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Introducción

Olaya, Lucho Pacini, Alfonso Ramírez, Pablo Lanzetta, Enrique Lüchau, Eduardo Ramírez Villamizar, Ramón Peñaranda, Álvaro González, Edgar Burbano y posiblemente José J. Angulo rodean a Luz Amorocho frente a la Facultad de Arquitectura en la Ciudad Universitaria, ca. 1941. Archivo Maldonado-Tió.

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“Marta Traba se despide”. Luz Amorocho y Marta Traba en las oficinas de Cuéllar Serrano Gómez, 1955. Revista Estampa 10, 22 de enero, 1955, 11.

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Para la realización de un libro sobre Luz Amorocho (1922-2019) confluyeron dos iniciativas: el propósito que venía por parte de Lucas Maldonado, una especie de hijo putativo de Luz, de recoger las vivencias y experiencias suyas y de varios amigos ante el dolor de su muerte, y el interés por parte del IDPC de incluir una mujer arquitecta dentro de la serie Homenajes que ha venido publicando en los últimos años, con la colaboración del Grupo de Investigación en Historia de la Arquitectura en América Latina (Gistal) de la Universidad Nacional. En una reunión a comienzos de 2020, presidida por el director del IDPC, Patrick Morales, se selló el compromiso de hacerlo en tiempo récord y para ello se designó a Ximena Bernal y a Alfredo Barón como colaboradores del proyecto por parte de la institución.

Este libro se compone, entonces, de dos partes distintas y complementarias. Por un lado, la visión de Lucas Maldonado, que no solo tuvo una entrañable cercanía con ella, sino que, a lo largo de los años, ha realizado una gran cantidad de entrevistas a amigos, familiares y otras personas que pudieron captar las irradiaciones que emanaban de esta mujer cuyo nombre, Luz, la define a cabalidad. Luz al oído es, pues, la visión íntima y cariñosa de quienes tuvieron el privilegio de su compañía. Por otro lado, está la visión desde fuera de ella, a cargo del Gistal de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional. Luz Amorocho, arquitecta da cuenta de una indagación minuciosa de toda la información que fue posible reunir sobre su vida y su trabajo profesional.

La invitación a hacer el libro Luz Amorocho, arquitecta era incitar a un desafío. La cercanía en el tiempo y la admiración que sentíamos por ella demandaron un esfuerzo por encontrar el tono preciso de la narración para abordar las múltiples facetas de su vida y obra sin traicionar su perfil verdadero, sus creencias, sus certidumbres, sus dudas y sus luchas incesantes en distintos frentes. Luz fue conocida como la primera mujer en graduarse como arquitecta en Colombia y pretendimos entender cuál era el significado profundo de ese hecho aparentemente tan sencillo. Ser mujer en la Colombia que le tocó vivir fue para ella, que no era convencional en ninguna de sus acepciones y que sentía un incontenible deseo de autenticidad, un permanente reto de construcción personal. Ser arquitecta en un país que sobrevalora la “obra” como la definición del éxito profesional la llevó a considerarse una arquitecta discreta que no merecía un lugar en la historia de la arquitectura; pero sus trabajos son un ejemplo de inventar una manera de ejercer la profesión de manera imaginativa, responsable y ética.

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En una entrevista que Marta Traba le hizo a Luz cuando era muy joven y a la que irónicamente tituló “La arquitecto, Luz Amorocho”, capta los rasgos fundamentales de su actitud frente a la profesión:

Mientras Luz me va enumerando a regañadientes, esta apreciable cantidad de obras en cuyo planeamiento y realización ha tomado parte, pienso la lucha que sostuvimos telefónicamente, yo para convencerla de sus méritos y ella alegando no tener ninguno que justificara una entrevista periodística. Luz es muy sencilla y no le parece haber hecho nada demasiado interesante como no sea para ella misma: el que ha tenido la esperanza, al comenzar este artículo, de conocer opiniones audaces en el tema de la arquitectura, se llevará una desilusión: Luz no quiere imponernos de ninguna manera sus conocimientos y no hay manera de que la cronista la arrastre por la pendiente de la vanidad personal, que hace decir tantas cosas estrafalarias como insulsas. […] no es que la mujer más inteligente y culta se encierre en su escritorio tramando cómo interesar a los que la rodean, sino que ese interés surge a su alrededor, naturalmente, por la conversación, la cultura, la simpatía, el desparpajo. Todo esto me viene a la cabeza pensando en Luz Amorocho, una de las pocas “arquitectas” de Bogotá. Conocí a Luz fuera de su ambiente profesional y jamás se me hubiera ocurrido imaginar(la) inclinada sobre una mesa de dibujo, resolviendo problemas de cálculo o tratando que las paredes de una casa no cayeran encima de sus moradores. Pero lo glorioso del conocimiento humano son justamente esas sorpresas y el hecho de que exista la posibilidad que el pensamiento de una muchacha que baila y se divierte como si no hubiera hecho otra cosa en la vida, pueda internarse por los vericuetos intelectuales más áridos. […] De todo lo que he podido sacar en limpio conversando con Luz, creo que esa preocupación social es lo más neto y definido en ella: no hay duda que en ello tiene gran peso su condición de mujer, ya que, por suerte o por desgracia para nosotras, nos persigue siempre un sólido sentido común y un deseo de sacar utilidades (aunque estas no sean más que puramente espirituales) de nuestras empresas y correrías por el campo del pensamiento.1

