Esta publicación fue realizada en conmemoración del 25 aniversario del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC); San José, Costa Rica, en octubre del 2019.
6. La versatilidad de una paradójica asociación
9. De fabricar bebidas espirituosas a contener cultura contemporánea
12. Nunca fuimos un cubo blanco 15. De FANAL a museo 18. Persistir en la era del cubo blanco 20. In oculis vestris 37. La puerta horaria de la antigua Fábrica Nacional de Licores
índice
Portalón de piedra Fabián Sanabria Ilustración digital 2016
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Vista parcial de la entrada del MADC Adriana Artavia Vindas, 2019
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La versatilidad de una paradójica asociación VERÓNICA ZÚÑIGA SALAS | Directora MADC
Desde sus inicios el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) ocupa un edificio notable del entorno urbano y cultural de San José. Su ubicación en las instalaciones de la antigua Fábrica Nacional de Licores (FANAL) le ha generado al MADC múltiples desafíos, pero también diversas significaciones simbólicas. A primera vista, puede parecer paradójico albergar una institución dedicada al arte y al diseño contemporáneo en un edificio patrimonial, y más aún, un museo que requiere de constantes intervenciones para adecuar el espacio a las condiciones inherentes a la exposición de obras. Sin embargo, hay muchas razones que justifican y dan sentido a esta improbable asociación. Para empezar, el MADC es un ente museístico que forma parte del conjunto de instituciones culturales del Centro Nacional de la Artes y la Cultura (CENAC). Este proyecto materializa una visión del sector cultural donde espacios de la administración pública se entrelazan con otros de prácticas artísticas, educativas y festivas. En este contexto, el MADC marca la presencia de las artes visuales y del diseño, pero representa también una ventana hacia otros horizontes de la región centroamericana y del mundo. En segundo lugar, aunque la FANAL fue declarada patrimonio histórico-arquitectónico es, ante todo, un patrimonio industrial. Sus espacios recuerdan a los
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visitantes estas funciones iniciales, ya sea por sus nombres (el Tanque, la Pila de la Melaza…) o por el volumen descomunal de su Sala 1. Este patrimonio es el resultado de rupturas, de la obsolescencia y de la transformación de las técnicas productivas, a las cuales, parte del diseño (el industrial) ha tratado de responder. De la misma forma, el mantenimiento de espacios que perdieron su aparente utilidad, cuestiona nuestros modos de vida y de consumo. Así la historia y el edificio del MADC materializan la necesidad de cuestionamiento, ruptura, innovación y exploración tan característicos de la producción del arte y el diseño contemporáneos. Finalmente, existe hoy un consenso en el sector de la museología que no existen cubos blancos. Numerosos museos son expresiones de una arquitectura significante. Basta mencionar el Art Gallery of Ontario en Toronto, diseñado por Frank Gehry, el Louvre en Abu Dabi, diseñado por Jean Nouvel o el Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM, diseñado por Teodoro González de León. En estas recientes propuestas arquitectónicas y museológicas, más allá de alejar la producción artística de su contexto, esta se conecta con su entorno urbano y su historia social y cultural. Esta publicación tiene como objetivo plasmar, a través de textos e imágenes, la versatilidad de la improbable
asociación entre patrimonio, arte y diseño. Autores, artistas y diseñadores se sumaron al equipo del MADC para demostrar cómo esta paradójica relación entre la contemporaneidad y la majestuosidad de la arquitectura del siglo XIX, ha producido innumerables historias, encuentros, obras y narrativas. Estas páginas exponen con franqueza, sutileza y humor, cómo el edificio sigue materializando las contradicciones, probabilidades e imposibilidades del MADC de hoy, y nos invitan a imaginar el MADC de los próximos 25 años. El edificio en el que habita el MADC le ha permitido a este museo concretizar el necesario vínculo del arte y el diseño con la sociedad, y lo acerca hoy a lo que todo museo debe ser: un lugar de mediación, inclusión, de intercambios y diálogo entre los creadores, los públicos y la sociedad.
