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Relatos con respuesta
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con respuesta
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‘¡Sólo queremos volver!’ – Darío Tapia, 1º de ESO E
A finales de junio, si mal no recuerdo, empezó este viaje de fin de curso a Sevilla, donde han ocurrido un par de cosas que no estaban programadas en el horario de actividades. Todo empezó cuando se inundó el museo al que fuimos, pues se había roto una tubería, y nosotros ayudamos para que muchas obras no se echaran a perder. Por eso nos desperdigamos por el museo y, al salir del edificio, nos dimos cuenta de que el profesor no estaba. Y, como si el cielo nos dijese que no iba a volver más, empezó a llover como nunca habíamos visto. Cuando por fin escampó, nos pareció ver el reflejo de algo o alguien en un charco al pie de la Giralda, pero subimos y allí no había nadie. En el séptimo día, en el que deberíamos haber vuelto a casa, el conductor que nos iba a llevar de vuelta también desapareció. Nos empezó a parecer extraño que se perdiera la gente que nos debía llevar a casa, y empezamos a investigar. Al cabo de cuatro días, empezamos a desaparecer nosotros también, pero seguíamos sin saber nada de las desapariciones. No podíamos contactar con nuestros padres, pues se nos habían borrado de nuestros contactos y los teléfonos no nos dejaban volver a guardarlos. Ya había pasado una semana y media cuando nos dimos cuenta de que ya había desaparecido la mitad de los compañeros. En ese instante decidimos dejar grabando con la poca batería que nos quedaba mientras dormíamos, pero los teléfonos desaparecieron con otros tantos niños. El Gobierno se acabó enterando de esto y nos proporcionó un techo bajo el que dormir. Ya estábamos totalmente seguros de que alguien nos estaba impidiendo salir cuando desaparecieron los policías que cuidaban de nosotros y siete niños más. La desesperación fue en aumento y comenzamos a hacer guardias por turnos mientras dormíamos. Sin embargo, una noche se nos olvidó hacer guardia y al despertarnos, a la luz del alba, nos aterrorizamos al darnos cuenta de nuestro error y de sus consecuencias. Solo quedábamos dos: el delegado y yo. Hay que añadir que el delegado fue un desastre, ya que se pasaba las horas sollozando sin colaborar ni decir nada. Días después, después de cazar una lagartija y convertirla en nuestro desayuno, me dirigió la palabra por primera vez en dos semanas. Se disculpó por ser una carga y no una ayuda y nos dimos un abrazo, que sería el último, ya que, al separarnos, se desplomó sobre los cartones sobre los que dormíamos. Muerto. Entonces me di cuenta de la cruda realidad: estaba solo. Escribo esto por si alguien lo lee, que venga a buscarme.
En el próximo Relatos
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Tu historia debe cumplir con estos requisitos:
- El narrador acaba de llegar a una ciudad que no conoce. - Relaciona el cartel de “Se vende” con el personaje del balcón. La extensión debe ser entre 350 y 500 palabras. Dirigido a alumnos de 4ºESO y 1ºBACH. Inventa un relato a partir de esta fotografía.

