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Misterios de los cuernos físicos o atribuidos en dioses monstruos, animales, racionales e irracionales

Misterios de los Cuernos Físicos o Atribuidos en Dioses, Monstruos, Animales, Racionales e Irracionales Por Ramos Perera

Preámbulo

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Dado que los significados de los cuernos animales, en las diferentes culturas, podrían necesitar un libro voluminoso, me voy a ceñir a realización de un recorrido esquemático que nos permita localizar las principales creencias que idolatraron las cornamentas de algunos cuadrúpedos, ya sea como amuletos, fetiches, ídolos e incluso dioses. Este recorrido espero que nos sirva para comprender, por ejemplo, el impacto de que una mujer casada haya incurrido en adulterio, aun sin aportar la menor evidencia de una relación sexual voluntaria fuera del matrimonio. Porque lo más curioso, es que tal supuesto acto repercuta en la imagen popular de su cónyuge. El pobre hombre, pese ser ajeno a esa supuesta infidelidad de su pareja, es conocido como el cornudo y es coronado metafóricamente con retorcidas astas en su testa. El dibujante de la revista de humor “La Codorniz”, de la que yo fui gerente, el viñetista Eduardo publicó en su número 1.811 una graciosa meditación de un cornudo, de edad avanzada, que se quejaba de no haber alcanzado a cambio su vocación de travesti

Viñeta de Eduardo, revista “La Codorniz”, N.º 1811. Foto Ramos Perera

Hace casi veinte años, mi amiga Carmen Rivero, arquitecta de interiores formada en el arte de corrientes posmodernistas en Inglaterra, realizó para mí en su estudio de Londres, una obra de arte funcional: una “cornisilla”.

En ella se pueden observar los principales atributos del toro: la piel que agradecen mis posaderas; los cuernos a modo de reposabrazos, aunque no demasiado cómodos; y sus criadillas, como acostumbran a denominar los parroquianos detras de carnicerías a los órganos sexuales de las reses.

Carmen Rivero los había situado en la altura trasera del complejo asiento. Pero esta situación retrasada de los órganos genitales impedía verlos de frente y decían que se trataba de una vaca; apreciación que seguro habría molestado, de saberlo, a Carmen Rivero. Así que me tomé la libertad de trasladar los testículos del toro bajo la parte frontal del asiento. Aprovecho que, hace tiempo, se llamaran escritillas a las criadillas de carnero. Y me permito llamar también escritilla a este preámbulo de lo que hace años tenía ganas de contar a quienes tuviesen la curiosidad de seguir mi pluma. Pero también a mí mismo, porque llevo largo tiempo tratando de desvelar el origen de poner cuernos a los humanos por una infamia que suele recaer en la reputación de la mujer.

Para inspirarme, pergeñé las notas para este artículo sentado en mi “cornisilla”, por lo que si no le gusta lo que sigue, la culpa será del asiento; pero yo no sería capaz de mandarles al cuerno, porque procuro huir de las redundancias.

Escultura denominada “Cornisilla” de la artista hispano-inglesa Carmen Rivero. Colección y foto de Ramos Perera

¿Por qué a los enmascarados les gusta portar cuernos?

En los Carnavales, no ha dejado de sorprenderme que hombres y mujeres lleven máscaras con cuernos sobre sus rostros, haciendo caso omiso a las insinuaciones de infidelidad. En las concepciones mitológicas del antiguo Egipto, el toro fue uno de los emblemas con los que el dios supremo Amón fue adorado en Tebas. En un himno de este culto, grabado en unos fragmentos calcáreos o de cerámica, llamado ostracón y conservado en el Museo Británico, es invocado con el título de Toro Celestial.

La encarnación de este Toro-Sol en la Tierra era Apis, en Menfis y Mnevis, en Heliópolis. Hay que advertir inmediatamente que el toro y el buey eran designados por los egipcios con el mismo nombre. Después fue adorado como manifestación de Ptah, el dios creador. Pronto se identificó con Osiris y adquirió entonces un carácter funerario. Se celebraban fiestas solemnes en conmemoración del renacimiento de Apis como ternero, tras su sacrificio. Los sacerdotes buscaban en una manada algún becerro que ostentase las señales del dios y lo aclamaban como otorgador de inmortalidad. El culto de Apis estuvo en auge sobre todo en los siglos V y IV antes de nuestra era.

