3 minute read

Un pequeño sueño

Por Sergio Colin

La realidad es tan parecida a un sueño. Es 13 de marzo y un largo puente se acerca, es hoy o nunca, he estado evitando este momento por todo el mes, pero ya no, hoy enfrentaré mis miedos, cruzaré aquel abismo hasta encontrarme con ella. La mañana es fría pero soleada, el pasto nunca lo había visto tan verde, las pequeñas gotas de rocío brillan con el rayo de sol. Mientras me pierdo en singularidades, me percato de que viene frente a mí, aquella chica que es dueña de mis pasiones, tiene el poder de erizar mi piel, deleitar mi corazón y exaltar mis sentidos.

Advertisement

Nos conocemos, los encuentros se han convertido en rutina, al comer, caminar entre edificios, en la biblioteca, levanto mi vista y ella está ahí, a unos cuantos metros de distancia, al principio solo era una mirada rápida, siempre tan bella. Al poco tiempo ella se empezó a percatar de mi constante presencia y las miradas se convirtieron en sonrisas. Era nuestro saludo, un vistazo y en ambos se dibujaba una sonrisa, nos decíamos “Hola hace tiempo no te veía”. Hoy va a ser distinto, estoy cansado de todo eso, necesito más de ella, quiero que conozca mi nombre, hoy sabrá quien soy.

Viene hacia mí, camina como si el mundo le perteneciera, con esa nariz perfecta, su piel blanca y frágil, algunos pensaran que es la niña de lo más tierna, pero sé que no es así, desde la primera vez que la vi supe que su mirada era diferente, ahí había un misterio que me llamaba, llegaré al final de él. Sabía que le hablaría, se paró frente a mí, como si el mundo dependiera de ello puse todos mis miedos muy en lo profundo de mi ser, siento como si fuéramos viejos amigos que no han hablado en un largo tiempo, no hay presiones, solo nos dejamos llevar.

Es el último día de escuela, un virus extranjero las suspenderá por un tiempo indefinido, es ahora o nunca; la invito a desayunar a la cafetería de diseño a lo cual emocionada acepta, a medio camino justo en el estacionamiento de los frontones de ingeniería, me hace una pregunta de lo más extraña ¿Qué estás buscando conmigo? Me sentí atrapado, era una pregunta capciosa, sin saber lo que pasaría decidí decirle la verdad, no esperaba nada con ella, solo estaba viviendo el momento, estaba listo para aceptar lo que fuera a pasar. Para mi sorpresa parece alegrarle mi respuesta, paró su caminar y se me quedó mirando de una manera perversa, una vez más me mostró sus perfectos dientes y tomó mi mano. Solo me dijo “Tengo una mejor idea”, me llevó al área de posgrado y en el jardín afuera de la biblioteca se detuvo frente a mí, soy más alto que ella por una cabeza, se paró de puntas y se acercó a mí hasta rozar sus labios con los míos, sabía muy bien lo que hacía, solo para seducirla la agarré por su nuca y acaricié con firmeza toda su cabellera, lo hice durante unos cuantos segundos antes de besarla. Sus labios son de los más carnosos y mojados, cada vez que la beso, la intensidad recorre todo su cuerpo y termina en sus manos que me abrazan. Tras unos minutos nos miramos y ambos teníamos la misma idea, no fueron necesarias más palabras, tan solo caminamos a aquel lugar.

Han notado aquellos solitarios rincones en la biblioteca de posgrado, los viejos muebles crean un espacio único en el mundo, donde por un limitado tiempo te puedes sentir el rey del mundo. Yo le dije “venero” y ella me contestó “cuenca”. Nunca más volvimos a hablar, no hizo falta, cada quien se fue con su parte del botín, caminando en diferentes direcciones hacia un futuro incierto, su nombre me lo quedo yo.

This article is from: