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UNA COSECHA “MALA” POR LA VECERÍA Y EL CLIMA

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Productores y cosecheros se muestran preocupados por la escasez de manzana y buscan opciones para atajar, en un futuro a corto plazo, el problema de la producción en los años pares, aunque la situación resulta complicada

Los cosecheros y productores son una parte esencial del sector sidrero y, desde la revista LA SIDRA, nos hemos puesto en contacto con algunos de ellos para conocer cómo ha sido este año la cosecha de manzana, coincidiendo todos ellos en que, aunque esperado por la vecería, ha sido “mala”. Guillermo Guisasola, presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Sidra de Asturies y cosechero, reconoce que “sabíamos que iba a disminuir la cosecha con respecto al año pasado porque es normal por la vecería, pero lo que hemos notado es que se ha reducido muchísimo

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“La seca lo que fexo ye, amás de que les mazanes seyan más piqueñes, xenerar una mayor afectación de plagues”, apunta Guisasola

incluso con respecto al anterior año par”. A la hora de analizar el problema, aunque “la sequía en sí misma tampoco es un factor determinante, porque lo que hace es que las manzanas sean más pequeñas, pero, en esta ocasión, generó una mayor afectación de plagas, cayendo mucha manzana por estar agusanada. Además, hubo bastante mal tiempo en época de floración, lo que hace que esas manzanas no se formen”. En definitiva, se van sumando todas estas causas y llevan a una mala cosecha. En la misma línea, se muestra Belén García, quien apunta que la escasez de manzana es un problema para todos, “porque había comprometidos contratos con los llagares que no se pueden cumplir. Hace muchos años que no había una cosecha tan mala, es verdad que el año pasado fue de récord, pero eso no es excusa”. El problema es que el esfuerzo realizado no obtiene recompensa, ya que “estamos toda la temporada cuidando los manzanos, lo que supone una inversión y un coste y, al final, con tan pocas manzanas, no sacas rentabilidad”. Para Eduardo Cortés, “la cosecha de este año ha sido cero. Tengo la producción muy diseminada y podía coger entre las dos plantaciones unas diez toneladas, pero no las cojo, porque el coste de la recolección dobla lo que obtengo de beneficio”. En cuanto al tema de la vecería, “siempre estamos con lo mismo, pero no es un problema del manejo de la plantación, es algo propio de los frutos de hueso y se debe a un efecto hormonal. Las características de nuestra manzana autóctona en grados de acidez y de amargor son tan concentradas que hace que esa hormona sea más potente, acusando más el efecto de la vecería”. En lugar

de darle una publicidad positiva y vender la manzana “como un producto tan excepcional y de tanta calidad que el árbol solamente lo da cada dos años, se hace todo lo contrario y se acusa a los cosecheros de que no cuidan las pomaradas y lo único que hacen es desbrozar para coger manzana cuando hay. No se dan cuenta de que somos profesionales y que vivimos de esto y que tratamos de hacerlo lo mejor posible porque es de lo que obtenemos los ingresos. Por eso, no entiendo las críticas y, a este paso, cada vez va a haber menos manzanas, ya que no se plantan grandes pomaradas porque no son rentables”. Por su parte, Elvira Obaya suele tener cosechas muy regulares todos los años, pero este año ha visto reducida la producción, no tanto por la vecería, “que la suelo tener bastante controlada, sino porque a mí, me ataca mucho el antónomo –un pequeño escarabajo– y no pude sulfatar en marzo cuando nevó y me afectó mucho a la cosecha”. Con lo que se muestra indignada es con los pomares clonales, “son el timo de la estampita, nos los vendió la Consejería como una gran opción y no funcionan, digan lo que digan, es verdad que dieron manzana muy pronto, pero con 20 años de vida ya se están secando la mayoría y no me está pasando solo a mí, conozco a más gente. Dentro de diez años, a este paso, los llagareros están sin manzana”. El futuro a corto plazo no es muy esperanzador, ya que, como apunta Guisasola, “hay variedades experimentales, pero son árboles todavía muy jóvenes y, aunque tienen muy buena pinta, no sabemos qué evolución tendrán. Además, están todas entutoradas para fijar su anclaje y con regadío, y esa no es la realidad de las plantaciones actuales, ya que las recomendaciones que se hacían, hasta ahora, es que no hacían falta esos medios. Si ahora empiezan a hacer falta, la inversión sería cuatro veces mayor que una inversión normal y el mantenimiento también. Por lo tanto, habría que hacer luego cuentas, pero la producción tendría que duplicarse para compensar ese mayor gasto” Parece que esa no es la solución, igual que tampoco lo es, como señala Cortés, “tirar toda la flor en una de las plantaciones en año impar, con lo que, de ese modo, se conseguiría que al año siguiente hubiese cosecha, siempre y cuando no viniese una temporada de heladas, exceso de lluvias o sequía, pero quién va a tirar la flor de una plantación, con todo lo que conlleva, sin saber con certeza que va a tener producción al año siguiente”.

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