ITINERANCIAS DE LA ANTROPOLOGÍA ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
Una lluvia de palabras en la boda, en el Pueblo de la Lluvia Gaudencio Mejía Morales Nadie puede vivir solo en esta vida, porque también como la dulce fruta, con el tiempo también se amarga.
güenza para él y una derrota para el joven pretendiente de la mujer amada que lo hace a través de sus padres. Y en efecto, la voz de los padres y es la voz de los jóvenes en tiempos no muy lejanos. El casamentero como comúnmente se le conoce, hace uso del único recurso, el arte de la palabra. Irá a la conquista de los padres y familiares cercanos de la joven. Juntará su palabra con la de ellos. El primer acercamiento, una primera contestación es sinónimo de buen camino, que se camina por sendero correcto.
Regina Morales Morales
En el pueblo de la lluvia, casarse es un ritual de compromiso profundo Se inicia desde que el joven mancebo lanza la mirada a la mujer de sus sueños, a la que considera será su única y futura mujer con quien compartirá el resto de su vida. De cierta forma existe un apalabramiento mediante la mirada furtiva o una palabra de alabo ya sea por el camino, en el río cuando la doncella va a lavar la ropa o cuando va por el agua. Y es que para el amor siempre habrá un pretexto y el tiempo resultará siempre reducido. Luego, se cuenta, el joven hablará con su padre y su madre, aunque muchas veces el joven es previamente inducido para fijar su mirada a la mujer que consideran será la futura nuera. Los padres se preparan. En un tiempo no muy lejano, llevaban pan, chocolate, refresco, aguardiente y lo que tuvieran al alcance. Esta especie de ofrenda cambia conforme cambian los tiempos. Pero lo determinante será la intermediación del pedidor, que también se conoce como “embajador”. Es considerado un hombre sabio y virtuoso de la palabra. Hará uso de ella para convencer a los padres de la presunta novia. El embajador de la palabra, llega de madrugada, en el corazón de la aurora, con los primeros cantos de los gallos. No le importará la cantidad de perros que ladren por su camino, porque sabrá callarlos para que sea escuchada su palabra. Tocará la puerta con una vara. Se prepara para hablar con el corazón, con su sabiduría. Reza, habla de los santos y las santas. Contará la vida de nuestros primeros padres y primeras madres que un día se unieron en santo matrimonio. No cejará, no retrocederá. Su arte de convencimiento está en juego. Un no de los padres de la joven, será ver-
OXTOTITLÁN, itinerancias antropológicas
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“Vuelva mañana”. Es un alivio, es una proximidad Un embajador del matrimonio, es un tozudo. Vuelve cuantas noches sean necesarias. Hasta que la familia sea aceptada en la casa, hasta que el joven vea la mirada directa a los ojos de la mujer de sus sueños. Hasta lograr que los familiares de la mujer y hombre joven, se unan en matrimonio. Entonces se fija la fecha, hacen cuenta de la cantidad de invitados y familiares que estarán en la fiesta matrimonial, y hacen también los cálculos de los gastos que erogará la familia del novio. También, por supuesto, se fija la dote. Es la costumbre matrimonial de la gente de las comunidades del pueblo de la lluvia, que persiste en muchas comunidades. En otras está en franca decadencia. Los menos, quizá, han distorsionado su propia cultura ancestral, el embajador es espécimen raro de la historia, que primero “une en secreto” la palabra de las familias, que se refiere en la noche, después será público. A continuación reproduzco una traducción/interpretación de las “palabras de la lluvia”, de respeto, que dirige el “embajador”, “casamentero” o “pedidor” cuando está a punto de concluir con su labor al formalizar un matrimonio. Juntar las vidas de un hombre y una mujer en “santo matrimonio” ‘por el resto de sus vidas y a quienes se les
1 Maestro en Derecho. Actualmente asesor a la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, Delegación Guerrero.
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Número 2, febrero de 2008