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Teonanacatllos, hongos sagradoserserker
from Revista de Antropología y Tradiciones Populares Nº7
by Sociedad Española de Antropología y Tradiciones Populares
TEONANACATLLOS, HONGOS SAGRADOS Por Antonio Luis Moyano
Durante siglos fue un CULTO practicado en la CLANDESTINIDAD. El TEONANACATL, o la ceremonia de los hongos, se practicó en Mesoamérica hasta la llegada de los españoles. Luego, fue prohibida por la INQUISICIÓN. Hubo que esperar más de tres siglos para que un forastero pudiera participar en esta CEREMONIA SECRETA…
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Es una leyenda urbana la que asegura que el melodioso estribillo de “Let it be” se habría inspirado en el viaje que los Beatles hicieron alguna vez hasta Huautla de Jiménez, entonces una pequeña aldea cuyas cabañas se desparramaban desde la cumbre más alta de Sierra Mazateca, al norte del estado mexicano de Oaxaca. El nombre de Huatla de Jiménez deriva por ser el poblado más alto de la serranía mazateca, que en tiempos pasados fuera bautizado como CuiticanameHuatlan, que en náhuatl (lengua nativa indígena) significa Lugar de Águilas ; mientras que en mazateco se conoce como Tejao, Tierra Mojada , en referencia a sus abundantes precipitaciones. Es en el año 1884 cuando Huatla adquiere la categoría de villa, adoptando el apellido de quien fuera su gobernador, el general Mariano Jiménez (1831-1892).1
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Huautla de Jiménez, en la Sierra Mazateca.
1 Cfr. Pedro Castañeda, Alejandrina (1996). “Antecedentes históricos de la cultura mazateca”. Riqueza Ancestral de la Cultura Mazateca. Oaxaca: Carteles Editores, pp. 17-22.
Es en el año 1884 cuando Huatla adquiere la categoría de villa, adoptando el apellido de quien fuera su gobernador, el general Mariano Jiménez (1831-1892).1
En cuanto a sus habitantes, todavía se desconoce cuál es su verdadero origen. Hasta hace poco, se creía que sus primeros pobladores llegaron a la Sierra Mazateca a comienzos del siglo XII, descendientes de alguna tribu de los olmecas o de los nonoalcas-chichimecas, que encontraron en este lugar un refugio inexpugnable frente a las sucesivas invasiones de otros pueblos como los mixtecos, los zapotecos o los aztecas.
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Huautla significa 'lugar de águilas'.
Luego llegarían los españoles, que inicialmente fueron recibidos como libertadores, hasta que se descubrió que su ánimo recaudatorio era el mismo que el de los aztecas. Tal y como testimoniara al antropólogo italomexicano Gutierre Tibón (19051999) el cronista José Guadalupe García: “¿Cómo quisiera que resistiéramos a los españoles? Estábamos entre chinantecos y zapotecos, enemigos acérrimos del imperio mexicano (léase azteca) y lógicos aliados de Hernán Cortés (…) Por un momento, nosotros los mazatecos, pensamos que la llegada de los hombres blancos, de los hombres con poderes mágicos, nos libraría del vasallaje que habíamos padecido bajo los mexicanos y mixtecos; pero muy pronto subió a Huatla, acompañado por soldados castellanos e intérpretes, cierto notario español, que apuntó con meticulosa exactitud la lista de los tributos que pagábamos al señor de Teotitlán. El virrey, sucesor de Moctezuma, ya sabía lo que podía sacar de nosotros todos los años. ¿Rebelarnos? No nos faltaban las ganas. Pero muchos caciques de las regiones colindantes habían pactado con los españoles y seguían gobernando sus tierras: entre ellos Hernán Cortés y Pedro de Alvarado”2 .
Recientemente,los últimos hallazgos arqueológicos apuntan a que el primer asentamiento de los mazatecos podría retrocederse hasta finales del siglo IX, aunque sus tradiciones locales prefieren remontar su origen hacia el siglo VI.
Sólo después de seis incómodas horas en una combi , a través de una interminable serpiente de asfalto que asciende esquivando un horizonte donde las nubes pretenden fundirse con una exuberante vegetación, se albergan menos dudas de que la visita del famoso cuarteto británico hasta este rincón del México profundo nunca tuvo lugar. Casi tantas cruces como señales de tráfico recuerdan la peligrosidad de una carretera que, sin pavimentar hasta bien entrada la década de los noventa, debió ser entonces una terracería prácticamente intransitable.
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“En cada curva, una cruz recuerda lo peligrosa que es la carretera que asciende hasta Huautla”.
2 Cfr. Tibón, Gutierre (1983). “Huautla bajo el virreinato”. La ciudad de los hongos alucinantes. México: Panorama Editorial, pp. 44-45.