. Y OPINO ‘Una excursión que (no) salió mal’ – Ángela Alda, 1º de ESO C
La semana pasada fui con mi clase a Sevilla. La excursión duró tres largos y emocionantes días. Aitana y yo somos muy buenas amigas, así que nos sentamos juntas. Detrás de nosotras estaban Luis y Pablo hablando de fútbol y al lado la profe. Cuando llegamos a Sevilla bajamos del autobús y nos dirigimos al hotel. Al día siguiente nos levantamos rápido porque íbamos a Isla Mágica, pero cuando yo estaba esperando a que Aitana viniera, la profesora empezó a gritar despavorida. Fuimos a ver qué pasaba y nos dijo que Aitana había desaparecido. Tras esas palabras salí corriendo a buscarla y Luis y Pablo me siguieron. No sabía a dónde iba así que me paré. Luis y Pablo intentaron consolarme, pero yo no me calmé y agaché la cabeza. Al agachar la cabeza vi un charco en el que se veía el reflejo de la Giralda y al fijarnos bien vimos a una persona asomando la cabeza por la ventana: ¡era Aitana! Salimos corriendo, pero para cuando llegamos ya no estaba, solo quedaba uno de sus lazos favoritos. Bajamos decepcionados y al llegar abajo estaban la profe y el resto de clase mirándonos expectantes. Empezamos a preguntar por la calle si habían visto a una niña baja, morena con ojos marrones y un señor de aspecto descuidado nos dijo que la había visto dirigiéndose hacia la catedral. Al llegar allí tampoco la encontramos, pero cuando nos íbamos a ir encontré otros de sus lazos con un mapa de la catedral y una cruz en lo que parecía una columna. Unos la buscaron por arriba, otros por abajo hasta que, por fin, dimos con aquella columna. En aquella columna había una guía sobre el Palacio de las Dueñas. Fuimos lo más rápido posible. Aquel sitio era precioso, sobre todo su jardín principal que tenía todo tipo de plantas, desde palmeras hasta rosas o tulipanes. El castillo por dentro era precioso pero lo que más llamó mi atención fue el color naranja de las paredes y la cantidad de cuadros que había. De repente escuché un ruido en una de las salas: detrás de uno de los sillones estaba Aitana. Nosotros estábamos muy contentos de verla, pero ella no parecía estar contenta. Nos contó por qué se había escapado: resulta que sus padres eran hispalenses y ella conocía todos los lugares gracias a ellos y no le gustaba que fuéramos a Sevilla solo para ir a Isla Mágica o a más parques de atracciones. Por eso ella le pidió ayuda a un amigo de sus padres para que la ayudara a poner pistas por todos los monumentos principales. La profesora la regañó, pero decidió ampliar el viaje dos días más para poder ver todos los lugares importantes y Aitana sería la guía. Al final nos lo pasamos muy bien y al volver a casa no parábamos de hablar sobre el viaje.
La respuesta de Mateo
No es fácil hacer desaparecer a un personaje y que el lector no perciba su ausencia como descuido del escritor en el relato. En Estética de la desaparición Paul Virilio analizaba las ausencias del ser humano, desde la más nimia que les sucede a los adultos durante el desayuno, cuando la taza de café cae sobre la mesa, hasta la más frecuente de los niños. Estos tienden a desaparecer de una forma insostenible. Pero él se refería a una desaparición en la que el tiempo ausente nunca habría existido. En vuestro caso, cada uno ha escogido una forma de desaparecer: Darío Tapia escoge una desaparición que tiene que ver con el mundo de lo fantástico, mientras que Ángela Alda, con el mundo de la realidad. En el primero, hay suspense; en el segundo parece más importante el secreto que esconde la protagonista. Este secreto resulta un recurso tan productivo para la creación que funciona como hilo conductor de la historia. Resulta inquietante que todos los personajes vayan desapareciendo a medida que avance la trama de «¡Solo queremos volver!» y al final quede únicamente el narrador. Más difícil habría sido que este desapareciera el primero y se siguiera narrando. En una conocida serie de televisión española donde los personajes se dedican a robar la fábrica de moneda, la narradora y principal protagonista que nos ha acompañado en la historia muere al final, pero sigue narrando. Se trata de un horror narrativo. En «Una excursión que (no) salió mal» el secreto se guarda, pero luego se cuenta el motivo de la desaparición. Así, la confesión de Aitana se pone en relación con la indagación de la narradora y el encubrimiento. Todos los nexos ayudan a tejer el jersey de la trama y, por todo ello, debo felicitaros a ambos por el trabajo realizado con la fotografía de la profesora Silvia Sánchez en la que La Giralda de Sevilla sugiere más que muestra..