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Parte I: La Macarena

Vista del barrio Bosque Izquierdo y calle 26. Saúl Orduz. 1971. Museo de Bogotá. MdB 03340

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Parte I: La Macarena IMAGINANDO A LUZ. LA MACARENA El final de los ciclos

Silvia Arango

Con un pasaje de avión de ida y vuelta abierto a un año, en aerolíneas económicas, Luz volvió a Bogotá por entre las tiendas. Pasó antes por Nueva York y Medellín en un largo regreso que le sirvió de colchón entre sus dos mundos. En una extensa carta por etapas que empieza el 20 de mayo de 1966 y termina el 28, que se puede leer en el reverso de esta publicación, Luz al oído, en las páginas 60-61, le cuenta a Nicole los pormenores de su viaje y las muchas cosas que le sucedieron al llegar. En ella también le comenta que, a pesar de muchos intentos, no pudo asistir a la presentación de Marat-Sade en Nueva York.

Por esta carta sabemos también que, a la semana de llegar, Luz ya había conseguido trabajo y se había relacionado con el grupo de teatro que tanta importancia tuvo para ella y que le sirvió para conectarse con la vida cultural de Bogotá. Su alojamiento inicial fue un pequeño apartamento en el taller de tejidos de Olga Amaral. Un mes después vino su mamá —inicialmente con su hermano y familia que siguieron rumbo a Chile—, con la perspectiva de quedarse un largo tiempo indefinido y se alojó donde su hermano, tío de Luz. En los meses siguientes, mientras trabajaba en la universidad, ingresó al grupo de teatro de Santiago García y formó parte de la adaptación y montaje de Marat-Sade, la obra de Peter Weiss. Fueron meses de intensa actividad que solventaba a pesar de las dificultades.

Salgo [de la Ciudad Universitaria] como a las 6 o 6:30 y luego le hago una larga visita a mi mamá y a las 9 voy a ensayar la obra que vamos a presentar con el grupo de Santiago García. De ahí uno sale muy tarde; pero es sobre todo la enorme e increíble dificultad para el transporte que se complica a un punto que tú, habitante de una ciudad “desarrollada” no llegarías a comprender. En primer lugar, hay una falta completa de vehículos públicos a partir de las 9:30; uno podría resolver eso con taxis pero son bastante escasos y los choferes se sienten tan dueños de la situación que me ha tocado esperar más de una hora tratando de conseguir uno, sin lograrlo, porque los pocos que pasaban no querían parar!! Además es necesario que uno, como mujer, se haga acompañar de alguno porque, es cierto, corres el riesgo de ser agredido de manera bastante desagradable si te lanzas a la calle así no más para buscar un taxi. Se cuentan

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las historias más desagradables por ahí. […] He cortado mucho con las “fiestas” que me han llegado a parecer tan tristes. De todas formas ya no soy más ye-ye y prefiero dormir a tomar trago hasta caerme al piso.1

Aunque siguió vinculada a la Casa de la Cultura unos meses más, el ritmo de la rumba nocturna y el tiempo que demandaba la actividad teatral terminaron cansando a Luz (“respecto al teatro en la Casa de la Cultura, se montó otra obra importante, pero los ensayos eran a la hora del trabajo y me vi obligada a dejar de participar”2).

De todas maneras, su experiencia con el grupo fue muy intensa y significativa. Allí Luz se relacionó con personas más jóvenes que ella, allí vivió altibajos sentimentales (o de sanidad mental, como solían decir con Nicole)3 y allí conoció al arquitecto Rafael Maldonado (n. 1936), que se volvió uno de sus amigos más entrañables y cercanos. Antes de irse para Francia, Luz había tenido vínculos con personas mayores que ella y sus impresiones sobre la mojigatería bogotana provenían de estas vivencias. Pero, al regresar, descubrió que una nueva generación, de gente menor que ella, denunciaba las convenciones anquilosadas de la vieja sociedad y se estaba manifestando de manera contundente en distintos ámbitos de la política y la cultura. Luz, que estaba adelante de su tiempo, rápidamente se identificó con ellos. En política, muchos eran revolucionarios, como el guerrillero católico Camilo Torres Restrepo (n. 1929), a quien acababan de matar en combate; en poesía, los nadaístas, como Gonzalo Arango (n. 1931), jugaban a escandalizar a las señoras católicas; Marta Traba (n. 1930) empezó a dirigir el Museo de Arte Moderno en 1963 y en torno a ella se revelaban nuevos artistas, como Feliza Bursztin (n. 1933) y Fernando Botero (n. 1932).

