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Lugares de león donde la diosa madre pasó a llamarse María. David Gustavo López
from Revista de Antropología y Tradiciones Populares Nº7
by Sociedad Española de Antropología y Tradiciones Populares
LUGARES DE LEÓN DONDE LA DIOSA MADRE PASÓ A LLAMARSE MARÍA Por David Gustavo López (Cronista de la provincia de León)
LA VIRGEN DEL OLMO
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Hay un aspecto que se repite constantemente en las leyendas que relatan la aparición o el hallazgo de la imagen de una santo, de una Virgen o de un Cristo. Y comenzaremos con un sencillo ejemplo, el de la Virgen del Olmo, en el pequeño pueblo de Vallecillo, situado en la zona sur de la provincia de León, cerca de la conocida localidad jacobea de Sahagún. Y escojo ésta porque es la primera de este tipo que me contaron siendo yo un mozalbete. Recuerdo que me intrigó muchísimo, tanto, que después he sentido una atracción especial por todas las que tienen algún parecido con ella. Y por eso, quizá, este artículo.
Fue sorpresa entonces, aunque ya no lo sería ahora, contemplar en una repisilla de la iglesia, sobre una semiesfera del mundo, bien situada en lugar preferente, una talla románica de la Virgen, bastante deteriorada a pesar de los cuidados que debía recibir. Me pareció estar contemplando un tesoro de inmenso valor, aquella imagen, que tenía al Niño sobre su rodilla izquierda y que cuidadosamente sujetaba una manzana o una bola entre los dedos su mano derecha, me fascinaba. No sé si era su rostro serio, esculpido con rudeza, sus ojos saltones y su mirada fija, o si simplemente era el extasío ante una escena que parecía estar ocurriendo ochocientos años atrás.
Ilustración 1. Vallecillo. Imagen de la Virgen del Olmo (s. XII)
Más me impresionó todavía cuando una mujer del pueblo me contó su leyenda o, siendo más exacto, su historia en aquel momento. Es la Virgen del Olmo -me dijo-, la encontró un pastor en un hueco del tronco de un olmo. junto a la fuente de los Curquillos, en la raya con las tierras de Gordaliza del Pino. No se atrevió a tocarla y fue corriendo a dar aviso, primero en Gordaliza, que era su pueblo y le quedaba más cerca, y luego en Vallecillo, de donde también era el rebaño. Ante la noticia que se anunciaba, corrieron los vecinos de uno y otro pueblo hasta el lugar indicado. Primero llegaron los de Gordaliza, quienes, llevados por una ansiosa curiosidad, trataron de extraer la imagen, pero no pudieron, aquello parecía formar cuerpo con el árbol y resultaba imposible de extraer. Llegaron los de Vallecillo y, cuando el primero de ellos puso su mano sobre la Virgen, esta se movió y con facilidad la sacó del árbol. Es fácil imaginar la cara de asombro y la exclamación al unísono de toda aquella gente ¡Milagro! ¡Esto es un milagro! Sí, era un milagro y, además, estaba claro que la Virgen había escogido Vallecillo. Todos felices -unos más que otros, se sospecha-, la llevaron en procesión hasta la iglesia de Vallecillo , el lugar que parecía ser de su preferencia. Es de suponer que aquella tarde hubo fiesta, rezos en la iglesia y cánticos y bailes en la plaza. Pero ¡oh disgusto!, por la mañana la Virgen del Olmo -con este nombre habían empezado a llamarla- no estaba en el sitio donde la habían dejado. Rebuscaron por toda la iglesia, pero, nada, allí no estaba. Pensaron en algún ladrón, incluso alguna casa de gente que no era muy de religión fue asaltada y revuelta, pero también sin resultado.
De pronto, el pastor, que, como cualquier otro día, había salido con las ovejas, llegó al pueblo corriendo y gritando ¡La Virgen! ¡Está la Virgen en la fuente! Nadie entendió muy bien lo que ocurría, pero todos salieron corriendo tras el pastor. Llegaron al viejo olmo y a la fuente de los Curquillos Allí lo vieron claro enseguida: al lado del olmo y de la fuente estaba la Virgen en pie. Allí mismo, bajo las ramas del gran árbol, el pueblo se reunió en concejo abierto y, tras deliberar, llegaron a la conclusión de que la Señora quería quedarse con ellos, pero no en la iglesia ni en el pueblo sino allí, en una ermita que debían construirle Y la construyeron, en la compañía de su olmo y de su fuente.