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Un entorno natural arropado por la espesura de una selva virgen salpicada de paisajísticos barrancos y generosos manantiales se antojó insuficiente para atraer aquel peregrinaje que, en los sesenta, convirtió las entrañas de la Sierra Mazateca en auténtica meca del hipismo. Porque aquí, el reclamo turístico cada vez más minoritario-, gravita en torno a lo que cada uno pueda experimentar y ver con sus propios ojos. Después, eso sí, de consumir la planta que se ha convertido en el auténtico icono en el escudo de esta ciudad: el hongo sagrado, también conocido como teonanacatl. De cualquier modo, el tiempo ha convertido a Huatla de Jiménez en una ciudad con iglesia, colegio, hospital y varios locutorios de internet. La economía que sustenta a sus poco más de treinta mil habitantes se centra sobre todo y principalmente en la agricultura, la pesca y la recogida de leña y bambú, aunque también existe un floreciente comercio de artesanía y factura de calzado de cuero.
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“Hay unos hongos o setas pequeñas, que en esta tierra las hay como en Castilla escribe fray Toribio de Benavente Motolínia (1482-1569), cronista de la época-; más los de esta tierra son de tal calidad, que comidos crudos y por ser amargos, beben tras ellos un poco de miel; y de allí a poco rato veían visiones, en especial culebras, y como salían fuera de todo sentido, parecíales que las piernas y el cuerpo tenían llenos de gusanos que los comían vivos…”3 .
Cuando los españoles desembarcaron en Mesoamérica, fueron testigos de una serie de extraños ceremoniales que tenían lugar en la clandestinidad. Llegada la noche, los indígenas se entregaban a frenéticas danzas, carentes de ritmo, mientras manifestaban ser testigos de extrañas visiones donde, aseguraban, veían mil demonios . Del uso ceremonial del consumo de estos hongos en los pueblos mesoamericanos han dejado constancia, no sin dejar patente su estupor, los religiosos que acompañaron a los conquistadores en su aventura colonizadora. Una de las primeras crónicas la escribiría, a mediados del siglo XVI, fray Bernardino Sahagún (1499-1590) relatando cómo los indígenas consumían “unos honguillos negros que emborrachan y hacen ver visiones, y aun provocan la lujuria (…). Algunos veían en visiones que se morían, y lloraban, otros veían que les comía alguna bestia fiera”4 .
En las ceremonias aztecas, era costumbre agasajar a los asistentes con un convite de hongos endulzados en miel. En su Crónica Mexicana (1598), el cronista indígena Alvarado Tezozomoc (1520/30-1610) menciona cómo durante el ágape que acompañó a la ceremonia de coronación de Moctezuma II (¿1467?-1520), noveno y último gobernante (tlatoani) de Tenochtitlan en 1502 hasta su conquista por Hernán Cortés (1485-1547), “dieron a los convidados hongos montesinos a comer, con que se embriagan, que llaman Cuauhnanacatl, y habiendo comido comenzaron el canto con muy alto punto, que retumbaba la gran plaza, y después de un rato les volvieron a dar de comer de los hongos borrachos, que comiendo dos o tres de aquellos, mojados en un poco de miel, quedaban tan borrachos y perdidos, que no sabían de sí”5 .
Algo más académica se antoja la descripción que ofrece Francisco Hernández de Toledo (1517-1587) médico de Felipe II, quien en su De Historia Plantarum Novae Hispaniae describe así sus efectos alucinógenos: “No causan comidos la muerte, pero producen cierta demencia temporal que se manifiesta en risa inmoderada (…) hacen pasar por delante de los ojos toda suerte de visiones, como guerras y figuras de demonios”. A estos hongos se les llamó teonanacatl
No es de extrañar que la Iglesia, en su campaña de evangelización de los indígenas, persiguiera lo que consideraban un culto demoníaco. A mediados del XVII, el espíritu inquisidor de Jacinto de la Serna denunciaba la pervivencia de estas prácticas, que considera idolátricas, describiendo cómo la recolecta de estos hongos era realizada en el monte por “los sacerdotes y viejos ministros diputados para estos embustes, y estaban casi toda la noche en oración, y deprecaciones supersticiosas, y al amanecer cuando comenzaba cierto vientecillo que ellos conocen, entonces los cogían atribuyéndoles deidad (…) porque comidos o bebidos los embriaga, y priva de sentido, y les hace creer mil disparates”6 .
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3 Cfr. Benavente Motolínia, Toribio (1536/41). Historia de los indios de la Nueva España. Parte I, capítulo II. 4 Cfr. Sahagún, Bernardino (1540/85). De los vicios y virtudes, de la anatomía de las enfermedades y de sus medicinas y de los diversos pueblos que habitan estas tierras . Historia general de las cosas de Nueva España, Tomo X. 5 Cfr. Alvarado Tezozomoc, Hernando (1598). Crónica Mexicana. Capítulo LIX. 6 Cfr. De la Serna, Jacinto (1656). Prisiones de médicos y hechiceros. Tratado de las supersticiones, idolatrías, hechicerías, ritos, y otras costumbres gentílicas de las razas aborígenes de México. Capítulo III.
