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La delineante de la asociación andina de recubrimientos

por FEDERICO DUARTE GARCÉS

Desde comienzos de este siglo, Consuelo Peláez ha estado al frente de las diferentes conferencias andinas de recubrimientos como directora ejecutiva de STAR.

La casa de Consuelo Peláez es una alineación de detalles que recubren hasta el mínimo espacio diseñado previamente en su mente. “Yo compré esta casa y resulta que aquí en la esquina no está alineado este soco con este soco”, comenta al enseñar la sala de la casa donde vive en el sector El Poblado de Medellín, la cual aparece como una galería de muebles y objetos perfectamente distribuidos para darle un mayor relieve a cada habitación, que permite viajar en el tiempo y el espacio.

Así, a un reloj que recuerda el de una estación de tren de alguna película británica clásica de la primera mitad del siglo pasado le sigue una caja fuerte propia de algún banco neoyorquino, dividida en cuatro secciones. Esta sirve para salvaguardar diferentes botellas de licor con las respectivas copas y otros elementos de bar encima.

En el otro costado se observa un dragón chino en miniatura que acompaña otro de tantos relojes, junto a uno de varios floreros debajo de una lámpara gigante en forma de ámbar que anuncian el jardín detrás. Este se encuentra recubierto de piedras y otra parte de baldosa, con diferentes materas alrededor que se conjugan con un par de sillones y mesa de bambú recubiertos de un verde menta, provistos de cojines de figuras arbóreas.

A este ambiente natural se le suman algunas esculturas diseñadas por la misma Consuelo, quien dispone todo para la mayor comodidad de sus invitados. Ser una muy buena anfitriona es una de las cualidades que más le ha caracterizado y que sus amigos le han reconocido.

Uno de ellos era Juan Carlos Sánchez (QEPD), a quien considera el fundador de la Asociación de Técnicos Andinos en Recubrimientos (STAR). Este se fijó en ese don de atención a la gente para proponerle que se sumara a la realización de la primera Conferencia Andina de Recubrimientos.

Un evento de tradición

Antes de iniciar la conversación en su casa, allí donde tradicionalmente se realizan las juntas de la Asociación con un té de 5:30 p.m. al mejor estilo inglés y una comida, aparece su esposo Carlos con una bandeja de plata repleta de frutas, entre ellas una bien propia de Colombia: uchuva, una baya de color naranja y sabor dulce con un toque ácido, si bien Consuelo la ha preparado con un poco de estevia para endulzarla un poco más.

Esa síntesis química es un conocimiento compartido por su esposo, un ingeniero químico que también ha cultivado ese don de servicio y al que conoció cuando él estaba en sexto semestre y ella iniciaba la misma carrera. Al final, Consuelo se inclinaría por formarse como delineante de arquitectura en la Academia Superior de Artes. “¿Pa’ qué dos ingenieros químicos en la casa?”, comenta con gracia.

Si bien se casaron cuando tenía 19 años, no sería hasta terminar la carrera que tendría a sus hijos: Nicolás y Santiago, hoy de 43 y 40 años respectivamente. Ambos son administradores. En el caso de Santiago trabaja junto a su padre en Plexus, una empresa fundada por Juan Carlos, el mismo que la invitaría a emprender el sueño de la Asociación.

Era 1999. A Juan Carlos lo había conocido a través de la empresa creada por su esposo, Tecnología S.A., la cual sería adquirida por el Grupo Corona. Tras su paso por Colorquímica, Juan Carlos iniciaría su propia compañía dedicada a productos de estabilización química de carreteras hasta incursionar en la producción de pinturas y servir de enlace de la Federation of Societies for Coatings Technology (FSCT).

Esta federación norteamericana se preguntaba por qué el público latinoamericano no asistía a sus congresos. Así que contrató a Juan Carlos para la realización de un primer encuentro en uno de los hoteles más prestigiosos de Medellín.

“Todo con la ayuda de Max Jaramillo e Inpra Latina”, destaca Consuelo al recordar el apoyo de esta publicación conocida con aquel nombre por ese entonces. El éxito del mismo llevó a crear la Asociación, dirigida a técnicos de la industria de pinturas y recubrimientos pertenecientes a la región andina. Esta se registró en la propia cámara de comercio de la ciudad.

Para el siguiente año, el encuentro se trasladaría a Valencia, Venezuela. Aun con el temor que la invadía por su falta de experiencia, resalta de nuevo el impulso brindado por Max Jaramillo para llevar a cabo el primer evento con el sello de STAR, el cual sería bautizado Andina Paint.

En el 2001, con el respaldo de los primeros socios, el evento se volvería a realizar en Medellín. “Desde ahí arranqué, y me han dejado”, afirma Consuelo, al frente de cada puesto de registro de un congreso que ha migrado entre Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú, con un elevado número de asistentes, sobre todo en las conferencias que siempre procura sean del mayor nivel.

Ella misma ha estado en función de cuidar el mínimo detalle logístico y brindar un espacio cómodo y atractivo, con todas las prestaciones posibles y la mayor atención que distinga a cada encuentro de STAR: desde los espacios de coffe break hasta la separación de cada stand, lo que al final del día ha permitido integrar a empresas de la industria que antes no habían compartido en jornadas comunes.

Esta a su vez ha sido su premisa con todo encuentro familiar, los cuales se constituyen en su principal obra de vida.

Una tradición cultivada en el tiempo

Esta dinámica parte de una tradición arraigada en su infancia. Durante las vacaciones de junio y diciembre, épocas de cosecha cafetera, viajaba a la finca de su padre (quien fuera presidente de la Federación Nacional de Cafeteros) en Andes, en el Suroeste de Antioquia, donde aprendía a recoger y escoger café.

El 24 de diciembre, desde las 10:00 a.m., los trabajadores de la finca y sus familias se reunían en torno a la celebración de Navidad gestada por su propia familia. “Se mataba marrano, se hacían buñuelos, natilla, y nosotros era atenderlos a ellos”, cuenta Consuelo, quien a su vez aprendió a comer todo plato que le servían los campesinos cuando visitaba sus casas y jugaba ‘muñequero’ con sus hijas.

Esta misma filosofía de “al pueblo que fueres, haz lo que vieres” se la transmitió a sus hijos, tal como el espíritu aventurero que a su vez ha irrigado en sus cuatro nietos: Pablo y Miguel de 14 y 11 años, por parte de Nicolás; y Olivia y Mar, de nueve y siete años, por parte de Santiago.

Tantos ellos como sus nueras se han contagiado de una pasión que ella conserva y practica desde los siete años: el esquí acuático. Su hermana mayor (de cinco hermanos que son; dos hermanas mayores, y ella en la mitad de los dos hombres) era esquiadora profesional, y en las exhibiciones que hacían, la famosa torre, a Consuelo la encaramaban en lo más alto.

Hoy en día no deja de experimentar esa sensación de “caminar en el agua” y enseñarle a todo aquel que se entusiasma al ver ese cuadro de aficionados acuáticos surcando las aguas de una represa como la de El Peñol, un municipio antioqueño cercano a Medellín.

Allí lleva todo el equipo con el cual esquía junto a sus hijos y nietos en uno de tantos paseos que se convierten en una excusa para delinear esas memorias que moldea en su mente y corazón.

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