Y perduró unos cuantos siglos, reuniendo al pueblo para celebrar su fiesta el 8 de septiembre. Madoz, en su Diccionario Geográfico, concluido en 1850, se refiere a ella entre las cosas que posee el pueblo: ( ) una ermita, Ntra. Sra. del Olmo, y una fuente de buenas aguas . Después, vinieron malos tiempos, la ruina se apoderó del edificio, y a la imagen no le quedó más remedio que dar su brazo a torcer y admitir que la condujesen a la iglesia, dedicada a San Pedro, pero donde siempre ha sido objeto de cuidado preferente1 .
Ilustración 2. Torre de la iglesia de Vallecillo (s.XV).
SINCRETISMO CRISTIANO
Quedan claras las intenciones que alguien quiso esconder tras esta leyenda inocente. Por un lado, la reiteración de hallazgos o de apariciones en un determinado lugar nos está mostrando que ese es el lugar, que en él es donde debe otorgarse culto para que, de forma simultánea, éste sea dirigido a la Virgen y a quien se esconde tras ella. Y ahora viene la segunda pregunta: ¿quién es el tapado? La respuesta es sencilla: el ídolo, la imagen o el objeto sagrado al que se pretende sustituir por el recién llegado. En el caso de nuestra leyenda, el olmo o la fuente o, casi seguro, las dos cosas al mismo tiempo, unos elementos que eran propios de los cultos de astures celtizados que habitaban estos pagos antes de la llegada de los romanos. Con ello, se está gestando una operación de sincretismo religioso, algo que ha venido realizándose repetidamente a lo largo de la historia de las religiones, siempre que el conquistador o el dominador ideológico han intentado que sus creencias suplanten a las del
dominado sin imponerlas por la fuerza, solo mediante convicción o engaño, pues la eficacia de este método es indudablemente superior. De esta forma, el dominado seguirá dirigiendo sus plegarias a quien siempre se las dirigió, pero un nuevo rostro va entreverando al del ser sagrado original, y la liturgia pagana, que en lo posible incluso será admitida por el dominador, contribuirá a que el paso se dé secuencialmente y sin rechazo.
Una evidencia de lo habituales que eran estas operaciones de sincretismo religioso la tenemos en las palabras con las que Gregorio Magno contestó a Agustín de Canterbury cuando éste, con motivo de las misiones en tierras británicas, le preguntó qué debían hacer con los lugares de culto de los anglos y sajones. La contestación a Agustín le llegó, en julio del año 601, a través de una carta dirigida a Mellito, obispo de Londres -conocida como Epistola ad Mellitium-, el Papa era claro:
los templos de los ídolos de aquellas gentes no deben ser destruidos; sólo los ídolos que en ellas se encuentran; que con agua bendita se rocíen y bendigan los mismos templos, que sean construidos los altares y Miniatura del papa en el depositadas las reliquias: Registrum Gregorii c. 983. porque si los mencionados templos están bien construidos, es necesario que ellos vean cambiado su antiguo culto a los demonios por el culto al verdadero Dios; que mientras el pueblo no vea sus templos destruidos, más fácilmente podrán abandonar el error de su alma y ser movidos con mayor prontitud, al frecuentar sus lugares acostumbrados, al conocimiento y adoración del verdadero Dios. Y, puesto que están habituados a matar muchos bueyes en sacrificio a los demonios, se les puede conceder el celebrar alguna festividad de este género pero bajo otra forma, y de este modo en los días de “dedicación” o natalicio de los Santos Mártires, de quienes poseen las reliquias, hagan “ramadas” alrededor de los templos transformados ahora en iglesias, y que tengan solemnes ceremonias en conjunto, después de cada festividad religiosa; y que no sacrifiquen más animales al demonio, sino que lo hagan a la gloria de Dios”.
Se trata, sin duda, del mejor testimonio sobre cómo una amistosa operación de sincretismo era el sistema más valorado para la conversión de los infieles al cristianismo, y sobre qué pasos debían seguirs para asegurar su éxito2 .
Ilustración 3. Supuesto sepulcro de San Vicente y San Pelayo y un ara a los dioses Queunuros en el interior de la ermita de san Lorenzo, en La Vid (León)
PAGANOS RECALCITRANTES HASTA LA EDAD MEDIA
A nadie le cabe duda de que implantar el cristianismo en Hispania fue una labor que requirió tesón, organización y tiempo. Y no requiriendo en todos los lugares lo mismo, casi podríamos decir que fue más fácil en aquellos territorios que primero habían sucumbido a la dominación romana, destacando la Bética y el arco mediterráneo de la Tarraconense.