Explanada, huella de antigua instalación de Rafael Ottón Solís Archivo MADC, 2019
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tĂtulo
AUTOR
Detalle de ventana de la actual Sala 1, durante el desmantelamiento de la Sala de rones de la FANAL Autor desconocido. Sin fecha
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De fabricar bebidas espirituosas… ARCHIVO MADC | 2013-2019
A mediados del siglo XIX, y con el propósito principal de fomentar la industria cañera y resguardar la salud pública ante el consumo de licores dañinos por su alto contenido de impurezas y elementos tóxicos, el Estado costarricense decidió encargarse de la producción de licores. Así, el 02 de setiembre de 1850, mediante Decreto Ejecutivo Nº99 y por iniciativa del entonces Presidente de la República, Juan Rafael Mora Porras, se dispuso concentrar y colocar en manos del Estado la destilación de alcohol etílico y producción de bebidas alcohólicas para consumo nacional, con carácter de monopolio del Estado. El artículo número 4 del Decreto estipulaba que “se concentra la destilación de licores del país en el edificio de los almacenes de esta capital, que comenzará a tener efecto desde el 1º de enero del año entrante de 1851, por medio de contratistas; mas si no hubiere estos, por cuenta del erario público.” El 25 de setiembre de 1850 se promulgó el reglamento de la destilación de licores en el país, y se estableció el monopolio estatal, que prohibía la destilación de aguardiente por cuenta de particulares, en cualquier otro lugar que no fuera el edificio destinado para este fin. El establecimiento del monopolio estatal de licores obedeció a diversas razones, entre ellas: destacan salvaguardar la salud de la población, amenazada y dañada por el consumo de bebidas alcohólicas de alta toxicidad y que era movida por la empresa privada; fomentar y ayudar a la empresa cañera,
fuente de materia prima para la producción de alcohol y sus derivados; proporcionar ingresos al Fisco, mediante los impuestos con que se gravarían las bebidas alcohólicas y eliminar la fuga de divisas al no tener que importar licores. La Fábrica Nacional de Aguardientes (actual Fábrica Nacional de Licores, conocida como FANAL) se empezó a construir en 1853 y con ello nació una de las industrias más grandes del país. Todos los equipos de destilación existentes en la época, hasta entonces propiedad de particulares, se centralizaron en unas bodegas situadas donde actualmente se encuentra el Edificio Metálico (Escuela Buenaventura Corrales). Entre 1853 y 1856, de la mano del ingeniero Franz Kurtze, se levantaron el pabellón oeste, las torres de destilación, la casona para la residencia de los administradores y el edificio-bodega de añejamiento del ron. En la obra se empleó piedra caliza traída de Pavas, unida con una mezcla de cal y arena. La estructura de los techos fue de madera de cedro y pochote, con cubiertas de teja. Se tardó cerca de tres años en las obras, en parte por el atraso que estas sufrieron con la guerra de 1856 (Fernández, 2016). De reminiscencias coloniales en la distribución de los espacios internos y en la sencillez de su fachada, esta solo
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se altera por el pórtico de estética neoclásica construido en granito, e inspirado –al decir de Luis Ferrero– en el portal principal del Mercado de Vinos de París, en los fosos de la calle de San Bernardo. En los años siguientes, durante el Gobierno de José María Montealegre, se terminaron las tapias, construidas con ladrillo, al igual que otras instalaciones que se agregaron luego. La última de esas obras, concluida casi un siglo después (1943), sería el portalón neocolonial de la entrada sureste de la Fábrica, obra del arquitecto Teodorico Quirós; a la que complementa el reloj de sol en piedra de mollejón, realizado por los artistas Néstor Zeledón Varela y Juan Manuel Sánchez (Fernández, 2016). El 24 de agosto de 1856 se inauguró la planta de destilación de la Fábrica Nacional de Aguardientes, con la presencia del Presidente de la República y del arzobispo de San José, Anselmo Llorente La Fuente. El área total destinada a la fábrica fue de aproximadamente 14.000 m², de los cuales 11.000 estuvieron ocupados por edificaciones y 2.900 por caminos y jardines. Un siglo después, mediante el Decreto Ejecutivo Nº353 del 19 de enero de 1949, emitido por la Junta Fundadora de la Segunda República, la FANAL se constituyó como una entidad con personería jurídica propia y plena capacidad legal para adquirir derechos y contraer obligaciones. Fue regida por una junta directiva, compuesta de cinco miembros propietarios cuyo presidente fue el Ministro de Economía o su delegado, y los demás miembros los designaba el Poder Ejecutivo; procurando una representación de los sectores económico-sociales directamente vinculados con las actividades de las empresas. El 10 de junio de este mismo año, mediante el Decreto Ejecutivo Nº567, esta institución pasó a ser adscrita al Consejo Nacional de Producción (CNP), nombrándosele un Administrador General. También, se consideró la necesidad de reubicar la Fábrica fuera de San José, ya que se previó el inminente y potencial peligro que representaba el manejo de materias inflamables
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para la población, en el centro de la capital. El sitio debía ubicarse cercano a las materias primas, como la melaza y el agua, y también ser de fácil acceso a la capital. En primera instancia, hubo un ofrecimiento del gobierno local del cantón de Grecia (Alajuela) para que la FANAL fuera instalada dentro de su jurisdicción. Posteriormente, en la Administración del Presidente Daniel Oduber Quirós, mediante la promulgación de la Ley N.º 5603, el 04 de noviembre de 1974, se aprobó la iniciativa adoptada por el CNP de trasladar la FANAL a Grecia. A la vez, se autorizó al Concejo Municipal de Grecia para que solicitara un préstamo ante cualquier banco del Sistema Bancario Nacional, para adquirir mediante compra directa los inmuebles requeridos, hasta por un área máxima de veinte hectáreas en total, y traspasara los terrenos necesarios al CNP, con el fin de destinarlos a la instalación de la fábrica. El terreno adquirido se ubica frente a la autopista Bernardo Soto, en la comunidad de Rincón de Salas, distrito de Puente de Piedra. Sin embargo, en ese terreno se descubrió el más importante asentamiento aborigen conocido hasta la fecha en el cantón de Grecia, lo que generó un atraso en la construcción de las obras, por unas excavaciones que realizó el Museo Nacional entre los años 1977 y 1980. Finalmente, el 28 de agosto de 1981 (Administración Rodrigo Carazo Odio) fue inaugurada la nueva planta de la FANAL, la cual trasladó paulatinamente toda la operación hasta completar el proceso en 1996. La FANAL se ha dado a la tarea de producir caña de azúcar y sus derivados, alcohol (para uso industrial, medicinal, doméstico y como materia prima en la elaboración de licor), aguas perfumadas y lociones, licores corrientes, superiores e intermedios, vinos, vinagres, agua destilada, gas carbónico para fábricas de refrescos y aguas gaseosas. En la actualidad, ha recibido el mérito de ser catalogada como una de las mejores de Latinoamérica, ya que cuenta en sus instalaciones con una maquinaria moderna y de avanzada tecnología, así como personal especializado y profesional, un amplio laboratorio, sofisticadas plantas destiladoras, envasado de productos y un potencial recurso hídrico de óptima calidad.
