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DE ALGUNOS TRABAJOS INDEPENDIENTES EN ARQUITECTURA

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Katherin Triana y Silvia Arango

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Desde su llegada a Colombia, mientras desarrollaba su trabajo en la Universidad Nacional e incluso después de su jubilación a inicios de 1982, Luz abrió su mundo a nuevas experiencias y viajes. Sin embargo, la arquitectura siguió conformando una parte fundamental de su vida. Para ella, la arquitectura debía cumplir una “verdadera labor social”, y esto lo entendía no solo pensando en los más necesitados en términos económicos, sino también, y sin importar la condición social, en los más necesitados con respecto a un lugar ameno y grato en el cual habitar. En esta última etapa de su trabajo como arquitecta, Luz tuvo la oportunidad de explorar aspectos que extrañaba de su profesión; retomó el diseño y la construcción, y exploró el camino de la remodelación, en el cual tuvo la libertad para elegir, diseñar y, a lo mejor, dejar volar su imaginación para crear espacios que sus amigos, cercanos o no, recordarían por siempre.

La actitud juiciosa y comprometida que siempre la caracterizó en su trabajo le permitió desarrollar obras de remodelación de manera completa, desde su concepción hasta su realización, y hacer un seguimiento minucioso del proceso de construcción, que es donde verdaderamente se juegan los resultados en arquitectura. Aunque no conocemos la totalidad de proyectos que Luz desarrolló para este periodo, presentaremos algunos que son representativos de su trabajo en esos últimos años. En todos ellos están involucradas relaciones de amistad, lo que les da un hálito de cercanía y afecto que vigoriza las soluciones finales de una arquitectura con sentido de pertenencia.

Concurso Nacional de Planos Arquitectónicos para los Edificios Distritales de Bogotá

Durante la administración del alcalde Virgilio Barco (1966-1969), se realizó el proceso de adquisición de los distintos predios ubicados entre las calles 10.ª y 11 y las carreras 8.ª y 9.ª, incluidos los locales comerciales del edificio Liévano, con el fin de hacer ampliaciones para la Alcaldía y el Concejo. No había habido cambios significativos en la estructura o arquitectura del Palacio Municipal ni del edificio Liévano en las últimas décadas, pero el temblor ocurrido en febrero de 1967 afectó la estructura de ambas edificaciones,

“Mejoramientos Institucionales: remodelación Edificio Liévano”, Escala 9, n.o 71 (1973): s. p.

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especialmente del segundo y tercer piso del Palacio, lo que provocó que los edificios fueran desalojados casi en su totalidad. Como se trataba de dos edificaciones muy importantes para toda la ciudad, en el corazón de Bogotá, que forman el frente occidental de la plaza de Bolívar, el alcalde propuso su pronta remodelación. Aunque Obras Públicas comenzó una serie de reformas, como el arreglo de algunas ventanas y la remodelación del cuarto piso del edificio Liévano, donde se eliminó la mansarda del tramo central que sufrió daños importantes durante el sismo, estos arreglos de emergencia, terminados en 1968, no subsanaron la totalidad de los daños.

En marzo de 1969, el Distrito abrió un concurso que tenía por objetivo diseñar, construir y ampliar las instalaciones del nuevo Palacio Distrital, en donde se alojarían las dependencias del Concejo y la Alcaldía. De manera tácita, el concurso tenía en cuenta el nuevo diseño de la plaza de Bolívar, que había realizado el arquitecto Fernando Martínez Sanabria y fue inaugurado en 1961. El concurso de 1969 debería integrar la restauración de los dos edificios históricos y patrimoniales con dos inmuebles nuevos: uno para las oficinas anexas a la Alcaldía y otro para la sala del Concejo Distrital. Los jurados fueron los arquitectos Francisco Pizano de Brigard, Luis Raúl Rodríguez Lamus y Eduardo Pombo Leyva. A continuación, apartes del programa que debían cumplir las propuestas participantes:

- Cada uno de los edificios a proyectar, está ligado con la parte correspondiente del Palacio Distrital actual, el cual se remodelará para el fin deseado. - El edificio de oficinas de ubicará dentro del espacio previsto en el plano, tendrá un total de 25.000 m2 aproximadamente y deberá ser proyectado teniendo en cuenta tres ordenantes básicas: a) Fácil acceso de público a oficinas situadas en los dos primeros niveles. b) Máxima flexibilidad en el diseño para lograr fácil adaptación del espacio de oficinas en distintas organizaciones. c) Relación en los primeros pisos con las partes de los niveles correspondientes, del Palacio Distrital, en los puntos y niveles fijados en el plano. - El arquitecto tiene una total libertad en el diseño, programación de servicios, circulaciones, etc. Así como podrá proponer aquellas zonas que a su juicio sean de necesidad general en el edificio. - Edificio para la sala del Concejo y anexos. Tendrá un área total máxima de 25.000 m2 y además del fin básico, es decir dar cabida al Concejo Distrital debe estar proyectado para servir actividades —comunales de orden cívico— culturales y de interés para la ciudad. […] - Se deberán proponer servicios de parqueaderos debajo de los edificios que se proyectan, dejando libres las partes correspondientes al actual Palacio Distrital y a

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los jardines prospectados. El área ocupada podrá ser el doble de la zona ocupada por las edificaciones proyectadas para ser distribuida en dos sótanos. - El interés de las autoridades distritales en relación con el concurso, es dejar a los proyectistas dentro del estricto respeto a la localización general, la mayor libertad de trabajo en beneficio de una solución interesante y original.1

Luz conformó un equipo con su amigo Jacques Mosseri para participar en el concurso, a pesar del poco tiempo que tenía, porque en ese momento se desempeñaba como trabajadora administrativa en la sección de Planeación en la Universidad Nacional. El grupo se completó con otros dos arquitectos que fueron sus colaboradores: Benjamín Barney y Kurt Frommenwiler.

El equipo optó por una construcción baja en un edificio único que comprendía las dos edificaciones nuevas, que se conectaba fácilmente con los inmuebles existentes, y los incorporaba al proyecto para formar un conjunto en toda la manzana: el edificio se proyectó con tres pisos de altura en una envolvente alrededor de un patio interior, con marcadas fajas horizontales en las fachadas y balcones escalonados en los costados; todo ello era posible porque contemplaron, como lo solicitaba el concurso, hacer parqueaderos

1 “Mejoramientos institucionales: remodelación Edificio Liévano”, Escala 9, n.o 71 (1973): s. p. Primer puesto. “Mejoramientos Institucionales: remodelación Edificio Liévano”, Escala 9, n.o 71 (1973): s. p.

Fachadas. “Mejoramientos Institucionales: remodelación Edificio Liévano”, Escala 9, n.o 71 (1973): s. p.

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subterráneos. Como el criterio principal de diseño fue “lograr una máxima integración del nuevo edificio a las condiciones, determinantes y carácter propios del centro cívico e histórico de la ciudad”2, la intervención conservaba la baja altura del contexto y se paramentaba para mantener las proporciones de las calles circundantes, respetando el carácter del sector y la jerarquía de los espacios existentes, sobre todo de la plaza de Bolívar. De esta manera se lograba conciliar armónicamente el lenguaje moderno del edificio propuesto con las determinantes urbanas del sector. Jacques Mosseri recuerda ahora cómo Luz fue “una pieza clave en el proyecto, pues a lo mejor sin sus ideas no hubiéramos llegado tan lejos”3. Posiblemente fue esa claridad en las ideas de la propuesta la que el jurado tuvo en cuenta para declarar su proyecto como ganador del concurso.

2 “Mejoramientos institucionales”, s. p. 3 Entrevista a Jacques Mosseri, realizada dentro de esta investigación, el 2 de junio de 2021.

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A pesar de haber sido el proyecto ganador, nunca se construyó. Como la Administración distrital había comprado los predios y los demolió en su totalidad, por falta de fondos, la solución fue ubicar unos parqueaderos en el lugar. No fue sino hasta agosto de 1978 que se adelantaron algunas obras en los locales situados en la primera planta del edificio Liévano hacia la plaza de Bolívar, que fueron reemplazados por las arcadas que ahora existen. Esta intervención fue dirigida por el arquitecto Fernando Martínez, asesor del concurso. Luego, también se hicieron otros edificios interiores para ampliar las dependencias distritales.

