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LA EXPERIENCIA DE UNA DÉCADA

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LA EXPERIENCIA DE UNA DÉCADA. El trabajo en Cuéllar Serrano Gómez

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Diego Romero

Después de trabajar de tiempo completo en el plan de reconstrucción de Tumaco en el Ministerio de Obras Públicas, Luz Amorocho fue contratada en Cuéllar Serrano Gómez, una de las firmas más importantes de la historia de la arquitectura colombiana de la segunda mitad del siglo XX. Esta compañía, fundada en 1933, era dirigida por Gabriel Serrano, ingeniero-arquitecto de la Universidad Nacional, José Gómez Pinzón, ingeniero de la Universidad Nacional, y Camilo Cuéllar, arquitecto de la Architectural Association de Londres. Posteriormente se vincularía a su dirección el arquitecto y destacado acuarelista Gabriel Largacha, antiguo estudiante de Gabriel Serrano, graduado de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional en 1943.

Cuéllar Serrano Gómez fue un escenario fundamental para la experimentación y construcción formal y técnica de la arquitectura moderna en Colombia, pues no solo proyectó algunos de los edificios más reseñables de su tiempo, sino que construyó, con gran eficiencia e importantes innovaciones de la ingeniería, metros y metros cuadrados en Bogotá y otras ciudades del país. A su vez, representó el lugar de formación de varias generaciones de arquitectos que trabajaron en sus oficinas. Algunos de ellos fueron Carlos Arbeláez Camacho, Germán Samper, Hans Drews, Willy Drews, Arturo Robledo, Enrique Triana y la única mujer de este destacado grupo, Luz Amorocho1. Según la misma Luz, “Gabriel Serrano fue el arquitecto que más le aportó al progreso de la arquitectura en Colombia”2. Esta idea, a todas luces discutible, no es gratuita, pues Luz Amorocho trabajó en Cuéllar Serrano Gómez desde 1950 hasta 1960. La influencia que tuvo en la vida de Luz Amorocho fue tan determinante que, incluso, compró un edificio en 1977, junto con Hernando Téllez y su esposa María Victoria de Téllez, diseñado por la firma, donde hizo varias reformas y vivió en uno de sus apartamentos por el resto de su vida.

Cuéllar Serrano Gómez fue una empresa que se dedicó a todos los ámbitos de la configuración del espacio habitable en las ciudades: arquitectura, ingeniería, diseño y construcción. Esta firma llevó a cabo todo tipo de proyectos:

1 Germán Téllez Castañeda. Cuéllar Serrano Gómez. Arquitectura 1933-1983 (Bogotá: Escala, 1988) 2 Extracto de entrevista inédita grabada por Ana María Pinzón en julio de 2007 y concedida para esta publicación.

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por un lado, la especialización de Gabriel Serrano en arquitectura hospitalaria permitió la construcción de un importante número de hospitales, como el de San Ignacio, la clínica San Pedro Claver o la torre central del hospital San Juan de Dios en La Hortúa. También hicieron barrios3, iglesias, laboratorios, edificios de apartamentos, oficinas, bancos, hoteles, industrias, arquitectura para la educación y vivienda social. Cuéllar Serrano Gómez fue, además, la firma promotora del reticular celulado, el sistema estructural diseñado por el ingeniero Doménico Parma: en la década de los cincuenta, se promocionaban como los consultores para Bogotá de este sistema estructural en la revista Proa.

Luz Amorocho, al igual que el resto de arquitectos dibujantes de la compañía, podía aportar algunas ideas y soluciones de diseño; sin embargo, quienes desarrollaban los proyectos, quienes daban la última palabra, eran Gabriel Serrano y Gabriel Largacha: Luz, al igual que el resto de arquitectos dibujantes, era quien ejecutaba gráficamente las ideas de los dos cerebros de la firma4. Pese a esta evidente castración creativa, Luz Amorocho consideraba que el hecho de ser arquitecta le daba ventajas para comprender el proyecto a la hora de dibujarlo, ventajas que no tenía un delineante o decorador. “Ser arquitecto no es ser decorador, no es ser delineante de arquitectura, no es ser ingeniero”5, según sus propias palabras. Los pocos arquitectos que había en la década de los cincuenta en el país querían distinguirse de los ingenieros y de los maestros de obra: este era un componente fundamental de ser arquitecto de vanguardia.