Por el contrario, esta penetración del cristianismo a nivel popular fue mucho más difícil hacia occidente, en las tierras más tardíamente conquistadas, como fueron las de cántabros, astures y, una parte de los galaicos -la zona más cercana a la costa ya había sido reducida en las campañas de Julio Bruto (137 a. C,) y Julio César (61-60 a. C.).
Ilustración 4. Mapa de los pueblos prerromanos de la Península Ibérica (lahistoriaconmapas.com)
Quizá por esta razón, fueron los citados pueblos, de fuertes influencias célticas en su religión, quienes permanecieron más largo tiempo aferrados a sus creencias, muy vinculadas con cultos a los elementos de la naturaleza y a los astros, siendo menos receptivos a la doctrina cristiana y, cuando acaso se Ilustración 5. Gallaecia y reino suevo en siglo V. abrieron a ella, adoptaron una línea no muy ortodoxa que compaginaba ambas creencias. Por eso, en la provincia romana de Gallaecia -establecida por el emperador Diocleciano hacia el año 300, integrando a los conventos Lucensis, Bracarensis y Asturicensis, con sus respectivas cabezas en las actuales ciudades de Lugo, Braga y Astorga- fue donde mejor acogida encontraron las doctrinas predicadas por el obispo Prisciliano, natural de este territorio y artífice del movimiento ascético conocido como priscilianismo.
Ilustración 6. Prisciliano, según Sergio Vázquez Menéndez y Pelayo, en su Historia de los heterodoxos españoles, atribuye tan fácil difusión a las analogías entre esta doctrina y el celtismo del que estaban imbuidas las religiones indígenas de la zona . En el año 385, Prisciliano y seis seguidores suyos fueron juzgados y ejecutados en Tréveris (Alemania), ante el emperador Máximo, por causa
de las acusaciones de brujería y gnosticismo vertidas por algunos obispos como Higinio de Córdoba, Idacio de Mérida e Itacio de Ossonoba (Faro, Portugal), que estaban preocupados por la denuncia permanente que Prisciliano hacía de la unión de la Iglesia con el Estado imperial y del enriquecimiento y corrupción de las jerarquías eclesiásticas. No obstante, hubo figuras como San Martín de Tours y San Juan Crisóstomo que protestaron contra tal decisión.
El profundo arraigo del priscilianismo en el noroeste peninsular, que, según los grandes historiadores Mc Kenna y José María Blázquez3/4 , adquirió mayor fuerza expansiva tras la ejecución de su predicador, y supuso, incluso, una revitalización de las religión indígena, fue la causa principal para que, todavía doscientos años después de morir Prisciliano, el Concilio de Braga I (año 561) emitiese diecisiete cánones contra los seguidores de esta doctrina, evidenciándose la persistencia en conceptos gnóstico-panteístas, en el sometimiento a las efemérides astronómicas del Sol y de la Luna y en la superstición astrológica. Se traslucía en todo ello la prevalencia del concepto teosófico del mundo, es decir, con participación de la naturaleza divina en animales, plantas y seres inanimados.
Pero las condenas de este primer sínodo no debieron dar resultados muy satisfactorios, pues el Concilio de Braga II (año 572 tuvo que reincidir en las mismas herejías, y de sus debates surgió el documento De Correctione Rusticorum5 , escrito por el presidente del sínodo San Martín de Braga o de Dumio en atención a la solicitud cursada por el obispo de Astorga Polemio, muy preocupado por la fuerza que estas creencias y rituales paganos tenían en su diócesis, en la cual aún permanecían influencias priscilianistas, muy arraigadas desde que su sede episcopal estuviera ocupada por el obispo Dictinio (años ¿390? al 430), discípulo de Prisciliano y autor del libro más importante que recogía esta doctrina: Libra.
3 José María Blázquez: “Prisciliano y el priscilianismo”. Cuadernos del Norte. Oviedo, 1982. 4 José María Blázquez: Religiones en la España antigua. Madrid 1991. 5 San Martín de Braga, Javier Correa Corredoira, José Eduardo López Pereira: De Correctione Rusticorum. Editorial Espiral Maior, A Coruña, 1997.