Al parecer, esta sería la primera y última vez que Luz y Jacques trabajaron juntos, pues, a pesar de los excelentes resultados de su asociación, Luz se centraría por completo en su trabajo con la universidad. El mismo año de su participación en el concurso, en agosto de 1968, viajó a Inglaterra como becaria de la Organización de los Estados Americanos (OEA), lo que significó una pausa y un alejamiento temporal de sus compromisos bogotanos.

El edificio Persépolis

A comienzos de 1982 Luz, asociada con sus amigos arquitectos Rafael Maldonado y María Victoria de Téllez, realizó los planos para el multifamiliar Persépolis, un edificio de vivienda en el lote que había comprado la Asociación de Vecinos de La Macarena, a la cual pertenecía Luz, en la carrera 3A # 26B-51. Sin embargo, los inconvenientes derivados de las deliberaciones colectivas, que tienden a disolver las decisiones, demoraron la realización de este proyecto, que tuvo que ser revisado varias veces. Dos años después, en 1984, se retomó el proyecto y se procedió a construirlo, con varios cambios.

El frente del edificio finalmente construido, y que puede apreciarse actualmente, es casi idéntico al plano de 1982. Esta fue la única parte del proyecto original que se respetó. En esta fachada se nota la mano de Luz, cuya racionalidad, derivada del sentido común, la llevaba a hacer franjas horizontales de ventanas para proporcionar el máximo de luz y sol de la mañana a los apartamentos, pero con un juego compositivo que rompía la monotonía repetitiva. En cambio, en el interior, los cambios con respecto a los planos son considerables, pues el patio que daba aire y luz a la escalera acristalada, que buscaba ser un espacio abierto de encuentro, se convirtió en un pequeño patio oscuro rodeado de ventanas pequeñas. La escalera que da acceso a

“Mejoramientos Institucionales: remodelación Edificio Liévano”, Escala 9, n.o 71 (1973): s. p.

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Fachada y vista del patio del edificio Persépolis, de los arquitectos Luz Amorocho, María Victoria de Téllez y Rafael Maldonado, abril de 1982. Dibujos de Rafael Maldonado. Planos en el edificio.

Fachada actual del edificio Persépolis. Fotografía de Camilo Rodríguez-IDPC-2021

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los apartamentos varió de sitio, con la consecuente repercusión en el interior de los espacios privados.

Este es un caso típico. El irrespeto por los planos de diseño, llevado a cabo durante el proceso de construcción en manos ajenas, atendiendo a opiniones diversas, conduce a la alteración de aspectos cruciales del proyecto y lleva a la frustración a los arquitectos. No es de extrañar que tanto Luz como Rafael Maldonado lo omitieran de manera intencional a la hora de los recuentos de sus obras realizadas. Esto explica también por qué Luz prefiriera referirse como proyectos suyos solo a aquellos en donde había dirigido también la construcción; así fueran más modestos o menos visibles, tenía la satisfacción íntima de que su labor como arquitecta estaba realmente cumplida.

Remodelación del apartamento de María del Mar Ravassa

A finales de 1985, recién llegada de Cali y de una larga estadía anterior en Estados Unidos, María del Mar Ravassa estaba buscando un apartamento para vivir en Bogotá. Gracias al puesto que le ofreció la Editorial Norma como directora de una recién creada línea de libros de gerencia, y encargada de iniciar la división de libros infantiles y juveniles, María del Mar buscaba un lugar donde establecerse y habitar en una ciudad que no conocía mucho.

Se graduó en Filosofía y Letras en Estados Unidos y allí mismo hizo un curso de publicación de libros por un año. Luego volvió a Cali, a trabajar con la fundación Rockefeller y después en el Instituto Colombiano de Administración (Incolda), en donde llegó a ser directora administrativa. Finalmente aterrizó en Bogotá, en la Editorial Norma. Allí comenzó su labor como editora, una de las pioneras, maestra por excelencia de muchos otros y otras que quisieron aprender a su lado sobre el oficio.