Considerados por los conquistadores como un culto idolátrico, detrás del cual se manifestaba el mismísimo diablo, en el año 1620 un oficio de la Santa Inquisición decretaba la persecución del consumo de cualquier planta embriagante. Indígenas eran torturados por los inquisidores para sonsacar información y el consumo de setas tuvo que mantenerse celosamente oculto a ojos de extraños. Así pasaron trescientos años sin que nada se supiera del culto a los hongos, como si éste hubiera sido finalmente desterrado por los colonizadores. En realidad, su práctica lograría esquivar a los inquisidores, perdurando en la clandestinidad de ceremonias secretas, celebradas en mitad de la noche, quién sabe si sólo para unos pocos iniciados y refugiándose en abruptas montañas como las de la Sierra Mazateca Hubo que esperar hasta bien entrado el siglo XX para que el mundo occidental descubriera la ciudad de los hongos visionarios
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Anciana mazateca
EL REDESCUBRIMIENTO DE LOS HONGOS
Nada se supo acerca de los hongos alucinógenos durante todo el siglo XIX hasta que, en 1915, el etnobotánico William E. Safford (1859-1926), que había identificado con éxito otras plantas psicoactivas, concluyó que el teonanacatl jamás había existido. Argumentó Safford que, muy probablemente, los cronistas españoles habían sido engañados por los nativos que hicieron pasar trozos del cactus peyote desecados por pretendidas setas alucinógenas. Tal y como explica Richard E. Schultes (1915-2001), uno de los pioneros de la etnobotánica: “La identificación de los hongos sagrados se hizo con mucho retraso. Empujado a la clandestinidad por los españoles, durante cuatro siglos no se volvió a hablar del culto de los hongos en México. En todos esos años, aunque se sabía que entre la flora mexicana había varios hongos tóxicos, se creía que los aztecas habían tratado de proteger a su planta verdaderamente sagrada habiendo hecho creer a los españoles que teonanácatl significaba hongo, cuando en realidad significaba peyote. Como las manifestaciones de la embriaguez causada por los hongos coincidían notablemente con las manifestaciones de la embriaguez causada por el peyote, y los hongos secos bien podían confundirse con las cabezas arrugadas de color café del cacto peyote, el engaño era fácil. Sin embargo, numerosas y detalladas referencias de escritores cuidadosos, incluyendo a médicos con conocimiento de botánica,refutaron esta hipótesis” 7 .
Frente a Safford se posicionaba Blas Pablo Reko (1876-1953), médico mexicano, nacido en Austria, quien afirmaba haber encontrado indicios de la permanencia del culto teonanacatl en las entrañas del sur de México. Sea como fuere, esta polémica entre etnobotánicos se convertiría en el aldabonazo para que, a partir de los años treinta, varios antropólogos se dispusieran a seguir la pista del mítico hongo mexicano
El primero en hacerlo, aunque fuera por casualidad, fue el antropólogo austriaco Roberto J. Weitlaner (1883-1968).
7 Cfr. Schultes, Richard Evans (1976). Plantas alucinógenas. México: Prensa médica mexicana, 1982, pag. 63.
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En 1936, y tras un largo periplo visitando distintas regiones del México indígena, Weitlaner accedió hasta la Sierra Mazateca (Oaxaca, México). Su objetivo era estudiar el idioma mazateco hasta que un comerciante de la zona le habló de aquellas setas que los nativos usaban en sus prácticas sanadoras y de adivinación. Cautivado por este asunto, le faltó tiempo para solicitar permiso para poder presenciar in situ una de estas reuniones o veladas en la que los nativos se entregaban a los efectos visionarios producidos por los hongos
En el verano de 1938 llegaba hasta la sierra mazateca el joven antropólogo y lingüista Jean Basset Johnson (1915-1944), comprometido precisamente con Irmgard la hija de Weitlaner, con la intención de continuar las investigaciones de éste. Una vez vencido el hermetismo inicial, Weitlaner, Irmgard y Johnson serían los primeros antropólogos en asistir a una ceremonia del teonanacatl. Aunque, tal vez impresionado por los efectos inducidos en los participantes, les faltó valor para atreverse a probar los hongos...
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Población mazateca
Jean Basset Johnson. Viaje al Mazateca (Oaxaca, México) en 1938. Archivo de la familia Johnson Como aquello escapaba a sus pretensiones académicas, Weitlaner decidió dar a conocer este hallazgo al etnobotánico que había defendido su existencia: Blas P. Reko. A través de éste, Weitlaner envió varias muestras de estos hongos para que fueran analizados por un colega suyo: Richard E. Schultes. Shultes, quien se convertiría en una de las autoridades académicas en el estudio y divulgación de las plantas alucinógenas, era entonces un jovencísimo estudiante que se encontraba preparando su tesis acerca de este tema para la Universidad de Harvard. Sin embargo, las muestras se estropearon durante el envío, circunstancia que obligó a Shultes y Reko a viajar hasta Oaxaca y recolectar ellos mismos varios ejemplares de hongos que consiguieron catalogar como del género Psilocybe8 .