De Correctione Rusticorum recomienda abandonar determinados cultos a elementos de la naturaleza, como ofrecer sacrificios en los montes altos, en los ríos y en los bosques frondosos, encender cirios a las piedras, a los árboles y a las fuentes y en las encrucijadas. Porque de todo ello dice textualmente ¿qué otra cosa es sino culto al diablo? . Añade, incluso, cuestiones menores, cuyas reminiscencias todavía vemos hoy día como adornar las mesas, poner coronas de laurel en la entrada de las casas, derramar en el fogón sobre la leña alimentos y vino . Más contundente todavía fue, a pesar de haber transcurrido otros cien años, el XII Concilio de Toledo, celebrado en el año 675, que condena a los adoradores de ídolos, a los que veneran las piedras y los árboles Pero el arraigo de estas creencias era tan fuerte que, transcurridos más de mil años desde aquellos concilios de Braga, otro obispo de Astorga, Pedro Rojas, dicta en 1595 unas constituciones sinodales en las que prohíbe casi las mismas cosas, incluyendo pasar bajo álamos, ciruelos y otros árboles en la noche de San Juan. ¿A qué conclusiones nos lleva todo lo dicho? Sencillamente a que las primitivas creencias indígenas -astures en lo concerniente al territorio que estamos tratando-, muy centradas en rendir culto a algunos montes elevados, a determinados ríos, árboles y plantas, fuentes y otros elementos geológicos, pervivieron, agazapadas tras el cristianismo, durante muchos siglos. Por ello fueron necesarias actuaciones eclesiásticas específicamente orientadas a desmontar estos residuos paganos que estaban interfiriendo con la consolidación de la religión cristiana como la única verdadera.
Ilustración 7. Pedestal de plata repujada de la Virgen de la Encina (Ponferrada). Dicen que recubre un trozo del árbol donde se apareció. Los medallones inferiores representan encinas. Fue regalo de su devoto el rey Felipe V
UNA OPERACIÓN BAJO LA APARIENCIA DE CUENTO PARA NIÑOS
Era imprescindible popularizar el culto a la Virgen María. Habían pasado varios siglos desde que el Concilio de Éfeso, celebrado en el año 431, la proclamase Madre de Dios y, sin embargo, a nivel de la calle esta prerrogativa de culto preferente parecía seguir teniéndola la Gran Diosa o Diosa Madre, cuyo reinado se remonta a la Edad del Bronce o incluso a tiempos neolíticos.
Fueron los benedictinos quienes dieron el gran impulso a la devoción y culto a la Virgen, seguidos de los cluniacenses y cistercienses, estos últimos merced al empuje que imprimió San Bernardo de Claraval, el reformador de la orden. Pocas dudas me quedan de que el fenómeno expansivo de la devoción mariana aconteció tras un perfecto estudio y programación de un modus operandi que fue divulgado con secreto entre clérigos y monjes de confianza . Solo así se explica que, en todos aquellos lugares cristianos donde podemos percibir la existencia de un culto pagano anterior, la imagen de la Virgen o la de un santo -el método se amplió también a aquellos casos en los que la naturaleza de la deidad pagana encajaba mejor con las cualidades de algún santo- es hallada de forma accidental y supuestamente milagrosa por un niño o un pastor en el lugar sagrado donde todavía, consciente o inconscientemente, proseguía el culto pagano al espíritu del lugar o incluso al lugar mismo, vinculado al latir de la Gran Diosa o Diosa Madre o al de alguna otra deidad.
Ilustración 8. Borrenes. La Virgen de la Vega (románica, s. XII), en su romería de Pascua
El método expuesto, que hoy consideraríamos infantil, muy probablemente era el más adecuado para aquella época medieval -y posterior, también-, donde la ignorancia, el oscurantismo, las prédicas y las representaciones aterradoras debían ser lo común. Un suceso inocente y lleno de luz como el descrito de la Virgen del Olmo, protagonizado por un inocente pastor, resplandecería y generaría ilusión entre los fieles y aquellos a quienes se pretendía terminar de convencer, proporcionando nuevos devotos y convertidos que fueron simiente para fomentar una oleada de descubrimientos milagrosos, pues, además, bastaba el llamado método inspiracional o del sentir interno de los jueces, para que la aparición fuese reconocida de inmediato y se procediera a erigir una ermita o un santuario en el lugar donde había acaecido la presencia o el hallazgo.