En Bogotá, varios de sus conocidos le recomendaron un apartamento en un barrio cercano al centro de la ciudad: Bosque Izquierdo. El apartamento se ubicaba en el edificio Herrera de la Torre, construido en los años treinta por un arquitecto italiano, Vicente Nasi, muy conocido en la capital por la calidad arquitectónica de las grandes residencias que había construido desde los años veinte. Desafortunadamente, el edificio se había deteriorado debido al fenómeno de gentrificación que se vivió en esta zona de la ciudad, cuando aquellos que la habitaban decidieron irse a vivir hacía la parte norte. Esta

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situación hacía dudar a María del Mar, quien no estaba segura de pasarse a vivir a uno de estos apartamentos.

Por esta razón, María del Mar decidió consultarles a dos arquitectos jóvenes, conocidos suyos, sobre las posibilidades que tenía ella de irse a vivir a este edificio: ¿sería una buena inversión?, ¿gastaría mucho dinero en remodelaciones? Las respuestas fueron negativas; incluso le dijeron que “estaba loca si pensaba comprar en esa parte de la ciudad”4. Aún indecisa, María del Mar asistió a un concierto en la Biblioteca Luis Ángel Arango con algunos de sus amigos. Una de ellas conocía a Luz y aprovechó para presentársela, pensando que podría ayudarla a resolver sus dudas con respecto a la adquisición del nuevo apartamento.

Luz fue una de las pocas personas que le dieron el visto bueno para irse a vivir al barrio, puesto que ella también vivía, y muy a gusto, cerca de allí. Amablemente se ofreció a acompañar a María del Mar a visitar el apartamento y hacer un examen detallado para saber si en definitiva valía la pena o no adquirirlo. A primera vista, era muy grande, un poco pasado de moda, pero esto no era algo relevante. María del Mar cuenta que, cuando le preguntó qué opinaba de comprar el apartamento, Luz le dijo algo así: “Mire, este apartamento lo hizo uno de los arquitectos que llegaron a Colombia a principios de siglo, el arquitecto Nasi, que era italiano. Es un edificio divinamente construido… muy bello. El apartamento puede que esté en mal estado, pero tiene arreglo”5 .

De este primer encuentro entre la arquitecta y el apartamento, María del Mar recuerda: “las personas que vivían antes allí habían puesto una madera para tapar un espacio de la sala, horrible para su gusto, un bar en la misma área y, en el piso, una alfombra verde, también horrible”6. Entonces Luz, debido a su pequeña estatura, como pudo se montó sobre el bar y comenzó a quitar las tablas que cubrían ese espacio y luego, con todas sus fuerzas, tiró para levantar una esquina del tapete. María del Mar relata que ante su prevención, porque el apartamento no era aún suyo, Luz le respondió con palabras enfáticas que ella recuerda así: “Es que yo quiero que usted vea lo bonito del espacio… ¡Mire la maravilla de piso que han tapado! Porque por muchos años la moda no era tener pisos de madera… Esta es una gran oportunidad,

4 Fragmento de entrevista inédita hecha por los autores a María del Mar Ravassa el 13 de agosto del 2021, cedida para esta publicación. 5 Fragmento de entrevista inédita hecha por los autores a María del Mar Ravassa. 6 Fragmento de entrevista inédita hecha por los autores a María del Mar Ravassa.

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Apartamento de María del Mar, con la remodelación realizada por Luz. Fotografía: Camilo Rodríguez-IDPC, 2021

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piénselo bien, pero yo le recomiendo que lo compre”7. Este fue el empujón final para que María del Mar tomara la decisión de comprar el apartamento y embarcarse en la aventura de renovarlo, restaurarlo y convertirlo en su hogar. Decidió que lo mejor era encargarle esta tarea a Luz, pues fue la única que vio un verdadero potencial en el espacio. Luz, metódica como siempre, envió presupuesto y honorarios, y se dispuso a emprender la remodelación.

Durante la restauración, su amistad creció hasta volverse muy cercana. Si bien María del Mar trabajaba, le gustaba mucho pasar sus ratos libres acompañando a Luz en la obra, especialmente los fines de semana. Prueba de ello son las cosas que hicieron juntas, como por ejemplo pelar las puertas de madera pintadas para devolverles su belleza natural. Las charlas acompañaron a este par de mujeres en esos ratos de trabajo, que más que trabajo parecían de esparcimiento, pues se contaban sus problemas, anécdotas, experiencias de vida, etc.