La FANAL inició fabricando y comercializando un aguardiente de gran pureza, una bebida alcohólica que poco a poco se fue arraigando en la idiosincrasia del costarricense y cuya materia prima principal es la melaza de la caña de azúcar. Esta bebida utiliza, para su producción, un alcohol etílico certificado y agua de alta pureza, con garantía en un 100% de su potabilidad, lo que ha asegurado tanto la calidad del producto como su legitimidad. En Costa Rica, esta bebida lleva el nombre de guaro. Hoy, la FANAL apoya, fomenta y fortalece la industria cañera, la cual, ha asumido un papel preponderante en el bienestar económico y social del país; principalmente en la distribución del ingreso, en la generación de empleo y en la promoción del desarrollo sostenible de las comunidades por medio de la compra de melaza a los pequeños productores de caña del país.
… a contener cultura contemporánea Durante el gobierno de Luis Alberto Monge Álvarez (19821986) el entonces Ministro de Cultura, Hernán González Gutiérrez, presentó la idea de convertir la antigua FANAL en una sede cultural; sin embargo, por motivos presupuestarios no se pudo concretar esa iniciativa. Aún a mediados de 1992 se mantuvieron funcionando en el antiguo recinto, las secciones de lavado de recipientes, envasado de licores y confección de licores finos; además, de los tanques para el almacenamiento de alcohol. En agosto de 1993 se albergaron las oficinas administrativas del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes (actual Ministerio de Cultura y Juventud, MCJ) en la sede de la Antigua FANAL, después de una serie de adecuaciones y remodelaciones al espacio. En noviembre de ese mismo año, mediante Decreto Ejecutivo No 22626, bajo la presidencia de Rafael Ángel Calderón Fournier y como Ministra de Cultura, Aída Fishman, el edificio fue declarado de interés histórico-arquitectónico. Esta declaratoria prohibió su futura demolición o remodelación parcial o total sin la autorización previa del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural del MCJ, quien velaría por su conservación.
Pocos meses después se inauguraron las demás áreas que completaron el Centro Nacional de Cultura (CENAC) y que hoy está conformado por el Teatro de la Danza, el Teatro 1887, un anfiteatro al aire libre, la Compañía Nacional de Danza, el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo y otros espacios para la producción, el quehacer y el disfrute de la cultura. Según diversos historiadores, actualmente se considera que la Antigua FANAL es la primera instalación industrial de Costa Rica y, a la vez, el edificio más antiguo de San José. * Este texto está basado en bibliografía documental, cronologías y reseñas biográficas de varios autores, algunos de ellos desconocidos o no ubicados. El MADC no pretende adjudicarse ni la autoría ni los derechos correspondientes, sino más bien, compartir la información histórica de la sede arquitectónica donde se emplaza. ___ Bibliografía Alvarado, F. (2006). FANAL. Archivo Nacional, Costa Rica. Recuperado de http://www.archivonacional.go.cr/isad-g/FANAL.doc Ávalos Hoffman, X. (2015). Centro Nacional de la Cultura (CENAC) del MCJ. Recuperado de https://si.cultura.cr/infraestructura/centronacional-de-la-cultura-cenac-del-mcj.html Fábrica Nacional de Licores. (s.f.). Historia. Recuperado de http://www. fanal.co.cr/historia Fernández, A. (2016). Los muros cuentan. Crónicas sobre arquitectura josefina. Editorial Costa Rica, San José, Costa Rica. Ministerio de Cultura y Juventud. (2011). Historia del edificio. Recuperado de http://www.mcj.go.cr/ministerio/cenac.aspx Proyecto de Ley. Modificación del Capítulo IX de la Ley Nº 2035, Ley orgánica del Consejo Nacional de Producción, para conceder personalidad jurídica instrumental a la Fábrica Nacional de Licores. Expediente Ley Nº 18.202 (2001).
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Nunca fuimos un cubo blanco DANIEL SOTO MORÚA | Curador jefe MADC
El Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) abrió sus puertas el lunes 21 de febrero de 1994 con las exposiciones Retrospectiva de José Luis Cuevas (Sala 1), Diseño de lo cotidiano (Sala 2), Cuerpos pintados. Cuarenta y cinco pintores chilenos (Salas 3, 4 y 5) y Pasión de Rafael Ottón Solís (Pila de la Melaza); en un contexto en donde el arte contemporáneo apenas florecía regionalmente y el diseño aun se asociaba con bienes de consumo de lujo. El Museo se emplazó en el corazón de San José, en lo que fue la Fábrica Nacional de Licores (FANAL), una de las edificaciones más antiguas de la capital (construcción 1853-1900) realizada en la Administración del Presidente Juan Rafael Mora Porras e inaugurada en 1856. La fábrica funcionó hasta 1981 (aunque terminó de funcionar como tal en 1996) y el inmueble se restauró usando la propuesta de un conjunto de arquitectos llamado Calicanto, para ser reinaugurada en 1994 como el Centro Nacional de la Cultura (CENAC), bajo la Administración del Presidente Rafael Ángel Calderón Fournier. Este constituiría el mayor complejo cultural del país, sería la sede del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes en convivencia con espacios para el disfrute de una diversa oferta cultural de artes visuales y artes escénicas.