Toro máscara de Carnaval. Barranquilla, Colombia hecha en madera policromada con cuernos naturales. Colección de Luis Berenguer-Foto Ramos Perera Máscara del Pecado de cuernos rojos para denotar su maldad. Fiesta del Corpus-Camuñas- Colección y foto de Ramos Perera

N'Domo. Máscara con seis cuernos para destacar la categoría del dios que representa en algunas creencias. 1ª Sociedad Iniciática-BambaraMalí. Colección Luis BerenguerFoto Ramos Perera

Buey Máscara humanoide con cuernos de buey-Persia 2º milenio a.C. Colección Luis Berenguer-Foto Ramos Perera

El Toro divinizado con rostro humano

Las complejas mitologías de Asiria y Caldea simbolizaron en el toro las influencias celestiales, e incluso llegaron a darle naturaleza divina.

Este toro, hecho dios, fue representado con rostro humano, como podemos constatar en los gigantescos bovinos antropocéfalos, los Querubines de Asiria, tocados de tiaras ornadas de gemas, como los soberanos y los pontífices de su país, y provistos de grandes alas celestiales.

Con independencia de lo que pensasen los antiguos comentaristas de la Biblia, es muy probable que los querubines de oro que cubrían con sus alas el Arca de la Alianza y los que había en el templo de Salomón fuesen toros, bastante semejantes a los asirios. Los toros humanos sin alas, por el contrario, representan al monstruo infernal Eabani, una especie de Minotauro, mitad toro, mitad busto de hombre cornudo.

Toro divinizado con rostro humano- 2600 a. C.

La Covid-19 y la divina hecatombe

Estamos acostumbrados a llamar hecatombe divina a una gran mortandad como la provocada por el devastador coronavirus, ignorando el origen del griego “ekatón"o cien y “be” que es la raíz de buey en griego antiguo. Para pedir a sus dioses la victoria en una batalla, se inmolaban cien bueyes, que es lo que significa este sacrificio del viejo símbolo de las fuerzas cósmicas. Actualmente no se hacen tantos sacrificios de bueyes ya que un comunicado de la OCU (enero de 2011) dice: Hoy en día, la carne de auténtico buey casi no existe debido a lo caro que resulta su producción. Lo que suelen vender bajo el nombre comercial de carne de buey son piezas procedentes de vacas lecheras .

El Buey, de adorador del Niño Jesús a “ocupa”

El rol del burro y el buey, tradicionalmente siempre se encuentran estratégicamente ubicados para dar calor al niño Dios. Pero cambiaron completamente, ya que Benedicto XVI afirmó que en el nacimiento de Belén no estuvieron presentes estos animales. Yo me anticipé más de dos lustros al Sumo Pontífice ( Qué pinta un buey en el portal de Belén , número 137 de Año Cero , en 2001), pero, como es lógico, no tuvo tanta repercusión. Se habla de un praesēpe destinado para animales de semejante porte, pero podrían estar o no en el establo, y si improvisaron la cuna en el pesebre, lo más probable es que allí no hubiese ganado.

La leyenda del buey se funda en el pasaje de Isaías en que Yahvé recrimina a los judíos su falta de compresión en cuestiones trascendentes. Fue el evangelio apócrifo del Pseudo-Mateo, en el siglo IV, quien retomó la frase del profeta y la sacó de su contexto para incorporar ambos animales al portal de Belén: "María se aposentó en un establo. Allí reclinó al Niño en un pesebre, y el buey y el asno le adoraron. Entonces se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: el buey conoció a su amo, y el asno el pesebre de su señor .

A partir del siglo VI, el buey se instala definitivamente en las representaciones de la Natividad. Para justificar la presencia de los dos animales, se supuso que san José los había llevado a Belén porque el gobernador romano había prescrito el empadronamiento: no solo de los habitantes, sino también de las ganaderías y esperaban contar con el jumento para que sirviera de montura a la Virgen, así como vender el bóvido para pagar el impuesto. No en vano, el buey goza del privilegio de figurar entre los diez animales que Mahoma coloca en su Paraíso, donde nadie podrá desahuciarle.

Algunas advocaciones marianas deben la localización de su ermita a los piadosos bueyes que la trasladaban y, que pararon la carreta en el lugar exacto donde debía estar y no donde habían previsto los creyentes.

Varios santos tienen como atributo a los bueyes, estos en diferente número y circunstancias. Veamos algunos, sin ánimo de exhaustividad.