El criterio fundamental para la restauración fue respetar al máximo las características espaciales y compositivas del diseño original, de manera que se mantuvieron los muros principales. Los puntos de mayor intervención fueron la cocina y los baños, pues ya eran obsoletos y anacrónicos. En la cocina se tumbó una pared para ampliarla, quitando la despensa e incorporándola a la cocina para formar un solo espacio. Otro factor importante, muy caro a las predilecciones modernizantes de Luz y que aplicaría también en otros trabajos, fue pintar las paredes con distintos colores, en vez de los acostumbrados muros blancos. En palabras de María del Mar: “Una cosa que ella atinó mucho fue en el color… Le puso un color, o varios colores muy interesantes al apartamento, que en ese momento no se utilizaban, pero que yo siempre he dejado porque, verdaderamente, son muy bonitos”8 .

En la remodelación de este apartamento contó con la ayuda de Álvaro Vanegas, un maestro conocido con el cual le gustaba trabajar porque “le seguía la corriente” y sabía cómo hacer las cosas a su gusto. Ellos se conocieron hacia 1974, cuando él trabajaba con Victoria de Téllez en el arreglo de una casa, como pintor. En el área de la sala, don Álvaro recuerda que había un muro lleno de muestras de colores, donde Luz podía escoger el que más le gustara. Su preferencia se inclinaba hacia los colores claros y un poco apastelados. Estas muestras se hacían dependiendo de las ideas y elementos que se tuvieran a la mano; por ejemplo, Luz llevaba manteles, carteles o cualquier

7 Fragmento de entrevista inédita hecha por los autores a María del Mar Ravassa. 8 Fragmento de entrevista inédita hecha por los autores a María del Mar Ravassa.

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cosa que tuviera un color que llamara su atención, y Álvaro, diligentemente, se lo sacaba en esta pared.

Un año después, en 1986, Luz terminó su trabajo en el apartamento de María del Mar. Además de entregar el espacio terminado, hizo entrega de todos los libros de contabilidad relacionados con la obra, donde estaba apuntado, como recuerda María del Mar, hasta el último clavo que se había comprado para las reformas. Casi al mismo tiempo en que terminó este proyecto, se embarcó en una aventura parecida, con el apartamento vecino del pintor Luis Caballero, el cual ayudó a remodelar a su amigo Rafael Maldonado. Caballero, quien para la época vivía en París, estaba buscando un lugar para vivir en Bogotá, y decidió, por recomendación de Ernesto Lleras, comprar uno de los apartamentos que aún quedaban vacíos en el edificio de Nasi; decisión también impulsada por el excelente trabajo que Luz había desarrollado, y que había evidenciado el potencial de la edificación y sus espacios interiores.

En poco tiempo, otras personas que se interesaban por este tipo de lugares, y que no tenían problema alguno en vivir en un barrio como Bosque Izquierdo, comenzaron a comprar apartamentos en el edificio. El interés colectivo no solo se limitó a restaurar los espacios interiores, sino también se orientó a mejorar el edificio mismo, a pesar de que esto significara un gran esfuerzo económico para todos los residentes. La voluntad y el empeño puestos en renovar y mejorar la calidad habitable del edificio se vieron retribuidos en poco tiempo, pues fue declarado patrimonio arquitectónico de la ciudad de Bogotá.

La casa de Clara

Clara Cárdenas acompañó a Luz en los últimos años de su vida y, más que ser su empleada de servicio, se convirtió en su amiga, confidente y, de alguna manera, cómplice. De la vida de Clara no sabemos mucho ni tampoco de cómo conoció a Luz, pero posiblemente fue hacia 1973, cuando su madre estaba muy enferma y necesitaba ayuda doméstica por su trabajo en la universidad. Luego podemos deducir que Clara se dedicaba a los servicios que tenían que ver con la limpieza del apartamento y de algunas partes del edificio, pero a medida que Luz fue sufriendo achaques de salud, sus tareas se ampliaron a las de cuidado y compañía.

La casa de Clara que Luz amplió y remodeló está localizada en el barrio La Victoria, en la calle 42A bis sur # 3A-30 este, uno de los ejes de crecimiento urbano más importantes del suroccidente capitalino. Clara pertenece al

Calle del barrio La Victoria. Fotografía tomada desde la terraza de la casa de Clara, 2020. Archivo Maldonado-Tió.