Lamentablemente, los prometedores estudios llevados a cabo por estos primeros exploradores se vieron truncados drásticamente como consecuencia la II Guerra Mundial: Johnson murió alistado en el frente del ejército norteamericano; Shultes fue comisionado por el gobierno estadounidense a otras regiones de Sudamérica para realizar investigaciones sobre el caucho; mientras que Reko, que orientó sus investigaciones hacia otros ámbitos, fallecería por aquellas mismas fechas. Y fue así como, tras despertar después de varios siglos de letargo, los hongos cayeron nuevamente en el olvido
Tanto Weitlaner como Johnson habían llegado a publicar sendos artículos en revistas especializadas, que pasaron desapercibidos para el gran público pero no así para un banquero y periodista neoyorquino que, interesado desde tiempo atrás por la figura del hongo como objeto de devoción religiosa en culturas antiguas, se sintió cautivado por el relato de los antropólogos y cuyo nombre aparece íntimamente ligado a la historia reciente de los hongos mexicanos: Robert Gordon Wasson.
8 En la región de Oaxaca (México) se encuentran principalmente cuatro tipos de setas alucinógenas que son conocidas por los mazatecos como San Pedro, San Isidro, Pajaritos y los Derrumbe o Desbarrancadero.
UN BANQUERO INTERESADO EN LOS HONGOS
Fue en los años cincuenta cuando el banquero neoyorquino Robert G. Wasson (1898-1986), acompañado de su esposa, arribó hasta Huatla de Jiménez.
En contra de lo que pudiera parecer, este viaje respondía menos a la caprichosa excentricidad de un millonario aburrido que a las amplias inquietudes de quien, antes de convertirse en banquero, había trabajado como periodista. Durante veinticinco años, Wasson había estado recopilando información acerca de las connotaciones mítico-religiosas que los hongos habían adquirido en distintos contextos culturales. Según confesaría años después, había sido precisamente su esposa quien, ya desde la misma noche de bodas, había despertado su interés hablándole de las setas alucinógenas.
El azar quiso que un 19 de septiembre de 1952, en el buzón de Robert G. Wasson se recibieran dos cartas que iban a modificar radicalmente la brújula de sus investigaciones: una era de Giovanni (Hans) Mardersteig (1892-1977), tipógrafo y conocido impresor afincado en Verona (Italia), y la otra del escritor Robert Graves (18951985), desde Mallorca (España)9 .
En el otro sobre, remitido por Robert Graves, se adjuntaba un artículo publicado en una revista de farmacología en 1944 que venía firmado por el arqueólogo Robert F. Heizer (1915-1979). El texto versaba acerca del uso de hongos alucinógenos en culturas primitivas y en él se citaban los estudios realizados en 1939 por el ya citado etnobotánico Richard E. Shultes.
Obviamente estas cartas no habían sido remitidas por casualidad: Robert G. Wasson llevaba veinticinco años investigando acerca de las connotaciones mítico-religiosas que los agáricos habían adquirido en distintos contextos culturales de Occidente. La propia trayectoria profesional de Wasson nos dibuja el perfil de un hombre de amplias y variadas inquietudes. Licenciado en periodismo y económicas, trabajó primero como periodista para convertirse luego en banquero.
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Población de Huautla La misiva de Mardersteig se acompañaba de una lámina en la que él mismo había dibujado una pieza arqueológica procedente de Mesoamérica, que había visto en las vitrinas del Museo Rietberg de Zürich (Suiza), de un hongo en piedra en cuya tallo o estipe se esculpía una figura alegórica.
Piedra hongo. Museo Rietberg. Zurich
UN MATRIMONIO MICÓFILO
Wasson estaba casado con la doctora Valentina Pavlovna Guercken (1901-1958), parece que fue ella quien, como anticipándose al que sería el capítulo más apasionante de su biografía, le introdujo en su interés por esta cuestión. Así lo recuerda la hija de ambos, Masha:
9 Cfr. Wasson, Robert Gordon (1978). “El camino de Wasson a Eleusis”. El camino a Eleusis. México: Fondo de Cultura Económica, pp. 20-22.
“Por más que respeté siempre la integridad de mi padre, recuerdo que por muchos años no le creí cuando me dijo que se interesó por primera vez en los hongos durante su luna de miel en 1927. Esa explicación me pareció un cuento, es decir, algo fuera de su carácter. Con el tiempo, sin embargo, concluí que la historia era verdadera porque la contó siempre de la misma manera y con sinceridad”10 .