• San Cornelio, patrón de los animales con cuernos, porque llegó a Bretaña sobre un carro arrastrado por bueyes, y cuyos perseguidores quedaron convertidos en menhires. • San Lucas Evangelista, del que hablaremos después. • Santo Tomás de Aquino, porque al leer sus cuadernos, san Alberto dijo a los demás estudiantes: "Ustedes lo llaman el buey mudo.

Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero". • Si un buey y un lobo tiran juntos en un arado se trata de san Gens. • Si es un tiro de oso y buey se trata de san

Vianc.

• Si lleva una cabeza de buey, es san Herbot, protector de los bovinos. • Si unos bueyes se resisten a conducir a una

Hortus Deliciarum -Herrad de Landsberg (1167-1185) – Podría reflejarse en este grabado el milagro de san Isidro Labrador

virgen al burdel, es santa Lucía. • San Demetrio Bassaravob, su cuerpo fue puesto sobre un buey, para qué decidiese en que iglesia debería ser enterrado. • Si el tiro de bueyes es conducido por un ángel, es san Isidro Labrador.

El Buey del capital, de los sacrificios y de san Lucas

El buey representa una fuerza constante, lenta y eficiente. Por ser un animal doméstico, muy útil en las labores del campo, está presente en los mitos agrícolas. En los pueblos menos desarrollados, los bueyes equivalen al capital, nombre este que procede de latín capitālis, relativo a la cabeza de ganado, naturalmente.

Muchas culturas de la antigüedad tenían al buey por un animal sagrado, especialmente el de pelaje blanco, que era el preferido para los sacrificios. En Egipto, este bóvido fue venerado y era objeto de toda clase de consideraciones. A su muerte, se le tributaban funerales y sus cenizas eran guardadas en la isla de Prosopitis.

Herodoto cuenta que un buey blanco sacrificado por medio del fuego en honor de la diosa Isis era distribuido entre los asistentes a la ceremonia, a modo de comunión con la divinidad.

Toro alado - Representación de San Lucas

En el cristianismo, el buey simboliza a uno de los cuatro evangelistas, san Lucas. En ocasiones se le representa de forma vertical, para acercarle a la figura humana; mientras que otras se le muestra horizontal, tumbado sobre sus extremidades. La representación de san Lucas, en la figura de un toro alado sobre los Evangelios, con pluma y tintero, está en el escudo de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Lo pusieron en el siglo XVI porque les sonaba lo mismo.

Sanlúcar podría proceder del árabe shaluqa o viento del Levante o Siroco. Otra hipótesis es que procede del latín sub lucare, es decir tras el bosque . El vocablo fue evolucionando hasta el nombre del Sanlúcar.

El Carnero del alma humana

La representación del carnero fue uno de los emblemas religiosos preferidos en los cultos de las antiguas civilizaciones.

En Egipto, desde las más primeras dinastías faraónicas, se adoraba a Amón Ra.

El carnero era el animal emblemático de Knef, uno de los más antiguos formatos del dios creador de la vida, al que generalmente se representaba con cabeza de carnero.

El carnero de Osiris tenía cuatro cabezas y cuatro cuernos; una cabeza y un cuerno por cada punto cardinal. Más tarde, el carnero terminó por materializarse en símbolo de la supervivencia humana y -finalmente- del alma.

Los griegos tomaron de los egipcios el simbolismo del carnero, como expresión suprema de la divinidad y por lo tanto de poder omnipotente. Zeus fue asimilado del Amón de los egipcios, representado con cabeza de hombre y retorcidos cuernos de carnero.

Por otra parte, Alejandro Magno se creyó un dios después de que los sacerdotes de Egipto, en el 332 a. C., lo recibieran como «Hijo de Ra» o «Hijo de Amón»; posteriormente los santuarios de Dídima y Eritras le proclamaron «Hijo de Zeus». Así que se acuñaron monedas mostrando su efigie adornada con cuernos. Al principio eran astas discretas de chivo, seguramente para que no superasen las cornamentas de sus dioses-padres pero más adelante, los enroscaron como si fuesen de carnero, posiblemente para que no se saliesen del cuño.

Alejandro Magno se hizo tallar cuernos frontales en la cabeza, cuando los egipcios le recibieron como hijo de dioses. Foto Ramos Perera.