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grupo de personas que encontraron en las montañas del sur bogotano un lugar en el cual tener tierras, vivienda para refugiarse y un espacio en la ciudad. La construcción informal ha sido un tema ampliamente tratado en la realidad urbana de Bogotá, pues es la mejor solución para quienes cuentan con pocos recursos económicos y ven en un empleo como la prestación de servicios domésticos una forma de ingresos que les permite hacer su vivienda poco a poco. La casa de Clara era una vivienda autoconstruida a lo largo de muchos años con el esfuerzo de toda la familia; tan pronto tenían un dinero disponible, fueron alzando paredes y entrepisos, construían habitaciones o espacios sociales, sin planeación previa y sin calcular la estructura que debía soportar los pisos superiores.

Acometer la remodelación y ampliación de la casa de Clara significó para Luz una gran responsabilidad, pues involucraba el afecto y el deseo de lograr el máximo de calidad con muy bajo presupuesto. Desde siempre, para Luz la calidad del espacio donde se vive era algo importante para todas las personas, independientemente de sus ingresos. Al respecto, en una entrevista que Marta Traba había hecho a Luz, muchos años antes, hizo evidente estas ideas:

como vemos está siempre rondando por los lugares donde la arquitectura, además de hacer mayor falta, cumpliría una verdadera labor social. Es que la gente es lo que auténticamente le interesa: mucho más importante es que la masa viva bien, con un mínimo de confort que intentar hacer obras de arte de practicidad muy relativa, asegura.9

Para finales de los años noventa, cuando Luz visitó la casa de Clara y quedó con la idea fija de querer mejorar sus condiciones de vivienda, ya estaba muy mayor. En los años anteriores había hecho otros trabajos menores, como la adecuación del apartamento que había comprado en Bogotá su hermana Leonor y también la remodelación de otro apartamento para una amiga. Pero el trabajo que representaba la casa de Clara era mucho más demandante; aunque rondaba los ochenta años, Luz acometió este trabajo con la alegría, el empeño y la dedicación que ponía en todas sus obras.

Como parte del problema a resolver era estructural, Luz llamó para que la ayudara en ese tema a su amiga y arquitecta Beatriz Vásquez. Con Beatriz se conocían desde los años de trabajo en la Universidad Nacional, y fue tanta la conexión personal y profesional que tuvieron, que incluso después de su jubilación siguieron siendo muy allegadas. Luz estimaba mucho a Beatriz, la

9 Marta Traba, “La arquitecto, Luz Amorocho”, Estampa 10, 22 de enero, 1955, 9.

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tenía en un alto concepto como profesional, pues pensaba que era “muy pila”, que tenía un gran conocimiento sobre la Ciudad Universitaria.

Pero te digo, Beatriz, que fue… que estuvo dirigiendo todo eso de planta física es una berraca. Yo no he conocido a una persona con una fuerza y una voluntad de… de rendir en una institución como lo que hace Beatriz con la Universidad Nacional. De verdad te lo digo.10

Entre medianeras, con 10 metros de fondo y un frente estrecho de tan solo 5,80 metros, la casa era de dos pisos. El primer piso lo ocupaban el garaje y una escalera estrecha para acceder al espacio habitado en el segundo piso, donde se apiñaba la familia que empezaba a crecer, pues Clara vivía con su marido y sus dos hijos, y ya tenía una nieta y una nuera que también vivían con ellos. Era, pues, urgente ampliarla construyendo un tercer piso donde Luz localizó dos habitaciones, un baño y una zona de ropas. De esta manera, en el segundo piso se podían acomodar mejor una cocina, la sala-comedor y una amplia habitación para los padres con su baño. Arriba, una terraza para reuniones familiares con una hermosa vista hacia la ciudad.

Cuando se estaba construyendo el tercer piso se fracturó la placa del entrepiso, lo que significaba un peligro inminente para la estructura, pues si se seguían aumentando los esfuerzos de carga, la casa podría colapsar. Con la ayuda de Beatriz, se hizo el diseño de un anillo de concreto a manera de viga de amarre, para lo cual fue necesario reforzar los cimientos y construir, también en concreto, cuatro columnas con sus respectivas zapatas y pilotes. De esta manera, se reforzó la estructura para que soportara cómodamente el peso del nuevo piso.

