Cristina Esteras, los atriles-sacra se hicieron típicos desde principios del siglo XVIII, aunque es probable que el modelo haya comenzado a usarse desde finales del siglo anterior.37
[Faroles procesionales, siglo XVIII Museo Colonial] Estos faroles se usaban siempre en pareja e iban anclados a una estructura de madera. Caracterizados principalmente por sus ornamentos, componen cada farol cuatro secciones con anillos en las uniones, en los que se envuelven hojas de acanto formando una cinta con una lámina soldada, la cual contiene un cilindro para alojar la luz. Sobre ella está el cuerpo del farol propiamente dicho, el cual presenta una variedad de ornamentos cincelados y calados en cuyo centro se forma un medallón. Se puede observar una puerta con bisagras adornada con un águila bicéfala coronada con una argolla para poder cerrarla. En la parte superior se encuentra otra lámina que remata con una corona pequeña adornada por hojas de acanto.38
La luz ha tenido un lugar destacado tanto en actos públicos civiles como religiosos. A lo largo del tiempo, se ha hecho presente de diversas formas —desde antorchas hasta candelabros y todo 34 · Los atriles franciscanos
todo tipo de objetos luminosos—, cargándose de significados simbólicos. El simbolismo de la luz en el mundo colonial se asocia fundamentalmente a Dios, considerado como la luz del mundo y a la Biblia, luz de la verdad absoluta, fuente de vida, felicidad y salvación. A nivel religioso la luz también se asocia a los santos apóstoles, cuyo papel era “iluminar”, es decir predicar el evangelio.
En estos faroles de la colección del Museo Colonial, el águila bicéfala también aparece como el motivo central de la ornamentación.