SE SUCEDEN LOS MILAGROS
Después de analizar algunas leyendas, se comprueba cómo lo que ocurre tras un hallazgo milagroso también se repite con frecuencia: la imagen no puede moverse del lugar donde fue hallada, está como anclada al suelo, y la comunidad, con el clérigo a la cabeza, conviene que si la Virgen o el santo han escogido ese sitio, allí mismo deberá construirse una ermita dedicada a su advocación, cuyo nombre será con frecuencia el del motivo pagano que se reemplaza: Virgen de la Encina, de Carrasconte, de la Peña, del Castro, de Fontebar, etc. Ejemplo simpático es el de San Tirso, en Manzanal del Puerto -hoy casi al lado de la A-6-, que hacía penitencia en el hueco de una roca de donde nadie había sido capaz de sacarle, hasta que un día pasó por allí cerca un carretero y, tirando con un buey, consiguió llevárselo con él, pero a unos cientos de metros los bueyes se detuvieron y el carro se incendió. La cueva dio paso a una ermita rupestre, sobre cuya ventanita de oraciones se halla incrustada y olvidada una estela de guerrero, casi seguro de carácter sagrado en la Edad del Hierro. El día de la fiesta, los devotos de San Tirso -patrono de las enfermedades óseas y reumáticas- perduran en el rito del aserrado, pasando el serrucho que es atributo del santo sobre la zona de su cuerpo que tiene la dolencia. Simular ante la gente que la imagen no se podía mover debía resultar difícil para quien hubiera de preparar la supuesta aparición, motivo por el que era más frecuente organizar su traslado a la iglesia del pueblo, donde le sería otorgado culto. El milagro se producía por la noche, pues, al día siguiente, la imagen había desaparecido del templo y era de nuevo encontrada en el lugar de su primer hallazgo. Como quiera que el milagro se repetía cada vez que la imagen era llevada otra vez a la iglesia, los fieles y las autoridades competentes terminaban convencidos de que la Virgen o el santo tenían preferencia por el lugar de la aparición o, también con mucha frecuencia, por otro sitio no lejano, siendo allí donde debería levantarse la ermita. De esta forma, el ideólogo conseguía que el culto antiguo fuese suplantado por el de la imagen aparecida . Es el mismo sistema que hemos descrito en la leyenda de la Virgen del Olmo. Tan solo en la provincia de León tengo registrados treinta y un casos de vírgenes y doce de santos y cristos cuyas leyendas repiten este mismo ir y venir caprichoso. Vamos a resumir algunas de ellas. La Virgen de Riosol, fue encontrada, claro está, por un joven pastor en el paraje de La Serrilla, donde con sus propias manos se puso a construir una pequeña ermita de madera. Como el lugar no debía ser el preferido de la aparecida, voló por los aires, con pastor y tablones, hasta el emplazamiento actual, al lado de la carretera que asciende al puerto de Tarna, límite con Asturias, lugar de praderas, agua y belleza hierofánica.
Pero más huidiza fue todavía Santa Catalina de Secarejo, de imagen gótica, que iba y venía entre el lugar del hallazgo y la casa del pastor, hasta que el chaval, para evitar su escapada, la ató por un brazo a su morral lleno de piedras. Por la mañana, el morral estaba en su sitio, sí, pero solo el brazo de la imagen permanecía allí atado, el resto se había fugado. La ermita prosigue, junto a unas antiguas minas romanas, y a ella acuden los pueblos del entorno, cada uno en la fecha que tiene señalada.
Ilustración 10. Ermita de San Tirso (Manzanal). Estela de guerrero con ojo de divinidad, S. X-VII a.C.
Ilustración 11. La Virgen de Riosol procesiona por el lugar que eligió, esta vez sin volar
Ilustración 13. Virgen de la Zarza, en Matadeón de los Oteros
Más sencillas son en su actuación, solo yendo y viniendo para señalar su preferencia, las vírgenes del Arrabal, en Laguna de Negrillos , y las de la Zarza en Villamañán y en Matadeón de los Oteros , que entre zarzas fueron halladas; también la del Roblo, encontrada en un roble equidistante de Valbuena, Salamón y las Salas; de parecida forma actuaron las de la Peña, en Congosto, y de Fontebar (fuente Alta), en San Esteban de Valdueza, una aparecida en la cima de una montaña rocosa y otra en la fuente de una ladera.