Luz vivió poco tiempo en el taller de Olga de Amaral en la calle 70 con carrera 7.ª. Pronto consiguió un apartamento que arrendó en el barrio de La Macarena, en el cuarto piso de un edificio, que compartió durante un tiempo con un joven arquitecto suizo llamado Kurt. En carta a Nicole del 29 de agosto de 1967, le adjuntó su nueva dirección (carrera 4A # 25C-14)4 y un plano de su apartamento. La Macarena se estaba consolidando como un barrio intermedio entre el conocido barrio obrero de La Perseverancia, que

1 Fragmento de carta enviada por Luz Amorocho a Nicole Sonolet el 25 de julio de 1967. 2 Fragmento de carta enviada por Luz Amorocho a Nicole Sonolet el 29 de agosto de 1967. 3 Se trata de un juego de palabras en francés que surge de cambiar una letra en el prefijo senti, que connota sentimiento, por santé, que quiere decir salud. 4 Calculamos que el edificio, con la nomenclatura actual, está localizado en el costado oriental de la carrera 4.ª entre calles 26B (Calle de la Deshonra) y 26A bis A. Luz, Leonor y la tía Sophie Phillips en Nueva York, ca. 1965. Archivo fotográfico personal de la familia Amorocho, Federico Durán.

Primer edificio de Luz, en la carrera 4.ª entre calles 26B (Calle de la Deshonra) y 26A bis A. Fotografía Camilo Rodríguez-IDPC, 2021

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Planta y corte del apartamento de Luz, en carta a Nicole del 29 de agosto de 1967.

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habían construido los trabajadores de la fábrica de cerveza Bavaria a finales de los años veinte, y el elegante barrio de Bosque Izquierdo que, trazado por Karl Brunner a finales de los treinta, se había poblado de grandes residencias rodeadas de jardines. Su cercanía al centro y los relativamente bajos costos de los apartamentos hicieron de La Macarena un lugar apetecible para intelectuales, escritores y artistas que generalmente se reunían a pocas cuadras de allí, en la cafetería de El Cisne. El edificio donde vivía Luz estaba a la vuelta de una calle donde vivían artistas como Enrique Grau y Luis Caballero, y el fotógrafo Hernán Díaz, que, por las fiestas frecuentes de sus moradores, fue conocida, siguiendo el nombre de una película de la época, como “la Calle de la Deshonra”. A finales de los sesenta, el barrio estaba en pleno proceso de transformación con las Torres del Parque, el conjunto habitacional que estaba construyendo Rogelio Salmona para el Banco Central Hipotecario, que se terminó en 1970, y otros edificios altos en las inmediaciones, que aumentaron considerablemente la densidad habitacional de la zona y su composición social.

Su contrato inicial con la Universidad Nacional fue por un año, porque Luz guardaba la esperanza de volver a París. Sin embargo, su viaje a Francia en octubre de 1967 (con regreso por Nueva York a visitar a su hermana) le dejó la impresión de que no sería fácil conseguir trabajo allá y prolongó su vinculación con la universidad. Lo que más le entusiasmaba de su trabajo era la investigación que estaba haciendo sobre los edificios de la ciudad universitaria. En 1969 Nicole le ofreció trabajo… era su oportunidad para volver a París, pero se le atravesó otra buena noticia: le otorgaron una beca de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para estudiar en Inglaterra.

yo tenía muchas ganas de ir a trabajar contigo, como te lo había dicho, pero una vez la beca otorgada, me era imposible ante la oficina de ir a hacer otra cosa con la licencia que ellos me dieron (así no me pagaran). Qué lástima esa coincidencia de dos posibilidades: el curso en Inglaterra y tu trabajo.5

El curso se desarrollaba en varias ciudades de la Gran Bretaña, como Londres y Edimburgo, y terminaba con una estadía en Dinamarca.