El propio Wasson, que enviudó prematuramente como consecuencia de un cáncer en 1958, rememoraba aquel paseo romántico, de recién casado con su esposa, en que una anécdota, aparentemente trivial, serviría de aldabonazo a su denodada búsqueda sobre el significado cultural de los hongos. De esta manera, el matrimonio encauzó sus inquietudes en la investigación del contexto mitológico que ha rodeado a los hongos en las diversas culturas. Fruto de esa búsqueda sería su enciclopédica obra, en dos volúmenes, Mushrooms, Rusia and history (1957): “Fue un paseo por el bosque, hace muchos años, lo que nos lanzó, a mi esposa y a mí, a la investigación sobre los misteriosos hongos. Nos habíamos casado en Londres en 1926, ella era rusa, nacida y educada en Moscú. Hacía poco que se había graduado en medicina en la Universidad de Londres. Yo nací en Montana, en Great Falls, y soy de origen anglosajón. A finales de agosto de 1927, recién casados, pasamos las vacaciones en las montañas de Catskills, en el estado de Nueva York. El primer día por la tarde fuimos a dar un paseo por un delicioso sendero de montaña, ente los árboles que filtraban los rayos oblicuos del sol que se ponía. Éramos jóvenes, despreocupados y estábamos enamorados. De repente, mi mujer se apartó de mi lado. Había visto unos hongos silvestres en el bosque, y corriendo sobre la alfombra de hojas secas, se arrodilló en adoración delante del hongo más cercano, y luego, sucesivamente, ante los otros. Extasiada, se dirigía a ellos con afectuosos apodos rusos. Acariciaba los hongos, saboreando su perfume de tierra. Como buen anglosajón, no conocía para nada el mundo de los hongos, y creía que cuanto menos supiera sobre aquellas putrefactas y traicioneras excrecencias, mejor sería. Para ella en cambio, eran cosas llenas de gracia, infinitamente seductoras a la vista. Insistió en recogerlos, riéndose de mis protestas y mofándose de mi horror. Los llevó en su falda de vuelta a nuestro refugio. (…) A partir de ese día buscamos una explicación para aquel abismo cultural que nos separaba en un área de nuestra vida. El método fue el de recopilar toda la información posible sobre la actitud hacia los hongos de los pueblos indoeuropeos y adyacentes”11 .
PRIMER VIAJE EN BUSCA DE LOS HONGOS
En su afán por recabar más información sobre los hongos mexicanos antes de aventurarse a planificar su viaje, Wasson escribió a Eunice Victoria Pike, lingüista norteamericana afincada en la Sierra Mazateca que, por su labor como misionera cristiana, contemplaba esta tradición con ciertos prejuicios. Fechada en marzo de 1953, ésta le remitió una carta, cuyas líneas contribuyeron a incentivar aún más el interés del banquero por visitar esta región mexicana: “Los mazatecos hablan raramente de su hongo a los extranjeros, pero la creencia en su poder está muy extendida (…). Algunas veces lo llaman “sangre de Cristo” pues suponen que crece donde cayó una gota de sangre de Cristo. Dicen que su país está vivo porque produce el hongo… Pretenden que ayuda a ‘los que son puros’, pero que, si lo come algún impuro, el hongo ‘lo mata o lo vuelve loco’… Lamento la supervivencia del empleo de los hongos termina su carta- porque no conocemos un solo caso que haya dado resultados benéficos. Me gustaría que consultaran la Biblia cuando tratan de penetrar en las intenciones de Cristo, más que verlos engañados por un curandero y por los hongos”12 .
10 Cfr. Wasson Britten, Masha (2008). “Mi vida con Gordon Wasson”. Elementos: Ciencia y cultura, vol. 15, nº 69 (enero/marzo), pp. 11-19. 11 Cfr. Wasson, Robert Gordon (1957, 13 de mayo). Seeking the magic mushroom . Life magazine, vol. 42, nº 19 Edición española: (1957, 3 de junio) En busca del hongo mágico . Life en español, pp. 38-51. 12 Cfr. Benítez, Fernando (1964). Los hongos alucinantes. México: Ediciones Era, pag. 17, nota 1.
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Aunque algunos mazatecos no hablan el castellano, sí han asimilado la iconografía de la religión católica.
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Junto con su esposa y su hija Masha, Wasson viajaba por primera vez a México en 1953. Recibido con amabilidad por las autoridades del pueblo, éstos le sugirieron que se entrevistase con Maria Sabina, la mujer sabia que, a sus sesenta años, conocía todos los secretos acerca de los niños -los hongos-, como ella los llamaba. Nacida en el seno de una familia humilde, María Sabina Magdalena García (1894-1985) fue la mujer sabia que recibió a antropólogos y periodistas en la década de los sesenta popularizando las hostias sagradas mazatecas .