El (no) cubo blanco No fue sino hasta los años 70 (s. XX) que la manera de disponer las obras de arte en un museo cambió radicalmente. Antes de ello, se colocaban unas junto a otras, encima, debajo y más arriba; el público las miraba casi como un conjunto, bajo el concepto de “galería decimonónica”; pero esta noción espacial cambió en la modernidad, bajo la ideología del espacio expositivo de la nueva museología: el cubo blanco. El concepto de cubo blanco pretende construir un espacio neutral, diáfano, sereno, sin expresión ni acentos; que per sé solo comunique una sensación de vacío. Las luces tienen la misma intensidad y se mimetizan con otros elementos de la sala. En términos arquitectónicos, se procura suprimir cualquier elemento que pueda interferir con la apreciación de la obra de arte, con el único objetivo de aislarla para que el espectador pueda disfrutar de ella. Evidentemente por sus condiciones estructurales, el MADC nunca fue concebido como un cubo blanco y nunca lo será -al menos mientras habite en el actual edificio-. La coexistencia entre obras y arquitectura ya forma parte de su sello museal.
Vista parcial de la actual Sala 1, durante el desmantelamiento de la Sala de rones de la FANAL. Autor desconocido. Sin fecha
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De FANAL a museo
ARCHIVO MADC | 2010-2019
Costa Rica cuenta con más de 39 museos a lo largo y ancho de su territorio, pero muy pocos se encuentran instalados en edificios de nueva planta; o sea, la mayoría de estos se ubican en edificios rehabilitados y declarados patrimonio arquitectónico, lo que implica no solo una carga histórica importante, sino una serie de responsabilidades a nivel de conservación. En este sentido, la labor que realiza el MADC supera, por lo tanto, la competencia directa de su quehacer (arte contemporáneo y diseño) y se eleva hacia una responsabilidad más grande: crear diálogos entre el contenedor y el contenido. El Museo cuenta con un espacio físico de aproximadamente 1.200 m², en el cual se distribuyen áreas externas visitables, diseñadas para exposición, talleres y actividades educativas; áreas internas de trabajo y áreas privadas para conservación de obras. Cuando el edificio fue rehabilitado para convertirse en museo, experimentó cambios importantes, tanto a nivel de infraestructura como conceptual. La bodega de los rones -Sala 1Lo que hoy es la sala más amplia del Museo (483 m²) mide 40 metros de largo por 13 metros de ancho y tiene una altura cercana a los 10 metros. Se ubica en la primera planta y permite el ingreso por la puerta principal.
Este espacio es de una sólida edificación en “piedra de Pavas” (roca volcánica), cuyas paredes miden casi un metro de espesor. Se construyó entre 1853 y 1856 y la estructura del techo y de las columnas es de cedro amargo. Originalmente, se utilizó como depósito de barriles de roble, para el añejamiento y maduración de los rones finos, los toneles eran colocados en inmensos entarimados de madera y observados desde el puente de madera superior. Actualmente, es el espacio “legitimador” por excelencia. Durante su funcionamiento como fábrica, era el espacio más importante; al gestar el proyecto del CENAC, el MADC se iba a ubicar solamente en esta nave, pero se tomó la decisión de conservar las otras bodegas. Sala 1.1 Surgió en 2011 como un programa expositivo de muestras temporales en un espacio flexible. Ha sido un espacio de experimentación y crecimiento importante para artistas emergentes de Centroamérica y el Caribe; permite albergar exposiciones de arte y diseño, así como proyectos de documentación y propuestas curatoriales. Mide 32 m² y sus cerramientos son livianos, por lo que puede alterarse sin afectar las paredes patrimoniales del edificio.
Vista de la vestimenta de los trabajadores, durante el desmantelamiento de la Sala de rones de la FANAL. Autor desconocido. Sin fecha
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Área de envasado -Salas 2, 3 y 4, oficinas y acopio de coleccionesEl área que se conserva fue construida en 1947, a base de concreto y block y fue ocupado por la sección de confección de vinos y licores finos, parte de un salón de actos y la biblioteca. Con los trabajos de acondicionamiento del CENAC, se demolieron los dos niveles superiores de un pabellón construido en 1941, que alojaba el comedor de los empleados de FANAL y la sección de envasado de vinos y licores. En lo que se conserva de ese edificio, se encuentran las salas 3 y 4, los acopios de colecciones, el taller de museografía y las oficinas. Como parte del diseño adaptado para un edificio museal, estas últimas tienen acceso directo al taller de museografía, a los acopios y a las salas expositivas. Las áreas expositivas alcanzan los 497 m²; las oficinas, los 192 m²; el taller de museografía, los 138 m², mientras que los acopios de colecciones superan los 296 m², los cuales albergan alrededor de 1200 obras de arte contemporáneo y piezas de diseño. Pila de la melaza Fue construida a finales de 1920 como contenedor para depósito y fermentación de la melaza (materia prima de licores y alcoholes). El tanque de hierro forjado fue importado de la ciudad de Lieja, importante centro industrial de Bélgica. La estructura que mide 20 x 20.5 metros y 3 metros de profundidad, tiene una capacidad de almacenamiento de aproximadamente 272 mil galones (950 m3). En 1941 se instaló un monorriel eléctrico (que aun se conserva) para transportar la melaza desde la pila hacia el departamento de dilución. Actualmente se utiliza como espacio alternativo para albergar trabajos experimentales, intervenciones, proyecciones y propuestas de artistas y diseñadores contemporáneos. También funciona como sala de ensayos, centro de ferias de diseño, instalaciones de gran formato, para talleres educativos, propuestas de danza, teatro, arte, cine y música.