El deseo de regresar a Francia se fue diluyendo poco a poco. Por un lado, las posibilidades de encontrar un trabajo estable en París eran cada vez más remotas, sobre todo cuando a comienzos de los años setenta Nicole se fue a vivir y trabajar a Argelia, y, por otro, porque el trabajo en la universidad y su

5 Fragmento de carta enviada por Luz Amorocho a Nicole Sonolet el 30 de julio de 1967. Conjunto de edificios de la Calle de la Deshonra (carrera 4.ª entre calles 26B y 26B bis A), La Macarena. Fotografía de Camilo Rodríguez-IDPC, 2021.

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vida en Bogotá eran cada vez más consistentes. Desde las residencias para profesores en la Universidad de Davis en California, donde su hermano Jaime era profesor y a donde había regresado su mamá, a quien Luz fue a visitar, le escribía a Nicole el 30 de diciembre de 1971:

Otra vez volveré a Bogotá… y la espera de otro viaje que quiero hacer de nuevo a Europa. Pero estos deseos no deben engañarte acerca de la aceptación final y completa —eso creo— de Colombia como mi lugar natural, a pesar de las angustias de todo orden o la comparación con otros modos de vida posibles. Sin embargo, no se trata de una satisfacción completa: como a ti y tal vez en razón de la edad como dices, me encuentro mirando con algo de distancia y aceptando un cierto “por fuera” que, por la fuerza de las cosas, es un hecho cotidiano y del contacto obligado —y deseado— con gente más joven que yo, pero sucede que es en Colombia donde encuentro una verdadera razón de ser.

En uno de sus acostumbrados viajes volvió a París en 1975, a una París donde ya no estaba Nicole, y desde ahí le escribió a Argelia:

Te confieso que me puse un poco triste pensando en toda una época, ya sin retorno, que fue una de las más importantes de mi vida y que estuvo ligada a estos lugares. Encuentro un poco que el espíritu de las calles y los lugares ha cambiado tanto en los últimos 6 años que me dieron la impresión de ruptura irremediable. Sin quererlo, tuve todo el tiempo la sensación de estar diciendo, esta vez sí, por primera vez, mi verdadero adiós a una ciudad (no exactamente: más bien a un conjunto de cosas) que tanto amé.6

La vida de Luz en Bogotá se había estabilizado con el trabajo regular en la universidad, donde fue ascendida a directora de la Oficina de Planeación Física. Su madre, desde mayo de 1972, regresó definitivamente a Bogotá, e inicialmente vivió en una pensión cercana, pero ante un sensible deterioro de su salud, Luz la llevó a vivir con ella desde agosto de 1973. En los siguientes años, toda la vida de Luz giró en torno a su madre: viajaba solo cuando Leonor venía de Nueva York a relevarla por unas semanas y se vio obligada a tener una persona para el apoyo del trabajo doméstico y el cuidado de su madre, algo a lo que se había negado hasta entonces. También compró un automóvil para facilitar sus desplazamientos por la ciudad. Doña Ana Lucía Carreño Philips murió en febrero de 1976, un mes antes de cumplir noventa años, y su dolorosa muerte estuvo precedida por la de su hermana y un mes después, por la de su hermano menor. En tres meses, Luz había perdido a su

6 Fragmento de carta enviada por Luz Amorocho a Nicole Sonolet el 9 de septiembre de 1975.

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madre y sus tíos, y con ellos toda su familia del lado materno desapareció. Le tomó más de un año poder hablar de ello: “todas estas muertes me han dejado como vacío mi interior y con el fuerte sentimiento de haber pasado a la primera fila de la escena. Un día tuve la visión de un largo desfile de mujeres muertas de mi familia que venían del infinito con los brazos abiertos para recibir la siguiente”7.