El carnero de la Casa Real

Este animal procede de la leyenda del Vellocino de oro. La lana áurea del carnero maravilloso, que Zeus regaló a dos jóvenes hermanos -Hele y Frixo- para que se salvasen de ser sacrificados. Hele murió en el intento y Frixo ofreció en sacrificio el carnero y depositó su preciado Vellocino de oro en un árbol consagrado al dios Ares o Marte. Los dioses quedaron tan satisfechos que dotaron a aquella guedeja de oro con el don de la abundancia y felicidad para los lugares donde se encontrase. El carnero fue colocado en la constelación del Zodiaco, para garantizar a la Tierra la vida y la alegría.

Los trovadores se ocuparon de dar a conocer el Vellocino de oro en los siglos XII y XIII. En el viaje de los Argonautas en busca de tal tesoro se consideró que prefiguraba la «búsqueda del Santo Grial» o la Eucaristía de Cristo, por los Caballeros de la Tabla Redonda.

Por otra parte, la aventura de los Argonautas representó la búsqueda de la piedra filosofal que para los alquimistas informados era el propio Cristo, oculto en un símbolo.

Por aquella misma época (año 1439), el duque de Borgoña, Felipe el Bueno, fundó en Brujas la Orden de los Caballeros del Toisón de Oro. A la muerte de su heredero, Carlos el Temerario, la casa de Austria-España recogió la sucesión del Toisón de oro, de la que nuestro Rey es Gran Maestre. Por esa razón, en el actual escudo Real de la Monarquía de España o escudo de armas del Rey tiene un carnero colgando.

Hay que advertir que el Collar del Toisón no es hereditario ni transmisible, por lo que cada joya, que está numerada, debe ser devuelta cuando fallece su titular.

Toisón de Oro

Desde el Chivo al Macho cabrío

Según el gran erudito y especialista en iconografía religiosa, Charbonneau-Lassay, hubo un tiempo en que el Macho Cabríofue el emblema del Salvador, o chivo expiatorio de los pecados de la humanidad. En unos tiempos como los actuales, en que han evolucionado los simbolismos, es comprensible que haya voces que se alcen contra tal asignación simbólica, pero el macho Cabríogozó, en el pasado, de mejores connotaciones de imagen. Moisés ordenó la inmolación del macho Cabríoen diez ocasiones distintas, ante Yahveh, para la redención de los pecados. Puede tratarse de una figura profética del Redentor del mundo, que debía morir también para expiar las faltas humanas y redimir a las almas.

Satán – en un manuscrito del siglo XV

El Macho cabrío, pro y en contra

Teodoreto de Ciro (393 - entre 458 y 466), san Bruno de Asti (1048 1123), santo Tomás de Aquino (1224-1274) y muchos otros autores antiguos, dan interpretaciones místicas que concuerdan en lo sustancial con la que acabo de exponer. Sin embargo en La Vid Mística atribuida a san Bernardo (1091-1153) se dice: Este nombre de Macho Cabríose aplica justamente al bondadosísimo Jesús, aunque el macho Cabríosea un animal inmundo. Jesús, es verdad, era sin pecado; pero se había revestido de la desdichada carne que nuestros pecados han cubierto de manchas. Su pureza sin mácula también le hace merecedor del nombre de cordero, pues no solo está exento de todo pecado, sino que además borró los pecados del mundo entero .

Los maestros de la mística terminaron concluyendo que al Macho Cabrío adulto le desbordan sus deseos carnales, en los que se entrega con todo su ímpetu, y dicen sus detractores que emana de él “un

olor infecto y se convierte en la bestia nauseabunda y repugnante de la que todos se

alejan apresuradamente”.

Establecen un paralelismo con el ser humano que se entrega a los vicios degradantes, asegurando que su corrupción interior transpira al exterior y se «huele el vicio». A mi avanzada edad en el peor de los casos solo he olido, de los humanos, la falta de jabón; el vicio sigo sin husmearlo.

Jesús dijo que en el fin de los tiempos Dios

separará las ovejas de los machos cabríos”, pondrá a estos a su izquierda y les dirá: retiraos de mi presencia, malditos; id al fuego que he preparado para el diablo y los suyos”.

Del Macho Cabrío a Lucifer

La Iglesia, al tratar de poner los atributos iconográficos a Lucifer cuando se convirtió en el ángel caído, tuvo un grave problema.