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Tanques de agua Por la gran cantidad de agua que requería FANAL, la administración debería asegurar su pureza y abundancia para garantizar el funcionamiento de los procesos industriales de la confección de licores y alcoholes, por tanto, la misma era almacenada en estos tanques de metal. Actualmente no contienen agua, pero son un elemento llamativo del edificio; en ocasiones, su estructura ha funcionado para albergar instalaciones artísticas. Arcada -pasillo vehicularEs de concreto armado y fue construida a inicios de 1950. Sobre ella estaban colocados ocho tanques metálicos de 1.200 galones cada uno y otro de 42.000 galones. Hoy delimita el ingreso de algunos vehículos al CENAC y de los visitantes que se dirigen a la Videoteca. ¿Corredor? -VideotecaEl MADC especula sobre su arquitectura: el espacio de Educación y parte del área de pasantes de la Videoteca, están construidos debajo de un apéndice de la arcada que sugieren, era para soportar el peso del tanque de 42.000 galones. Lo interesante es que una de las vigas que cerraban esa estructura fue cercenada (aún se ven las huellas) y detrás de ella se encuentra un arco rebajado en piedra Pavas, que es la entrada a la “Sala de reuniones” de la Videoteca. Se sospecha que todo el “pabellón este” o “pabellón posterior” aledaño a la casona del administrador de la fábrica, eran áreas de servicio cuando esta operaba; por lo que se cree que la Videoteca eran baños o bodegas, y las oficinas de Educación y Curaduría, eran continuación del corredor que actualmente muere en la oficina del médico institucional. El Centro Regional de Documentación e Investigación en Artes (CRDIA-Videoteca) es un espacio que alberga gran diversidad de materiales impresos y audiovisuales de artistas nacionales, centroamericanos e internacionales;
comprende desde videoarte, hasta documentación de exposiciones, bienales, ferias, revistas, performances, entre otras. Asimismo, existe un amplio grupo de catálogos y libros de arte y diseño contemporáneo, tanto del Museo como de otras instituciones y las últimas tendencias del arte de finales del siglo XX y principios de siglo XXI. También es un espacio pequeño para reuniones, conferencias, conversatorios, talleres y ciclos de cine. Contenedor de búnker -El Tanque. Laboratorio de ideasSe instaló en 1920 y servía para el pre calentamiento y alimentación de búnker (petróleo) a las calderas. Ahora está destinado a proyectos procesuales de profesionales emergentes del arte contemporáneo y del diseño; dirigido a investigadores de múltiples disciplinas interesados en las prácticas artísticas contemporáneas, tanto costarricenses como residentes en Centroamérica y el Caribe. El programa que vincula a este espacio toma forma en una innovadora sala expositiva, que por sus características físicas representa un verdadero desafío y estímulo a la creatividad. Remodelación 2018 En noviembre de 2018, el Museo fue cerrado por tres meses para someterlo a una intervención, la primera desde 1993; entre los cambios destacan la remodelación de las oficinas, el cambio del piso y el techo de los edificios, cambio del sistema eléctrico, canoas y bajantes de agua. El MADC fue reabierto el 14 de febrero de 2019, justamente una semana antes de cumplir 25 años, durante un Art City Tour en el cual recibió a 3.227 visitantes.
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Persistir en la era del cubo blanco
Sobre cómo una relación improbable, acabó en un tórrido romance
Arq. OSVALDO LÓPEZ | Museógrafo MADC
Hace 25 años, fuimos presentados en sociedad. Un matrimonio arreglado que ligó a los creadores contemporáneos de este país con el edificio que hasta ahora ocupamos. Una pareja pintoresca: un museo de arte y diseño contemporáneo en estado embrionario, y un viejo de más de 140 años, sin planes de jubilarse. Resulta aun más irónico, cuando en la escena global, sigue abriéndose con frecuencia pasmosa (para los que no terminan de convencerse de los réditos de la economía naranja) museo tras museo; cada uno más caro y más blanco que el anterior y rubricados por todos los BIG, Snøhetta, Gehry, Chipperfield y Nouvel del mundo. La Fábrica Nacional de Licores, ahora CENAC, es el edificio más antiguo, en uso, de San José. Es tal el respeto que infunde, que realizar montajes a su interior nos sume en un estado bipolar constante; entre exhibicionismo y pudor, entre atrevimiento y recato, veneración y blasfemia. No es tarea fácil lo que hacemos; las expresiones contemporáneas del diseño y el arte, exigen montajes inauditos que muchas veces desafían la escala, la gravedad y la morfología de los espacios existentes. Llevamos 25 años exigiéndole a esta edificación; sin contar los 115 que lleva de cumplir otros menesteres. Lo sui géneris de nuestros montajes lo requieren, pero, aun así, siempre nos ha devuelto con creces lo que le pedimos. El edificio se sostiene y se mantiene vivo, porque seguimos