Ante la muerte de su madre, la primera decisión que tomó Luz fue cambiar de casa. Con Hernando Téllez y su esposa María Victoria, ambos arquitectos, compraron un pequeño edificio a una cuadra de donde vivía, con tres apartamentos dúplex, que Luz remodeló para hacer sus viviendas: una para ella, otra para su hermana y otra, la más grande, para los Téllez. Desde noviembre de 1977 vivió en esta, por primera vez, su casa propia y lo hizo hasta su muerte. Cambió de casa, pero no de barrio, pues La Macarena era su lugar, con el que llegó a identificarse plenamente y donde se sentía rodeada de amigos y conocidos. Ahora el barrio contaba con varios lugares de reunión para los vecinos: galerías de arte, librerías y restaurantes enriquecían la intensa vida cultural de sus habitantes.

7 Fragmento de carta enviada por Luz Amorocho a Nicole Sonolet el 22 de mayo de 1977. Ernesto, Luz y Aníbal en Nueva York. Archivo personal de la familia Amorocho, Federico Durán.

Eugenia de Cardoso, Alberto Estrada y Luz Amorocho. Archivo fotográfico personal de la familia Amorocho, Federico Durán.

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Es que en este barrio no hay tanta distinción entre clases sociales. Aquí uno se conoce con todos, uno sale a la calle y en una cuadra saluda a tres personas. Aquí toda la gente es amiga y nos reunimos con frecuencia.8

Con más libertad para moverse, Luz emprendió otro tipo de viajes: con su hermana Leonor fue a Ecuador y Perú en diciembre de 1980 y enero de 1981. Este viaje fue muy importante para ella, sobre todo por la experiencia que le dejó ir a pie por el camino del inca de Cusco a Machu Picchu, que siempre recordaría.

Cuando a sus sesenta años, en 1982, Luz se pensionó de la universidad, tenía todo su tiempo para hacer otras actividades de manera más libre. Siguió con sus viajes periódicos, que planeaba minuciosamente con varios meses de anticipación y calculando el tiempo de estadía en cada lugar. Generalmente iba a Nueva York, donde seguía su hermana Leonor y tenía muchos amigos, y en alguna ocasión llegó hasta Canadá. También iba a veces a Europa: a Francia, donde visitaba en París a Ignacio Gómez y a su prima Cecilia Joxe, de quien era muy cercana, y también a Essex, en Inglaterra, donde vivía una sobrina. Normalmente los seguía programando a fin de año, para pasar las fiestas de Navidad y Año Nuevo con su familia. A Nicole procuraba verla, a pesar de sus muchos viajes y ocupaciones esporádicas, porque pasaba

8 Entrevista inédita hecha por los autores a María del Mar Ravassa el 13 de agosto del 2021, cedida para esta publicación.

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largas temporadas en una casa de campo en Saint Philippe, donde finalmente terminó viviendo. “Ahora te imagino en el campo, con un poco de envidia, aunque yo no estoy hecha para la vida en medio del verde y todo el trabajo que implica. Pero el descanso… eso sí!”9 . Aunque en todas las cartas le insistió a Nicole para que viniera a Colombia, todo parece indicar que nunca lo hizo.

Los años siguientes a su retiro de la universidad fueron muy agitados para Luz. A fines de 1983, recibió otros duros golpes: la muerte, por un cáncer, de su hermano Jaime. Parece ser que su otro hermano también había muerto, pues Luz dice: “ahora solo quedamos las dos hermanas”. Ese mismo año murió la madre de Nicole.

