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Una sombra anda en las tribunas
from Panteón - E-Revista
Salud y bienestar
D
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E P O R T E S
UNA SOMBRA ANDA EN LAS TRIBUNAS
GABRIELA VILLAR
El ingreso de hinchada visitante se ha puesto en duda en re- petidas ocasiones a causa de la violencia entre barras bravas. En 2005 ocurrió uno de los episodios más lamentables para el fútbol profesional colombiano; Cristián lo vivió en primera plana.
El futbol se ha ensuciado con manchas de violencia imborra- bles, asegura Cristian Gomez, un hincha de independiente Santa Fe desde que tiene memoria e inte- grante desde 2009 de la guardia al- birroja sur (barra brava fundada el 12 de enero de 1997). A partir de su entrada, ha tenido que vivir de cer- ca el fallecimiento de sus colegas y el miedo vehemente de perder su vida debido a los enfrentamientos y a su carácter “alzado”. Asegura que aunque con el paso del tiempo pierde el temor y percibe una dis- minución en la agresividad de las barras de otros equipos a lo largo y ancho del país, sigue realizando el mismo ritual desde hace 11 años: ora junto a su madre Adriana, reci- be su bendición y abraza a su her- mana Karen antes de salir. Aunque ama a su equipo, no se perdonaría dejar a su familia por culpa de una “gallina”, refiriéndose a los hinchas de su máximo rival, Millonarios Futbol club.
Adriana asegura “Siempre que se va Cristian yo quedo con el Jesús
en la boca, por muchos años yo in- tenté que ese muchacho se despe- gará del futbol, pero entre más lo alejada del Campín, más terminaba allá; tampoco quería que mi hijo fuera mi enemigo, así que comen- cé a apoyarlo con la condición de que siempre que saliera de la casa debíamos orar juntos y tenía que llamarme cuando entrará y sa- liera del estadio, así tampoco es que yo me calme mucho, pero al menos lo encomiendo a Dios y sé cuánto tiempo esperarlo sin co- menzar a desesperarme.”
Perdió la cuenta de cuántos de sus colegas han sido heridos o ase- sinados mientras daban la vida por su equipo, pero considera que unos lo han marcado más que otros. “En la barra se ven muchas cosas, eso es mentira que una barra es una fami- lia, aquí adentro también nos roba- mos los trapos, nos vamos a los gol- pes y no nos duelen los problemas que tienen muchos”, asegura él.
Recuerda el 11 de mayo de 2005 como un día que cambió su vida. Aún no pertenecía a la guardia,
por lo tanto entraba a la localidad oriental, muy tranquila para su gusto. Tenía 15 años e iba en compañía de sus compañeros de bachillerato Andrés y Camilo, quienes recolectaron monedas vendiendo dulces y manillas. “En ese tiempo estaban muy de moda y uno las vendía hasta en 500 pesos. En ese tiempo con 500 pesos uno se volvía loco, en específico esas boletas nos costaron como 10.000 pesos.”
Fue un mal partido desde el primer momento, y Santa Fe recibió 5 goles de parte del América. Al terminar el encuentro, los tres amigos esperaron unos cuantos minutos a que el estadio se fuera desocupando. “En ese momento yo escuché muchos gritos. Las locas del barón rojo sur se estaban pasando de norte para oriental. No reaccionamos en ese momento y yo me puse pálido porque casi que me había escapado de la casa para ir al estadio. Andrés me cogió del brazo y salimos pitados. Todo el mundo comenzó a salir corriendo. Los policías antes intentaban retener a la
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gente para que no hicieran desorden, porque no se dieron cuenta al inicio de lo que estaba pasando. Corrimos mucho. A mí se me cayó mi bufanda por el camino entre el estadio el campin y la calle 53. Cogimos el primer taxi que vimos”.
En el trayecto no solo se dieron cuenta de que no llevaban más de 2.000 pesos entre sus bolsillos; también notaron la ausencia del único teléfono que llevaban consigo. No tenían forma de pedir ayuda, “llegamos a mi casa y el taxista nos cobró un resto de plata, ya ni me acuerdo cuanto, subí hasta mi habitación y no tenía un peso, le pedí prestado a mi mamá, cuando
le dije la cifra me pellizco el brazo durísimo, pero me dio la plata”
Esa noche, Andrés y Camilo decidieron quedarse a dormir, ya no tenían más dinero para volver hasta sus casas y eran alrededor de las 11pm, buscaron en las noticias, pero ningún medio cubría el suceso como algo relevante, no dimensionaron la gravedad del asunto, hasta que al día siguiente su madre entró al cuarto alarmada, contándoles que dentro del estadio había muerto una persona y fuera de él había varios heridos, no sabían si agradecer o preocuparse, ellos pudieron haber sido los heridos.
Camilo no recuerda muy bien el suceso, “a mi pitaban los odios, como si me hubieran estallado algo cerca, no escuchaba los gritos de mis amigos diciéndome que los siguiera, tampoco escuche los policías que asegura Cristian nos gritaron para que no corriéramos. En un momento, cuando estábamos buscando un taxi, a mí me agarro una risa nerviosa, como quien dice que timbramos en una casa y salimos corriendo nada más, cuando nos subimos al taxi, yo me cagué de la risa, mientras Andrés y Cristian me miraban mal, incluso Andrés me dio un zape y me dijo que fuera serio. Me quedé callado y reaccioné, comencé a llorar al no entender nada de lo que estaba pasando. Ahora que lo pienso, me pude haber muerto y yo lo único que pensé fue en reírme.”
Después de este suceso, pese a considerarse uno de los más fieles devotos, su miedo le impidió ir al estadio por al menos 4 meses. “Luego de eso yo le daba muchas gracias a Dios, con el tiempo se me fue pasando, algunos detalles se me olvidaron, pero definitivamente no se olvida sentir la muerte tan cerca.”