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convencidos de que lejos de embalsamarlo como un cadáver, lo único que lo mantendrá vigente es habitarlo de la manera más honesta, siendo fieles a nuestra naturaleza; siendo contemporáneos. Casi un siglo ha transcurrido desde que el concepto de “cubo blanco” irrumpiera en la escena de los museos, y sigue vigente. Promueve un espacio desprovisto de ornamentos, neutro, blanco, donde la obra es lo único que importa. En nuestro caso, esta no es una opción. Nunca fuimos un cubo blanco es el nombre de nuestro primer montaje del año 2019, después de las extensivas mejoras que se le practicaron al edificio durante tres meses. Hace alusión, justamente, a esa práctica inalcanzable para nosotros. El montaje puso en valor a la infraestructura, al mostrarla despojada de obra para que el visitante pudiera más bien admirar la generosidad de sus espacios, los distintos periodos arquitectónicos que componen el conjunto, los sistemas constructivos utilizados; muchos de ellos en desuso, y la asombrosa sucesión de exquisitos detalles. El contexto, como pieza principal de la exposición. Cuando una persona ingiere una sustancia, su cuerpo puede reaccionar de manera adversa. Afortunadamente, para este edificio, el proceso de absorción fue benigno. 25 años de habitar el interior de este “viejo” rebelde y
a veces temperamental, han propiciado un entendimiento que nos hace apreciar, aun más, la simbiosis forzada. Y es que hemos llegado a la convicción que el inmueble es pieza clave de cada montaje. Los artistas lo saben también. Algunos de ellos están tan conscientes de esto, que diseñan sus montajes en estricto apego a la infraestructura. Refiriéndome únicamente a los últimos cinco años, puedo asegurar que ningún cubo blanco sería capaz de transmitir esa presencia espectral a los machetes y sillas de Moisés Barrios en Sala 1; ni a su capilla amarilla de Sala 4, ni al racimo de bananos, colgando, íngrimo, del centro de la Pila de la Melaza, durante Potasio, su muestra de 2017. Una caja blanca no permitiría apreciar, de forma panorámica, la vastedad de Number 03-16 (A.FANAL), la masiva rampa para patinetas de Chemi Rosado-Seijo, ni sentir el ruido y la vibración que la acompañó mientras estuvo con nosotros. Ningún contenedor aséptico hubiese podido transportarnos al centro de San José y sumergirnos en su caos. Ningún espacio virginal hubiera consolidado esa carga esotérica de la obra de Guillermo Tovar, ni transmitido esa pertinencia histórica al montaje de Trees remember too, de Niklaus Güdel, obra que inauguró El Tanque como espacio expositivo. Ni qué decir de esos seres etéreos que habitan la obra de Alejandra Ramírez.
hábito, por estar tan activos o por temor, lo cierto es que no hemos terminado de concretar una relación que ha estado bajo nuestras narices todo este tiempo: la calle. No obstante, todos sus atributos y el emplazamiento de lujo, el MADC reside en un edificio que no es perfecto. La tapia perimetral que rodea al CENAC; a pesar de ser un ícono urbano de la zona, nos niega a la ciudad y pone una barrera a lo que podríamos entregarle. Todo lo que requerimos para que ocurra el milagro, es un umbral que nos permita permear la ciudad con toda la creación hasta ahora contenida dentro de esos cuatro muros. La Pila de la Melaza; que es un portento, es el nexo perfecto entre nosotros y esas decenas de miles de almas que circulan por el Paseo de los Damas, sedientas de ser conmovidas, sin percatarse de todo lo que ocurre aquí dentro. Ahora que podemos llamarnos un matrimonio bien consolidado, estamos decididos a perpetuar el idilio entre este noble edificio y quienes tenemos la fortuna de habitarlo. 25 años son solo el inicio.
Cuatro salas componen este cuerpo que habitamos, pero la Sala 1 es, sin duda, la más hermosa y la más imponente. Quizás sea la severidad del espacio coronado por esa soberbia techumbre, o la hermosa escala, o la austeridad y franqueza de los materiales; lo cierto es que, esa aura particular ha logrado desquiciar a algunos de los artistas más serenos momentos antes de inaugurar sus exhibiciones. Hay una pátina que impregna cada muro de este lugar; un éter que, al contacto con el talento de los artistas y diseñadores, suscitan una alquimia instantánea. Ahora que un cuarto de siglo ha pasado y que las celebraciones empiezan a apagarse, el trabajo debe continuar y empieza un nuevo reto para el MADC; uno de los más difíciles y con el cual pretendemos mantenernos vigentes por muchos años más. Y es que tenemos una deuda; es grande, y no la hemos saldado. Tal vez por
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In oculis vestris Con tus ojos
DANIEL SOTO MORÚA | Curador jefe MADC
Las salas que ahora exponen lo más reciente de la producción contemporánea de la región, otrora almacenaban rones y en ellas, se fabricaban los más finos licores que se producían en el país; su arquitectura aun conserva ecos del lenguaje colonial. Hoy, el MADC es un espacio abierto y múltiple, y para cumplir con esta ambiciosa idea, se difunden y promueven de manera permanente las tendencias más recientes y dinámicas del arte y del diseño contemporáneos dentro de la región centroamericana, así como sus vínculos con el ámbito latinoamericano e internacional. Por ello, durante 25 años el MADC se ha dedicado desinteresadamente y sin fines lucrativos, a adquirir, conservar, investigar, comunicar y exponer la producción artística visual contemporánea de la región, al mismo tiempo que ha sabido bifurcar los caminos y las necesidades entre los sectores de arte y diseño. En 2018 se realizó una intervención importante de remodelación, con el fin de continuar conservando el inmueble para la posteridad. Para la presente edición, el Museo invitó a varios artistas y diseñadores para que, desde su propia mirada y apegados a sus líneas de investigación, interpretaran, representaran o narraran una nueva historia, basada en los fascinantes recovecos del edificio. El conjunto de obras comisianadas, formará ahora parte de la memoria de la institución.