En los diez años que Luz Amorocho trabajó en Cuéllar Serrano Gómez, se construyeron cerca de 80 proyectos6. Del trabajo de Luz durante esta década, se tiene referencia de su participación en el proyecto para la construcción del Hotel Tequendama7 —diseñado por la firma estadounidense Holabird & Root & Burgee—, en 1952; en la casa para el doctor Manotas, en 1951; en el dibujo del edificio para el curso preparatorio de la Ciudad Universitaria (actual edificio de Odontología), entre 1951 y 1952;

3 Cuéllar Serrano Gómez se asoció con Roberto Salazar para conformar Urbat de Colombia Ltda., empresa que, en 1958, había llevado a cabo las siguientes urbanizaciones: Bosque Popular, Parcelaciones Jardín, Niza, El Refugio y Ciudad de Quito. Cuéllar, Serrano, Gómez 1933-1958 (Bogotá: Suramericana, 1958). 4 Un caso particular en el que se reconoce una coautoría de diseño en Cuéllar Serrano Gómez es en el proyecto de las casas para empleados en Paz del Río, diseñado junto a Hans Drews y Arturo Robledo. Para más información, consultar el número 70 de Proa de abril de 1953. 5 Extracto de entrevista inédita grabada por Ana María Pinzón 6 Hernando Vargas Caicedo, "De la artesanía a la industria. Cuéllar Serrano Gómez, la firma escuela, 1933-1963". En Mensajes de modernidad en la revista Proa. Publicidad en contenidos y pauta, 1946-1962 (Bogotá: Universidad de los Andes, 2020), 145-150. 7 “Luz Amorocho. Pionera de las arquitectas colombianas. Una conversación con Circe Sencial”, En Otras Palabras (Bogotá) 5 (junio de 1998 - enero de 1999).

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en el conjunto del barrio La Soledad, en 1952, y en la Casa de la Madre y el Niño, en 19538. Sin embargo, la posibilidad de un acceso futuro al archivo de Cuéllar Serrano Gómez podrá dilucidar de manera más detallada su labor en estos y otros proyectos.

Efectivamente, los proyectos en los que se sabe que trabajó Luz Amorocho abarcan tanto programas como nociones técnicas y formales diversas. La casa particular —burguesa— para el doctor Manotas, con aura de unicidad, contrasta con las casas del barrio La Soledad, una intervención de gran escala construida en serie con el sistema del reticular celulado. Este conjunto de 141 casas de dos y tres pisos “de precio moderado” se construyó para los empleados del Banco Central Hipotecario. Por otro lado, el Tequendama era el nuevo gran hotel de la ciudad, mientras que el proyecto de la Casa de la Madre y el Niño tenía una vocación social considerable —¿la asignación de este proyecto a la única arquitecta de la firma tendría algún contenido subliminal?—. En su antigua alma mater, Luz Amorocho dibujó el proyecto del edificio para el Curso Preparatorio, cuya obra fue ejecutada en un tiempo récord de menos de noventa días. En la publicación del número 52 de Proa, en mayo de 1952, se expresa de manera explícita la contribución de Luz a este proyecto —era un hecho poco frecuente que en Proa se mencionaran los arquitectos dibujantes de los proyectos que se publicaban—, lo que puso de manifiesto el reconocimiento y el aprecio de Carlos Martínez por el trabajo de su antigua estudiante.

El edificio para el Curso Preparatorio en la Ciudad Universitaria es un proyecto de tres pisos elaborado a partir de dos prismas rectos intersectados por sus esquinas, con fachadas en ladrillo, celosías en concreto y dispuesto sobre el espacio abierto del aún verde campus universitario. En mayo de 1952, sobre este proyecto y sus circunstancias se escribía lo siguiente:

Al finalizar el año de 1951, las autoridades universitarias acordaron una modificación al plan de estudios profesionales con la creación de unos cursos previos o año preparatorio. La decisión debía entrar en vigencia al comenzar las tareas del año de 1952. El 6 de enero de este año fueron iniciados los trabajos por Cuéllar, Serrano, Gómez & Cía. Ltda., autores de los proyectos respectivos. La obra se terminó totalmente y se puso al servicio el 1º de abril, es decir, que fue ejecutada en menos de 90 días. Consta la nueva edificación, situada en la Ciudad Universitaria, de tres plantas con una superficie total de 3.960 metros cuadrados. Actuaron, dentro del personal de la nómina de dicha firma, como

8 Marta Traba, “La arquitecto, Luz Amorocho”, Estampa 10, 22 de enero, 1955, 10. Edificio para el curso preparatorio en la Ciudad Universitaria de Bogotá. Proyecto desarrollado por Luz Amorocho. Proa 59, mayo de 1952, 13.