Convertida en el icono asociado al consumo de estos hongos, y a pesar de haber adquirido fama internacional, María Sabina siguió viviendo en la más absoluta pobreza.
Sin embargo, inicialmente no fue fácil persuadir a Maria Sabina para que accediera a compartir con ellos los secretos en torno a una práctica ceremonial que se remonta a tiempos prehispánicos. Para los indígenas, el hongo representaba el teonanácatl o carne de Dios , empleado con fines terapéuticos y como vía de comunicación con sus dioses. Era pues de esperar que su consumo estuviera vetado a los forasteros curiosos. Así pues, no hubo suerte en este primer viaje: María Sabina, la chamana que podía facilitarse el acceso a los hongos decidió que no era el momento oportuno para que un forastero conociera los secretos del teonanacatl
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En palabras del testimonio de un joven mazateco en respuesta a los primeros antropólogos que visitaron el lugar: “Los extranjeros no necesitan de ellos. Fue Jesucristo quien nos regaló los hongos porque somos pobres y no podemos pagar un doctor ni medicinas costosas”.
INICIANDO EL VUELO…
Así pues, Wasson y su esposa tendrían que esperar hasta un segundo viaje para que, una vez vencido el hermetismo inicial, se les permitiera la oportunidad de experimentar lo que para los indígenas mazatecos era, y sigue siendo, una costumbre tan ancestral como cotidiana: comulgar con el hongo sagrado para emprender el vuelo .
En esta segunda ocasión, la insistencia de Wasson conseguiría vencer las reticencias de María Sabina y éste se convertiría así en el primer extranjero al que se le permitió, no solo asistir a una ceremonia, sino experimentar en primera persona lo que para los indígenas mazatecos era, y sigue siendo, una costumbre tan ancestral como cotidiana: comulgar con el agárico sagrado para emprender el vuelo . La velada tendría lugar tras el ocaso del sol, pues creen los mazatecos que hacerlo de día causaría la locura
Y al fin llegó la noche del 29 al 30 de junio de 1955, en el que Wasson y su esposa, acompañados del fotógrafo Allan Richardson, participarían en la extraña ceremonia: “Participábamos relataría después- en un ágape de hongos de un interés antropológico único, en todo conforme a una tradición inmemorial que tal vez se remontaba a una época que los antepasados de nuestros anfitriones que vivían en Asia (aceptando la teoría de que los primeros habitantes de América llegaron desde el estrecho de Bering), en el amanecer de la historia cultural del hombre, cuando se descubrió la idea de Dios…”13 .
Después de que María Sabia sahumara los hongos con incienso en un altar repleto de imaginería asimilada del catolicismo, dio a Wasson una taza conteniendo seis pares:
13 Cfr. Benítez, F. (1964). Op. Cit. pp. 30-31 14 Cfr. Wasson, R. G. (1957, 13 de mayo). Op. Cit. “Por espacio de media hora, aguardamos en silencio. Allan sintió frío y se envolvió en una frazada. Pocos minutos después se inclinó y me dijo al oído: ‘Gordon, estoy viendo visiones’. Le aconsejé que no se preocupara pues yo también las veía. Las alucinaciones, que ya habían comenzado, alcanzaron mayor intensidad a altas horas de la noche… Las piernas nos flaquearon ligeramente y al principio sentimos náuseas. Nos echamos sobre una estera, pero nadie deseaba dormir… Jamás habíamos estado tan despiertos, y las visiones aparecían, tuviéramos los ojos cerrados o abiertos: brotaban del centro del campo visual y se extendían conforme se acercaban, vertiginosa o pausadamente, según el ritmo que nuestra voluntad eligiera. De vivos colores, eran siempre armoniosas. Empezaban como motivos artísticos, angulares, como los que podrían adornar una alfombra, una tela, un tapiz… Luego se convertían en palacios, con patios, arquerías y jardines, palacios esplendorosos, recamados de piedras semipreciosas. Vi luego una bestia mitológica tirando de una carroza real. Más tarde tuve la impresión de que las paredes se habían disuelto y yo, suspendido en el vacío y con el espíritu ya liberado, contemplaba panoramas montañosos, cordilleras escalonadas que llegaban hasta el mismo cielo…”14 .
Menos conocida es la experiencia de Masha, la hija de Wasson y Valentina, que entonces contaba diecinueve años, que protagonizó una ceremonia de teonanacatl el 5 de julio de 1955. El testimonio de Masha resulta particularmente interesante, ya que sugiere algunas impresiones subjetivas que más tarde tendría ocasión de contrastar a través del estudio de la anatomía cerebral al orientarse profesionalmente en el ámbito de la enfermería: “Lo que sucedió siempre lo mantuve como una experiencia muy personal. Nunca conté esa experiencia excepto a mis padres (…). Clínicamente hablando, cuando los hongos hacen su efecto, al comienzo uno siente náusea y frio. La temperatura del cuerpo baja y el pulso se vuelve lento. También hay un efecto diurético que puede ser problemático cuando uno no puede abandonar el cuarto donde se lleva a cabo la velada.