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Así, en su aniversario, el MADC invita a sus públicos a apreciar el inmueble no sólo como contenedor, sino como un protagonista que, con carácter único, se ha convertido en espacio patrimonial en donde se desarrolla la actividad museística a través de narrativas curatoriales que ponen en valor los fondos documentales, archivos y colecciones del Museo; además de llevarle el pulso a la producción más actual y a la inclusión de nuevas miradas. Esta publicación se presenta casi un año después de aquella intervención, ahora, en el último Art City Tour / Noche en blanco, en el cual, parte del Museo se encuentra otra vez, parcialmente desnudo, debido a nuevas restauraciones en su estructura, y como un gesto para cerrar los eventos de aniversario que iniciaron así, con un edificio desnudo, preparado para ir construyendo nuevos discursos. La celebración de estos 25 años se han concebido, en su totalidad, como un guiño a la evolución y construcción del MADC: un museo vivo, dinámico e hiperactivo.
Para subir al cielo Jorge Albรกn-Dobles Fotocollage digital 2019
Escenarios posibles Verรณnica Alfaro Bocetos para maquetas 2019
Sin tĂtulo Laura Astorga Monestel Tinta china sobre papel editorial 2019
LA ME LA ZA Juan Betancourt FotografĂa digital 2019
Es lo que no se ve Andrea Bravo Collage mixto 2019
Meh Kenneth Coronado FotografĂa y collage digital 2019
Clima laboral José Díaz Fotografía digital 2019
Afuera Adentro Luciano Goizueta Tinta sobre papel de algodรณn 2019
Baile en la pila Sara Mata FotografĂa digital 2019
Doblez Pablo Murillo Documentaciรณn fotogrรกfica in situ de performance 2019
AquĂ hay fantasmas Alejandra RamĂrez Montaje digital 2019
Residentes permanentes Sergio Rojas Chaves FotografĂa digital 2019
Derivas Flavia SĂĄnchez FotografĂa digital 2019
Sketches del edificio del MADC Jose Pablo UreĂąa Tinta china y plumilla 2019
3991 Ivanna Yujimets FotografĂa digital 2019
Portalรณn de piedra y reloj de sol en la entrada sureste de FANAL. Archivo Nacional, signatura 846-2. Autor desconocido, 1970
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La puerta horaria de la antigua Fábrica Nacional de Licores ANDRÉS FERNÁNDEZ | Arquitecto
El portalón del Centro Nacional de Cultura (CENAC): Uno de los trabajos de cantería más valiosos de la capital costarricense Refiriéndose a las remodelaciones que se realizaban en la Fábrica Nacional de Licores en aquellos días, el Diario de Costa Rica anotaba el 11 de mayo de 1941: “En la esquina sureste, se sustituyó la puerta de madera por un hermoso portalón de hierro, aprovechando para dejar allí una obra de arte costarricense, expuesta a la admiración del viajero que ingresa a la capital por la vía del Atlántico». “Copia la portada, diseñada por nuestro gran arquitecto don Teodorico Quirós, la puerta que en Toledo se conoce con el nombre de La Bisagra. Pero el arreglo combina la belleza de aquella obra de arte español, con la sencillez artística de la portada de la Fábrica Nacional de Licores de Costa Rica”.
Reformas en la fábrica Por entonces, Mario González Feo (1889-1968) estaba al frente de la Fábrica Nacional de Licores (FANAL). “Humanista, escritor después, polemista y dinamitero en el debate”, como lo caracterizara el escritor José Marín Cañas, en Valses nobles y sentimentales; fue bajo su administración que se realizaron en el vetusto plantel industrial josefino una serie de reformas, utilitarias unas y estéticas otras. Con el fin de ampliar y distribuir mejor el espacio disponible en el pabellón frontal -el que mira al oeste, frente al parque España-, la administración prefirió hacer los arreglos en el interior, sin destruir ni alterar mayormente la portada de ese edificio, preservando así su aire colonial. Por esa razón, anota la gacetilla ya citada: “En la fachada se abren nuevas ventanas, siguiendo el estilo de las otras, provistas de rejas de hierro. Para abrir los boquetes ha sido necesario usar taladro eléctrico y aun así la tarea resulta costosa. Esto dice de la cohesión de esos materiales que llegan a formar un solo cuerpo compacto; una masa pétrea”. 37
En efecto, los principales edificios capitalinos realizados entre 1850 y 1870 habían sido levantados con la llamada “piedra de Pavas”, material nacional en boga y reputado como “indestructible”. Antes, eso sí, se había hecho necesario traer de Guatemala a unos constructores, los hermanos Estrada, que vinieron a enseñar aquí la forma de preparar la argamasa necesaria para unir ese material adecuadamente; aplicación que se dio en edificaciones tales como el Palacio Nacional, la Universidad de Santo Tomás y la Fábrica Nacional de Licores. Según el vulcanólogo e investigador costarricense Guillermo Alvarado Induni, la piedra de Pavas es una roca volcánica, que los geólogos llaman ignimbrita, originada por explosiones pretéritas del antiguo volcán Barva, originadas hace 300 000 y 400 000 años. Con esta piedra, y con el uso de una mezcla de cal y arena, se construyeron las estructuras originales de la vieja fábrica de aguardientes que aun sobreviven; a saber, el pabellón oeste, la torre de destilación y su pabellón anexo, la bodega de añejamiento de rones y la casa del administrador. Inspiración toledana Fuera de la capital, muchas otras obras fueron