No olvido que cuando alguna vez tuve la idea de quedarme y hacer mi vida en Francia, fue ella la que me invitó a su casa contigo y luego lo hizo toda la familia. Ella no podía saber todo el significado que eso tenía. Me permitió disfrutar los momentos de la vida familiar, tan importantes para mí en esos momentos en que buscaba una nueva estabilidad. Lamento no haberla visto hace dos años para manifestarle toda la ternura que guardo por su recuerdo.10

A lo mejor para amortiguar el impacto de estas muertes, Leonor y ella decidieron viajar por España al año siguiente, que Luz combinó con un rápido viaje a Francia. En estos años colaboró con Cine Mujer, el grupo de cineastas que hacían películas cortas sobre historias de mujeres, y no faltaba a las reuniones regulares de todos los sábados con un pequeño grupo de amigos para oír música clásica, y sobre todo ópera; estos encuentros se prolongaron hasta finales de los noventa11. También estuvo muy activa en su trabajo como arquitecta. Remodeló el apartamento de su amiga María del Mar Ravassa y el de su cuñado y emprendió, junto don Rafael Maldonado, el diseño de un edificio, Persépolis, en un lote que compró la Asociación de Amigos del Barrio La Macarena que, tras muchas interrupciones, se construyó finalmente. El último proyecto que realizó fue el de la ampliación de la casa de Clara, su empleada, a quien ella consideraba su amiga. El maestro de obra que la acompañó en todas estas obras fue Álvaro Vanegas, quien la recuerda como una jefa estricta y metódica.

9 Fragmento de carta enviada por Luz Amorocho a Nicole Sonolet el 30 de agosto de 1996. 10 Fragmento de carta enviada por Luz Amorocho a Nicole Sonolet el 28 enero de 1984. 11 Entrevista inédita hecha por los autores a María del Mar Ravassa.

Luz con Antonio Álvarez Lleras, Guillermo Bermúdez y Marco Palacio en el homenaje a los cincuenta años de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional. 1986. Archivo fotográfico personal de la familia Amorocho, Federico Durán.

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El año de 1987 fue complicado por cuestiones de salud. Además de sus recurrentes problemas de columna vertebral, en junio tuvo un infarto que la obligó a hospitalizarse y en noviembre, una úlcera estomacal. Luz no les puso mucha atención a estas dolencias. A sus 65 años aún se sentía fuerte y no paró ni su trabajo como arquitecta ni sus viajes. Pero era una alerta y en los noventa fue disminuyendo su ritmo de actividades y se buscó un trabajo más calmado, con la Editorial Norma, que le consiguió su amiga María del Mar. Para este trabajo, la editorial le dio un computador, que en esa época eran muy escasos y novedosos. Sin arredrarse, Luz aprendió rápidamente a usarlo:

El diccionario se volvió mi compañero de un trabajo continuo que empieza a ser mi nuevo empleo del tiempo: traducción de historias para niños, del francés al español. Dirás que yo no tengo la formación para eso pero la buena escuela de dicción y de hablar bien el francés, que tuve al estar cerca de ti todos los días durante seis años, y los diccionarios, me desenvuelvo bien. Es una casa editorial, de las más importantes de acá, Norma, para quien hago esto. Como me gusta traficar con las palabras de mi lengua, eso le añade placer a un trabajo que me aporta algunos ingresos adicionales necesarios para mi economía actual.12

En 1993, a los 71 años, viajó de nuevo a Francia y retornó a la arquitectura, con la remodelación de un apartamento que compró su hermana, con la

12 Fragmento de carta enviada por Luz Amorocho a Nicole Sonolet el 12 de octubre de 1990.

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intención de regresar definitivamente a Colombia, en un edificio alto contiguo al suyo, en un décimo piso. La proximidad de su hermana fue muy grata, pero ambas guardaron su autonomía:

Con mi hermana, que vive en el edificio junto al mío, hablamos pero no tanto. Ella siempre ha vivido sola como yo y tiene un sentido agudo de independencia. Contrario a lo que la gente piensa, a nuestra edad es cuando uno más aprecia la soledad. Veo con horror la posibilidad que alguien tenga que estar conmigo y ayudarme en los años por venir.13