Álvaro Vanegas, el maestro de obras con quien Luz trabajó por cerca de treinta años, en todas sus últimas obras, recuerda muy bien ese episodio:

A la casa de Clara tocó hacerle un refuerzo, porque en determinado momento se abrió la placa del segundo piso y tocó hacer un anillo para sostener ese techo, esa placa. Entonces tuvimos que hacerle una reforma a los cimientos, a todo. Ella lo diseñó, pues era ella quien dirigía todo el trabajo, y nosotros lo hicimos, con un sobrino.

Frente de la casa de Clara previa a la ampliación, antes de 1973. Archivo Maldonado-Tió.

Casa de Clara después de la ampliación, 2021. Archivo Maldonado-Tió

10 Extracto de entrevista inédita grabada por Ana María Pinzón en julio de 2007 y concedida para esta publicación.

Plantas del segundo y tercer piso. Elaborada por la Arq. Luz Amorocho, s. f. Material cedido por Clara Cárdenas, digitalizado por Lucas Maldonado.

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Recuerdo que todos esos trabajos tenían que quedar tal y como ella dijera, tal y como estaban en los planos. Ella hacía los planos, diseñaba […] y todo tenía que salir tal y como ella decía.11

Vanegas recuerda también que en este, el último trabajo que hizo con Luz, era como siempre una mujer muy pendiente de la obra y llegaba a las siete de la mañana a revisar los avances para indicar qué se debía hacer en el día o qué se debía corregir.

Como el lote había sido construido en su totalidad y la única fuente de luz venía de las ventanas de la fachada a la calle, las dependencias del fondo del segundo piso —la cocina y el comedor— eran oscuras y sin aireación. Este problema fue solucionado por Luz con un procedimiento muy ingenioso: como se aprecia en el corte A-A´, abrió un lucernario sobre la terraza y en la nueva placa de entrepiso que fundió dejó dos horadaciones. Así, logró bañar de aire y luz cenital el comedor y la escalera, dándoles no solo una sensación de apertura, sino un balcón interno de intercomunicación entre niveles que enriqueció notablemente la calidad espacial de los lugares de encuentro de la casa de Clara.

11 Entrevista inédita hecha por los autores a Álvaro Vanegas el 9 de junio del 2021, cedida para esta publicación.

Comedor y escalera de la casa de Clara con luz cenital, ca. 2009. Material cedido por Clara Cárdenas, digitalizado por Lucas Maldonado.

La nieta de Clara en la escalera, ca. 2009. Material cedido por Clara Cárdenas, digitalizado por Lucas Maldonado.

Luz y Leonor Amorocho, Beatriz Vásquez, Clara Cárdenas y su familia, en el recién remodelado comedor, ca. 2009. Archivo Maldonado-Tió.

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No fue este el único aspecto que contribuyó a mejorar las condiciones de habitabilidad. Luz también pensó en otros detalles que contribuirían a hacer la vida cotidiana más amable. Por ejemplo, las huellas de la escalera fueron recubiertas en madera para hacer una superficie más blanda que el concreto. Clara recuerda que a ella le pareció este un gasto innecesario en su momento, pero Luz insistió. Ahora se lo agradece, pues su nieta le enseñó que una escalera es no es solo un dispositivo para subir y bajar, sino que puede ser mucho más, como un lugar para sentarse.

Durante tres meses Luz trabajó intensamente en la remodelación de la casa de Clara y, al igual que sucedió con el apartamento de María del Mar, se destaca su meticulosidad en el trabajo: llevaba en cuadernos los gastos, pagos, recibos, todo datado y organizado. La satisfacción familiar por su casa renovada era la mejor retribución que Luz podía recibir.

En estos últimos trabajos como arquitecta, Luz demostró que lo importante era solucionar las necesidades habitables de las personas que la buscaban, sin importar la clase social o el espacio de la ciudad que ocuparan. Su trabajo pone en evidencia que la arquitectura de calidad, “la bonita”, es para todos, porque todos tenemos derecho a ella. Si bien estas no son obras grandes o reconocidas en la ciudad, son muy significativas para cada una de las personas que viven allí.

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