construidas con la piedra aquella; entre otras, se citan la portada del viejo templo de Desamparados, así como las antiguas iglesias de Grecia y la de San Antonio de Belén. Sin embargo, para 1939, esta última había sido destruida por decisión de los belemitas, determinados a edificar de nuevo su templo. Ya antes de 1870, en la Fábrica Nacional de Licores, los paños perimetrales que no eran ocupados por edificios fueron cerrados con un ancho muro de ladrillo mampuesto. A la vez, en la esquina al sureste del conjunto industrial se dejaba, para efectos de carga y descarga, un ancho y doble portón trasero, con hojas de madera y un alero entejado por todo arreglo. Si bien se trataba del portón trasero del plantel, con toda seguridad fue enorme el contraste que debe haber brindado con la europea elegancia del Parque Nacional
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y la remozada calle de la Estación, desde finales del siglo XIX. Casi sin duda, esa ha de haber sido una de las razones que impulsaron a González Feo a proponer su transformación en una verdadera pieza de arte público. Como quedó anotado, contrató al reconocido pintor e ingeniero-arquitecto costarricense Teodorico Quirós Alvarado (1897-1977), quien se encargó del diseño de aquel portalón, es decir, de una de aquellas grandes puertas que, en los antiguos palacios, cerraban los patios al descubierto. Fue Quirós, a su vez, quien contrató al escultor Néstor Zeledón Varela (1903-2000) para la dirección de los trabajos de cantería. La mano de obra necesaria para labrar las piedras de la edificación la ejecutó el cantero Belfor Mora en compañía de sus hijos, quienes ya eran considerados entonces como de los últimos “picapedreros” costarricenses. La pieza de piedra más grande -donde se esculpió el escudo de la República-, de más de dos toneladas de peso, fue extraída de la cantera de Pavas. El resto del material usado en el portalón se acarreó desde San Antonio de Belén: son los restos del templo destruido. Los herrajes fueron hechos en Costa Rica bajo la dirección de un artífice extranjero, mientras que los faroles -que copian el estilo de los antiguos faroles toledanos- fueron realizados por José Isern. El tiempo es fugaz En realidad, tanto por su materialidad como por su composición almenada, más que a la puerta de la Bisagra, la de la FANAL recuerda a la Puerta del Sol, también toledana y del siglo XVI. No obstante, más que al mudéjar de la Puerta del Sol, la nuestra parece apelar al barroco, lo que la convierte en una manifestación de la arquitectura neocolonial hispanoamericana, tan de moda en la década de 1940. El reloj de sol, ubicado al lado de la puerta, es de una estética románica propia del siglo XI y es diseño del escultor Juan Manuel Sánchez (1907-1990), que al
igual que Quirós y Zeledón, fue miembro de la llamada Nueva Sensibilidad, que tuvo un papel fundamental en el arte costarricense. Construido en la misma época, fue colocado sobre la pared este del tanque de agua adjunto a la puerta en cuestión. En la parte superior, abrazado por unas alas, luce un reloj de arena, sobre una inscripción que dice “TEMPVS FVGIT” (el tiempo es fugaz), mientras que su marco lo constituye una banda cada tanto interrumpida por unos relieves que representan los signos del zodíaco, que fueron tallados por Zeledón Varela. Precedido por un medio sol de bronce que apenas asoma parte del rostro, el reloj es del tipo vertical y está ubicado de cara al noreste-sureste; su gnomon es una varilla metálica cilíndrica y recta, cuyo centro indica la hora. Los cálculos para las necesarias correcciones los hizo el ingeniero Samuel Sáenz Flores y constan en una placa de mármol ubicada en la parte inferior del reloj. De esta forma, el complejo arquitectónico que nos heredara la visión y buen gusto de González Feo constituye un excepcional conjunto de arte público en la ciudad capital y, como si eso fuera poco -tal como nos lo recuerda la nota citada al inicio de esta crónica-, “esa obra, [que] ha exigido un año de esfuerzo, apenas representa un gasto de dieciséis mil colones. Se ha trabajado con economía y con un gusto exquisito”.
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EQUIPO MADC 2019: Dirección: Verónica Zúñiga Salas | Curador jefe: Daniel Soto Morúa Administración: Susana Cascante | Comunicación y producción: Randall Serrano | Área educativa: Carola Fumero | Diseño gráfico y fotografía: Adriana Artavia | Museografía y registro de colección: Osvaldo López Contabilidad: Jonathan Carrillo | Bienes y contrataciones: Esteban Vásquez | Recepción: Alejandra Villalobos | Encargado de taller: Pedro Rosales | Custodia y montaje: Sandra Lezcano, André Reyes, Arturo González y Diego Sánchez | Servicios Generales: Leonardo Calderón JUNTA ADMINISTRATIVA MADC 2019: Presidenta: Sylvie Durán Salvatierra | Vicepresidenta: Karina Salguero Moya | Secretaria: Loida Pretiz | Vocal 1: Eugenia Picado | Vocal 2: Marta Rosa Cardoso JUNTA NACIONAL DE CURADORES 2019: Verónica Zúñiga Salas | Daniel Soto Morúa | Randall Serrano María José Chavarría | Fernando Ramírez | María José Monge | Rolando Barahona Sotela | Marta Rosa Cardoso Efraín Hernández JUNTA FUNDACIÓN PRO MADC 2019: Salazar | Eugenia Picado | Diego Van der Laat
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