Mi cuerpo se sentía “acortado”. Tuve curiosidad sobre el efecto del hongo sobre el dolor, por lo cual me mordí el dedo: sentí la presión, pero no el dolor (…). Las visiones fueron mayormente multicolores y con dibujos geométricos, extremadamente vívidas. Parecían originarse en la parte trasera de mi cabeza a pesar de que podía verlos de frente y con los ojos abiertos. En ese momento no sabía nada de fisiología o de anatomía, pero más tarde, cuando me hice enfermera, supe que mi impresión era correcta. El nervio óptico termina en el lóbulo occipital en la parte trasera del cerebro, que es donde se procesan los estímulos visuales. Los dibujos geométricos eran agudamente definidos, pero si intentaba concentrarme en cualquier otro lugar de la choza y de mis visiones, todo se nublaba. Esto era así porque un efecto de los hongos es que dilatan las pupilas. El sentido de distancia se distorsionó mientras que las visiones se veían con absoluta y prístina claridad (…). Las visiones duraron unas cinco horas y pasaron demasiado rápido. Después dormimos por un corto tiempo. Cuando desperté me sentí descansada y refrescada como nunca antes”15 .
Posteriormente, Wasson reconocerá la dificultad de definir la experiencia alucinógena en términos académicos, concluyendo que esta es, poco menos que inefable: “Permítanme ahora que les diga unas palabras sobre la clase de perturbación psíquica que se experimenta al comer los hongos. Dicha perturbación es tan distinta a la ocasionada por el alcohol como el día de la noche, y sucede que no encuentra uno palabras en inglés o en cualquier otro idioma europeo para describirla. Durante cientos, incluso miles de años, hemos tratado de comprender esto en términos de alcohol y ahora hemos de hacer un esfuerzo para romper con tal asociación. Queramos o no, estamos constreñidos por los límites de nuestro vocabulario diario y, aunque con cierta habilidad al a escoger las palabras podemos hacer que significados aceptados alberguen nuevas sensaciones e ideas, cuando de un estado mental totalmente distinto y nuevo se trata, todas nuestras palabras nos faltan, ¿cómo diríamos a un ciego de nacimiento lo que la visión significa para nosotros?”16 .
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Maria Sabina ilustra numerosas pinturas murales de Huautla
HONGOS PARA LA CULTURA NEW AGE
Publicada en 1957 en las páginas de la revista estadounidense Life, el reportaje de Wasson en el que relataba su experiencia con los hongos alcanzaría notable difusión entre el gran público. A pesar de que preservaba el anonimato de María Sabina con el pseudónimo de Eva Méndez y se guardaba de no localizar Huautla más que refiriéndose a una “remota aldea perdida” en la ficticia Sierra Mixeteca, “tan apartada del mundo que la gente ni siquiera habla español” (sic), este enclave del sur de México no tardaría en convertirse en lugar de peregrinación para turistas y curiosos.
A partir de entonces, el culto a los hongos se insertaba dentro de una curiosa corriente en la que se fusionaba la contracultura hippie y el movimiento new age. Coincidiendo con la moda inaugurada con las drogas psicodélicas de los años sesenta, centenares de jóvenes sedientos de experimentar nuevas sensaciones coronarían esta cima de la Sierra Mazateca.
15 Cfr. Wasson Britten, M. (2008). Op. Cit. 16 Cfr. Wasson, Robert Gordon (1961, 17 de febrero). Los hongos alucinógenos de México: indagación sobre los orígenes de la idea religiosa entre los pueblos primitivos . Teonanacatl. Madrid: Editorial Swan, 1978, pp. 69-84.
Anhelaban recibir de manos de María Sabina, o de cualquier otro chamán, ese pasaporte que les permitiera acariciar una realidad menos intrascendente.
Tumba de María Sabina Entre estos psiconautas se encontraría Timothy Leary (1920-1996), el controvertido psicólogo y ensayista norteamericano conocido por ser el gurú del LSD , quien probaría las setas en 1960 en Cuernavaca (Mëxico). “Al igual que Wasson escribe Jonathan Ott- Leary quedó sorprendido de los efectos de los hongos. Consiguió una muestra de psilocibina sintética de los laboratorios Sandoz y comenzó sus experimentos en la Universidad de Harvard, lo cual motivó su expulsión en medio de una gran polémica”17 .