La trasmutación era muy difícil porque se partía del primer ángel creado, y en el que Dios había condensado el máximo concepto concebible de belleza en la aurora cósmica. Fue encargado de encender las primeras luces del universo, y en su memoria se llamó Lucero a la primera estrella de la mañana, conocida también como Venus. Para obviar en lo posible a Lucifer, surgieron nuevos nombres alternativos: Diablo, Demonio, Azakel, Asmodeo, Lucífugo, Satán, Satanás, Belzebuth, Belial, Leviatán, Diantre, Grigori, Lilith, Mefistófeles, Semyazza, Baphomet, Belfegor, etc. Santa Ida de Toggenburg vivió en el siglo XIII. Dejó su lujoso castillo y se consagró a los pobres en el convento de Fischingen (Turgovia, Suiza). Su principal atributo es un ciervo de cornamenta luminosa, a modo de candelabro, con llamas en las puntas de las astas como si fuesen velas. Cada vez que santa Ida de Toggenburg visitaba la iglesia por la noche, el ciervo encendía su cornamenta y la acompañaba, arrojando tanta luz que la santa podía leer su devocionario.

Según la Leyenda Dorada , Julián el Hospitalario -durante una cacería- clavó varias saetas en los puntos vitales de un gran ciervo, pero parecía no surtir efecto en el animal prodigioso. Este se detuvo, y con los ojos llameantes, solemne como un patriarca justiciero, mientras repicaba a lo lejos una campana, le gritó: “¡Maldito! ¡Maldito! ¡Maldito! ¡Un día,

corazón de fiera, asesinarás a tu padre y a tu madre!”.

San Eustaquio o san Huberto - Conversión soldado romano – crucifijo entre los cuernos del ciervo – Albrecht Dürero 1501

Y la profecía se cumplió. Pero muchos años después el santo en cuestión prestó ayuda a un aterido leproso, que parecía al borde de la muerte; pero de pronto resplandeció en luz y en hermosura, y se levantó para anunciarle que Dios le había perdonado. Gustavo Flaubert describe con detalle ambos episodios en una de sus obras, y asegura que en un vitral de la iglesia de su región estaba representada la escena.

¿Astas irreales en humanos?

El primer caso de astas craneales en seres humanos, que cita nada menos que la Biblia, es la misteriosa cornamenta de Moisés.

Causa sorpresa que el gran profeta, legislador y guía religioso hebreo y fundador de Israel, sea representado en los templos con un par de pitones asomando sobre su testuz.

Su aspecto de fauno ha llevado a algunos a afirmar que se trataba de una reminiscencia del dios Pan o de los dioses cananeos.

Otros han intentado justificar tales atributos en Moisés, pretendido que era un símbolo de poder. Según Guillermo de Guilleville, que en el siglo XIV fuera prior de la abadía de Chaalis, estas defensas le servían para golpear y echar afuera a los malos . Mientras hay quien argumenta que le salieron cuando rompió las Tablas de la Ley de Dios, al ver a su pueblo adorando a un becerro de oro. Sin embargo, se trata de un simple error de traducción. San Jerónimo, al trasladar el pasaje del Éxodo, en que Moisés baja del Sinaí, tuvo el lapsus de traducir rostro “coronata” , radiante, por “cornuta” , cornudo.

De nada sirvieron las protestas al respecto de santo Tomás de Aquino, porque entre los siglos XII y XVI la cornamenta de Moisés se impuso en la iconografía cristiana. El asunto de los cuernos en la cabeza de un personaje bíblico tan singular, con un trato tan directo con Yahvé, era una tentación irresistible para grabadores, pintores y escultores.

Moisés con cuernos pareció adornado, y no fueron sus cuernos verdaderos. Dos cuernos a la luna han levantado, los astrólogos vanos embusteros. Al demonio con cuernos han pintado, porque son los pintores majaderos”.

(José Cadalso, 1762)

Moisés ha sido representado con cornamenta a lo largo de los siglos por artistas indiscutibles

Pero el artista francés, grabador, escultor e ilustrador, Gustavo Doré (1832 1883) salvó a Moisés de las aguas turbias de la posible maledicencia, arrojando rayos de luz en el lugar en que otros, sin motivo alguno, le clavasen una prolongación ósea.