Edificio para el curso preparatorio en la Ciudad Universitaria de Bogotá. Proyecto desarrollado por Luz Amorocho. Proa 59, mayo de 1952, 14.

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Rótulo del plano de la casa del doctor Manotas, dibujado por Luz Amorocho en Cuéllar Serrano Gómez, 1951. Archivo fotográfico de Nicolás Serrano Zbinden.

Rótulo del plano de la casa del doctor Manotas, dibujado por Luz Amorocho en Cuéllar Serrano Gómez, 1951. Archivo fotográfico de Nicolás Serrano Zbinden.

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Hotel Tequendama. Diseñado por Holabird & Root & Burgee y construido por Cuéllar Serrano Gómez, 1952. Fotografía Carlos Lema-IDPC

Casa de la Madre y el Niño, proyecto diseñado y construido por Cuéllar Serrano Gómez, 1953. Fotografía David Segura Conjunto de casas en La Soledad, diseñado y construido por Cuéllar Serrano Gómez, 1952. Fotografía Diego Romero

Caja Colombiana de Ahorros, en la carrera 8.ª # 15-43. La sede de las oficinas de Cuéllar Serrano Gómez estuvo en el piso 12 de este edificio hasta 1956. Fuente: Proa 39, septiembre de 1950, s. p.

Edificio Seguros Bolívar, sobre el costado occidental de la carrera 10.ª entre calles 16 y 17. En 1956, las oficinas de Cuéllar Serrano Gómez se trasladaron a los pisos 15 y 16 de este edificio. Fondo Saúl Orduz, Colección Museo de Bogotá, reg. 2739

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eficientes colaboradores la Srta. Arq. Luz Amorocho, en la elaboración de los planos, y el Ing. Enrique Acosta en la dirección de los trabajos.9

En el momento que Luz Amorocho entró a trabajar a Cuéllar Serrano Gómez, sus oficinas se habían trasladado recientemente al piso 12 de la Caja Colombiana de Ahorros, el edificio en la esquina de la carrera 8.ª con avenida Jiménez, cerca de la anterior sede en un edificio de la carrera 9.ª con calle 13. En 1956, la compañía se trasladó a las nuevas oficinas en los pisos 15 y 16 del Edificio Seguros Bolívar en la carrera 10.ª con calle 17. Ambas edificaciones, proyectadas por la firma, se situaron en importantes avenidas, construidas, en sus respectivos momentos, con la intención de ser los centros financieros de la ciudad: la avenida Jiménez desde los años treinta y la carrera 10.ª en los años cincuenta. El tránsito de la sede de Cuéllar Serrano Gómez de un edificio a otro significó un paso más hacia la deseada modernidad que se construía a través de sus proyectos, frente a una amplia avenida que se abría frente a sus ojos.

Cuando las oficinas de Cuéllar Serrano Gómez estaban aún en el edificio de la Caja Colombiana de Ahorros, en 1955, Marta Traba publicó en la revista Estampa el artículo “La arquitecto, Luz Amorocho”, en el que, con sorprendente conservadurismo, relata el universo tanto personal como laboral de una de las pocas mujeres profesionales de la ciudad, de visita en su lugar de trabajo. La crítica de arte, en su texto, y tal y como se cita en la introducción de este libro, pone de manifiesto cómo resulta inquietante que una mujer intelectual no corresponda con los estereotipos imperantes sobre los diferentes roles femeninos en ese momento, sobre todo los de una mujer profesional.