Por alguna razón, no quisieron ir con los monjes benedictinos que las habían encontrado y, casi seguro, inventado , ni la Virgen de la Aquiana -llamada de la Guiana, por ser, según tradición, la guiadora de almas, a quien las gentes de la zona siguen implorando en la hora de la muerte-, que prefirió una ermita en el pico sagrado de la Aquiana (del Águila) antes que irse al monasterio de San Pedro de Montes, ni la Virgen de Villamoros, que seleccionó un recogido rincón entre las riberas del Esla y del Porma y dejó de lado al poderoso monasterio de San Pedro de Eslonza.
Más ingenioso fue el Santo Tirso, de Boca de Huérgano otra vez San Tirso-, que, cuando los vecinos se lo llevaban en procesión desde la roca en que fue hallado hacia la iglesia del pueblo, al cruzar el río le dio sigilosamente la vuelta al puente, de modo que todos, sin percatarse, continuaron su marcha, pero otra vez en dirección al punto de partida, que era donde el santo quería que se le construyese la ermita. Especialistas en frenar los bueyes que tiraban del carro en el que las imágenes eran transportadas hacia sus respectivos pueblos hay varias, como Santa Marina, en Luyego, que paró el carro en mitad del río Duerna, pues la habían encontrado en una fuente que mana en la orilla y allí tuvieron que volver y construir su ermita; algo parecido ocurrió con la Virgen de Quintanilla -de talla románica-, en Riaño, que apareció junto a sus dos compañeras -dos imágenes de santas- y, como quiera que el carro que la llevaba solo cargaba con ella y no con las otras dos, se paró cruzando el río y de allí no se movió hasta que alguien se percató del detalle, y volvieron a por ellas. Por eso, la Virgen de Quintanilla y sus compañeras todavía hoy constituyen una tríada inseparable, como las matres o diosas triples de los celtas.
Montajes claros para sustituir el culto a ídolos o piedras sagradas que aún se conservan -solo en la provincia de León he registrado veintitres casos- todos inconfundibles: el menhir horadado a la puerta del santuario de Ntra. Sra. de Carrasconte; las estelas sagradas, astures y cántabras, incrustadas al lado de la puerta de la ermita de la Virgen de Boínas, en Robles de la Valcueva, y en los muros de la Virgen de la Vega (Sorriba) y en la de San Roque (Remolina); el ídolo de la Edad del Bronce en un muro de la iglesia de San Vicente (Candanedo de Boñar); los petroglifos existentes muy cerca de la ermita de la Virgen de Lazado (Villasecino) y que son mencionados en su leyenda; el ara a los dioses astures Queunuros en el centro de la ermita de San Lorenzo (La Vid) (ilustración Nº3); el mojón sagrado al pie del altar de la Virgen de Camposagrado, y otro casi a la puerta del santuario de Ntra. Sra. de Pandorado. Del conjunto he seleccionado un par de casos que, al menos, me parecen curiosos. Entre los pueblos omañeses de Rodicol y Sabugo, al pie de un castro o montículo donde se especula que existió poblado primitivo, se alza la sencilla ermita de la Virgen de la Seita (Sentada), de quien se cuenta que su imagen fue hallada por un pastor en la parte alta del montículo. Estaba dentro de una arqueta de piedra que solo pudieron abrir con la ayuda de un buey. Cuando se la llevaron a Rodicol, se escapó al castro del hallazgo, pero a su parte baja. La volvieron a llevar, pero esta vez a Sabugo, y ocurrió lo mismo.
Ilustración 14. La Virgen de La Guiana (s. XIII) sigue procesionando al pie del Pico de la Aquiana (al fondo) Ilustración 15. La Virgen de Quintanilla peregrina desde el Nuevo Riaño hasta su ermita. Las inseparables compañeras (señaladas con flechas) son llevadas detrás, en brazos de los fieles
Se interpretaron los milagros y al pie del castro construyeron su ermita. Pasaron siglos y, un buen día de 1964, un grupo de Misión Rescate de la escuela del pueblo, con su maestra Conchita Farto al frente, encontraron una curiosa piedra cerca de la ermita.
Está tallada, posee forma fálica y tiene grabadas representaciones de vulvas y un hoyo. El prestigioso arqueólogo Almagro Basch la estudió y resultó ser un ídolo femenino de la Edad del Bronce, aproximadamente del 2000 a. de C. Se conserva en un museo de la Diputación de León, y la Virgen de la Seita, de bella imagen románica, continúa celebrando su romería anual.
