado junto a Mimi. Proyector y computador portátil en mano comenzaba Juan vestía de polera gris y Carla de minifalda negra se veían agradables y simpáticos. Explicaron cómo funcionaría este transitar que todos buscábamos que llegara a buen puerto. Venían de una productora de obras artísticas. Eran de Quito o algo así con sede en Valparaíso no entendí bien, pero eso no importó. Mi vida era relajada y sin preocupaciones de ningún tipo. Me levantaba a las 8 de la mañana, tomaba un desayuno consistente en un té, un pan de molde, con queso, jamón y dos yogurt, que es, producto de mi sobrepeso al llegar del lejano país traía en mi cuerpo. Dieta que decidí seguir cuando fui a la nutricionista. Después del desayuno me duchaba a menudo para ir al negocio del padre de Pupi, mi amigo (su hermano) trabajaba allí, le ayudaba a su padre. La Srta. Joly vivía en la otra cuadra en la que estaba ubicado el negocio de mi amigo. Era la calle Lautaro que comenzaba no se sabe donde y terminaba en Curicó, la cual daba, bajando por esta calle al paradero 8. Era la parada donde se encontraba aquel moderno edificio. Esta calle era paralela a Barros Luco. La ubicación geográfica era la siguiente. A orillas de puerto estaba la calle Angamos, como paralela a esta venía Sanfuentes

59 3er
día

y luego Barros Luco y después paralela al cerro venía Lautaro y más arriba Independencia. Las paralelas eran cortadas por los Sur que empezaban en el Molo, que era el punto cero de la ciudad. Los Sur se ubicaban a la derecha, yendo del mar al cerro y los Norte a la izquierda. La avenida principal del puerto Barros Luco era donde se alzaba el más hermoso de los paseos, simple, sencillo, naturaleza que no se podía ver, ni menos pensar, solo imaginar por aquella gente de alba tez, fría como la nieve que los vio vivir y cobijar en el gélido septentrional continente europeo donde la naturaleza era artificial. Esta avenida principal, Barros Luco, era del gusto de los atletas que hacían de este su ruta preferida. Un paseo en el cual se alzaban altas gruesas y grandes palmeras que se encumbraban hacia el cielo azul y celestial, quizás desde que años existían estas palmeras. Yo desde muy niño las recuerdo. El centro del puerto siempre fue Barrancas zona residencial por excelencia que con el pasar de los años había corrido la misma suerte que Angamos Sanfuentes y todo el centro de la ciudad. Barrancas comprendía Barros Luco, Angamos, Sanfuentes, Lautaro e Independencia. Barrancas era el centro cívico donde estaba ubicada la Municipalidad la Delegación Provincial y colegios emblemáticos y tiendas comerciales y de servicio. Ese era el centro del puerto del milenio. Al andar habían muchas cosas bonitas, pero parece que nadie las podía valorar. Para Europa en general, este puerto sería el más hermoso de los países naturales. Yo creo que nombrarlo un paraíso sería poco: un excelente clima, mar, playas, flora y fauna marina, multitud de lugares hermosos de ensueño hacia el Sur y Norte pero nadie valoraba ni se daba cuenta de esto. Un puerto como este sería único en otro lugar del mundo. Mi mente se transportó a otra época. Pero bien, volví a donde estábamos después de este breve

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viaje, pensé que Juan tenía un leve acento pues como no entendí bien la introducción sobre la editorial pensé que podría ser un profesional de algún país extranjero tal vez podría ser así. Empezamos. Debíamos presentarnos. La presentación partió con la chica que estaba sentada delante mío, dijo que se llamaba Laura. Se veía una chica simpática, se presentó se veía muy entusiasmada y con muchas ganas de participar. Bueno quizás yo estaba más nervioso que ella, pero yo creo que todos estábamos en la misma situación. Ella decía que le agradaba el puerto y sus lugares: los paisajes, el mar y toda la naturaleza. Luego vino el turno de Rita ella era una joven muy clara dijo ser escritora

Avanzábamos en la presentación y le tocaba el turno a Mimi la hija de la hermana de mi amiga de toda la vida. Ella con un presentación seria y silenciosa se presentó. Era una chica de 18 años muy silenciosa y ya estaba en la universidad. Me tocó a mí y yo con miedo, producto de años y años en los que no participaba de grupos literarios ni de ningún otro tipo de agrupación me sentí algo tímido, me sentí entrecortado, pero tenía que expresarme. Luego le tocó a Pupi, mi amiga la atleta rápida como el rayo. Siguió el turno de un chico que vestía polera del colo-colo, tenía una editorial se llamaba Seba se presentó y luego preguntó a Carla si el papel del cuadernillo que nos entregaron para hacer una bitácora de proceso que decía Habitar lo cotidiano, era de caña. Ese lapsus fue como un código de editores; el saber y conocer de los materiales de impresión. Este mismo material me sorprendió a mi cuando llegué a casa y empecé a dibujar en el cuadernillo. Me impresionó la resistencia del material que nos pasaron para escribir. La bitácora el papel era bastante resistente pues con los dibujos y trazos gruesos resistió

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Después le tocó a Maggi era una chica que no estaba muy motivada por vivir en el puerto tal vez tuvo un mal día. Le tocó el turno a un par de amigas Caro y Julie ambas era diseñadoras gráficas las dos dijeron que estaban algo descontinuadas en el sistema editorial y querían actualizarse. Por último don Walter era un señor mayor dio su amplio curriculum en esto de la escritura.