Moisés-con rayos de luz y no cuernos- recibe las tablas de la ley de Dios en el monte Sinaí

Virgen y Niño de los Cuernos. Fresco en la Capilla Portinari de la Basílica de San Eustorgio, Milán. Representa la historia de una posesión demoníaca Algunos cuernos de afrentosa prolongación ósea no son fingidos. En España tuvimos un caso que está perfectamente documentado. El de un caballero de la Orden de Santiago que había salido, desde el reino de Murcia, con el solo intento de librarse de sus dos pitones y así aliviarse de esta tragedia que atravesaba su frontal. El afectado no dudaba en mostrarlos por si alguien pudiese liberarle de esta perturbación, aunque la inmensa mayoría no refrenaba su risa, ni las murmuraciones jocosas.

Pidió a un afamado cirujano de la Corte de Carlos III, el Dr. Joseph Correa, que le reconociese dos monstruosidades que según se demostraban eran, hablando con el respeto debido, dos palos de madera de aire o astas del mismo color, dureza, substancia y figura que los de un cordero... .

El cirujano, en 1767, dejó testimonio notarial de haber aserrado a este caballero dos cuernos frontales para librarle de las molestas astas. Después de rematada la faena, entregó lo amputado al Marqués de Floridablanca, Presidente de la Junta Suprema del Estado, y este, a su vez, los hizo llegar al Gabinete Real, para satisfacer la curiosidad de

Carlos III.

De este curioso fenómeno tengo copia de las actas notariales, donde se recoge, con toda clase de detalles, el aserramiento de lo que se llamaba entonces madera del aire , dejándolo para la posteridad en el Diccionario Castellano de Ciencias y Arte, traducido a las lenguas francesa, latina e italiana . (editado en 1788, por el Padre Esteban de Terreros y Pando).

Para satisfacer la curiosidad de quien la tenga, reproduzco en la página siguiente los originales. Concretamente, la portada y la primera página.

Portada del Acta Notarial del aserramiento de los cuernos a un Caballero de la Orden de Santiago (1767)

Anciana china con un cuerno en la frente Primera página del Acta Notarial (1767) Caso real de cuernos físicos

Hipótesis sobre el cornudo sexual y los feroces vikingos

Para tratar de atribuir el origen del término poner los cuernos , una de las hipótesis más socorridas es la de los vikingos. Derivaría de los pillajes y violaciones que estos navegantes nórdicos llevaron a cabo en sus incursiones por las islas del Atlántico y por casi toda Europa occidental, entre los siglos VIII y X. Frecuentemente se da por hecho que llevaban los cascos con cuernos y se dice que eran tan bárbaros que no tenían la caballerosidad de quitárselos para hacer el acto sexual. En el mercado de souvenirs se pueden adquirir reproducciones con indicación del siglo del original . Sí es cierto que tenían un dios cornudo y utilizaban cuernos para beber.

Todo fue una invención del pintor sueco Gustav Malstrom, en las ilustraciones que realizó en 1820 para el poema épico “La Saga de Frithiof”. El propósito de estos cuernos irreales era retratar a los feroces guerreros del Norte como seres demoniacos. Luego, el cine y el cómic se encargaron de consagrar la inexistente e incómoda cornamenta.

La dura realidad, para los que les gusta ver en películas y cómics a los vikingos con astas, es que los cascos de los vikingos carecían de cuernos. Los verdaderos cascos estaban realizados con planchas de hierro, unidas entre sí por remaches y tiras de cuero para las partes móviles. Su forma era redondeada o cónica y, la mayoría de las veces, incluían protectores en la nariz y los ojos. Pero nada de cuernos.

Los feroces vikingos

Hipótesis sobre el derecho de pernada

Otra hipótesis manejada es el famoso derecho de pernada. Se argumenta que los señores feudales, durante la Alta Edad Media, acostumbraban a meterse en la cama de las campesinas de su feudo, que despertaban su lujuria y -para advertir al marido que no entrase- colgaban de la puerta un cuerno. En realidad el derecho de pernada (en latín vulgar medieval, Ius primae noctis, derecho de la primera noche ) se refiere a un presunto derecho que otorgaba a los señores feudales la potestad de mantener relaciones sexuales con cualquier doncella que se casara con uno de sus siervos.

Acerca de este supuesto privilegio feudal, se carece de documentos fiables y son muchos los historiadores que lo cuestionan.