Ilustración 17. Virgen de la Seita, con evidente deterioro (s. XIII) Ilustración 18. Ídolo de Rodicol. Edad del Bronce (2000-1800 a.C.)
Ilustración 19. Ídolo de Matallana de Valmadrigal. Dicen que es el estómago del buey Parecida a la leyenda anterior, pero con San Cristóbal de protagonista, es la relatada en Matallana de Valmadrigal, un pueblo de la llanura leonesa. El consabido pastor encontró una imagen de un santo con Jesús a hombros, pero ni él ni todo el pueblo que vino después la pudieron mover. Trajeron un buey, y tampoco pudo con ella, pero tanto esfuerzo hizo que reventó y se le salieron las vísceras. Estaba claro que allí, en medio de la llanura, tenían que construir una ermita. Para inmortalizar la memoria del buey, en una esquina exterior colocaron su estómago petrificado. Y allí está, un gran canto rodado,
un tanto deforme, algo fálico y extraño a este lugar, que muestra un agujero, como si fuera un profundo gua, que casi seguro es el ojo del dios, el ojo que todo lo ve.
La romería con procesión, bendición de los campos y canto del ramo al patrón, continúa celebrándose por la festividad de San Cristóbal (10 de julio).
Ilustración 20. Con el ramo de rosquillas abriendo paso, San Cristóbal sale a bendecir los campos
El relato, ni siquiera resumido, de los casos existentes sobrepasaría con mucho el espacio de esta revista. Por eso, una sencilla tipificación cuantificada servirá para conocer el elevado número de leyendas -historias para sus devotos- sobre hallazgos milagrosos de imágenes (apariciones) que he recogido en la provincia de León, y eso a pesar de tener la seguridad de que existen muchas más, pero me ha faltado la suerte de dar con ellas. Y, reitero, solo me estoy refiriendo a los casos de apariciones , que en la tabla nº 1 vemos que se elevan a noventa, dejando en otro grupo las imágenes supuestamente milagrosas cuya leyenda no indica que tengan su origen en una manifestación prodigiosa.
Hay que resaltar que de las noventa hay un elevado porcentaje (46% = 42 leyendas) en el que la tradición oral ya posee grandes lagunas que las hacen tan imprecisas que ni las personas mayores del lugar han sido capaces de recordar cómo ocurrió el milagro , aunque sí mantienen memoria de otros detalles como el lugar y lo que allí había. Solo en un caso este aspecto era también desconocido.
Es muy importante reseñar, en favor de las tesis mantenidas en este artículo sobre la previa preparación del milagro , que solo en cinco casos la imagen permaneció como anclada al suelo para determinar el lugar donde debía erigirse la ermita. Por otro lado, en veinte relatos la imagen, tras su hallazgo milagroso, es llevada por el pueblo a otro lugar (normalmente la iglesia), produciéndose de nuevo el regreso a escondidas al lugar inicial, que es donde está la fuente de culto antiguo. A este grupo debe añadirse, por similitud de formas y posibles intenciones, otras veintitrés que también vuelven a escapar para reaparecer en otro punto que no es el del hallazgo inicial, porque es aquí donde suele estar el motivo de culto antiguo.
Un dato de interés para posibles estudios futuros es que, de los 90 casos totales, 66 son imágenes de la Virgen, 20 de distintos santos, 3 de Cristo y 1 de O Demín (el Demonio), esta última con leyenda insólita que rompe todos los esquemas y narra cómo un grupo de jóvenes se llevó de la ermita del Ángel de la Guarda una horrorosa representación del diablo. Fueron con ella a un monte cercano con intención de apedrearla y reírse un rato. Pero, O Demín quedó anclado al suelo, inmovible. Solo cuando unos niños tocaron la imagen, esta pudo moverse y los jóvenes, aterrorizados, la devolvieron a la ermita. El suceso causó estupor entre los vecinos de Parajís (Ancares leoneses, municipio de Balboa) y, desde entonces, tiene su espacio en la ermita -compartido con el Ángel de la Guarda- e, incluso, no le faltan flores ni devotos.
Queda bastante claro que, al analizar un número suficiente de casos como para realizar una pequeña estadística, los hallazgos o apariciones de imágenes de vírgenes y santos se obtienen resultados que demuestran la operación de sincretismo religioso de la que han sido objeto.
Ilustración 21. O Demín de Parajís