Después, cuando Cuéllar Serrano Gómez se trasladó a Seguros Bolívar, Luz Amorocho llegaba a la oficina después de ver la carrera 10.ª aún en construcción, donde era ya difícil darse cuenta de las huellas de un pasado borrado inesperadamente cercano. El ascensor se abría para entrar en un mundo de trabajo constante. Imaginamos que en su trayecto debía subir las escaleras hasta el departamento de arquitectura, que estaba en el piso 16, pues el ascensor solo llegaba hasta el piso 15. En el baño de mujeres se encontraba con aquellas que trabajaban en los otros departamentos —en el suyo, había pocas—. Muy probablemente salía a la terraza a conversar cuando llegaba Carlos Martínez, quien frecuentaba la oficina cada semana. No veía con mucha frecuencia a Camilo Cuéllar, quien se encontraba en diferentes eventos a cargo de conseguir proyectos para la firma.

9 Proa 59, mayo, 1952, s. p.

“Camaradería en las alturas”. Marta Traba, “La arquitecto, Luz Amorocho”, Estampa 10, 22 de enero, 1955, 10. “Un momento de reposo en la terraza del edificio”. Marta Traba, “La arquitecto, Luz Amorocho”, Estampa 10, 22 de enero, 1955, 11. “Siempre risueña. Luz Amorocho trabaja en su tablero”. Marta Traba, “La arquitecto, Luz Amorocho”, Estampa 10, 22 de enero, 1955, 9.

Luz Amorocho durante un festín en la casa de Gabriel Serrano, ca. 1950. Archivo Maldonado-Tió.

Foto del Departamento de Arquitectura de Cuéllar Serrano Gómez en Seguros Bolívar. Luz Amorocho, de negro, mira hacia las mesas del fondo. Fondo Paul Beer, Colección Museo de Bogotá, reg. 25343.

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¿Qué significaba ser una mujer de vanguardia en ese momento? En esencia, ser independiente, trabajar y tener la capacidad de materializar la vanguardia arquitectónica para la construcción de una sociedad moderna. Esto, sin embargo, era una ilusión, una sombra, una ficción. Cuéllar Serrano Gómez era, pese a lo vanguardista de sus formas, el epítome del conservadurismo de la sociedad de la época; según la misma Luz, “la godarria total”. Tanto Gabriel Serrano como Gabriel Largacha eran de la Acción Católica: la oficina, por tanto, era muy confesional, “donde era fundamental ser soltera para poder trabajar”10. Esa modernidad retrógrada, además, estaba presente no solo en ámbitos como el de la construcción, sino en otros que se vanagloriaban de ser más progresistas. Además del machismo que caracterizaba a muchos de sus amigos artistas, el conservadurismo se pone claramente de manifiesto en algunas de las aseveraciones del artículo de Marta Traba, una persona perteneciente al círculo intelectual y de la cultura de la ciudad.

A lo largo de esa década, Luz fue la única arquitecta que trabajó en la oficina: compartió esporádicamente lugar de trabajo con algunas mujeres, como Inés Vásquez11, dibujante en 1958. Esta experiencia marcada por este conservadurismo12 terminó saturando a Luz, quien seguía firme en sus ideas que la habían caracterizado desde su juventud, demasiado liberales y ateas para la sociedad en la que vivía. Por tanto, la cada vez menos joven arquitecta decidió escapar de esa sociedad donde todo era una mentira: la arquitectura moderna no era de ninguna manera la expresión de nuevos valores de una sociedad. La arquitectura era vanguardista, pero la sociedad que la construía era represiva. Todo era una ficción, incluso entre los artistas de apariencia progresista. Por estas razones, Luz Amorocho, tras haber tenido una escuela en Cuéllar Serrano Gómez que la marcaría para el resto de su trayectoria profesional —son destacables sus aprendizajes sobre construcción—, decidió irse a París, siguiendo los pasos de Carlos Martínez y de muchos de su generación. Quizás buscando libertad.

10 Extracto de entrevista inédita grabada por Ana María Pinzón. 11 Cuéllar, Serrano, Gómez 1933-1958. 12 Esta información aparece en numerosas entrevistas en las que Luz habló de su experiencia en CSG. Sin embargo, según la arquitecta Ana María Pinzón, Luz Amorocho siempre fue consciente de estar en el lugar “en el que había que estar”.

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Referencias bibliográficas

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