Sicuris, máscaras y diablos danzantes
ILUSTRADOS, MODERNIZADORES Y DESINDIANIZADORES: «(…) PRESENCIAR UNA FIESTA RELIGIOSA INDÍGENA ES PRESENCIAR UN ESPECTÁCULO REPUGNANTE DE EMBRIAGUEZ Y SUPERSTICIÓN» Mestiza del pueblo de Ácora, ¿Por qué te ríes de mi cuando bailo para Jesús, mi amo? Mestiza del pueblo de Ácora, ¿Por qué me escuchas cuando bailo para mi padre, el gobernador? Rosendo A. Huirse, Danzas indígenas, 1937
A partir del siglo XVIII, la llegada de los postulados modernizadores y la Ilustración a los Andes, planteó la necesidad de erradicar un conjunto de prácticas populares, medida necesaria en la consolidación de un proyecto de gobierno y de sociedad moderno. Esta tarea exigía las normalizaciones de diferentes expresiones festivas y de piedad popular fuertemente arraigadas en la tradición cultural urbana e campesina. Numerosos testimonios de la época dan fe de esta visión progresista y ascética que buscó regular los “excesos” propios de los sectores populares, tanto campesinos indígenas como urbanos. En estos se hace evidente la fuerte crítica que estos hombres de letras: viajeros, visitadores y autoridades locales, civiles y religiosas, tienen acerca de los «vicios» y el desborde que se reproducen en la fiesta popular. Como ha señalado Juan Carlos Estenssoro, desde las reformas presentadas por Antonio Barroeta, “primer arzobispo ilustrado” de Lima, en la década de 1750, se intentó prohibir aquellas prácticas religiosas que favorecían el comportamiento festivo de los sectores populares: el lenguaje barroco en los sermones, la música excesivamente recargada en las iglesias y, por supuesto, los “abusos” en las representaciones musicales y coreográficas que se desarrollaban en las procesiones: «(…) Barroeta luchará por no permitir que, en ninguna ceremonia religiosa, pero principalmente en procesiones y celebraciones de cofradías, se utilizara otra música que no fuera el canto gregoriano, que era la única que solo podía identificarse con la iglesia como institución. De esta manera se eliminaba la presencia de música profana, teatral y también de composiciones que incluían elementos populares que eran directamente “aires de la tierra”» (Estenssoro, 1997: 184).
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