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Con el tecno ardiendo y la gaseosa a media asta y después de haber escrito hasta como las 3 de la mañana seguía con el texto que debía escribir para el taller literario. Me habían levantado a las 8am. Como cada día me prepare un té que acompañé con dos yogurt y un trozo de torta que había traído mi madre el día anterior.

El día martes era el segundo día del taller. Teníamos poco tiempo ya que en 7 días debíamos terminar el libro y ya quedaban 5. Juan y Carla nos dijeron que todos debíamos llevar planificado algo, una bitácora de edición. Yo lleve mis antiguos trabajos que ya eran algo añosos, como mis libros que publiqué años atrás, antes de irme de Chile. Al volver me enfoqué en el libro que quería publicar, sin apuros ni preocupaciones, pero después de que mi señora se fue, dejé de escribir. Quería tiempo para mí para poder disfrutar la vida, no lo pase mal pero podía haber sido todo mucho mejor Nos tocó presentar nuestros trabajos. Partí yo presentando mis obras. Unos dibujos y uno escritos. Después siguió la chica llamada Laura. Tenía muchas ganas de participar, se notaba muy alegre. Presentó sus obras y trabajos. Se basaba en historias que hablaban del puerto. Yo sabía o por lo menos conocía esa historia. Ella tenía algo de Neruda y un acento característico del puerto en sus textos.

Este segundo día Maggie parecía más alegre se notaba más entusiasta. Presentó su obra, dibujos como algo de collage o bricolaje temas femeninos manuales.

Rita se presentó el segundo día, su obra se veía muy segura y directa. Era profesora, de ahí su forma clara de expresarse y seguridad. Puso su cuota de historia al proyecto. En eso llegó Seba, el chico conocedor de los materiales de edición, él ya conocía estos métodos pues

4to día

había dicho que quería aprender más y reforzar sus conocimientos. Presentó su texto, era un texto de historia con atisbos de periodismo análisis y política. Mimie la hija de Pupi no asistió ese día al taller. Yo algo distraído andaba sin lápiz y como escritor, un escritor sin lápiz, pensaba yo, no sirve de nada. Es como un futbolista sin zápatos de fútbol. Fui a la casa de Pupi, le pregunté a Mimie si tenía algún lápiz que me prestara, ella me facilitó uno de la universidad, un lápiz muy bonito para mí. Me gustaban tanto los lápices como los relojes.

Julie era amiga de Karo y las dos tenian pasta de lider me pareció que Julie tenía algo de jefa siendo breve en su opinión y presentación del tema.

Karo era una mujer casada. Presentó su obra. Dijo que a ella le gustaba dibujar. Nombró muchos lugares bonitos dentro de la provincia y del puerto. Habían, en su descripción, lugares de los cuales solo había oído hablar, pero mi dejo de sedentarismo no me había dejado conocer ya que no me gustaba mucho salir del Puerto. Esto debido a que me gusta mucho vivir aquí, sin salir a ningún lugar, ir al paseo del puerto, caminar por barros Luco, por la 21 de mayo, Lautaro Llolleo, etc. Este era un lugar perfecto para mi, nunca lo había echado de menos todo el tiempo que viví fuera del pais, pero al llegar me di cuenta que era un lugar muy hermoso y bonito, que la gente local no valora y que es un lugar excepcional en el mundo. Tal vez deberíamos unirnos más para trabajar y hacer cosas que nos ayuden como puerto, para avanzar si temor al progreso ya que el progreso trae bienestar material y económico para todos en este puerto tan bonito.

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2023

San Antonio

▪ Edición y diseño colectivo

▪ Impresión digital

▪ Encuadernación artesanal

▪ Portada en serigrafía

□ Versión digital imprimible con manual de encuadernación

Marginadxs VV..AA

Este libro fue realizado colectivamente en el marco del taller

-Habitar lo cotidiano: El oficio editorialEn la biblioteca Pública Vicente Huidobro de San Antonio.

2023

C AM I O NES FARO P
BA
GAVIOTAS MAR PUE R T O TREN ROCAS PELICANOS
R O TE S T AS
R C OS PUERTO ROJO
RÍO
CONTAMINACIÓN MÚSICA POESÍA
HUMEDAD PUENTES PESCADORES REDES CESANTÍA
MAIPO
TREN
C AM I O NES FARO P
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BA
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GAVIOTAS MAR PUE R T O
ROCAS PELICANOS
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PUERTO ROJO
RÍO MAIPO CONTAMINACIÓN MÚSICA POESÍA
HUMEDAD PUENTES PESCADORES REDES CESANTÍA

El puerto da y quita.

Tensiona, aturde, transforma. San Antonio es más que un puerto. Es su gente. El paisaje es más que una imagen, es hogar. La cotidianidad volcada en el libro que tienes en tus manos es una breve radiografía de la diversidad, pero también de la conciencia social que conforma el latido de esta ciudad.

Manual de encuadernación americana

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