Hipótesis sobre el origen de “poner los cuernos”

Para concluir mi conjetura, voy a brindar el criterio propio sobre el origen más creíble de la expresión poner los cuernos . Para apoyo de tal hipótesis me basaré fundamentalmente en unos pergaminos conservados que dejan constancia de la citada expresión; concretamente, en las páginas 31r-31v y 332r, de El Libro del Buen Amor (1343) de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. Este pasaje, que cuenta la actividad de la esposa durante la ausencia del esposo, es la base para explicar el origen de esta expresión.

Quizás al autor de la obra, a pesar de la concepción dada a la mujer en su época, le surgieron algunas dudas: ¿acaso podía, bella, fuerte, perteneciente al sexo débil, refrenar sus pasiones?, ¿podía pasar dormida las largas noches que el amor presto suele volver insomnes?, ¿puede ser corregida por la fuerza del pudor, al ser acosada por galanes cuando el marido está ausente?, ¿puede la mujer sola conservar, con el respeto al pudor, su cama vacía? Todo esto se plantea y algo más en un magnífico trabajo: Las fuentes del Libro de Buen amor , de Bienvenido Morros (Universidad Autónoma de Barcelona).

EMBARAZADA EN SU AUSENCIA, ¿INMACULADA CONCIENCIA?

En una versión del Libro del Buen Amor , la mujer de Pitas Payas concibió un hijo durante el año en que se ausentó el marido. En el duro interrogatorio al que la somete, ella le confirma su paternidad, con explicaciones sin duda peliagudas. Vemos algunas de ellas:

“¿Me preguntas quién es el padre? ¿No sabes que, al ser yo su madre, tú has de ser el padre? Si acaso me crees, tú lo eres. Si yo estoy unida a ti por la ley del matrimonio, por fuerza tú eres el padre; lo prueba la misma carne por la que de una somos dos. Yo he concebido, no por haber sufrido a un hombre, ni por mancillar mi honra; por haber probado la nieve, mi vientre se ha vuelto pesado. Si yo he dado a luz y he sido madre, así este niño defiende que, según el derecho, tú eres su padre”.

En la versión Ridmus, la esposa ofrece la misma versión, pero añade un elemento que hace más verosímil el engaño:

“Yo como despojada de cónyuge y profundamente solitaria, y como si fuera viuda, estaba desolada, más de lo que conviene a una mujer, por tanto no unida a ningún hombre. Al mismo tiempo, pensaba en ti más de lo acostumbrado, a quien amaba por encima de todos los otros. Entonces te deseaba en el delicado lecho, y porque así lo deseaba, así consideraba que ocurría. En el intervalo, mientras pensaba en ti con toda el alma, cayendo nieve desde el aire en el regazo, yo, quedándome embarazada, con el vientre hinchado, lo concebí de ti, a pesar de que tú entonces estabas ausente”.

Aun con la evidencia adúltera de un embarazo, lo que convence al marido es otro asunto, el de los cuernos en que se basa la hipótesis expuesta.

Más que un asunto peliagudo, se podría decir que es un asunto puntiagudo.

El Arcipreste reconoce que la ausencia del marido no es asunto baladí para una recién casada, que es el caso que nos ocupa, puesto que ya había probado los dulzores de la carne (aunque no lo suficiente para cansarse de ellos o poder olvidarlos por mucho tiempo) y por eso la espera se le hace eterna. Para la descripción del pecado de adulterio, el Arcipreste cuenta la historia del pintor Pitas Payas. Durante sus meses de ausencia, su esposa amó a otro, con el que secretamente se unió carnalmente en su lecho.

Algo debía de rondarle en la cabeza al marido cuando -antes de partir- lleva a cabo la acción decisiva en esta hipótesis: pinta un cordero bajo el ombligo de la joven. Si ella se acostase con otro, la imagen del animal quedaría alterada. Durante aquel año, en efecto, el dibujo se ve dañado como consecuencia de los furtivos coitos.

Juan Ruiz reconoce la astucia de la mujer ante la inminente llegada del marido: el amante trata de restituir la imagen original. Pero todo eran prisas; y hete aquí que lo que dibuja es un carnero adulto, con su correspondiente cornamenta.

“Cató Don Pitas Payas el sobredicho lugar, y he visto un gran carnero con armas de prestar. ¿Cómo es esto madona, o cómo puede estar, que yo pinté cordero y se transformó en este manjar?”

A la vista de lo anterior concluyo mi hipótesis con esta reflexión, que hoy en día puede resultar perturbadora: Pitas Payas, no pilló a su mujer

siendole infiel. Sino poniéndole los cuernos.

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