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Posteriormente, Las enseñanzas de don Juan (1968) novela pretendidamente autobiográfica firmada por Carlos Castaneda (1925-1998), popularizaría las experiencias con los hongos como una vía introspectiva de conocimiento espiritual entre los seguidores de la cultura new age . Wasson, que mantuvo larga correspondencia con Castaneda18 , se mostraría escéptico ante las experiencias relatadas por éste, considerándolas el resultado de una mediocre fantasía más próxima a la ciencia ficción que al estudio antropológico. Fue así cómo, lo que antaño había formado parte de un rito ancestral vetado a los curiosos, acabaría convirtiéndose en una práctica que servía de reclamo turístico y desplegaba un generoso merchandising con camisetas estampadas con el rostro de María Sabina. Considerando que la visita de turistas había terminado profanando lo que hasta entonces era una experiencia mística, ella misma anunció su réquiem: “Antes de la llegada de Wasson yo sentía que los niños me elevaban. Ya no lo siento así… Desde el momento en que llegaron los forasteros, los niños santos perdieron su pureza”.
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17 Cfr. Ott, Jonathan (1977). Breve historia de los hongos alucinógenos . Teonanacatl. Madrid: Editorial Swan, 1978, pp. 17-38. 18 Posteriormente, Las enseñanzas de don Juan (1968) novela pretendidamente autobiográfica firmada por Carlos Castaneda (1925-1998), popularizaría las experiencias con los hongos como una vía introspectiva de conocimiento espiritual entre los seguidores de la cultura new age . Wasson, que mantuvo larga correspondencia con Castaneda
EXPERIENCIA DE TEONANACATL
Lo primero que el viajero agradece nada más llegar a Huautla es poder estirar las piernas después de seis largas horas de endiablada y sinuosa carretera, casi sin asfaltar, en una pequeña y destartalada combi con más pasajeros que asientos que parte regularmente desde Oaxaca. Antes de encontrar un sitio para dormir, y mientras deambulaba por uno de los senderos que, desde la aldea, se desdibujan para perderse por la serranía mazateca, conocí a Esperanza, una joven profesora de México D. F. que viajaba con frecuencia para estudiar el idioma de esta región. A través de ella tuve la suerte de conocer a Moisés, un indígena mazateco que iba a convertirse en mi guía y único amigo mientras estuviera a 10.000 kilómetros de mi hogar.
Consumidos las veinte setas, el chamán me deja solo frente al altar a esperar los efectos. Transcurren cuarenta minutos sin que perciba o experimente nada fuera de lo normal. Cuando, cansado de esperar, estoy a punto de levantarme y despedirme de Filogonio, un escalofrío recorre mi cuerpo acompasado con el sonido de los grillos que pueden oírse fuera del cobertizo. Lo achaco al frío y solicito que me proporcione una manta para abrigarme.
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Interior del humilde cobertizo donde este colaborador de ANTROPOLOGÍA protagonizará la ceremonia de teonanacatl Coincidiendo con el ocaso del sol, Moisés me llevó hasta la cima de la sierra de los Frailes, donde se halla la cabaña de Filogonio García, el nieto de María Sabina. En el interior de una chozuela anexa a su vivienda, un altar repleto de imágenes religiosas aguarda al buscador de experiencias psicodélicas. Ha anochecido cuando el humo del incienso envuelve una letanía que Filogonio, que se expresa en castellano con dificultad, recita en mazateco -o en un español que se antoja ininteligible-, y que sirve para invocar a la Virgen y a los santos que, desde el altar, harán de guías durante la comunión con los hongos.
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Me desborda entonces un estado de euforia y comienzo a reír a carcajadas. En el suelo queda olvidado el cuaderno de notas en el que pretendía reflejar por escrito todo lo que percibiera minuto a minuto. Mi atención se concentra entonces en un pequeño retablo del altar: un San Antonio que mantiene en brazos un niño Jesús. Contemplando detenidamente la imagen, las facciones del santo parecen convertirse en los de una Virgen. Fuera del cuadro, el espacio parece estar ondulándose de manera sinuosa mientras el fondo del altar parece tornarse de diferentes colores brillando con gran intensidad. Siento arcadas, pero reprimo las náuseas por si con ello se interrumpe el viaje .
El chamán entra en el cobertizo y me acompaña entonces hasta fuera para que respire un poco de aire. Camino tambaleándome al contemplar como el suelo parece encresparse bajo mis pies. Una vez fuera, desde lo alto de la sierra, el cielo estrellado y las pequeñas luces que se divisan del poblado se asemejan a gigantescos ojos, dibujados en blanco y negro, que parecen clavar sobre mí sus miradas.
Regreso al interior de la choza y continuo meditando frente al altar. Percibo el leve susurro de un acorde musical barroco y le pregunto a Filogonio si alguien ha puesto música. Me asegura que no. Seguidamente creo imaginar que es la Virgen del altar la que intenta transmitirme un mensaje: que no pidamos nada para nosotros mismos y que repartamos amor a todos los niños que sufren en el mundo. Después de un sueño hilvanando resplandecientes espirales de color, el amanecer me devolverá de nuevo a la cruda realidad