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ÁLVARO PEÑA: EL ARTISTA ORDENADO

# Rubén Juan Serna

Álvaro Peña junto a sus obras. En la página siguiente, el artista en dos rincones de su casa. Fotografías de Rubén Juan Serna.

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El pintor murciano Álvaro Peña –autor de la obra que figura en la portada de esta revista– no responde al estereotipo de artista bohemio y descuidado, es una persona presumida y coqueta, con cierto aire de torero, por ello no extraña conocer que es un maniático del orden, y que esa peculiaridad se vea reflejada en una pintura definida, muy marcada. Me recibe en su casa y aprovecho para conocer mejor al artista, a la persona que hay detrás y al lugar en el que deja volar la imaginación para transformar ideas en líneas y colores.

No sólo su apariencia física y el orden de su taller confirman ese ‘antiartista’, sino que su trayectoria se aleja de la habituales. Peña estudió Ciencias Políticas y Sociología y trabaja como funcionario del Ayuntamiento de Murcia en donde ha sido responsable del área de artes plásticas.

Reconoce no ser aficionado a la tauromaquia pero ha tenido cierta relación con el mundo del toro al haber ilustrado páginas y portadas para la revista A porta gayola. “Me interesa la figura humana, las posiciones en el toreo, ese momento en el que el torero con el estoque agarrado busca al toro. De este me interesa la musculatura”, señala el pintor.

Aficionado desde niño al cómic, reconoce tener pasión por el cómic europeo y, en concreto, por las historias de Tintín y As-

térix y es precisamente esa influencia la que puede observarse en muchas de las obras de Peña. “Ese tipo de cómic tiene mucha más carga cultural e histórica que el americano”, nos indica. Su afición le llevó a trabajar desde muy joven, siendo aún un adolescente, en revistas nacionales, fanzines e ilustrando portadas de libros.

El uso de colores potentes, cercanos al flúor, “pero atrayentes, no ridículos”, y una línea fuertemente marcada son fácilmente reconocibles en él. Cuando habla de sus influencias no recurre a los manidos clásicos, ni siquiera a los grandes Velázquez y Goya, sino que cita a Toulouse-Lautrec y viaja a la Austria modernista, en la que el movimiento conocido como secesión vienesa dio lugar a artistas como Gustav Klimt y Egon Schiele. Precisamente este último es el más reconocible en el uso de la línea de Álvaro Peña. Pero no llega Peña a ese lugar de golpe, sino que como él mismo indica “uno pasa por todos los géneros tradicionales como el bodegón, el paisaje, etcétera, pero va acercándose a otros lugares con tu propia personalidad, donde uno se encuentra con su pasión”, nos explica.

Siguiendo con su perfil de artista atípico tampoco su taller puede denominarse así, sino que más bien es un despacho abarrotado de obras y libros y en donde no encontramos pigmentos al óleo, acrílicos ni pinceles, sino que asoman los rotuladores y las tintas. Su obra no requiere la observación del natural ni la salida al aire libre sino que es fruto de la imaginación y la reflexión. Eso llevó a Peña a trabajar durante un tiempo la abstracción, que ha dejado aparcada para volver a la figuración. “Mi estilo rompe con lo establecido, siempre he pensado que aunque hay que fijarse en los academicistas hay que romper con la tradición y eso es lo que hace al espectador disfrutar”, zanja.

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