En 1998, a los 76 años, Luz se cayó por la escalera de su casa y, con el desparpajo y el humor con que tomaba sus achaques, en una carta a Nicole le anexó un dibujo y una vívida descripción de su estropicio. Los vecinos Téllez oyeron el estruendo y, como pudo, les abrió la puerta y llamaron a su hermana. Nueve días de clínica y una larga convalecencia en casa de Leonor hubieran sido un evento trágico para cualquiera, pero no para Luz. Aprovechó su tiempo para leer mucho, escribir a los amigos, oír música y ver por las cuatro costados un hermoso panorama de la ciudad, y los árboles y flores del parquecito vecino.

Un porcentaje altísimo del contenido de las cartas a Nicole lo ocupan los relatos de los principales eventos políticos del país. A través de estas cartas se puede reconstruir la vida nacional desde los años sesenta desde una perspectiva progresista y de izquierda. Las manifestaciones estudiantiles y la toma de la Universidad Nacional por los militares en 1971 fueron contados con la indignación de quien siente que le invaden su casa. Las dudas sobre votar o no en las elecciones presidenciales de 1974, cuando la izquierda no sabía si apoyar a Alfonso López Michelsen, contribuiría a amainar la represión por contaminación del golpe militar en Chile. El ascenso del Movimiento 19 de Abril (M-19) y el miedo generalizado ante las persecuciones políticas bajo el Estatuto de Seguridad de Julio César Turbay que obligó al exilio a tantos intelectuales, a comienzos de los ochenta. Uno de los relatos más conmovedores es el de los terribles acontecimientos de 1985 con la toma del Palacio de Justicia seguida por la avalancha en Armero.

En cuanto a la masacre del Palacio de Justicia cuando supe la primera noticia no lo podía creer, requerí de varios testimonios radiales para captar plenamente lo que luego seguí paso a paso durante dos días en la radio y la

13 Fragmento de carta enviada por Luz Amorocho a Nicole Sonolet el 9 de noviembre de 1997.

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televisión con una angustia que me impedía hablar con alguien y con una profunda especie de rabia e impotencia, esperar un milagro.14

Es evidente que, para ninguna de las dos amigas, el acontecer político era un telón de fondo, sino que lo sentían como algo personal, pues comprometía sus vidas, sus lealtades y convicciones de la manera más íntima.

En sus últimos años solo veía a sus amigos más cercanos y pocas veces salía de su casa. Sin embargo, los vecinos de La Macarena recuerdan la figura encorvada de Luz yendo todos los días a almorzar a un restaurante del barrio llamado "Cositas ricas", con la sonrisa, lucidez y agudeza de siempre. Nunca mostró la amargura que con tanta frecuencia acompaña a la vejez y siempre estaba alegre. Todos los vecinos del barrio la conocían, la querían y la respetaban.

Era tan independiente, que a los noventa años no dejaba que uno la ayudara, por ejemplo, a cruzar la calle. Hasta el último día hizo lo que quiso.15

En una de las últimas entrevistas que concedió, en el 2007, cuando tenía 85 años, a la manera de retrospectiva de su vida, relató una pesadilla recurrente en la que sentía la angustia de caminar por un camino estrecho bordeado por profundos despeñaderos. Es la condición de la mujer que, para ser ella misma, no puede descansar en el paraje seguro de lo que está establecido socialmente y recorre su vida como en una cuerda floja, con precipicios que la acechan, con el temor que ello produce, pero también con la seguridad de que nunca se traicionaría a sí misma. Se requiere mucha valentía, que es el rasgo más sobresaliente de Luz Amorocho; se requiere todo el temple y la entereza que el apoyo familiar le brindó desde su infancia. Y por ello tuvo una vida realizada, plena y feliz.

14 Fragmento de carta enviada por Luz Amorocho a Nicole Sonolet el 31 de diciembre de 1985. 15 Entrevista inédita hecha por los autores a María del Mar Ravassa.

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