A medida en que avanzábamos en la investigación, nos dimos cuenta de que la impresión que había tenido Marta Traba era muy acertada y de que los rasgos de personalidad que había captado acompañarían a Luz Amorocho toda la vida. Poco a poco fuimos entendiendo hasta qué punto supo ser una mujer que desafió todas las convenciones de su tiempo y se enfrentó a un mundo masculino, simplemente siendo ella misma. Y conocimos su manera

1 Marta Traba, “La arquitecto, Luz Amorocho”, Estampa 10, 22 de enero, 1955.

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callada y sin aspavientos de ir realizando varias facetas de la arquitectura que no eran para nada las habituales en Colombia. Luz Amorocho fue también una constructora de amistades sólidas y duraderas, “una persona de una sola pieza, en la que se podía confiar ciegamente, de ideas muy claras, muy independiente”, como la describe María del Mar Ravassa2. El recuerdo que dejó en sus amigos nos permitió comprender a la persona que siempre conservó la alegría de vivir, el buen humor, la sonrisa a flor de piel y la ironía.

Luz Amorocho, arquitecta recoge el esfuerzo investigativo de año y medio de Gistal, compuesto por Silvia Arango, Laura Buitrago, William García, Diego Romero y Katherin Triana. Gracias a la colaboración permanente de Lucas, Ximena y Alfredo, el equipo consultó todas las publicaciones de y sobre Luz, incluidos su propio libro, la revista Proa y varias entrevistas ya publicadas, inéditas, filmadas o grabadas. Sondeó varios archivos, como el de la Universidad Nacional y el del Teatro La Candelaria. Examinó las informaciones generosamente brindadas por su sobrino nieto Federico Durán Amorocho y su colección de fotografías familiares y algunos planos. Realizó fructíferas entrevistas virtuales con Beatriz Vásquez, colega arquitecta que trabajó con ella en la Universidad Nacional; Patricia Ariza, una de las fundadoras del Teatro La Candelaria; el arquitecto Jacques Mosseri, amigo cercano quien se alojó en su casa de París; Álvaro Vanegas, maestro de obra que trabajó bajo las órdenes de Luz en sus construcciones, y María del Mar Ravassa, amiga cercana de sus últimos años. Gracias a la conexión con Meredith TenHoor, de Pratt Institute, logramos entrevistar a Christine de Bremont d’Ars, sobrina de Nicole Sonolet, la arquitecta con quien trabajó en París y amiga de Luz de toda la vida. Christine nos facilitó una gran cantidad de cartas que Luz le mandó a Nicole a lo largo de cuatro décadas, que fueron de gran valor para reconstruir su vida en París y en su última etapa en Bogotá.

El libro se estructura con base en los distintos lugares donde vivió Luz Amorocho, que es, a la vez, una estructura cronológica: el centro de Bogotá, Chapinero, París y La Macarena fueron los destinos que le sirvieron de referencia urbana y desde donde examinaba el mundo en las distintas etapas de su vida. Damos mucha importancia a estos espacio-tiempos, que eran la extensión urbana del hogar de Luz, porque permiten reconstruir contextos urbanos cambiantes, sobre todo de Bogotá, una ciudad que se ha transformado de manera extraordinaria en el último siglo. Cada uno de estos capítulos está introducido por un ejercicio de imaginación (en el sentido de

2 Fragmento de entrevista inédita hecha por los autores a María del Mar Ravassa el 13 de agosto del 2021, cedida para esta publicación

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“Líneas y más líneas”. Luz dibujando en las oficinas de Cuéllar Serrano Gómez. Revista Estampa 10, 22 de enero, 1955, 11.

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representar imágenes) que busca evocar las circunstancias que enfrentó en sus distintas edades para realizarse como mujer y como arquitecta. Para anclar la imaginación, hasta donde fue posible, está salpicada de la voz misma de Luz. Le siguen apartes que, a la manera de artículos, acercan la lupa a algunos temas que se consideraron los hitos más relevantes y pertinentes sobre su vida y obra. Se trata de aspectos, por decirlo así, más “objetivos” y constatables que constituyen el núcleo fundamental de sus realizaciones. Estos artículos poseen cierta autonomía y fueron redactados por los distintos miembros del equipo, cada uno con su propio acento y particularidad.

El conjunto de este collage de textos no forma, en sentido estricto, ni una monografía ni una biografía, pero revela el esfuerzo por reconstruir y presentar, de manera adecuada y leal, el variado y rico mundo de Luz Amorocho. A pesar de la premura de tiempo, aspiramos a que este libro permita a un público amplio apreciar plenamente el significado profundo de aquello que parecía tan sencillo: ser la primera mujer en graduarse como arquitecta en Colombia.

Silvia Arango Bogotá, agosto de 2021

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